Recordamos la catástrofe del Cabo Machichaco con una empresa de reparación de fachadas en Santander. La mayor catástrofe civil de la historia contemporánea de España tuvo lugar hace siglo y medio en Santander. De sus enormes dimensiones da muestra el hecho de que, aún hoy, cada año se recuerda con una ofrenda floral en el aniversario de la tragedia. También tendremos comentarios e información del bombero e historiador Manuel González y el oficial de la Marina Mercante y la Armada, Luis Jar Torre.
El Cabo Machichaco era un vapor de 78 metros de eslora y 10 de manga, construido en 1882 en el astillero Schlesinger, Davis & Co., en Newcastle (Inglaterra). Inicialmente se llamó Benisaf. Fue de los últimos barcos con casco de hierro, pues pronto se impondría el acero, más ligero y con mayor capacidad de carga. Contaba con tres bodegas: dos a proa, separadas sin estanqueidad, y una a popa. Su primer propietario fue el armador francés Jules Mesnier, pero en 1885 fue vendido, junto a tres buques gemelos, a la compañía sevillana Ibarra y Cía., rebautizándolo Cabo Machichaco. ¿Sabías que uno de esos barcos gemelos, el Cabo Mayor, se estrelló contra las rocas frente al Cabo Mayor de Santander, apenas unos pocos años antes de esta otra gran desgracia? Para muchos supersticiosos, aquello fue como una especie de aviso.

Una desgracia que empezó con las medidas sanitarias por la epidemia de cólera en Bilbao

La rehabilitación de una fachada es uno de los proyectos más relevantes para cualquier comunidad de vecinos, no solo porque afecta directamente a la imagen y el valor del edificio, sino porque implica una inversión considerable y la coordinación de diferentes profesionales y agentes involucrados. Según la empresa de reparación de fachadas en Santander, Cubiertas y Fachadas Barruso, especialista en este tipo de obras con más de diez años de experiencia, llevar a cabo esta intervención requiere tener en cuenta aspectos técnicos, legales y de gestión que a menudo resultan complejos para los propietarios. Para afrontar con éxito una rehabilitación, resulta esencial rodearse de profesionales acreditados y establecer una organización clara desde el primer momento.
El 24 de octubre de 1893 zarpó de Bilbao rumbo a Sevilla, haciendo su escala habitual en Santander seis horas después. Aunque solía parar los domingos, ese día era martes debido a las medidas sanitarias por la epidemia de cólera en Bilbao. La cuarentena se aplicó al barco y a sus 35 tripulantes, muchos vizcaínos, incluido el capitán Facundo Lénis. Según el reglamento, el barco debía guardar diez días de cuarentena fondeado frente al lazareto de Pedrosa. El buque transportaba 1.616 toneladas de mercancía: materiales siderúrgicos como vigas de hierro, hojalata, tuberías, clavos y raíles; productos alimentarios, papel, tabaco, madera, artículos de droguería y 12 toneladas de ácido sulfúrico. Además, llevaba 1.720 cajas de dinamita de 25 kg cada una, una cantidad cuatro veces superior a la normal, acumulando el envío de otra semana y de dos líneas, Sevilla y Marsella.
Esta foto podría ser de las 1600 horas del día fatídico: aunque el agua embarcada ha originado unos 8º de escora a Er, no hay asiento aproante significativo. A la izquierda del buque, bajo el cabo de través, se puede apreciar el pantalán con menos de media marea y luego, sobre él, a un grupo de personas, probablemente miembros de las autoridades o fuerzas de seguridad, ya que están en medio de una zona restringida; la multitud de curiosos, muchos de ellos condenados a muerte enseguida, quedaría situada más a la izquierda y fuera de encuadre. Por sus dimensiones y características, cabe la posibilidad de que el buque que se ve a la derecha sea el vapor auxiliar de la compañía Trasatlántica.
(Foto de autor desconocido).

Esa deflagración la activarían las vibraciones de los golpes de los trabajadores en el casco
La dinamita, salvo 463 cajas almacenadas en la bodega de popa, se distribuía principalmente en las bodegas de proa, atestadas de vigas de hierro. El Reglamento del Puerto de Santander obligaba a descargar explosivos en gabarras en La Magdalena o en los muelles 7 y 8 de Maliaño. Pero como solo era obligatorio declarar las mercancías destinadas a Santander, el Cabo Machichaco notificó únicamente 20 cajas de dinamita y 10 de ron. Nadie vio peligro en cifras tan reducidas, así que las autoridades no hicieron cumplir la regulación para evitar costes y molestias a la naviera.

