La leyenda negra contra los Condes de Carrión que se expresa en el Cantar de Mío Cid es una muestra de las rivalidades que había dentro del reino de Castilla y León y del poder que ostentó, en su momento de mayor auge, una saga de nobles legendarios: los Condes de Carrión, Saldaña y Liébana. Una saga de caudillos castellanos que dejaron su huella en la Reconquista, siempre en la frontera entre Al Andalus y los territorios cristianos.
La realidad de estos poderosos nobles guerreros anula cualquier atisbo de esa imagen cobarde y ridícula que de ellos se presenta en el Cantar de Mío Cid. Sin embargo, igual que en el caso del propio Cid, no es fácil entender la trayectoria política y militar de estos grandes caudillos castellanos, pues está demostrado que estrechaban alianzas tanto con sus propios reyes leoneses como con el temido y odiado Almanzor.
Soy Miguel de Cervera y puedo ser vuestro guía en Carrión de los Condes, Saldaña o la villa romana de La Olmeda, para enseñaros la cara oculta de una historia que ha sido demasiado simplificada y edulcorada, ocultando la realidad de abusos y violencia, así como de injusticias de todo tipo que sufrieron nuestros antepasados y siempre a mano armada.
Una investigación que he plasmado en varios libros como el que os regalo
aquí: Los últimos días de La Olmeda. Para cualquier cosa, por
favor, me escribís al 623191492 o al info@ponteaclick.com.
La abundancia de cereales y ganado en una tierra tan fértil como la Tierra de Campos, de la cual Carrión es el corazón, así como la posición estratégica de esta comarca, cruzada en el Camino de Santiago y como lugar de paso obligado entre la Cordillera Cantábrica y la Meseta, sin duda alguna, fueron factores que favorecieron el crecimiento desmedido de esta familia que se pudo codear con los grandes emperadores peninsulares. El todopoderoso Rey de León, caudillo indiscutible de los reinos cristianos, y el mucho más temido y respetado señor de la guerra andalusí: Almanzor. Uno de los más brillantes y despiadados generales de toda la historia de España y Europa.
Entre el sometimiento al Rey de León y la rebeldía apoyada por Ál Ándalus
La relación de los Condes de Carrión, los Banu Gómez, con estas dos superpotencias en guerra continua, es muy curiosa y nada fácil de entender en esta dinámica de Juego de Tronos. Una historia de lealtades y traiciones, a ambos lados de la frontera, en cuya zona de fricción se encontraban se encontraban estos condes aventureros. En algunas ocasiones, como solía suceder al principio de la Reconquista, los más débiles caudillos cristianos se allanaban a tratos y alianzas con los moros. Y esto era así por varios motivos evidentes.
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Por un lado, Al Andalus era por entonces potencia que absorbía tributos y soldados de lo que sería el ciento más o menos de lo que hoy es Portugal y España. Una porción que además contaba con las tierras más ricas del país, mientras que los Estados cristianos tenían que defenderse de semejante imperio con lo que tenían. Una misión que no era nada fácil y en especial en las tierras recién ocupadas de la Frontera, como la comarca de Tierra de Campos, que durante largos siglos fue el escenario de crueles batallas y no sólo entre cristianos y moros.
También los propios cristianos mantenían sus diferencias brutales entre ellos, como la que culminó con la independencia de Castilla con respecto al Reino de León. El nacimiento de una nación independiente que más tarde se convertiría en la más poderosa de la Tierra, pero que por entonces era un conglomerado de condados fronterizos en constante contacto y guerra con las fuerzas de Al Andalus. Un imperio español dirigido por una casta musulmana que manejaba sus asuntos entre el norte del Magreb y la Península Ibérica. Todo un gigante que no estaba dispuesto a seguir permitiendo que los cristianos avanzaran su frontera hacia Toledo, Zaragoza y otras grandes ciudades dominadas por ellos tras las que se situaba, bien lejos de esa frontera tan disputada, la fastuosa capital del califato: Córdoba.
Y hasta allí llegaron estos Condes de Carrión y Saldaña, en medio de sus intrigas políticas y militares, como expertos jefes guerreros que aglutinaban a una gran cantidad de tropas profesionales. Como administradores de un territorio muy rico que se situaba a caballo entre los reinos de León y Castilla. Porque también los moros tenían sus propias diferencias entre ellos y las arreglaban con la misma violencia anti fraterna con la cual los cristianos dirimían las suyas propias. Y en las guerras civiles e intrigas del califato intervinieron de lleno personajes como estos condes de Carrión y Saldaña, incluso en campaña están desastrosas como la que llevó a la muerte a uno de estos Condes legendarios. Un valeroso capitán que se atrevió a llegar hasta el final en su apoyo al califa hijo de Almanzor, al que todo el mundo llamaba Abderramán Sanchuelo, por su enorme parecido con su abuelo materno: el rey Sancho de Navarra.
