Conoce a los Dunedain de la Edad Media en España. Todo el mundo a estas alturas conoce con bastante fluidez las aventuras de los protagonistas de Juego de Tronos y con más razón las de los personajes más típicos del Señor de los Anillos, que es la auténtica Biblia de la fantasía épica medieval, pero tantos españoles conocen las verdaderas historias legendarias de nuestros héroes medievales, que tienen poco que envidiar a esos personajes inventados por Tolkien y compañía.

La Alta Edad Media española es en concreto una fuente inagotable de cuentos que son reales y que son muy inspiradores para todos. Almanzor es sin duda alguna el Sauron de la historia de España y en concreto de la edad media de nuestro país. Un autócrata con puño de hierro que gobernó toda la Península Ibérica de facto, atacando a unos mientras preparaba el próximo golpe contra sus pretendidos aliados o incluso servidores. Nadie se libró de su calculada capacidad de ejercer la violencia más extrema y fue un grandísimo político antes que un brillante general.

Los dominios del Califato que logró unificar por largo tiempo se extendían a ambos lados del Estrecho de Gibraltar, por lo que fue un verdadero gran emperador de moros y cristianos, igual que Sauron extendía a sus firmes tentáculos por la Tierra Media y también por las más lejanas tierras de Arad o del este.
Y mientras los cristianos que tenía enfrente y que se pueden equiparar a los pueblos libres de la Tierra Media no sabían que hacer ya para contentar al tirano, perdida toda esperanza en poderse defender de él, como siempre suele pasar surgió un héroe del pueblo que era en realidad él auténtico rey sin corona de nuestra historia medieval junto al Cid. La diferencia fundamental es que nuestro héroe del que vamos a hablar ahora, si el Cid puede ser considerado como una especie de Aragorn, en este caso estaríamos hablando de un verdadero Rey en el exilio y con la espada rota y luchando prácticamente en soledad junto a otros idealistas por la restauración de un reino perdido como era León y su creciente frontera castellana.
El Isildur español, García Fernández, apodado El de las manos blancas
Estamos hablando de García Fernández, apodado El de las manos blancas, que fue Conde de Castilla cuando todavía no se había producido la definitiva fusión imperial de Castilla y León. Un rey por derecho propio que sin embargo no ciñó corona jamás y peleó toda su vida contra el mayor peligro y castigo de su tiempo, Almanzor, quien siempre lo respeto incluso en el momento último de su vida, cuando lo tuvo literalmente en sus manos después de una batalla en la que logró capturar a este todopoderoso conde.

Este último episodio en la vida de tan enorme figura histórica española comenzó con una escaramuza que tuvo lugar en la inestable frontera de la Reconquista en tiempo de Almanzor y en la cual García Fernández fue herido y descabalgado, siendo capturado en el acto por esas fuerzas cordobesas que merodeaban por los territorios cristianos. Unas tropas califales que llevaron inmediatamente al distinguido herido a su base adelantada de Medinaceli, la cual podría equipararse de alguna manera a Minas Mogul, como paso previo al transporte definitivo de García Fernández a Córdoba, donde entregaría el alma poco después.
Una muerte que conmocionó no solamente a los cristianos de su tiempo en España, que lo veían como su auténtico adalid, sino que también impresionó muchísimo a todos los habitantes de la península en general, empezando por los andalusíes, que tanto lo habían combatido o que tanto escucharon hablar de sus legendarias luchas personales contra los ejércitos del Califato.
Isildur tuvo enfrente a Sauron y García Fernández se enfrentó a Almanzor
En realidad, tanto por su vida complicada por tan poderoso enemigo como Almanzor, incluso con hechos de armas que le granjearon una leyenda de superhéroe medieval, se le puede equiparar mucho más a Isildur, el hijo de Elendil, que es el personaje real de cóndor que pierde el anillo cuando viene de derrotar a Sauron. Y es que después de algunos enfrentamientos muy importantes contra su propio rey en Numenor, completamente alienado por Sauron cuando en realidad el numeroneano tenía a Sauron de prisionero, Isildur peleó cara a cara contra el bestial tirano de Tolkien y lo derrota al fin, en batalla campal, después de cortarle la mano en la que lleva el Anillo Único.

