Las efemérides relacionadas con lugares y personajes históricos nos invitan a recordarlos y a rendirles homenaje. Este es el caso de la plaza Mayor de Madrid, cuya celebración del cuarto centenario da marco a esta conferencia. Existen numerosos aspectos que podrían ser tratados, pero aquí me centraré en aquellos que considero más significativos. Hoy comentaremos los secretos de la Plaza Mayor con el patronazgo de un equipo de limpieza de empresas en Madrid.
Evolución histórica de la Plaza Mayor de Madrid
Las plazas mayores comenzaron a configurarse en la época medieval, concebidas como espacios públicos abiertos alrededor de los cuales se asentaban mercaderes y artesanos de diversos oficios. Estos espacios centrales adquirieron gran importancia, albergando edificios representativos y actividades clave para la vida social y económica. La plaza Mayor, tal como la conocemos hoy, es el resultado de un proceso que se desarrolló a lo largo de dos siglos y medio. Desde los primeros planos hasta su aspecto actual, ha experimentado una notable evolución y transformación. En esta conferencia, intentaré presentar de forma cronológica su desarrollo, destacando los hitos más relevantes para facilitar su comprensión.
La plaza Mayor de Madrid, en la actualidad, sigue siendo la misma en términos básicos. Antes de convertirse en la emblemática plaza Mayor, la que conocemos hoy, este espacio era originalmente una zona pantanosa y desordenada desde el punto de vista urbanístico, conocida como la plaza del Arrabal en la Edad Media. Recibió ese nombre por encontrarse fuera de la muralla que delimitaba Madrid en el siglo XV, ubicándose aproximadamente en lo que hoy es la Cava de San Miguel y que se corresponde con el contorno exterior de la muralla cristiana o castellana. Como podemos ver, este arrabal se situaba en un importante cruce de caminos y a las afueras del control del fisco que imperaba dentro de la ciudad.
En 1463, el rey Enrique IV otorgó a Madrid la autorización para celebrar un mercado regular los martes en la plaza de San Salvador (actual plaza de la Villa), cercana a la iglesia del mismo nombre. Sin embargo, ya desde principios del siglo XV, la plaza del Arrabal era un punto de gran actividad comercial, pese a las dificultades del terreno. La venta de productos en este espacio resultaba más económica para los compradores, ya que los vendedores evitaban el pago del portazgo, un impuesto exigido para ingresar mercancías dentro del recinto amurallado. Esta ventaja atrajo a numerosos comerciantes, incrementando la actividad comercial en la zona.
Del mercado a la plaza urbanizada: la Plaza Mayor en la Edad Media
El creciente flujo de mercaderes llevó al Concejo a trasladar el mercado regular a la plaza del Arrabal. Para garantizar el cobro del portazgo, se amplió la cerca de la ciudad, de modo que la plaza quedara dentro del perímetro controlado. Sin embargo, el terreno pantanoso y desigual requirió importantes obras de acondicionamiento. Una de las intervenciones más destacadas fue solucionar el fuerte desnivel entre la plaza y la Cava de San Miguel, donde discurría la antigua muralla de Madrid. Para facilitar el acceso, se construyeron las famosas escaleras del Arco de Cuchilleros. Asimismo, se aprovecharon los desniveles para construir los edificios con una inclinación hacia la plaza, mejorando su resistencia estructural.
Además, las viviendas que rodeaban la plaza fueron dotadas de sótanos abovedados, que inicialmente funcionaban como aljibes en caso de incendio. Sin embargo, a menudo, cuando surgía la necesidad de utilizar esta agua, los depósitos estaban vacíos, lo que limitaba su eficacia en emergencias. Estas transformaciones sentaron las bases de lo que se convertiría en uno de los espacios más icónicos de Madrid, combinando funcionalidad y belleza arquitectónica.
En 1480 se construyeron soportales en la plaza del Arrabal para proporcionar refugio a los vendedores de frutas, verduras y carnes frente a las inclemencias del tiempo. Es el verdadero inicio de la plaza cubierta que conocemos hoy. Este añadido marcó un importante avance en la funcionalidad de la plaza como centro comercial. Al mismo tiempo, las calles aledañas comenzaron a atraer diversos gremios que incrementaron su actividad gracias a la proximidad del mercado. Como testimonio de esta época, permanecen nombres como las calles de Cuchilleros, Latoneros, Bordadores o Botoneras, que evocan los oficios que allí se desarrollaban.
Primeros intentos de ordenación de la Plaza Mayor
A medida que la actividad comercial en la plaza aumentaba, surgió la necesidad de mejorar su trazado y establecer normas para evitar conflictos entre los vendedores. La primera propuesta de ordenamiento fue realizada a mediados del siglo XVI por el corregidor Don Luis Gaitán. Sin embargo, esta medida resultó insuficiente, ya que el creciente número de compradores y vendedores continuó provocando desórdenes y disputas por los espacios, que aún carecían de un diseño adecuado y alineado.