El Conde de Carrión y Saldaña resultó arrestado y decapitado junto a su aliado, el hijo de Almanzor
Esto quiere decir que los cristianos y los moros estaban muy relacionados en sus respectivas élites. Como ha pasado toda la vida con la gente poderosa que ha querido fraguar alianzas para mantener y aumentar su riqueza y poder. Sin embargo, en esa ocasión, el Conde de Carrión y Saldaña resultó arrestado y decapitado junto a su aliado, el hijo de Almanzor. ¿Cómo es posible esto?
Esta anécdota es solamente el final de una relación de entre Almanzor y su familia con la familia de los Condes de Carrión y Saldaña. una historia de alianzas y traiciones constantes en la cual unos y otros se utilizaban en su propio provecho estatal y dinástico. Por ejemplo, en cierta ocasión, las numerosas tropas de Almanzor pasaron por las tierras de los Condes de Carrión y Saldaña sin ser molestados, en su camino hacia la capital del reino de León, como indicativo de que había un entendimiento como mínimo entre las dos partes. No olvidemos que los Condes de Carrión fueron muy hostiles, por temporadas, con sus señores naturales, los reyes de León, frente a los cuales llegaron a liderar un movimiento independentista castellano que culminó con la separación de Castilla de León. Y uno de estos condes palentinos llegó a usurpar por un breve tiempo la autoridad leonesa mientras Bermudo II era perseguido y exiliado por Almanzor, aunque siempre volvía la reconciliación entre ambas partes y la concordia por el bien común de defender la España cristiana de tan grave amenaza.
En otra ocasión, como solía suceder, los Condes de Carrión y Saldaña se decidieron directamente por su bando natural y lucharon, junto a sus compatriotas castellanos, leoneses y navarros, en la terrible batalla de Cervera. Un encuentro en el que empezaron ganando y que cerca estuvo de terminar en la primera y única derrota de Almanzor, que sin embargo logró dominar la situación gracias a su astucia y con el apoyo de sus dos hijos. Los cristianos fueron barridos del campo de batalla y perseguidos, inclusive por el mismo hijo de Almanzor junto al cual caería luego ajusticiado el Conde de Carrión que murió a las puertas de Córdoba un tiempo después y del que ya hemos hablado. Es realmente una historia impresionante que nos habla muy bien de cómo pueden cambiar las tornas en la frontera, siempre peleando por la supervivencia.
Los castigos contra los Condes de Carrión desde ambos lados de la frontera
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Tanto cambiar de bando traía como consecuencia, a los Condes de Carrión y Saldaña, el castigo de una y otra parte. El rey de León se vengó en alguna ocasión de sus vasallos atacando las tierras de estos condes, por no haberle prestado ayuda en el momento más necesario, y llegó a llevárselos encadenados, aunque luego siempre se acababa reconciliando con ellos. Por el interés te quiero, Andrés. Incluso después de haber sido expulsado el Rey Bermudo II de León, en una de las crisis más extraordinarias de los cristianos de la Reconquista, por estas tropas de Almanzor que apoyaban los Condes de Carrión.
En otra ocasión, Carrión sufrió el saqueo por parte de las tropas de Al Andalus dirigidas por los de Almanzor. Es lo malo de encontrarte entre unos y otros y no poder contentar a todos. Y es también una prueba más de que estos condes no eran sino poderosos nobles que podían ser necesarios, en todo momento, para unos y otros, pero que al final podían sufrir también la venganza de unos y otros si no cumplían con lo que cada bando esperaba de ellos.
Las tumbas de los Condes de Carrión y Saldaña se pueden visitar en el Monasterio de San Zoilo
Las tumbas de los Condes de Carrión y Saldaña se pueden visitar en el Monasterio de San Zoilo, impresionante hito del Camino de Santiago que demuestra la riqueza y el poder de estos Condes aventureros. Unos caudillos en toda regla que llegaron a recorrerse España entera en sus viajes políticos y militares y se trajeron de Córdoba, en un momento dado, las reliquias preciadas del mártir adolescente San Zoilo, que es hoy el patrono de esta importante ciudad castellana hoy venida a menos. Las importantes telas que trajeron también consigo estos Condes provienen de lugares tan remotos como Irán, por entonces el Imperio Persa. También es curiosa la anécdota que se expresa en el himno de Carrión sobre la iglesia de Nuestra Señora de Belén, que fue un castillo de los moros reconvertido en templo cristiano tras la reconquista de la población.