Todo esto nos puede recordar a la figura de los condes castellanos, que se rebelaban contra un rey de León al que consideraban un estorbo en los planes expansionistas de Castilla a costa de Al Ándalus. Pero al mismo tiempo no dejaban de pelear constantemente contra Al Ándalus, el verdadero Mordor para ellos, en unos reinos fronterizos que eran sus condados castellanos y que son muy equiparables a Arnor o a Gondor.
También había mercenarios cristianos en las fuerzas de Al-Ándalus y en concreto en las de Almanzor, como también había en la Tierra Media númeroreanos negros que luchaban contra sus propios hermanos de Gondor. Y como decíamos antes no es difícil equiparar a Mordor con Al Ándalus, como tampoco lo es equiparar a la sureña nación de Harad con el propio norte de África y en concreto Marruecos, que era el territorio más implicado en la Reconquista de España por el sur.
¿Conan el Cántabro?
Los cimerios históricos (Cimmerii), mencionados por fuentes griegas como Homero y Heródoto, fueron pueblos nómadas de la estepa póntica, relacionados con los escitas. Su fama de guerreros incansables y su asociación con tierras frías, brumosas y del norte, encajan con la imagen recreada en la ficción de Howard. Esa asociación con regiones duras y lejanas recuerda, a su vez, al imaginario de Siberia como territorio inmenso, inhóspito y resistente.
¿Está el personaje de Conan inspirado en los antiguos cántabros?
Los cimerios de Conan, creados por Robert E. Howard, aparecen como un pueblo bárbaro, endurecido por las montañas y la niebla. Se les describe como guerreros fieros, de carácter sombrío, poco dados a la alegría, pero con una fuerte conexión con la tierra hostil que habitan. Esta visión literaria está inspirada, en parte, en los pueblos indoeuropeos antiguos, como los celtas y los escitas, aunque transformada en un marco mítico.


Los cántabros antiguos, por su parte, también perfectamente descritos e investigados por el griego Estrabón, habitaban la actual provincia de Cantabria y zonas vecinas del norte de Hispania. Como los cimerios ficticios, eran montañeses, guerreros y resistentes frente a grandes imperios como fueron, en su caso, Roma oi los godos y Al Ándalus. Las fuentes clásicas los describen como un pueblo libre, orgulloso, habituado a la dureza del clima y del terreno, que practicaba una forma de vida austera. El paralelismo con los cimerios de Conan surge en esa conjunción de montaña, dureza de vida, espíritu guerrero y resistencia frente a invasores más poderosos.
Cantabria, igual que la tierra mítica de los cimerios, se asocia en la tradición cultural con montañas envueltas en brumas, climas severos y una identidad marcada por la resistencia. Así, entre los tres casos (cimerios ficticios, pueblos históricos de la estepa, y cántabros reales) existe un hilo simbólico: el del pueblo norteño, fuerte, libre y guerrero, formado en la adversidad del paisaje y definido por su resistencia ante la dominación exterior.

Los cimerios de Conan aparecen en un entorno de montañas sombrías, cubiertas de niebla, como en Cantabria
¿Sabías que el primer fotograma de Conan el Bárbaro (1982), tan reconocida por sus paisajes españoles reales, es Peñaremoña, en los Picos de Europa de la antigua Cantabria?


En cuanto a la geografía y el clima, los cimerios de Conan aparecen en un entorno de montañas sombrías, cubiertas de niebla y sometidas a un clima frío y hostil. Los cimerios históricos, asociados a las estepas del norte del Mar Negro y a la idea de territorios lejanos y severos, evocan algo similar a la inmensidad helada de Siberia. Por su parte, los cántabros antiguos vivían en una tierra de montañas abruptas, valles profundos y un clima lluvioso que imponía dureza. En todos los casos, el medio natural se percibe como un elemento formador del carácter: un paisaje difícil que forja pueblos resistentes.
¿Te suena la roca con forma tan curiosa de la imagen anterior? Pues la tienes en la Montaña Palentina, en las Tuerces, territorio clave para las más importantes ciudades fortificadas de los cántabros.

