Nos hacemos eco ahora de un libro revelador y útil que demuestra que no todo lo relacionado con el sexo es tan glamuroso como parece. El sexo suele asociarse con placer, deseo o romance, pero hay una cara menos conocida —y bastante más incómoda— que muchas veces se pasa por alto: las infecciones de transmisión sexual (ITS). Aunque puedan parecer cosa del pasado o algo anecdótico, las cifras actuales hablan por sí solas. El aumento de contagios se ha convertido en un serio desafío para la salud pública a nivel global. Y eso es, precisamente, lo que nadie te cuenta sobre el sexo. Así pues, hablamos del tratamiento de enfermedades de transmisión sexual en Cantabria y el mundo y seguimos con la visión de una sex coach y sexóloga sobre los desafíos de la mujer en este terreno de nuestras vidas.
La sexualidad es una parte fundamental de la salud y el bienestar de todas las personas. Más allá del placer físico, abarca aspectos emocionales, afectivos, psicológicos y relacionales. Como sexóloga, una de mis misiones es ayudar a que cada persona pueda vivir su sexualidad con libertad, responsabilidad y placer, pero también con conciencia y respeto hacia sí misma y hacia los demás.
El primer paso para vivir una sexualidad saludable es conocerse. Aprende sobre tu cuerpo, tus zonas erógenas, lo que te gusta y lo que no. La autoexploración, incluyendo la masturbación, es completamente natural y recomendable: no solo favorece el autoconocimiento, sino que también mejora la autoestima y la comunicación con la pareja. También es importante informarse sobre cómo funciona la respuesta sexual humana, qué es el deseo, la excitación, el orgasmo y cómo estos procesos pueden variar en cada persona. No hay una sola manera de vivir el placer
Una sexualidad plena requiere comunicación. Habla abiertamente con tu pareja sobre lo que te gusta, tus límites, tus fantasías y tus necesidades. La confianza se construye también desde la intimidad. Recuerda que decir “no” también es un derecho, y que el consentimiento es la base de cualquier relación sana. Si tienes vergüenza o te cuesta expresarte, puedes comenzar con pequeños gestos o juegos para abrir el diálogo sexual, e incluso apoyarte en materiales educativos o terapias si lo necesitas.

Un libro sobre el tratamiento de enfermedades de transmisión sexual
Este libro, tan entretenido como educativo, aborda con claridad y rigor por qué, a pesar de que muchas ITS son prevenibles —e incluso tratables—, seguimos viendo un crecimiento alarmante en los casos. ¿Qué factores están detrás de este fenómeno? ¿Qué consecuencias puede tener no tratar a tiempo una infección de este tipo? ¿Cómo hemos llegado hasta aquí? ¿Y, sobre todo, qué podemos hacer ahora?