La epopeya guerrera de Carrión no terminó nunca. Ya los vacceos que habían vivido en Palencia y que lucharon contra Roma durante siglos fueron el pueblo que más tiempo resistió esta conquista extranjera. Y los líos dinásticos y las batallas continuaron durante toda la Edad Media, antes y después de Almanzor. En la Guerra Civil, como decía mi abuelo, los campos quedaron vacíos de hombres cuando todos fueron a luchar al frente inmediatamente para defender la unidad de España y terminar cuanto antes con la grave persecución religiosa y antipatriótica del gobierno del Frente Popular. Un testimonio del patriotismo de esta heroica ciudad que presume de ser patria de ilustres poetas y también de valerosos comuneros. Y como dice el himno de Carrión, con orgullo y honor sin mancilla lancemos el grito de ¡Viva Carrión!
Hay que pensar que los famosos abderramanes de Al Andalus, los grandes califas del principio de este periodo de la Reconquista, solían ser rubios o pelirrojos y con ojos azules, por su abundante sangre vascona, debido a que las favoritas del harén de estos emperadores solían ser de origen norteño. De hecho, el poderoso califa Abderramán III solía aterrorizar a sus súbditos con esa mirada de ojos claros. Por aquel entonces, los más débiles cristianos estaban casi siempre a la defensiva, esperando que se produjeron milagro y Alá empezase a separar a los moros para que se peleasen entre ellos y los del Norte pudieran avanzar. Una vida muy dura la de estos pobres cristianos del norte de España de esta época que los convirtió en excelentes guerreros, siempre dispuestos a alquilar su espada si esto podía mejorar la situación de ellos mismos y de sus súbditos. Ser noble en esa época equivalía a ser guerreros y querías mantener tus derechos y poder defender a tus vasallos.
Los toros de Carrión y el Tributo de las Cien Doncellas
En este contexto de debilidad cristiana, aunque de aquí salieran muchos de los mejores guerreros de la época, se enmarca la anécdota del tributo de las cien doncellas y en concreto el rescate las mismas por parte de unos toros en Carrión. Una curiosa leyenda que tal vez tenga un trasfondo real de algún tipo o que puede ser también pura propaganda del Reino de León contra su propio rey Mauregato, para acusarlo públicamente de ser un monigote de los moritos. Un mal monarca, tal vez, tan horrible como el que tenemos ahora, si hemos de creer que también Mauregato entregaba a las doncellas cristianos para que fueran desfloradas por los moros. En eso consistía el tributo de las cien doncellas, que debían ser recogidas por todos los estados cristianos, viendo Carrión uno de los principales lugares tributarios, pero al pasar por aquí la triste comitiva de las cautivas salieron unos toros salvajes y atacaron a los moros, obligándolos a huir y liberando a las chicas. No está mal para las feministas animalistas si los malos no fueran los que eran.
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La aparición de Almanzor en la Reconquista se enmarca en un momento en el que los cristianos ya están saqueando el Madrid medieval en aceifas muy serias que pretendían llegar hasta Toledo y reconquistarlo. Estamos hablando del rey de León Ramiro II el Grande, un gran general que fue prácticamente invicto y que puso en ridículo durante toda su vida al vanidoso califa Abderramán III, inclusive en la importantísima victoria que obtuvo sobre él en Simancas. Un líder carismático que supo unir las voluntades de todos los pueblos cristianos de la España de la época, pero que a su muerte tuvo una serie de descendientes y sucesores que no aprovecharon la excelente situación en la que él había dejado el reino.
Al emperador leonés no le gustaba que estos nobles hicieran lo que les daba la gana
Por si fuera poco, las ansias separatistas de los condes castellanos y gallegos aparecieron con toda su fuerza en su reinado, aunque este enérgico monarca consiguió someterlos a todos y hasta encadenarlos en un calabozo. En especial, las crónicas recuerdan a dos líderes castellanos en particular: el burgalés Conde Fernán González y el palentino Conde Gómez, que excedía sus dominios desde Carrión a Saldaña y Liébana.
