Del Imperio Romano son típicos varios espectáculos deportivos que han dejado su huella física en la Historia, con monumentos como el Coliseo o el Circo Máximo, de los que quedan sus restos dos mil años después. La fiesta taurina es una tradición que nos viene directamente de esta época si no de antes, porque el ser humano siempre ha encontrado su diversión en actividades públicas relacionadas con el deporte. Sin embargo, hay otros espectáculos de competición que han pasado más desapercibidos como la lucha, el deporte más antiguo de la Historia, no menos cruel que la misma lucha gladiatoria en la cual eran constantes las muertes violentas. Y hoy tenemos con nosotros a un compañero luchador de Mallorca que vivió, entrenó y falleció muy joven, hace 2.000 años, con la misma filosofía de trabajo y entrega que los entrenadores de MMA en Barcelona de la escuela de nuestros amigos de Xfit.
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En el pugilato (lo que sería el boxeo actual) también se daban lesiones tremendas, sobre todo teniendo en cuenta que se golpeaban con la mano casi desnuda. La lucha grecorromana no es el único exponente de este deporte en el mundo Mediterráneo, sino que la lucha como tal se daba en sus diversas variantes: si el pugilato era el boxeo de hoy, la lucha era el equivalente al judo y similares, pero otro arte muy singular se fue abriendo camino primero en las ciudades de Grecia y luego en su fiesta religiosa máxima que era La Olimpiada.
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Este arte marcial tan especial se llamaba pancracio y era una mezcla de las dos anteriores, lucha y pugilato. A diferencia de este último deporte y para facilitar las llaves, los luchadores no envolvían sus manos con vendas. Los golpes eran por tanto terribles, al no haber ninguna amortiguación en el puño, y los cortes inevitables por el impacto de nudillos y codos entre otros.
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El pancracio fue por primera vez incluido en la edición XXXIII de los Juegos Olímpicos, los del año 648 a. C., y su primer campeón fue Ligdamis de Siracusa. Como golpes estaban permitidos puñetazos, rodillazos, cabezazos, patadas, codazos, etc. Y en cuanto a proyecciones y llaves estaba permitido empujar, derribar, luxar, estrangular, etc. Y como salvajadas impensables hoy en día, en cualquiera arte marcial, se permitía pisar, patear y saltarle encima al rival en el suelo caído. Surrealista. Los golpes bajos (en los genitales) también entraban en el juego junto a los tirones de pelo. ¡Qué bestias! Y entonces: ¿qué estaba prohibido en este violentísimo arte marcial? Morder y sacarse los ojos… ¡Menos mal! El combate duraba hasta que uno de los luchadores se rendía, alzando un dedo para indicarlo. Como resultado de los golpes y llaves, huesos y músculos se resentía muchísimo y los luchadores salían a menudo literalmente masacrados.
El romano Lucilio, en su Antología Palatina, hablaba así de un atleta que “se había pasado” boxeando:
Después de 20 años, Ulises regresó a su Patria sano y salvo,
Y reconoció su figura su perro Argos al verlo.
En cambio a ti, Estratofonte, después de cuatro horas boxeando,
No es que no te reconozcan los perros,
Es que no te reconoce nadie en tu ciudad.
Y si quieres mirar tu propio rostro en el espejo,
Tú mismo dirás bajo juramento: “no soy Estratofonte”.
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El trabajo del fisioterapeuta no sólo se enfoca en la recuperación de la lesión, sino que también somos importantes en la prevención de futuras recaídas, corrigiendo desequilibrios musculares y mejorando la biomecánica del cuerpo. También en la evolución del paciente. Esto es esencial para reducir el riesgo de nuevas lesiones y optimizar el rendimiento deportivo.