La obra responde a estas y muchas otras preguntas de forma amena, accesible y cargada de datos curiosos. Desde la manera en que se trataba la sífilis hace siglos hasta los desafíos actuales que plantea el VIH en nuestro país, pasando por el impacto del chemsex, las aplicaciones de citas rápidas y la preocupante resistencia a los antibióticos, este libro no deja ningún ángulo sin explorar. Todo ello acompañado por las brillantes ilustraciones de Ansola, que con su toque de humor inteligente logran aligerar un tema serio sin restarle importancia. Además, se abordan los últimos avances científicos, se desmontan mitos sobre el sexo seguro y se ofrecen consejos prácticos sobre qué hacer en caso de contagio.
En un contexto social donde parece haberse perdido la percepción del riesgo y donde la inmediatez de las relaciones a través de apps digitales ha transformado por completo la forma en que nos relacionamos sexualmente, esta lectura es más necesaria que nunca. Nuestra recomendación es clara: léelo y pásalo. Porque conocer es cuidarse. Y porque cuando se trata de salud sexual, la información también es placer.
Melitza González, terapeuta de parejas en Cantabria
“La exigencia es enemiga del deseo, igual que el estrés o el cansancio”. La sexualidad femenina, especialmente en la madurez, sigue siendo una gran desconocida para muchas personas. Por eso, el trabajo de Melitza González—sexóloga, terapeuta de parejas y autora de libros como Feminidad Salvaje o El sexo de las madres— es tan relevante. A través de sus redes sociales, especialmente Instagram, Melitza divulga sobre sexualidad de forma directa y sin tapujos, abordando temas como la culpa, la libido, la carga mental o la frecuencia sexual, y creando un espacio seguro en el que muchas mujeres pueden verse reflejadas.
Charlamos con ella sobre cómo cambia la sexualidad femenina a lo largo de la vida, qué papel juega el deseo y por qué es tan importante desmontar los mitos que todavía arrastramos.
Tres etapas y muchas transiciones en nuestra vida sexual
Según Melitza, la sexualidad femenina atraviesa diferentes fases a lo largo de la vida. Comienza en la infancia, cuando el cuerpo se convierte en un medio de exploración y placer. Continúa con la adolescencia y la edad adulta, marcada por la fertilidad y la ciclicidad del cuerpo, hasta llegar al climaterio —que incluye la perimenopausia, menopausia y postmenopausia—, donde nuevamente se produce una transformación significativa. A lo largo de todas estas etapas, intervienen factores biológicos, psicológicos y sociales que afectan la manera en la que se vive el deseo.
La maternidad transforma profundamente la sexualidad de muchas mujeres. “Durante los primeros años de crianza, el foco del deseo se dirige hacia el bebé. Esa química es esencial para el vínculo madre-criatura”, explica Melitza. Este cambio puede afectar la relación de pareja, en función de cómo se repartan las responsabilidades y del grado de implicación emocional de cada persona. En El sexo de las madres, su último libro, analiza cómo el embarazo, el parto y el posparto están íntimamente conectados con la sexualidad.
¿Qué pasa con la libido tras la menopausia?
Aunque muchas veces se asocia la menopausia con una disminución del deseo, no tiene por qué ser así. “Todo depende de la vivencia sexual previa de cada mujer, de su relación con el placer y del entorno que la rodea”, afirma. Algunas mujeres incluso experimentan un mayor disfrute tras esta etapa, libres de preocupaciones como el embarazo y con mayor autoconocimiento. Para cultivar una vida sexual satisfactoria, recomienda prestar atención a la masturbación, la fantasía erótica y el fortalecimiento del suelo pélvico.
Uno de los errores más frecuentes es pensar que el deseo puede activarse a voluntad, como si tuviera un interruptor. Esta sex coach en Cantabria lo desmiente con firmeza: “El deseo no funciona así. La exigencia, el cansancio y el estrés lo bloquean por completo. La exigencia es antilibido”. Además, recuerda que el deseo femenino fluctúa constantemente, influido por aspectos físicos, emocionales y sociales.
La libido femenina: cambiante y contextual
El ritmo de vida actual, la sobrecarga mental, los aprendizajes sexuales limitantes y las expectativas sociales condicionan la presencia o ausencia del deseo. Esta sexóloga de Cantabria señala que muchas mujeres se sienten culpables por no sentir deseo dentro de una relación, cuando en realidad esta vivencia es más común de lo que se cree. “A menudo, la falta de deseo genera inseguridad en la pareja, porque hemos aprendido a medir la salud de una relación por la frecuencia sexual. Y eso es un error”.
Al contrario, cuando una mujer experimenta un deseo sexual elevado, también se enfrenta a prejuicios, especialmente en relaciones heterosexuales. “Los hombres también pueden sentir presión por cumplir con el estereotipo de que ‘ellos siempre quieren’, y eso les genera inseguridad”, añade.

Amor y sexo: idiomas distintos
Para esta sexóloga en Cantabria es clave entender que el amor y el sexo no son lo mismo. “Tener más deseo no implica tener una mejor relación. El sexo no debe vivirse como una obligación o una prueba de amor”. En su trabajo terapéutico insiste en la necesidad de construir relaciones adultas, basadas en el respeto, la comunicación y la complicidad, y no en mitos románticos que terminan por generar frustración.
Melitza cree que hablar abiertamente sobre el deseo —o la falta de él— puede aliviar culpas y reducir exigencias, aunque también señala que esto depende mucho del entorno de cada mujer. “Si bajamos el nivel de exigencia y normalizamos los altibajos del deseo, ganamos en libertad”, concluye.
El sexo sin deseo es el error más común y la forma más silenciada de violencia para las mujeres. Uno de los errores más frecuentes que cometen muchas mujeres en el terreno sexual, según Melitza González, es asumir —a veces de forma inconsciente— que deben tener sexo por estar en pareja. “Creemos que mantener una relación implica ceder sexualmente como si fuera un derecho de la otra persona. Esta idea nos aleja por completo de nuestro propio deseo”, explica la terapeuta.
Presión sexual normalizada
La sexóloga confirma que este tipo de presión es una constante en las consultas. Muchas mujeres viven la sexualidad con exigencia, miedo al rechazo o inseguridad si no sienten deseo, y todo ello afecta profundamente su bienestar emocional y su vínculo con el placer.
¿Violencia sexual dentro de la pareja? Melitza González es clara: sí, se han normalizado ciertas formas de violencia sexual en el ámbito de la pareja. “Tener sexo sin deseo de forma habitual, ceder por miedo a reproches o mantener relaciones cuando no hay intimidad, cuidado ni conexión emocional, es una forma de violencia que muchas mujeres siguen soportando”, asegura. Desde su mirada profesional, recuerda que el sexo no debería vivirse como una obligación ni como una tarea. “Las mujeres no son máquinas expendedoras de placer, ni el sexo es un trámite. Para que sea pleno, debe darse desde el deseo, la seguridad emocional y el cuidado mutuo”, concluye.
Usa protección siempre: cuida tu salud sexual
El uso del preservativo (masculino o femenino) sigue siendo la forma más eficaz de protegerse frente a infecciones de transmisión sexual (ITS), además de prevenir embarazos no deseados. Es fundamental utilizarlo correctamente desde el principio hasta el final del encuentro sexual, incluyendo prácticas orales o anales.
También puedes complementar la prevención con métodos anticonceptivos adecuados a tus necesidades (píldora, DIU, implante, etc.), pero recuerda que estos no previenen ITS, por lo que el preservativo sigue siendo imprescindible si no hay una relación monógama con pruebas médicas recientes.
No basta con “sentirse bien”. Algunas ITS, como el VIH, el virus del papiloma humano (VPH), la clamidia o la gonorrea, pueden no presentar síntomas durante mucho tiempo. Por eso, es recomendable hacerse pruebas de forma periódica, especialmente si se tienen relaciones con diferentes personas o sin protección. Visita a tu ginecólogo/a o urólogo/a de confianza, y recuerda que cuidar de tu salud sexual es también una forma de quererte y respetarte.