Éste último fue liberado pronto, tal vez por sus dotes de intrigante total, pero tampoco Fernán González tardó en ser perdonado por el rey a cambio de olvidarse de sus sueños independentistas castellanos. Estos condes eran hombres intrépidos de frontera y querían llevar a cabo su propia diplomacia, inclusive atacando a los moros cuando su rey leónes había firmado pactos con ellos. Y es que la guerra era por entonces un negocio inigualable, probablemente más que ahora, mientras que el saqueo constituía la paga habitual de las tropas.
Al emperador leonés no le gustaba que estos nobles hicieran lo que les daba la gana mientras él se dedicaba a derrotar, de forma estratégica, al poderosísimo imperio califal. Y lo hacía con los limitados recursos con que contaba. Sin embargo, pese a verse derrotados y encarcelados, los aventureros condes castellanos siguieron haciendo de las suyas antes y después de ser escarmentados por su rey. Y resulta bastante evidente que entraron en tratos secretos con Córdoba, pues las tropas califales se concentraron en atacar más la zona leonesa y gallega y portuguesa hasta Asturias, mientras que dejaban tranquila la zona oriental castellana de este reino cristiano. Esto sólo se puede explicar por un conveniente tratado de paz entre Castilla y los cordobeses.
Los procesos independentistas de Galicia y Castilla debilitaron mucho al reino leonés
Los procesos independentistas de Galicia y Castilla debilitaron mucho al reino leonés, que carecía ahora de un líder como Ramiro II. Sus sucesores consiguieron algunos éxitos militares contra Córdoba, mientras intentaban mantener el puzle cristiano unido, pero las expediciones de saqueo de Al Ándalus se volvieron cada vez más frecuentes y terribles hasta que llegó la espada de Almanzor y terminaron de arrasar todos los centros políticos y culturales de los territorios cristianos. León fue destruido varias veces, Barcelona fue saqueada y vaciada y todas las fronteras quedó absolutamente desguazada y ocupada por las tropas califales. Santiago de Compostela, centro religioso sin igual en el occidente de Europa, fue también ocupado y destruido, llevándose los moros las campanas de la catedral según la leyenda. Campanas con las que se hicieron luego miles de lamparillas para la Gran Mezquita cordobesa y que luego, en tiempos de Fernando III el Santo, serían vueltas a fundir para volver a hacer campanas que fueron transportadas de nuevo hacia Santiago de Compostela. Humillantes viajes para uno y otro lado que se hicieron siempre cargando las campanas sobre los hombros de los prisioneros según el relato de esos tiempos.
Por aquel entonces, Reyes y Condes eran más que todo líderes militares que se entrenaban frecuentemente con las armas y mantenían a su disposición ejércitos permanentes que eran llamados mesnadas. Esas tropas especializadas y profesionales eran el núcleo de los ejércitos reales y condales que constituían el músculo militar de los reinos cristianos, siendo un modo de funcionar muy parecido el que había en el bando opuesto de Al Ándalus.
Enormes contingentes humanos cruzaron la frontera en uno u otro sentido
Muchas veces pasaba que estos caudillos militares tenían problemas para pagar a su gente o para sujetar sus ansias de botín. En esos momentos era cuando se planificaban la mayoría de los ataques contra los enemigos para incursionar en territorio hostil y saquear a mansalva. Estos ataques tenían el nombre de aceifas, mientras que las maniobras de defensa del territorio se llamaban apellido. Existió todo un diccionario de palabras muy bonitas para decidir los conceptos militares en una época de tanta guerra continua entre dos mundos irreconciliables, que aprovechaban cualquier ocasión para atacarse mutuamente.
El dominio de los castillos era una cuestión de vida o muerte para defender estos territorios y lanzar ataques, desde estas bases fortificadas, contra el enemigo. Un buen ejemplo lo tenemos en el intento de Ramiro II de León de tomar Toledo, después de haber saqueado Madrid, pero este eficaz emperador tuvo que abandonar su idea final de recuperar la capital de los godos al considerar que Al Ándalus amenazaba su logística desde fortificaciones muy bien situadas en esa zona. Fue entonces cuando tomó la decisión de desmantelar completamente las fortificaciones de Madrid y abandonar la zona, llevándose toda la población consigo.
Hay varios componentes muy importantes en la forma de guerrear de la Reconquista. Contrariamente a lo que venían a hacer los aventureros europeos en España, cuando venían a hacer sus cruzadas, en nuestro país no se solía matar al enemigo porque sí. Y a la costumbre internacional de cambiar a los presos ilustres, normalmente guerreros profesionales, por rescates que podían ser millonarios, se incorporaba también otra costumbre que consistía en respetar la vida del que se rendía a cambio del compromiso de trabajar para los nuevos amos. Esto incluía a mujeres y niños y a todo el mundo, pues enormes contingentes humanos cruzaron la frontera en uno u otro sentido según la guerra iba bien para unos u otros.
