Sabotajes en la flota gubernamental durante la Guerra Civil Española
El 17 de junio de 1937, el acorazado Jaime I se encontraba amarrado en el dique de la Curra, sometido a tareas de reparación por parte del personal del Arsenal. De manera repentina, una violenta explosión sacudió el navío, que estalló en mil pedazos. La escena en el puerto era dantesca: restos humanos mutilados flotaban en el agua, dejando un balance trágico de numerosos fallecidos y un elevado número de heridos. La nave quedó completamente destruida y nunca llegó a esclarecerse si la causa fue un accidente fortuito o un acto de sabotaje. Lo cierto es que pudieron ser ambas cosas, ya que la descoordinación y desmoralización de la flota gubernamental, en la Guerra Civil Española, fue total y fue la norma de actuación fundamental durante todo el conflicto.

Los marineros que lograron sobrevivir se negaron a ser destinados a otros barcos, y continuaron llevando con orgullo en sus uniformes el nombre del Jaime I, como símbolo de lealtad y memoria. Algunos elementos del buque pudieron ser rescatados, como sus cañones, que fueron trasladados a Valencia para reforzar la defensa republicana durante la Guerra Civil. También se conservó su bitácora, que tras diversas circunstancias llegó a manos del ingeniero naval José María Sánchez Carrión. Este la donó a la Escuela Técnica Superior de Ingenieros Navales de Madrid, donde permanece expuesta en el vestíbulo como testimonio permanente de aquel trágico suceso.

¿Un naufragio de un coche? En Illinois hay una mina abandonada inundada de agua y justo en el centro hay una pequeña isla artificial con un Volvo S80, del año 2001. El coche lleva allí desde 2012 y este curioso lugar ha sido bautizado como la Isla Volvo. 😅
INCREÍBLE: Un solo sobreviviente en el trágico accidente del 787 de Air India 🇮🇳
En una jornada marcada por la tragedia, un avión Boeing 787 de Air India se estrelló apenas dos minutos después de despegar, con 242 personas a bordo. Lo que parecía una catástrofe sin sobrevivientes dio un giro inesperado cuando se confirmó que una sola persona salió con vida, y no solo eso: completamente ilesa.
El único superviviente es Ramesh Viswashkumar, quien ocupaba el asiento 11A. De forma casi milagrosa, logró salir del avión por su propio pie tras el impacto. Testigos y equipos de rescate quedaron atónitos al encontrarlo caminando entre los restos del fuselaje, aparentemente en estado de shock, pero sin heridas visibles.

En redes sociales y foros han comenzado a circular teorías no confirmadas, una de las más comentadas sugiere que Ramesh habría saltado desde la puerta de emergencia segundos antes del impacto, lo que explicaría su supervivencia. Sin embargo, esta versión aún no ha sido verificada por las autoridades ni por los investigadores del accidente.
Por el momento, las causas del siniestro están bajo investigación. Mientras tanto, el caso de Ramesh Viswashkumar ya está siendo catalogado como uno de los eventos más extraños —y milagrosos— en la historia de la aviación moderna.

El naufragio más misterioso de Santander
El caso del Sofía y el azote de las galernas en la isla de Mouro y toda el abra de esta bahía natural es paradigmático de lo que nos puede pasar en el mar. Nos puede pasar absolutamente de todo.
Mucho antes del Machichaco, ya la costa de Santander había sido escenario de naufragios memorables. Uno de los más trágicos fue el del mercante Sofía, hundido en 1887 durante una galerna frente a la isla de Mouro. Este buque de buen tamaño desapareció, literalmente, sin otra pista sobre su aciago destino que el testimonio del farero de Mouro, que afirmó haberlo visto zozobrar ante los embates de la galerna. Estas galernas son tormentas repentinas y extremadamente violentas que azotan el litoral cantábrico, generando olas gigantescas y ráfagas de viento huracanado y un mar completamente descontrolado en cuestión de minutos.
Historias de naufragios en Santander
El Sofía quedó atrapado por la tormenta cuando navegaba cerca de Mouro. Las olas fueron tan altas que superaron la torre del faro de la isla, como suele ser normal por otra parte. Según testimonios de la época, el farero y su familia, testigos de la tragedia, no pudieron hacer nada mientras observaban cómo la embarcación era destrozada por el mar. El barco desapareció con toda su tripulación y nunca se encontraron restos del barco ni cadáveres en las costas cercanas.
Este naufragio fue especialmente traumático para la comunidad marítima local, ya que evidenció lo vulnerable que era incluso un buque bien construido ante la fuerza indomable de la naturaleza en esa zona. También se recuerdan episodios dramáticos como el de los llamados “Robinsones de Mouro y Santa Marina”, jóvenes pescadores o marineros que, tras naufragar o ser sorprendidos por el mal tiempo, se refugiaron en estas islas deshabitadas, sin agua dulce ni refugio, y sobrevivieron durante días encendiendo hogueras para pedir auxilio. En uno de estos casos, dos muchachos lograron romper la puerta de la antigua vivienda del farero en Mouro y se refugiaron allí hasta ser rescatados. Su historia se convirtió en un símbolo de resistencia frente al mar.
Empresa de alquiler de barcas en Santander
Una de las grandes ventajas de este tipo de alquiler de barcas en Santander es que no se necesita experiencia náutica previa. Muchas de estas embarcaciones a motor están diseñadas para ser conducidas sin titulación, lo que permite que cualquier persona, incluso sin conocimientos técnicos, pueda ponerse al timón y disfrutar de unas horas de navegación libre. Es una forma perfecta de acercarse al mar por primera vez, con total seguridad y bajo unas condiciones muy controladas.

Además, el alquiler de barcas sin patrón en Santander permite llegar a rincones que de otro modo serían inaccesibles. Pequeñas calas, zonas rocosas junto a la isla de Mouro, el entorno de la isla de Santa Marina, o incluso fondear junto a la playa de El Puntal para bañarse en aguas cristalinas. Estas escapadas cortas ofrecen una sensación de libertad difícil de igualar y convierten un día cualquiera en una experiencia inolvidable.
Muchos visitantes eligen también este servicio para celebraciones privadas o escapadas románticas. Las barcas pueden convertirse en escenarios únicos para una propuesta de matrimonio, una sesión de fotos especial o una tranquila comida flotando en mitad de la bahía. La atmósfera cambia completamente al alejarse de tierra firme, y es fácil olvidar que uno está a escasos minutos del centro de la ciudad.
Otro atractivo importante es el coste asequible. Lejos de ser un lujo exclusivo, alquilar una barquita por unas horas es una actividad económica que se adapta a todos los bolsillos. Existen opciones por horas o por media jornada, lo que permite organizar salidas espontáneas sin necesidad de planificar demasiado. Esta actividad es también una manera responsable y sostenible de conocer la costa. La mayoría de las embarcaciones de alquiler están reguladas, con motores de bajo consumo y medidas que evitan dañar el ecosistema marino. Es una forma de turismo respetuosa que pone en valor el patrimonio natural de la Bahía de Santander sin dejar huella negativa.