Sexualidad libre de violencia: detecta señales de alerta
La sexualidad nunca debe ser vivida desde la obligación, la culpa o el miedo. Si sientes presión para hacer algo que no deseas, si tu pareja te manipula, te insulta o te coacciona sexualmente, es importante pedir ayuda. El respeto mutuo, la empatía y la libertad de decidir son pilares básicos de cualquier vínculo sano.
Existen líneas de ayuda, psicólogos, sexólogos y recursos profesionales a los que puedes acudir para salir de una situación de abuso o dependencia.
Placer sin prisa: la sexualidad es mucho más que “el acto”
Vivimos en una sociedad que a menudo impone modelos sexuales rápidos, basados en la penetración y el orgasmo como única meta. Pero el verdadero disfrute se construye sin prisas, desde la intimidad, la exploración mutua, las caricias, los juegos y la complicidad.
No te compares con los estándares del porno ni con los relatos ajenos. Tu ritmo y tus deseos son válidos. El sexo puede ser divertido, romántico, experimental, tierno, apasionado… y cada experiencia es única.
Diversidad sexual: respeto y pluralidad
Cada persona vive su sexualidad de forma distinta. Hay muchas formas de amar, de sentir, de desear. La orientación sexual, la identidad de género, las prácticas o el tipo de relación (monógama, abierta, etc.) no definen a una persona, ni tienen que encajar en estereotipos. Como sexóloga, siempre animo a vivir la sexualidad con libertad, autenticidad y sin prejuicios, siempre y cuando sea consensuada, segura y basada en el respeto mutuo.
Salud mental y sexualidad: una relación directa
El estrés, la ansiedad, la depresión o una baja autoestima pueden afectar directamente a tu deseo sexual, tu capacidad para disfrutar o tu satisfacción en pareja. No lo ignores. La salud sexual es parte de la salud integral, y si notas cambios en tu deseo, dificultades para excitarte o disfrutar, o conflictos recurrentes en tu vida sexual, consulta con un/a profesional.
La terapia sexual puede ayudarte a comprender el origen de los bloqueos, trabajar sobre ellos y mejorar tu bienestar.


Educar es prevenir: habla de sexualidad sin tabúes
Si eres madre, padre o educador/a, es fundamental hablar de sexualidad con naturalidad y sin prejuicios. La educación sexual no se trata solo de explicar cómo se pone un preservativo, sino de enseñar sobre afectividad, consentimiento, respeto, placer, emociones y autocuidado. Cuanto antes normalicemos el diálogo sobre estos temas, mejor preparados estarán los jóvenes para tomar decisiones libres y responsables sobre su cuerpo y sus relaciones.
Recuerda: tú decides cómo vivir tu sexualidad
La sexualidad no es algo estático. Evoluciona a lo largo de la vida, cambia con las experiencias, las relaciones, la edad o el contexto emocional. No hay una sola manera de vivirla, y no existe una frecuencia “ideal”, una forma “correcta” de hacerlo o una obligación de mantener relaciones si no se desea. Lo más importante es que puedas vivirla a tu manera, con plenitud, placer y seguridad.
🧠 ¿Y si necesito ayuda?
No estás solo/a. Puedes acudir a una sexóloga o sexólogo para resolver dudas, afrontar bloqueos, mejorar la vida en pareja o simplemente para conocer más sobre ti mismo/a. Cuidar tu sexualidad es también cuidar tu salud emocional, tu autoestima y tu bienestar global.