La política de tierra quemada de la Reconquista: si no eres mía, no serás de nadie
Por ejemplo, cuando Almanzor conquistó Barcelona y arrasó la ciudad, consciente de que no podría mantenerla mucho tiempo, se llevó a la población cautiva y al final sólo regresaron los más notables, previo pago de elevadas sumas de dinero que demostraban la pujanza económica de la ciudad condal. Sin embargo, el resto de los prisioneros probablemente no volvería en la mayoría de los casos a su ciudad ni a Cataluña, puesto que los moros solían conducir a sus prisioneros hacia el interior del país y con destino a los grandes mercados de esclavos, que se encontraban más lejos de la frontera.
Esta mano de obra extra servía fundamentalmente para cultivar la tierra a cambio de impuestos. No todos terminaban siendo puros esclavos, por tanto, sino que se los daba a tierra a cambio de que la trabajasen y entregasen un impuesto por ella. Si se convertían a la religión predominante en el territorio, por otra parte, los impuestos bajaban considerablemente. De lo contrario, si querían seguir siendo cristianos en un país musulmán o viceversa, siempre serían tratados por el Estado correspondiente como ciudadanos de segunda.
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Cuando era posible, por supuesto, en vez de saquear el territorio y llevarse a los cautivos, los atacantes se quedaban con las ciudades y tierras en las que estaban incursionando. Pero el avance era difícil porque el enemigo contraatacaba siempre y hubo fortalezas y ciudades que cambiaron de manos un montón de veces durante toda la Reconquista, aunque el proceso fue siempre a favor de los cristianos durante todo este periodo tan largo. Solamente en periodos muy concretos y con grandes estrategas como Almanzor pudieron los de Al Ándalus detener, de verdad, el insolente avance de unos cristianos pobres que se dejaba matar en la frontera por un poco de tierra. Pero la tendencia siempre fue a la larga favorable a los menos unidos y empobrecidos cristianos, que al fin lograron unirse cada vez más mientras el castillo de naipes andalusí se derrumbaba poco a poco como un castillo de arena.
Los grandes nobles que llevaban a cabo estas campañas de avance, por su parte, eran más que administradores de la agricultura local. Estos caudillos eran, ante todo, jefes de bandas guerreras que necesitaban complementar los tributos de la tierra con los resultados prometedores de una buena campaña militar.
Una complicada coexistencia pacífica entre los distintos grupos étnicos de guerreros de Al Ándalus
Hay otro factor importantísimo de profunda inestabilidad en Al Ándalus. Una complicada coexistencia pacífica entre los distintos grupos étnicos de guerreros de Al Ándalus. Un puzzle de poder y diferencias étnicas que va a estallar del todo tras el periodo bastante tranquilo de Almanzor, que llevaba el saqueo y la guerra de los territorios cristianos, mientras que en su retaguardia mantenía la unidad y la paz con mano de hierro. Pero todo esto se acabó cuando su segundo sucesor, su hijo Abderramán Sanchuelo, cometió una serie de errores políticos graves que llevaron al límite una situación de inestabilidad étnica entre los diferentes grandes grupos de guerreros de bereberes, árabes verdaderos y eslavos. Contingentes de verdaderos mercenarios que no parecían tener una gran relación con la mayoría española andalusí, a la que estaban realmente sometidos. Y la pretensión de uno de los hijos de Almanzor de sustituir al Califa Omeya, que no era más que una figura decorativa, fue la gota que colmó el vaso en esta desunión entre los verdaderos dueños del imperio del Al Ándalus y con la propia población local andalusí.
El Conde de Carrión y Saldaña fue de los pocos que no abandonó al recién nombrado Califa después de que éste hubiera destronado al que ejercía, en la larga y mítica dinastía Omeya, esa categoría dinástica: la familia del sustituido y humillado Califa Omeya reaccionó de inmediato y tomó el palacio califal para instaurar a su propio nuevo pretendiente al trono. Sus tropas populares eran inexpertas, en su mayoría, pero leales a los Omeya y muy numerosos. Y no tardaron en arrestar y ejecutar brutalmente a Abderramán Sanchuelo y a su aliado, el Conde de Carrión y Saldaña. El hijo de Almanzor pagó caro su error de haberse creído Califa y fue crucificado en la puerta de Córdoba, capital del imperio que vio cómo estas fuerzas de los Omeyas destronados exterminaban a toda velocidad cualquier vestigio del poder del difunto Almanzor. Muy pronto arrasaron el conjunto palaciego de Zahara y persiguieron brutalmente a las tropas que había sido la flor y nata de Almanzor, en especial las africanas, mientras que sus mujeres eran vendidas como esclavas. Estaba claro que una venganza política y étnica estaba en curso cuando los destronados Omeya, descendientes de los grandes califas de Damasco, lideraron a una mayoría popular descontenta de Al Ándalus contra los mercenarios de la usurpadora familia de Almanzor.