La lápida de un luchador profesional de Mallorca en el Imperio Romano
El pancracio llamado en griego pankration era, por tanto, una de las antiguas disciplinas olímpicas de combate cuerpo a cuerpo, junto al pugilato y la lucta, en la Grecia Antigua y el Imperio Romano. En griego antiguo, pancracio significa “todos los poderes”, lo que hoy sería la lucha libre profesional apodada en portugués valetudo (porque vale todo) o Artes Marciales Combinadas. Los parecidos entre los luchadores de la Antigua Grecia y de Roma con los de hoy en día son totales. Era tan efectiva y levantaba tantas pasiones en el pueblo, al igual que hoy en día, que se extendió por todo el Mediterráneo y nos ha legado en Mallorca un testimonio impresionante de un luchador español: Cornelio Atico. Un atleta profesional que vivió en la capital romana de Las Baleares, Pollensa, sita en la actual Alcudia. Pues bien, su lápida fue descubierta en 1933 y arroja importante y muy bella información sobre una persona que vivió en Mallorca hace 2000 años y murió, según su telegráfico epitafio, de repente, para pesar y resignación de sus seguidores:
A los Dioses Manes de Cornelio Ático, del valiente oficio del Pancracio.
Aquí yace el infeliz, engañado por un hado adverso. Acostumbrado a ejercitar su cuerpo en la palestra, agradó con frecuencia al público con el arte de su oficio.
Tú, que fuiste creado por la fértil tierra y quemado por el fuego y el humo ya no eres nada sino lo que sobrevivió al fuego.
Huesos y cenizas yacen bajo esta piedra.
Uno de tantos deportes violentos con los que se entretenía la masa popular, pero también los ricos
Estudios más recientes han sugerido la posibilidad de que Cornelio Ático se encontrara en la zona de Alcudia de pura casualidad, ya que muchos peleadores del imperio romano occidental han muerto y se han visto enterrados en zonas costeras. Esto podría encajar con la situación de que fuera en Oriente donde realmente se celebraban competiciones importantes de lucha, en la Antigüedad, y no en Occidente, como es el caso de España, donde los peleadores malvivían y a veces eran poco menos que mendigos. Y por esta razón parece ser que los que sobresalían en este deporte tenían que irse a las grandes ligas tales y tomar un barco y recalar en puertos para llegar hasta allí.
También se ha especulado mucho con que Pancracio podía ser, como hoy en día, un nombre, porque en esta poesía en latín da la impresión de que le llaman según su oficio. Es decir: Pancracio sería su apodo y su modus vivendi como peleador. El pancracio era una de las modalidades de lucha favoritas de los romanos. Uno de tantos deportes violentos con los que se entretenía la masa popular, pero también los ricos, como demuestra la evidencia de que numerosas imágenes de lucha de todo tipo adornaban también las villas y lujosos baños de los palacios. Al igual que ocurre hoy en día, tanto el obrero de la grada como el potentado del palco disfrutan de igual manera en un estadio de fútbol.
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La rehabilitación de deportistas es un proceso clave en la fisioterapia deportiva, donde el objetivo principal es que el atleta recupere su capacidad física y regrese a la práctica de su deporte de forma segura y eficiente. Los fisioterapeutas especializados en esta área desarrollamos programas personalizados para cada deportista, basados en la naturaleza de la lesión, el tipo de deporte y las necesidades específicas de la persona. Durante la rehabilitación, se utilizan diversas técnicas como la terapia manual, el fortalecimiento muscular, ejercicios de movilidad y la readaptación funcional.
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Hace miles de años, estos atletas ya usaban sacos, cuerda y hacían sombras (ejercitando sus golpes en el aire) para entrenar, es decir, los modernos boxeadores y luchadores apenas han innovado nada con respecto al español Cornelio del siglo I. En sus gimnasios hacían pesas entre otros ejercicios que los pancreatistas, como Cornelio, efectuaban juntos en las palestras de sus ciudades. De aquí viene lo de saltar a la palestra, cuando alguien sale a la luz pública por el asunto que sea: eran los patios interiores de esos gimnasios antiguos donde los atletas entrenaban duramente, donde se demostraba de verdad la valía de cada uno. Así lo refleja ese resumen que se hace en su lápida, tan sintético (¡había que ahorrar en el costoso telegrama de las lápidas funerarias!): acostumbrado a ejercitar su cuerpo en la palestra, también agradó con frecuencia al público con el arte de su oficio. En efecto, la vida de un luchador fue y es hoy en día una de constantes sacrificios y trabajo: nadie se hace campeón si no es por medio de una dieta cuidada, ejercicio físico constante y frecuentes entrenamientos y combates. Como reza ese lema militar, “lo que no sudes en la pista lo sangrarás en el campo de batalla”.