Según una publicación de la época, esta foto estaría sacada a las 1600 horas. Se aprecia la aleta de Br del “Cabo Machichaco” con su nombre y matrícula visibles, así como el viento del E
y la ausencia de los dos botes de la toldilla, arriados para salvarlos de la quema. En la zona incendiada están abarloados y bombeando agua el aljibe de la Junta y el del tren de dragado, acompañados probablemente de la lancha de vapor “Julieta”. Más a popa (en la zona de máquinas) se han dispuesto defensas de costado,
posiblemente ante la inminente llegada del vapor auxiliar de Trasatlántica que transporta un trozo de auxilio (Foto de autor desconocido).
El 3 de noviembre de 1893, tras la cuarentena, el barco atracó a las siete de la mañana en el muelle 1 de Maliaño, en pleno centro de Santander. Se inició la descarga para el Navarro, que partiría para Cuba. Las 20 cajas destinadas a la ciudad se escoltaron por la guardia municipal hasta su destino. Tras descargar la bodega 2, se hizo lo propio con la 3. Pero hacia las 14:00, al volver a por cinco sacos olvidados, al levantar los cuarteles comenzó a salir humo de un incipiente incendio. El Tribunal Supremo nunca esclareció su causa, pero se apuntó a una colilla o la rotura de un frasco de droguería en contacto con material inflamable. A continuación, era lógico pensar que el fuego causó también la explosión por la dinamita había a bordo. Sin embargo, según el bombero e historiador de Santander, Manuel González, esta tesis hace tiempo que quedó desechada, ya que esa deflagración la activarían las vibraciones de los golpes de los trabajadores en el casco, con el objetivo de hundir el buque para salvar la carga inerte.
Rehabilitar una fachada no es sólo una cuestión estética; se trata de una inversión que prolonga la vida útil del edificio, mejora su eficiencia energética y revaloriza la propiedad. Por ello, rodearse de profesionales acreditados, exigir garantías y mantener una comunicación clara y constante entre todas las partes resulta imprescindible para lograr un resultado satisfactorio. Con estos consejos prácticos, esta empresa de reparación de fachadas en Santander contribuye a que cualquier comunidad de vecinos afronte este reto con mayores garantías y menor riesgo de contratiempos.

Una gran explosión si cualquier vibración concreta activaba esta masa mortal

La tripulación intentó sofocar el fuego con agua, ayudada por los bomberos. Pronto se agolparon curiosos, junto a autoridades como el gobernador civil y militar, alcalde, concejales, jueces, fiscales, oficiales del Ejército y la Armada y el jefe de la Guardia Municipal. Al correrse la voz de que el barco llevaba dinamita, muchos se alejaron, pero volvieron al ver a las autoridades, creyendo que no existía peligro real. Se calcula que había unos 3.000 espectadores en un radio de 200 metros, incluidos numerosos niños detenidos con sus madres en su ruta escolar. Quienes dirigían la operación creían que la dinamita no explota con fuego directo, sino que sólo arde. Pero ignoraban que, sumergida en agua, podía liberar gotas de nitroglicerina, muy inestable, lo que exponía a los trabajadores involucrados en apagar el incendio a una gran explosión si cualquier vibración concreta activaba esta masa mortal.
Pese a los esfuerzos, el fuego de la bodega 2 no se apagó y se extendió a la 1. La tripulación del Alfonso XIII, de la Trasatlántica, llegó en auxilio. Visto lo grave de la situación, el capitán del Cabo Machichaco ordenó inundar las bodegas, abriendo un boquete en proa. Se intentaba salvar efectos y mercancías, mientras las autoridades se subían a botes para regresar a tierra.
En un almacén de maderas, a 2 km de distancia, hallaron dos piernas humanas
A las 16:45 se produjo una tremenda explosión. Un cañonazo de metralla vertical sacudió el cielo. Por su trayectoria, se salvaron algunos subalternos ubicados a popa, pero murieron todos los situados en proa o en embarcaciones cercanas: el capitán Lénis y sus oficiales, el capitán del Alfonso XIII, Francisco Jaureguízar, 31 tripulantes y casi todas las autoridades de la ciudad. Los fragmentos metálicos actuaron como metralla hasta 700 metros, aunque piezas llegaron a 5 km. En un almacén de maderas, a 2 km de distancia, hallaron dos piernas humanas. El bastón del gobernador civil apareció en la playa de San Martín. El cuerpo del marqués de Casa Pombo se identificó por su reloj. Coincidiendo con la explosión, salía un tren de Solares que recibió fragmentos del barco, causando víctimas entre los pasajeros.

