Comentamos la recuperación de un camino vecinal con hormigón en Cantabria que va a ser mucho más que eso.El municipio de Piélagos ha llevado a cabo la recuperación del camino vecinal que une los barrios de La Pepia y La Valleja, en Mortera, donde además se ha instalado nueva señalización en el entorno de la Cueva de las Penas. Un lugar mágico en un entorno maravilloso que tenemos a escasos 15 minutos de Santander o Torrelavega, que merece la pena visitar y describir aquí, por el increíble contenido arqueológico lleno de misterios que encierra esta cueva.
Estabilización de caminos con hormigón en Cantabria
El alcalde de Piélagos, Carlos Alberto Caramés Luengo, junto con el alcalde pedáneo, Daniel San Miguel, visitó recientemente la zona para comprobar el resultado de la actuación municipal, que ha supuesto una inversión de algo más de 40.000 euros. El objetivo era la estabilización de caminos con hormigón en Cantabria, en concreto en la zona de colinas en torno a Mortera, que separa esta localidad de la zona de Liencres.


Caramés explicó que se ha puesto en valor un antiguo camino que servía de comunicación entre ambos barrios y en cuyo trazado se encuentra la Cueva de las Penas —también conocida como de los Perros—, un enclave de gran interés arqueológico que todavía inspira a tanta gente por los grandes misterios que sugiere.

Los restos humanos encontrados en la cavidad se localizaban exclusivamente en la zona interior, llamando poderosamente la atención que estuviesen colocados directamente sobre el frío suelo, sin presencia de fosa o zanja alguna y tras el citado muro que los «encerraba» en uno de los recodos de Las Penas. Se especula con que pudo haber movimientos de estos cuerpos por parte de animales y de otros fenómenos a lo largo del tiempo.

Allí mismo fue donde, hace más de dos décadas, la Asociación Mortera Verde descubrió cinco broches visigodos, uno de ellos con incrustaciones damasquinadas, que actualmente se conservan y exhiben en el Museo de Prehistoria y Arqueología de Cantabria (MUPAC). También aparecieron restos de cuatro anillos, dos pendientes, una pequeña hacha, semillas de trigo, hojas de cuchillo, una cuenta de collar y un largo etcétera. Todo ello del periodo de ocupación visigoda de la provincia tras la derrota y conquista de los cántabros por parte del rey Leovigildo, que destruyó con sus tropas el senado de Cantabria situado en Peña Amaya y luego se apoderó de la región.
Junto al yacimiento de Riocueva, ubicado en Entrambasaguas, la Cueva de las Penas representa uno de los ejemplos más destacados de enterramientos visigodos en cuevas, no sólo en Cantabria, sino en toda la Península Ibérica. Gracias a la labor de arqueólogos e investigadores, muchos de ellos trabajando de forma desinteresada, se ha podido obtener un conocimiento sin precedentes sobre la cultura visigoda en la región. El estudio de estos sitios ha permitido una comprensión mucho más clara del porqué de estos entierros, desentrañando las creencias y rituales que rodeaban a la muerte en estos tiempos del cristianismo medieval, ya bastante consolidado, aunque no demasiado en estas tierras norteñas. Recordemos que cuando entraron las tropas califales en España, poco después de estos enterramientos godos, todavía había muchísimos lugares apartados, en especial por esta cornisa cantábrica, donde se creía en dioses paganos.
Destrucción intencional de cráneos de la Cueva de las Penas: ¿rito contra los espíritus de los muertos?
¿Fueron estos godos víctimas de la plaga de Justiniano? Una de las hipótesis propone que la cueva fue usada para enterrar víctimas de una epidemia masiva en tiempos del emperador oriental Justiniano. La destrucción intencional de cráneos de la Cueva de las Penas podría estar ligada a antiguas creencias para evitar que los muertos “perturbaran” a los vivos, pues de lo contrario no es fácil darle un sentido a todo esto, claro está, si no estamos hablando de asesinatos brutales. Pero es que no lo parecen.
Los hallazgos revelan más bien una profunda creencia en los «revenant» o almas atormentadas, que podían volver a perturbar a los vivos, lo que llevó a la creación de rituales específicos para evitarlo. Estas prácticas paganas, lejos de ser meras ficciones, son una realidad histórica que debe ser abordada con seriedad, pues estamos hablando de tiempos de gran superstición y religiosidad. Tengamos en cuenta que los broches muestran grifos (criaturas mitológicas de gran carga pagana) y motivos cristianos como el Cordero de Dios y el sacrificio del hijo de Abrahám, Isaac, evitado por un ángel en el último momento. Ahí vemos esta mezcla entre religiosidad cristiana profunda y esa tendencia a creer en lo de toda la vida que todavía está tan presente en lugares como Sudamérica o el África Negra.
El trabajo de estos especialistas merece ser reconocido y respetado, a pesar de las críticas que puedan surgir por la forma en que divulgan sus hallazgos. Quienes se dedican a la investigación a menudo no cuentan con el apoyo institucional que necesitan ni mucho menos. Por lo tanto, quienes critican deberían, en su lugar, adentrarse en las cuevas y descubrir por sí mismos los secretos que guardan, en lugar de emitir juicios sin fundamento.