Estas tropas del norte de África no tardaron en reaccionar por todas partes y hasta en buscar alianzas en otros aliados cristianos como el Conde de Castilla, Sancho García, que era hijo del héroe García Fernández, apodado de las manos blancas. Y la misma puerta en la que habían crucificado al hijo de Almanzor no tardaría en ser de nuevo batida por los triunfantes bereberes, con los cuales entró Sancho García con sus tropas castellanas para saquear la ciudad todos juntos. Y el improvisado ejército de ciudadanos inexpertos de los Omeya poco pudo hacer para impedírselo.
Empezaba lo que iba a ser una larga y cruel guerra que terminaría por completo con el Califato de Córdoba y de la cual se aprovecharían mucho los Estados cristianos del Norte, que continuaron avanzando hasta que llegaron los almorávides contra los cuales se tuvo que enfrentar el Cid. Pero esto ya es otra historia.
Líderes aventureros que no se quedaban en su palacio a ver pasar la vida
En estos tiempos de guerra continua entre potencias, la guerra más larga de la Historia, salpicada además de conflictos civiles constantes entre los propios cristianos y moros, surge un espíritu y una vida cotidiana de fronteras que dan lugar a personajes como los Condes de Carrión y Saldaña. Auténticos líderes aventureros que no se quedaban en su palacio a ver pasar la vida. No se podían quedar. Su modus vivendi debía ser a caballo y siempre revisando los propios dominios, procurando lo necesario para su defensa y atacando los de los demás.
Es un estereotipo muy alejado del que vemos a veces en las películas, con ese noble o rey que se pasa la vida holgazaneando en un salón, rodeado de cortesanos que le hacen la pelota. La corte de los reyes de León es un buen ejemplo de cómo funcionaba el cotarro de verdad en este verdadero Juego de Tronos histórico. Un rey o noble que no daba resultados en el campo de batalla tenía muchos puntos para ser sustituido cuanto antes por otro soberano, en especial después de un gran desastre como los varios que sufrieron los castellanoleoneses tras la muerte de su poderoso, rey Ramiro II.
García Fernández, El de las Manos Blancas
En esta época de héroes y villanos absolutos, pero con personajes que se adaptaban también a las circunstancias, existían también nobles que eran caudillos patriotas y dedicaban sus adiestrados esfuerzos militares a la causa de defender su país frente a las agresiones exteriores. Este era el caso del hijo del primer conde independiente de Castilla, Fernán González, cuyo nombre fue famoso en el norte de la meseta al ser el único capaz de plantarle cara constantemente a Almanzor. Este héroe popular se llamaba García Fernández, apodado como el de las manos blancas. Y fue tan respetado por el propio Almanzor que cuando lo mataron en una escaramuza, de las docenas que habría tenido a lo largo de su azarosa vida, su poderoso archienemigo permitió que fuera atendido esa agonía y en su cadáver fuera enterrado según el reto cristiano sin ninguna molestia. Una rara cortesía que no se estilaba demasiado en un tiempo en que las cabezas enemigas solían acabar clavadas en una pica. Pero Almanzor sí que dio algunas muestras de esta compasión, siempre por respeto al valor demostrado por el enemigo, como en ese legendario encuentro con un fraile que no abandonó la vigilancia de la tumba de Santiago Apóstol, sino que permaneció a su lado hasta el final cuando las tropas de Al Ándalus entraron en la ciudad de Compostela. Y dice el relato popular que por respeto a ese valeroso religioso no saqueo la tumba del apóstol como sin duda hubiera hecho.