En 1565, Don Francisco de Sotomayor, otro corregidor, asumió el desafío de mejorar la situación. Consciente de los problemas existentes, decidió ampliar el espacio de la plaza como parte de una estrategia para acomodar el creciente comercio y reducir los conflictos. Esta ampliación marcó el inicio de un proceso de transformación que sentaría las bases para la futura configuración de la plaza Mayor.
Con el nombramiento de Madrid como capital de España en 1561, por decisión de Felipe II, la ciudad experimentó un rápido crecimiento, pasando de 20,000 a 90,000 habitantes en pocos años. Este aumento de población trajo consigo nuevas demandas de abastecimiento y comercio, lo que evidenció el desorden urbano, las calles estrechas y la precariedad de las edificaciones. Varios viajeros extranjeros de la época describían Madrid como una ciudad sucia y maloliente, poco acorde con su nueva condición de sede de la Corte.
Viajeros extranjeros de la época describían Madrid como una ciudad sucia y maloliente
La llegada de la Corte marcó un punto de inflexión. Autoridades como el monarca y el Concejo buscaron embellecer y dignificar los espacios públicos, entre ellos la plaza Mayor. Este proceso, sin embargo, avanzó lentamente debido a la disputa entre el Consejo Real y el Ayuntamiento sobre quién asumiría los costos de las obras.
En 1581, Felipe II encargó a Juan de Herrera, arquitecto de El Escorial, los primeros planos para la regularización de la plaza. En 1583, Herrera presentó un nuevo proyecto, con énfasis en la uniformidad de las edificaciones circundantes. Aunque el diseño definitivo aún no estaba completo, en 1590 Diego Sillero inició la construcción de la Casa de la Panadería, uno de los elementos más destacados de la plaza.
A partir de 1617, la plaza Mayor adquirió un carácter representativo, convirtiéndose en escenario de celebraciones y eventos oficiales. La monarquía y el Concejo utilizaron este espacio como símbolo de poder y grandeza, organizando proclamaciones reales, recepciones de príncipes, bautizos de infantes, y eventos religiosos como beatificaciones y autos de fe. También se celebraban actividades populares como corridas de toros, juegos de cañas, carnavales y procesiones.
Los condenados al garrote vil se situaban frente a la Casa de la Carnicería
La plaza Mayor destaca por algunos de sus elementos arquitectónicos y artísticos, algunos de los cuales han tenido mucho que ver con ejecuciones públicas. La Plaza Mayor de Madrid, un emblemático lugar de encuentro en la ciudad, fue en su momento escenario de centenares de ejecuciones llevadas a cabo por la Santa Inquisición española y otras autoridades. Este dato histórico arroja una nueva y sombría luz sobre la monumental plaza, especialmente cuando se conocen los detalles sobre cómo se organizaban estos actos macabros según el método de ejecución elegido para los reos.
De acuerdo con Isabel Gea Ortigas, periodista especializada en la historia de Madrid, la disposición de los condenados variaba según la forma en que iban a ser ejecutados. Aquellos que enfrentaban la decapitación, ya fuera por hacha o cuchillo, eran colocados frente a la Casa de la Panadería. Por otro lado, los condenados al garrote vil se situaban frente a la Casa de la Carnicería, añadiendo una simbólica relación entre los métodos de ejecución y la geografía de la plaza.
Los elementos principales del escenario de las ejecuciones públicas en la Plaza Mayor de Madrid
La Casa de la Panadería fue construida en 1590, antes de los planos definitivos de Gómez de Mora. Es el edificio central tanto por su ubicación como por su relevancia histórica. Su construcción se originó a raíz de una crisis de abastecimiento de pan en 1589. El corregidor Luis Gaitán propuso erigir una gran panadería para garantizar el suministro y evitar disturbios. Encargó el proyecto a Diego Sillero, arquitecto que posteriormente se convertiría en Aparejador de las Obras Reales.
La Casa de la Carnicería complementa la funcionalidad y estética de la plaza. Ubicada frente a la Casa de la Panadería, la Casa de la Carnicería fue originalmente el depósito general de carnes que abastecía a los mercados de Madrid. Aunque se desconoce el autor de su diseño inicial, fue reconstruida tras el incendio de 1631 con una estructura similar a la Casa de la Panadería. Su diseño incluye portales y arcos semejantes, rematados por dos torres en los cuerpos laterales. Durante siglos, alojó viviendas pequeñas y de escasa calidad habitacional. A finales del siglo XIX, albergó la Tenencia de Alcaldía y la Casa de Socorro del distrito de la Audiencia. En el siglo XX, fue la Tercera Casa Consistorial y, posteriormente, la sede de la Junta Municipal del Distrito Centro. Fue renovada en 1988 y 1992, pero su destino futuro permanece incierto.