Por cierto: en esta zona tenemos a Cheda, un DJ en Cantabria que está muy implicado con otro gran misterio de los godos en nuestro país. La sustracción por parte de Alfonso X el Sabio de los restos de un gran rey de la época, Wamba, un gran monarca godo que de hecho estuvo en Cantabria preparando ataques contra los rebeldes vascos del momento. Es por esto que en Pampliega, que es el pueblo burgalés donde cerró los ojos Wamba, siguen reclamando los restos mortales de este rey godo de España.
Pavimentación con hormigón en las zonas más afectadas por la erosión de las lluvias
El regidor subrayó que, además de la instalación de señalética con códigos QR —que relatan la historia del lugar— desde el Palacio de los Condes de Mortera hasta el barrio de La Valleja y en el entorno inmediato de la cueva, se ha realizado un acondicionamiento integral del vial. Los trabajos han incluido la limpieza de la maleza que impedía el paso, el cajeado del recorrido, la aportación de zahorra y la pavimentación con hormigón en las zonas más afectadas por la erosión de las lluvias, para asegurar la firmeza del terreno.
Asimismo, se han construido nuevas cunetas de hormigón en aquellos puntos donde el caudal de agua es mayor en época de fuertes precipitaciones, evitando así que el regato existente pueda taponarse y generar problemas de humedades y anegación en las viviendas de La Valleja.
Caramés destacó que la actuación no solo ha recuperado un camino histórico, sino que también ha creado un itinerario atractivo para los visitantes: “Hoy mismo hemos visto a personas que habían aparcado junto al Palacio de los Condes de Mortera y recorrían a pie este entorno, disfrutando de la naturaleza y descubriendo la riqueza patrimonial de nuestros pueblos”.
Pavimentación de cunetas y caminos en Cantabria
La pavimentación de cunetas y caminos en Cantabria es un servicio recurrente por la orografía y el clima, que erosiona constantemente estos viales, incluso con trombas de agua y deslizamientos de tierras. Estamos ante una práctica fundamental en la construcción y el mantenimiento de infraestructuras viales, ya que contribuye tanto a la seguridad como a la durabilidad de las vías. Los materiales empleados para este fin varían en función del tipo de camino, el clima, el presupuesto disponible y la intensidad del tránsito que soportará. Cada material tiene propiedades específicas que lo hacen más o menos adecuado para determinadas condiciones, y elegir correctamente garantiza que la obra cumpla con su objetivo durante un largo periodo de tiempo.
Uno de los materiales más utilizados es el hormigón, conocido por su resistencia y durabilidad. Este material se emplea principalmente en cunetas debido a que puede soportar el flujo constante de agua sin deteriorarse rápidamente. Además, su acabado impermeable ayuda a evitar filtraciones hacia el terreno circundante, lo que protege la base de los caminos y minimiza problemas de erosión. El hormigón, aunque es más costoso que otras opciones, resulta una inversión eficiente en zonas donde se requiere una larga vida útil con bajo mantenimiento.
En las imágenes, bordillos de hormigón muy útiles para compactar el terreno y el vial o cuneta concretos, así como para dar estética y firmeza a toda la obra.