Los luchadores del Imperio Romano y la Antigüedad
Los pancreatistas debían ser instruidos en la mayoría de disciplinas deportivas de la época, lo que da una idea de que eran los atletas por excelencia dentro de la competitiva Grecia y sobre todo en Esparta, donde esta disciplina era obligada por el Estado en la Agogé (la escuela): esto nos da una idea de hasta qué punto era considerado el pancracio como deporte de élite y una preparación importante para la guerra. Por medio de textos y vasijas podemos conocer sus muy variadas técnicas de combate, que desmitifican esa impresión general de que Oriente inventó las Artes Marciales: todos los pueblos de Europa practicaban la lucha, e incluso ha sobrevivido en sus diversas variantes como el boxeo o la lucha en sí al estilo sumo, que es conocida por sus diversas tradiciones y países: lucha bretona, canaria, aluche (en Castilla). Resulta anecdótico el premio para el campeón del pancracio fuera un burro, que no menos irónicamente regalaba el famoso médico romano Galeno, primer médico deportivo reconocido en la Historia: las patadas y coces de estos atletas recordarían a nuestros antepasados a su buen amigo del campo, compañero de fatigas pero igualmente efectivos con sus patas cuando estaban cabreados.
Para los romanos, esta disciplina, como compendio de las otras dos (lucha y pugilato), era esencial en la formación guerrera de los gladiadores. Si éstos eran desarmados en el combate, es obvio, no les quedaba el pancracio para defenderse. Pero las peleas entre pancreatistas eran platos menores en los juegos gladiatorios, dada la ferocidad armada de éstos últimos, los gladiadores, que hacía las verdaderas delicias de un pueblo embrutecido. Con el triunfo del Cristianismo en el Imperio, el pancracio, al igual que el resto de disciplinas olímpicas, fueron prohibidas por sus orígenes paganos en un intento de que la espiritualidad sobrepasara el culto al cuerpo y el hedonismo, restringiéndose estas disciplinas marciales, sobre todo, al cerrado ámbito del cuartel.
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Quizás por su brutalidad, en cuanto a la variedad de los golpes y llaves, en una lucha cuerpo a cuerpo llevada al extremo, la moderna Olimpiada no ha reconocido nunca al moderno pancracio. Sin embargo, los modernos campeones del octógono (el ring de la lucha libre, llamado así por su forma geométrica) son reconocidos por un creciente público de millones de personas en todo el mundo. Mac Gregor, Vitor Belfort, Vanderlei Silva y muchos otros peleadores son hoy en día globalmente reconocidos como atletas de primer nivel y gran valor y entrega, cuando se enfrentan a diario con las privaciones de cualquier deportista profesional: dietas estrictas, exigentes programas de entrenamiento y en general una vida más espartana que la que pueda llevar un futbolista o un nadador… Por el factor añadido del dolor, que supera a la ya dura de por sí vida del atleta por la contundencia de los golpes y las luxaciones. Entre las satisfacciones necesarias que conlleva toda práctica deportiva, en el caso concreto del pancracio, el pueblo era agradado por luchadores como Cornelio con las artes de su noble profesión: no en vano la lucha sin restricciones lleva implícitos conceptos apreciados por la gente como cualidades muy viriles: valor, honor, capacidad de sufrimiento y aguante, entrega, etc.
Cornelio Atico: descanse en paz este luchador olvidado, que revivió al encontrarse su lápida hace 100 años
Muestra evidente de esto es que cuando el admirado atleta fallece, Cornelio, sus seguidores se conmueven con tan adverso hado, que de un día para otro se ha llevado por delante a su ídolo: en una sociedad tan hedonista como resignada, sin ninguna esperanza más allá de la vida terrena, la súbita desaparición de un héroe viviente como Cornelio Atico les colocaba ante una realidad como la muerte en la que nadie quería pensar. La muerte era el final de los placeres, de toda alegría, un camino oscuro por el que tuvo que transitar un valiente que nunca mostró su temor en la arena.Tú, que fuiste creado por la fértil tierra y quemado por el fuego y el humo ya no eres nada sino lo que sobrevivió al fuego.