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Este conde conoció la época de relativa paz que antecedió la dictadura militar y las agresiones constantes de Almanzor contra los estados cristianos de España. En un primer momento, como hacía en el resto de eres cristianos como los navarros, o los catalanes y aragoneses, también García Fernández envió delegaciones diplomáticas en el nombre de la paz y la concordia. Pero era una paz y armonía que favorecían a Al Ándalus, un imperio que se conformaba con lo que ya habían perdido a manos de los cristianos del Norte, regresaba sobre todo detener el avance constante de esos reconquistadores. Sin embargo, la delegación diplomática del castellano Conde, García Fernández, El de las Manos Blancas, tenía el doble fin de espiar la Corte califal y ver si era posible aprovecharse de tanta paz para empezar ellos mismos la guerra. Y algo debieron notar estos delegados diplomáticos, en esa corte del todopoderoso Califa, que a su regreso animó a este gran líder castellano a iniciar de inmediato las hostilidades y atacar y saquear las zonas de Guadalajara y Soria..
¿Por qué los reyes castellano leoneses prohibían y se enfadaban, a menudo, cuando sus vasallos emprendían la guerra por su cuenta?
Las incursiones de saqueo de los caudillos castellanos contra Al Ándalus no siempre eran bien recibidas por los reyes de León. Esta actitud ya había sido censurada por Ramiro II en los tiempos del padre de García Fernández, el también mítico Fernán González, que se saltó la tregua que tenía pactada con Córdoba para atacar la frontera y devastarla.
Y lo mismo sucedería años más tarde con el Cid, que de nuevo se saltó las treguas de su rey para atacar por la zona del centro de la Meseta. ¿Por qué los reyes castellano leoneses prohibían y se enfadaban, a menudo, cuando sus vasallos emprendían la guerra por su cuenta? Porque los reyes tenían que velar por la paz y la seguridad de todos los súbditos y cobraban en tranquilidad y en dinerito calentito cada tregua que hacían con los moros o con cualquiera. Pero los vasallos de frontera como los Condes de Castilla y de Carrión, que eran los principales caudillos castellanos, sacaban demasiado provecho de estas campañas de saqueo y no estaban dispuestos a dejarse de tener en su ímpetu reconquistador cuando tenían todo que ganar en la frontera: querían crecer a costa de los moros, poder enriquecer a sus tropas y a un mismo tiempo debilitar al enemigo andalusí, que se volvía cada vez más débil conforme sus campañas de saqueo progresaban y se iban consolidando los avances de la Reconquista.
A un mismo tiempo, a los condes castellanos también les interesaba sacudirse un poco la autoridad de sus leoneses monarcas, igual que a los califas de Córdoba les interesaba mantener a raya a sus propios señores feudales y rivales al trono. Por esto fue que se entendieron también desde el principio en una relación de amor y odio que dependía de las circunstancias feudales de cada uno. Y así pasó que los Condes de Carrión y Saldaña, por ejemplo, pelearon a muerte junto a su rey leonés y los demás cristianos en la batalla de Cervera, pero poco después podían estar acompañando al califa en sus guerras internas contra sus rivales. Tal fue el caso del conde de Carrión que murió ejecutado junto a su aliado y jefe, el califa Abderramán Sanchuelo, cuando juntos emprendieron una desastrosa marcha sobre Córdoba para sofocar una rebelión total.
Los verdaderos enemigos son los que tienes a tu lado en la corte y que compiten contigo por el poder y los premios
Un califa Abderramán Sanchuelo al que llamaban así, precisamente, por parecerse de mucho a su abuelo, el Rey Sancho de Navarra. Y el propio Almanzor tenía más sangre española que árabe o bereber. Es por ello que todos estos personajes, aunque tuvieran algo de sangre extranjera, fueron criados y vivieron y lucharon en un país que se llama España. Y por ello eran todos españoles. Y muchas veces entendían mejor con el presunto enemigo del otro lado de la frontera, que en realidad era un oponente, pues los verdaderos enemigos son los que tienes a tu lado en la corte y que compiten contigo por el poder y los premios.
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Resulta muy probable, de hecho, que todos estos condes de frontera vistieran incluso a la manera morisca. De hecho, el estilo mozárabe y mudéjar es una muestra muy importante de la influencia que la atractiva cultura morisca ejerció sobre estos guerreros profesionales y labriegos, que sobre la marcha iban desarrollando una cultura propia hispánica que bebía, sobre todo, de Francia y Europa, pero que era por sí misma apegada a lo que tenían más cerca en la propia frontera. El mismo nombre de la familia de los Condes de Carrión, los Banu Gómez, ya nos habla de una influencia importante hasta en el lenguaje. El propio seudónimo de Rodrigo Díaz de Vivar, personaje de la época siguiente, proviene de la palabra Sidi, que en árabe significa Señor. Por tanto, Mío Cid significa mi Señor en este castellano-árabe mestizo de esta frontera tan legendaria.
