¿Has leído ya Muerte en Tailandia? Es la obra más polémica sobre lo que nadie se atreve a contar del caso Sancho. Una historia surrealista sobre un cirujano plástico con dinero, pero sin atractivo físico ninguno, que se enamoró de su propio asesino y confió en él todo lo que tenía. Un error de bulto muy típico y que le costaría la vida.
Si algo me ha dado el ser creador de contenido y periodista, tras años de entrevistas, publicaciones y noches en vela buscando la verdad, es el acceso a personas con informaciones valiosas que de otro modo nunca habría conocido. Entre ellas está Joaquín Campos, autor de Muerte en Tailandia, un español que ha vivido durante años en el sudeste asiático y que se ha visto inmerso en una investigación inesperada.
Cuestionando la versión oficial del caso Daniel Sancho y Edwin Arrieta
Quise ser escritor y vivir de ello, pero sabemos lo difícil que es. Sin embargo, estos crímenes brutales cometidos por compatriotas cambiaron mi vida. Todo empezó cuando me contactaron desde la prensa española para investigar el caso de Artur Segarra, el primer español condenado a muerte en Tailandia por descuartizar a su víctima. Nunca imaginé que terminaría enfrentándome a la versión oficial del caso de Daniel Sancho.
La vida da giros inesperados. Yo, un aventurero del mundo de la cocina y los hoteles, terminé convertido en investigador de crónica negra. A pesar de mi aversión por la violencia, la investigación del caso Segarra me llevó a los rincones más oscuros de la delincuencia tailandesa, cambiando mi vida por completo.
¿Por qué Muerte en Tailandia es la mejor fuente sobre el caso Sancho?
Para empezar, la información que he revelado no ha tenido consecuencias judiciales para mí, lo que indica que algo de verdad hay en ella. A pesar de la presión de todas las partes involucradas, he seguido adelante. De hecho, un famoso abogado español logró que me despidieran del periódico donde colaboraba, y también tuve que cerrar mi restaurante en Camboya. Ahora, ni siquiera puedo volver a Tailandia porque mi seguridad estaría en riesgo.
Lo curioso es que tanto la familia de Daniel Sancho como la de Edwin Arrieta están en mi contra. Esto demuestra que la información que ofrezco es real y dolorosa para ambas partes. Y es que mi investigación contradice la versión oficial que nos han impuesto.
Un crimen por dinero disfrazado de amor
Aquí no hubo amor, excepto el de Edwin Arrieta por su asesino. Creyó que podría convertirlo en su socio y pareja. Estaba enamorado del español rubio, hijo de un famoso actor, y pensó que podría involucrarlo en su vida económica y sentimental. Pero Daniel Sancho, con absoluta frialdad, lo asesinó, lo descuartizó y dispersó sus restos. Lo más sorprendente es que creyó que podría salirse con la suya. Parecía convencido de que la policía tailandesa era incompetente. Sin embargo, dejó un rastro de evidencias impresionante y no abandonó el país, su peor error. Si hubiera escapado rápidamente a España, probablemente hoy estaría libre y en los platós de televisión contando su versión.
El punto de quiebre fue cuando comenzó a llover, obligándolo a cambiar su plan. Terminó arrojando los restos en un vertedero donde una trabajadora descubrió partes humanas. De no ser por esto, quizá nunca habría sido atrapado y el cadáver de Edwin hubiera desaparecido para siempre.
La frialdad de Daniel Sancho frente a un criminal de verdad
A diferencia de Artur Segarra, un delincuente consumido por las drogas y el vicio, Daniel Sancho era un «niño bien» con opciones en la vida. Sin embargo, quería alcanzar el nivel económico de sus amigos sin trabajar. Aprovechó la situación de Arrieta, quien también vivía por encima de sus posibilidades, pero al menos tenía una profesión estable. Lo alarmante es que la narrativa mediática en España ha intentado convertir a Daniel Sancho en víctima, mientras que Edwin Arrieta, el asesinado, ha sido relegado al rol de villano. A pesar de ser colombiano y homosexual. Este lavado de imagen ha sido impulsado por personas influyentes en los medios, quienes buscan proteger a un verdadero «parásito social» por las razones que sean.
Sancho es una persona superficial, obsesionada con el físico y las fiestas. Probablemente, nunca ha leído un libro por voluntad propia. Si este asesinato hubiera ocurrido en España, es probable que hubiese quedado impune gracias a las influencias de su familia. Sin embargo, en Tailandia no han permitido que los intentos de manipular la justicia prosperen.
Una investigación sin concesiones
Hubo quienes intentaron justificar el crimen alegando que Edwin Arrieta chantajeaba a Daniel Sancho con fotos y vídeos íntimos, lo que resulta absurdo. Edwin también ocultaba su relación con Sancho y nunca había mostrado intenciones de hacerla pública. Todo apunta a que Daniel Sancho simplemente buscaba sacar provecho económico de él y punto. Es un tema simple y brutal. Un crimen calculado y a la vez descerebrado.
La defensa de Sancho ha sido un desastre desde el principio. En vez de aceptar la realidad, han atacado a quienes contamos la verdad. Lo que no deja de ser irónico es que su entorno confió más en lo que podría ser una «conseguidora» en Tailandia que en un abogado, lo que demuestra el caos total que ha sido su estrategia.
En España, resulta impactante que la víctima de un crimen tan atroz sea retratada como el villano, sobre todo cuando hay una confesión del asesino y pruebas contundentes. Se trata de un asesinato de confianza: Edwin confió en Sancho hasta el último momento, sin imaginar que había planeado su muerte con antelación.
Por mi parte, mi trabajo ha sido investigar y contar la verdad, lo que me ha costado amenazas y enemigos. Sin embargo, si algo ha quedado claro, es que el relato oficial es una construcción mediática que se desmorona ante los hechos.
La pregunta final es: ¿Por qué en España seguimos protegiendo a criminales como Daniel Sancho y Segarra, permitiendo que sus crímenes queden impunes?