En caminos rurales o de tránsito ligero, el asfalto es otro de los materiales más habituales. Su flexibilidad y facilidad de aplicación lo convierten en una solución práctica para cubrir superficies extensas. Además, permite una conducción más cómoda al absorber mejor las irregularidades del terreno. Sin embargo, en cunetas su uso es menos frecuente porque la exposición constante al agua puede deteriorar rápidamente el aglomerado asfáltico, generando grietas o desprendimientos. Por ello, el asfalto se reserva más para la calzada que para los canales de desagüe.
Elección del material para pavimentar cunetas y caminos
Un material tradicional, especialmente en zonas rurales, es la piedra natural. Ya sea en forma de lajas, bloques o canto rodado, se utiliza para pavimentar cunetas y caminos debido a su resistencia mecánica y a su aspecto rústico que se integra con el entorno. En cunetas, las piedras se colocan de forma que permitan canalizar el agua sin provocar erosión, mientras que en caminos rurales suelen asentarse sobre una base de grava compactada. Aunque requiere mayor trabajo manual en su colocación, su durabilidad y estética justifican el esfuerzo en muchos proyectos, pero es antieconómico y no muy práctico en caminos muy transitados.
La grava y el zahorra artificial son materiales muy frecuentes en caminos de bajo tránsito, como accesos agrícolas o sendas forestales. Estos materiales se obtienen de la trituración de rocas y su principal ventaja es el bajo coste y la facilidad de extensión y compactación. Aunque no tienen la misma durabilidad que el asfalto o el hormigón, permiten una reparación sencilla y rápida. En cunetas se utilizan como relleno drenante, favoreciendo el paso del agua y reduciendo la erosión en terrenos inclinados.
En los últimos años, también se ha extendido el uso de geoceldas y materiales sintéticos estabilizadores para pavimentar caminos y reforzar cunetas. Estos sistemas, fabricados con polímeros resistentes, permiten confinar grava o arena en celdas que mantienen la estabilidad del terreno y evitan desplazamientos. Esta tecnología resulta muy útil en pendientes pronunciadas, donde el agua podría arrastrar fácilmente el material suelto. Además, tienen la ventaja de ser ligeros, fáciles de instalar y respetuosos con el medio ambiente.
Otro material a considerar es el adoquín de hormigón o piedra, muy empleado en caminos peatonales, senderos turísticos y áreas donde se busca una combinación de resistencia y estética. Los adoquines son fáciles de reemplazar en caso de daño y ofrecen un buen drenaje al permitir el paso del agua entre las juntas. En cunetas urbanas, se utilizan en ocasiones como revestimiento decorativo, aunque no son tan comunes como el hormigón continuo.
También el suelo estabilizado con cal o cemento es una técnica empleada para caminos de bajo tránsito en zonas donde no se quiere recurrir a materiales más costosos. Este procedimiento consiste en mezclar el suelo existente con aditivos que mejoran su capacidad portante y lo hacen más resistente a la erosión y la humedad. Aunque no se considera un pavimento definitivo, puede ser una solución intermedia muy útil en proyectos rurales o de bajo presupuesto.
La elección del material para pavimentar cunetas y caminos depende de múltiples factores, como el uso previsto, el entorno y los recursos disponibles. Mientras el hormigón destaca en resistencia para cunetas y el asfalto para calzadas, la piedra, la grava y los adoquines siguen siendo opciones muy utilizadas por su versatilidad y adaptación a distintos contextos. A ello se suman los nuevos sistemas sintéticos, que ofrecen soluciones innovadoras y sostenibles. La clave está en analizar cada situación particular para seleccionar el material que ofrezca el mejor equilibrio entre coste, durabilidad y funcionalidad.
Encuentra un escondite medieval en su salón en Inglaterra

En 1988, Colin Steer, un inglés que hoy ronda los más de setenta años, se mudó a una antigua casa victoriana en Plymouth. Mientras renovaba la sala de estar, notó una ligera depresión en el suelo, cerca de una ventana.
En aquel momento no tenía idea de que aquel pequeño hallazgo lo llevaría, décadas más tarde, a una de las sorpresas más asombrosas de su vida. Al principio, sospechó que podría tratarse de un cuerpo enterrado o de un pozo profundo, pero se vio obligado a dejarlo cubierto porque sus hijos eran pequeños y su esposa Vanessa insistió en sellarlo por seguridad.
Con el paso de los años, en 2012, tras jubilarse, Colin por fin tuvo el tiempo de investigar el misterio. Con paciencia y determinación, comenzó a excavar poco a poco, y al alcanzar una profundidad de 17 pies (más de 5 metros), descubrió algo más que un simple agujero vacío. Oculto bajo capas de arcilla apareció un antiguo pozo de piedra que databa de hace más de 500 años, de plena época medieval. Entre los estratos, desenterró una espada primitiva enterrada a cinco pies de profundidad: un arma sencilla de campesino, improvisada con metal oxidado, probablemente utilizada para defensa personal siglos atrás. Más tarde también halló una moneda de 1725, arrojada al pozo hace unos 300 años, tal vez como parte de un viejo ritual o un deseo.
El pozo no dejó de sorprender. En su base aún conservaba más de un metro de agua clara y fresca, que Colin probó y encontró perfectamente potable. Incluso llegó a plantearse analizarla y, posiblemente, embotellarla. Hoy en día lo ha cubierto con una tapa de cristal transparente y una pequeña compuerta, convirtiéndolo en el elemento más insólito de su sala de estar. Sus nietos miran hacia abajo con asombro, y los visitantes quedan impresionados ante el agujero que oculta siglos de historia. Aunque su propósito original sigue siendo un misterio —ya fuera servir a una familia noble o abastecer de agua a animales de casas vecinas—, Colin Steer ha transformado su vivienda en un museo viviente, ofreciendo una rara ventana a un pasado enterrado.