Por el constante contacto con esta gran civilización del centro y sur de España que fue Al Ándalus. Por el poder industrial textil que tenían por aquel entonces los asiáticos, y Al Ándalus era una potencia que surgía de la superpotencia que era el califato de Damasco. Con un contacto total con otras potencias europeas, africanas y mediterráneas en general. Y el mundo de los Condes de Carrión y sus compañeros cristianos no es que fuera tan limitado, al final, y por eso también se explica que explotasen tanto el Camino de Santiago. Porque ellos también necesitaban comerciar y estar conectados con un mundo del que habían quedado aislados desde el principio de la Reconquista y en el núcleo cántabro asturiano del reino de Oviedo.
Pero inevitablemente se sabían inferiores en recursos y también a nivel cultural, aunque hicieron desde el principio esfuerzos denodados por equilibrar la balanza y al final lograron superar con creces no sólo a Al Ándalus, sino a todas las demás civilizaciones, consiguiendo Castilla y León ser el corazón maravilloso de un imperio en el que no se ponía el sol.
¿Cómo se luchaba en la Reconquista?
¿Cómo se combatía en esa época? Ya España era un país de guerra ligera y de guerrillas con caballería e infantería de tipo ligero, con una forma de pelear ágil y desembarazada que poco tenía que ver con lo que ya se estaba haciendo en el norte de Europa con una caballería e infantería cada vez más acorazados. La forma de luchar de los tercios, en realidad, no difiere tanto de esta tradición ibérica de luchar con poca carga encima y con armas ligeras. Una forma de guerrear que en realidad era parecida a la que ya se estaba usando, también, en el norte de África, cuando el bereber Tarik cruzó el Estrecho de Gibraltar y se presentó en nuestras costas para reclamar Al Ándalus como tierra del Islam.
El ejército godo contra el que se enfrentaron tenía una forma de pelear muy parecida a la de los árabes, aunque tal vez con menos protagonismo de los arcos, pero ante todo era un ejército profesional de mercenarios entusiastas. Y en el lado contrario, por desgracia para los godos, aunque eran muchos más estaban larvados por la desunión que les caracterizaba. Y al final perdieron porque un ala de ese ejército, el clan de Vitiza, se volvió contra sus enemigos rodriguistas y atacaron al ejército real, uniéndose en plena batalla a los invasores africanos. Pero tanto uno como otro ejército ya contaban de por sí con formas de combatir y tácticas muy parecidas, basadas en la velocidad y en la agilidad.
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Unas tácticas que siguieron funcionando en la Reconquista. Y es que a pesar de que los nobles y sus séquitos de mercenarios profesionales, que eran el verdadero núcleo de estos ejércitos, sí contaban con cotas de malla y otras protecciones que no eran fáciles de obtener, la masa crítica de estas fuerzas era caballería ligera apoyada por grandes contingentes de infantería igualmente ligera. Es por ello que, ante la necesidad de vida o muerte de unirse todos o desaparecer, los líderes cristianos de todos los reinos procuraron siempre democratizar este arte de la guerra y ennoblecer a sus soldados para motivarles en la campaña y que pelearan hasta el último aliento.
Los Condes de Carrión y Castilla como factores clave en el lento declive de Al Ándalus
Algo parecido sucedería en la zona de Al Ándalus, en lo que a la frontera se refiere, siempre es la gente que está en la raya la que más tiene que ganar o perder. Y ahí se sitúa la leyenda de los Condes de Carrión, Saldaña y Liébana, pero también de otros señores feudales castellanos como Fernando González y otros héroes.
Los califas y emires ponían también buen cuidado en cuidar y dominar a su gente en la frontera con los cristianos, lógicamente, con la diferencia de que esos cristianos tenían más hambre de crecer y muchas más simpatías en el otro bando, por esa gran mayoría cristiana mozárabe que vivía bajo la bota de los emires, lo que también permitió con más facilidad el avance y colonización continuos que se pueden observar en toda la Reconquista. La mentalidad de pasar a la defensiva en todo momento y no tener una figura fuerte como Almanzor, o siquiera un califa más o menos decente, fueron factores extremadamente negativos en el declive de lo que fue un gran imperio hispánico y magrebí. La falta de un apoyo popular masivo al Estado, como sí ocurría en el Norte, y la existencia de tantos grupos étnicos separados, compitiendo por Córdoba y otras plazas, llevó a la muerte al imperio de Al Ándalus.