El carácter del pueblo también muestra paralelismos llamativos. Howard describe a los cimerios de Conan como gentes sombrías y melancólicas, de espíritu recio y poco inclinados a la alegría, pero tremendamente fuertes. Los cimerios históricos fueron considerados pueblos nómadas y guerreros, habituados a la rudeza de la estepa y a la lucha constante. Los cántabros, según las fuentes romanas, eran austeros, valientes y obstinados, orgullosos de su independencia y reacios a someterse. En los tres casos, se repite la idea de un temperamento duro, marcado por la supervivencia en condiciones adversas.
En lo relativo a la guerra y la resistencia, los cimerios de Conan son representados como un pueblo bárbaro que combate con fiereza, sin imperios ni civilización sofisticada, pero con gran capacidad marcial. Los cimerios históricos fueron célebres por sus incursiones en Anatolia y su enfrentamiento con pueblos vecinos, y Cimeria se asocia a lo indómito y salvaje en el imaginario. Los cántabros fueron protagonistas de largas y sangrientas guerras contra Roma, defendiendo sus montañas hasta el final. Así, todos comparten la fama de ser pueblos indomables, difíciles de conquistar, definidos por su resistencia.


En el plano simbólico, cimerios y cántabros representan el arquetipo del pueblo del norte: libre, fuerte, endurecido por la naturaleza y siempre en pie frente a poderes exteriores más grandes. En los cimerios ficticios esto se expresa en un tono mítico-literario, en los históricos como territorios remotos y hostiles, y en los cántabros como un ejemplo concreto de resistencia indígena contra Roma. La unión de paisaje, carácter y guerra construye un mismo imaginario de dureza y libertad.
Al igual que pasa con Conan, los cántabros derrotados supervivientes escaparon de la esclavitud
La historia de los cántabros bajo dominio romano está llena de episodios de resistencia, rebeldía y un deseo profundo de mantener su libertad. Uno de los relatos más llamativos es el que narra cómo, tras haber sido reducidos a la esclavitud por las legiones romanas, un grupo de cántabros logró organizarse, asesinar a sus esclavistas y escapar, emprendiendo el arriesgado camino de regreso a sus tierras natales en Cantabria.
Ilustración de Matthew Brooks.

Este acto no solo representó un gesto de supervivencia, sino también un símbolo del espíritu indomable de este pueblo. Los cántabros, conocidos por su bravura y su conocimiento del terreno montañoso, no aceptaban fácilmente la sumisión. La esclavitud, para ellos, era incompatible con su identidad guerrera y su modo de vida ligado a la libertad de las montañas.

Una vez de vuelta en Cantabria, retomaron las armas y reanudaron las hostilidades contra Roma, desafiando nuevamente al poder del Imperio. Este episodio refleja la dificultad que tuvieron los romanos para pacificar definitivamente la región, ya que la resistencia cántabra se prolongó durante años, obligando a Roma a desplegar repetidamente campañas militares costosas y sangrientas.
Lejos de ser sólo una anécdota, esta historia encarna la esencia del enfrentamiento entre Roma y los pueblos del norte de Hispania: una lucha desigual entre una potencia imperial organizada y un pueblo montañés orgulloso, dispuesto a arriesgarlo todo antes que vivir bajo el yugo extranjero.
En las imágenes, escenarios reales españoles de la mítica película de Conan, que aparece vestido a la manera de los caucásicos de las estepas en periodo medieval.



Retrato de un grupo de mineros asturianos militarizados, ni más ni menos que con una catapulta artesanal, empleada para lanzar cartuchos de dinamita en uno de los frentes que rodeaban la ciudad de Oviedo, donde se resistía el asedio el coronel Aranda, cercado por las milicias frente-populistas, en fechas de 7/9/1936. Tanto unos asturianos como otros, sitiados y sitiadores, emplearon en esta campaña tan larga una gran tenacidad y capacidad de sufrimiento.
Fuente: Constantino Suarez. Museo del Pueblo de Asturias.