Y la estatua de Felipe III representa al monarca bajo cuyo reinado se consolidaron las obras de la plaza. Los soportes de las farolas incorporan detalles curiosos que añaden carácter a este espacio emblemático.
La Cava de San Miguel y edificios en talud por la antigua muralla castellana
El desnivel entre la plaza Mayor y la Cava de San Miguel, que marcaba el trazado de la antigua muralla, se resolvió mediante la construcción de las escaleras del Arco de Cuchilleros y la inclinación de los edificios hacia la plaza. Este diseño en talud no solo permitió mejorar la resistencia estructural de las edificaciones, sino también aprovechar el espacio de manera más eficiente, integrando sótanos abovedados que servían como aljibes para emergencias. La plaza Mayor es hoy un reflejo vivo de la historia de Madrid, donde convergen su pasado comercial, sus transformaciones urbanísticas y su papel como centro de poder y encuentro social, así como sede de Justicia y ejecuciones públicas.
El diseño de la Casa de la Panadería, por ejemplo, como hemos dicho, respondía a necesidades tanto prácticas como simbólicas. Además de albergar una panadería destinada a garantizar el abastecimiento de la ciudad, el edificio incluía casas de vecindad. La planta principal se reservó para el uso de la monarquía, mientras que la planta baja y el sótano estaban dedicados a la producción y distribución del pan. Arquitectónicamente, el edificio presentaba una estructura horizontal con once arcos separados por pilastras, adornadas con columnas adosadas que sostenían el arquitrabe, el cual, a su vez, daba soporte a los balcones. Este diseño combinaba funcionalidad con una estética imponente que reflejaba la importancia del edificio dentro de la plaza.
El proyecto de la plaza Mayor
En 1608, Francisco de Mora elaboró un nuevo diseño para regularizar la plaza, pero fue en 1617 cuando su sobrino, Juan Gómez de Mora, recibió el encargo de estructurar una nueva y amplia plaza Mayor que integrara la Casa de la Panadería. Su propuesta consistió en un rectángulo de 120 x 94 metros, rodeado por cuatro fachadas uniformes.
El diseño de Gómez de Mora incluía una galería porticada que rodeaba la plaza, permitiendo la conexión con las principales calles de la ciudad. Este esquema no solo ordenaba el espacio, sino que también lo integraba funcionalmente en la trama urbana de Madrid. Las obras avanzaron con notable rapidez y, en apenas dos años, la plaza Mayor adquirió su configuración básica. Su combinación de simetría, funcionalidad y monumentalidad convirtió a este espacio en el corazón simbólico de Madrid, listo para cumplir tanto funciones comerciales como ceremoniales.
Los incendios de la plaza Mayor
La plaza Mayor de Madrid sufrió dos grandes incendios durante el siglo XVII que marcaron profundamente su historia y su arquitectura.
El primer incendio, ocurrido en 1631, devastó las casas situadas entre las calles Imperial y Toledo. Durante tres días, las llamas consumieron las viviendas, en su mayoría construidas con madera y tejados de plomo, materiales altamente inflamables. Como resultado, perecieron 13 personas y los daños fueron cuantiosos. La falta de agua en los aljibes de los sótanos y la ausencia de medios eficaces para combatir el fuego evidenciaron las carencias de la ciudad. Ante la desesperación, las autoridades recurrieron a un acto de fe: llevaron al lugar imágenes religiosas como la Virgen del Rosario, la Virgen de Atocha, la Virgen de la Merced, la Virgen de la Soledad, y expusieron el Santísimo Sacramento de las iglesias de Santa Cruz y San Ginés. Incluso trasladaron el cuerpo incorrupto de San Isidro, patrono de la ciudad, con la esperanza de contener el incendio.
Tras este siniestro, el arquitecto Juan Gómez de Mora dirigió la reconstrucción, optando por reemplazar los tejados de plomo por teja árabe, un material menos inflamable.
Segundo incendio de la Plaza Mayor de Madrid en 1672
En agosto de 1672, un segundo incendio arrasó la plaza, afectando gravemente la Casa de la Panadería. El fuego se originó, aparentemente, por una vela colocada cerca de una imagen de la Virgen del Rosario, en un área donde los comerciantes habían dejado banastas. Esta vez, el incendio cobró la vida de 24 personas, en su mayoría mujeres y niños que vivían en las viviendas del edificio. Aunque las campanas alertaron a las autoridades y numerosos voluntarios acudieron, para ayudar, la falta de agua y recursos impidió controlar el fuego. Y el caserío de la Plaza ardió durante 12 días. La transformación de la plaza después del incendio de 1672 estuvo a cargo de Tomás Román. En esta intervención, el arquitecto realizó varios cambios significativos:
- Modificó el ático y los huecos de las ventanas de las torres.
- Alteró los arcos de los soportales.
- Eliminó los huecos centrales de las plantas superiores para dar espacio al escudo de Carlos II, el monarca reinante en aquel momento.
- El interior de la Casa de la Panadería también fue renovado. Los frescos fueron pintados por Claudio Coello y Juan Donoso, añadiendo una dimensión artística a este emblemático edificio.
El tercer incendio de la plaza Mayor en 1790
El incendio más devastador en la historia de la plaza Mayor tuvo lugar el 16 de agosto de 1790 y se prolongó durante tres días. Iniciado entre el Arco de Cuchilleros y la calle de Botoneras, las llamas se extendieron rápidamente, alcanzando incluso la iglesia de San Miguel de los Octoes, ubicada fuera del recinto de la plaza, la cual sufrió importantes daños. El incendio destruyó más de un tercio de la plaza y dejó a más de mil personas sin hogar. Aunque no hubo víctimas mortales, la magnitud del desastre requirió la intervención del ejército, liderado por el arquitecto y militar Francisco Sabatini. Para frenar la propagación del fuego, se realizaron cortes estratégicos en los edificios afectados, una medida drástica pero eficaz.
Las crónicas de la época, como los diarios de avisos, reportaron saqueos y robos durante el incendio. En los días posteriores, se publicaron anuncios solicitando la devolución de bienes desaparecidos, lo que refleja la confusión y el desorden provocados por el siniestro. La reparación de los daños fue encomendada a Juan de Villanueva, quien introdujo cambios significativos en el diseño de la plaza, transformándola de manera profunda:
- Plaza cerrada: Villanueva mantuvo el esquema original de Gómez de Mora, pero cerró la plaza, eliminando su función histórica como cruce de caminos desde la Antigüedad.
- Estilo neoclásico: El arquitecto adoptó un enfoque neoclásico, dotando a la plaza de un carácter uniforme y monumental.
- Arcos en las salidas: En casi todas las salidas de las calles que desembocaban en la plaza, se construyeron arcos que se integraron en la edificación circundante. Esta solución arquitectónica le otorgó una independencia visual y espacial, convirtiéndola en un espacio único dentro de la ciudad.
La reconstrucción convirtió la plaza Mayor en un espacio autónomo y con identidad aún más propia, marcando un cambio en su relación con el entorno urbano. Según el historiador y arquitecto Adolf Kubler, este diseño dirigía la mirada y el pensamiento hacia la propia plaza, destacándola como un elemento central de Madrid, tanto en su función simbólica como en su carácter arquitectónico. La intervención de Villanueva restauró la plaza tras el incendio y la consolidó como un emblema de la ciudad.
La estatua de Felipe III en la Plaza Mayor
La estatua ecuestre de Felipe III, una de las piezas más emblemáticas de la plaza Mayor, fue instalada el 10 de abril de 1847, impulsada por don Ramón de Mesonero Romanos, escritor y cronista de Madrid, y por decisión del Ayuntamiento.
Originalmente, la estatua estuvo en la Casa de Campo antes de ser trasladada a la plaza. Su autoría corresponde a Juan de Bolonia, quien basó su diseño en un retrato de Felipe III pintado por Pantoja de la Cruz, pintor de cámara del rey. Tras la muerte de Bolonia, Pedro Tacca completó la obra. Fue traída a Madrid en 1616, coincidiendo con el año de la muerte de Miguel de Cervantes.
Representa al poderoso monarca que gobernó tantísimos territorios, en ambos hemisferios, montado a caballo. Provisto con media armadura, un collar del Toisón de Oro y un bastón de mando como símbolo de autoridad. En su mano izquierda, sostiene las riendas del caballo, una alegoría de su control sobre el Estado. El pedestal, diseñado por Sánchez Pescador, incluye dos escudos en la parte frontal: uno de las Armas Reales y otro de la Villa de Madrid. Los bajorrelieves laterales, obra de Sabino de Medina, muestran armas turcas a la derecha y armas de la guerra de los Países Bajos a la izquierda.
Durante la Primera República, la estatua fue derribada y repuesta en 1874 tras la restauración de la monarquía. En la Segunda República, un grupo colocó un artefacto explosivo en la boca del caballo, causando daños al monumento y provocando que cientos de huesecillos de aves de varias épocas se esparcieran por toda la plaza. Esto se debía a que muchas aves quedaron atrapadas en el interior a lo largo de generaciones y no pudieron salir más. La Casa de la Carnicería y la estatua de Felipe III son ejemplos de la rica historia de la plaza Mayor.