La multitud cercana sufrió de lleno la metralla. Toneladas de agua y lodo llovieron del cielo, arrastrando y golpeando a personas. La deflagración arrasó 25 manzanas, provocó un temblor sísmico y destruyó 60 edificios, incluida la estación telegráfica, dejando incomunicada la ciudad. Las vigas y raíles se comportaron como guadañas: en el recinto catedralicio, a más de 200 metros, cayeron 60 vigas de 300 kg cada una.
La muerte de casi todos los bomberos y buena parte de la Guardia Civil y Municipal
Muchos inmuebles comenzaron a arder, pero con la muerte de casi todos los bomberos y buena parte de la Guardia Civil y Municipal, sin los Bomberos Voluntarios de Santander que se crearían después de esto, no hubo quien pudiera frenar las llamas. A pesar de la llegada de bomberos de Bilbao y San Sebastián, durante una semana ardieron tres calles paralelas al muelle. Vecinos de municipios cercanos acudieron en tren especial para impedir que el fuego alcanzara la catedral.
Unas 300 personas murieron al instante; la cifra final alcanzó las 575 víctimas mortales en los días siguientes. Hubo 500 heridos graves y cerca de 2.000 con lesiones de distinta consideración. El 5% de la población de Santander resultó muerta o herida, y familias enteras desaparecieron.

Las guías de emergencias modernas prescriben que, en un incendio como el del “Machichaco” (mercancía encajonada tipo 1.1: explosivos con peligro de explosión en masa), si el fuego alcanza la carga, debe dejarse que arda y evacuar a todo el personal (incluyendo los bomberos), en un radio de 1.600 metros.
En este gráfico se ha marcado:
Dicho radio de evacuación en amarillo.
En verde los lugares habilitados para mercancías peligrosas en Santander y en 1893 para operaciones con explosivos.
Y en rojo, un muestreo de lugares donde “aterrizaron” fragmentos pesados del buque o de su carga.
Es evidente que, con la extensión que entonces tenía la ciudad, de haberse utilizado el atraque o el fondeadero prescritos, los daños a las personas habrían sido muchísimo menores. Composición y rotulación propias sobre un mosaico fotográfico de “Google Earth”.
Para colmo, la ciudad quedó sin autoridades: solo sobrevivieron heridos el alcalde y el gobernador militar, así como el presidente de la Diputación, Francisco Sainz-Trápaga. El regidor, Fernando Lavín Casalís, con graves heridas en la cabeza, asumió la reconstrucción y recibió la medalla de la Orden Civil de Beneficencia de Alfonso XIII. Seis días después se anunció la extracción de la dinamita restante. Muchos huyeron de la ciudad. Para calmar a los que se quedaron, acudieron diputados, senadores, el marqués de Comillas y el ministro de Hacienda, Germán Gamazo, dejándose ver en el muelle. Algunos propusieron llevar el barco mar adentro y volarlo.
Los restos del “Cabo Machichaco” tras la primera explosión: tres calles (fuera de la foto y a la derecha) han quedado arrasadas,
pero el muelle y la mitad de popa del buque permanecen relativamente intactos. Esto refuerza la tesis de que la explosión supuso un enorme volcán que derramó toneladas de escombro y agua y restos humanos sobre un amplio círculo de onda expansiva alrededor. A la vista de los planos, en el momento de hacer esta foto en el costado de Er hay una sonda de unos 8,80 metros, un metro más que la que en teoría debía haber en el muelle a la hora de la explosión, lo que sugiere que, con la proa hundida,
en aquel momento la cubierta afectada por el incendio (un metro más baja que la de popa, por el saltillo) debía quedar a ras de agua.
(Foto de autor desconocido)

Una segunda explosión mató a otras 15 personas
Por Real Orden se creó una Junta Técnica el 4 de marzo, que llegó a Santander el 15 y decidió continuar la extracción y el desguace del casco. Pero el 21 de marzo de 1894, Miércoles Santo, un buzo bajó con una lámpara de 100 bujías a la bodega 3 y, a las 21:10, se produjo otra explosión: murieron 15 personas y 9 resultaron heridas. La población, indignada, asaltó oficinas, buques de Ibarra y el Gobierno Civil, enfrentándose a la Guardia Civil. Se decidió evacuar la ciudad y volar el casco en alta mar el 30 de marzo mediante el cañonero Cóndor de la Armada.
El 9 de diciembre de 1893 se formó la Junta Central de Socorros para repartir donativos entre los damnificados. Como Santander había perdido a sus bomberos, en octubre de 1894 se creó el Cuerpo de Bomberos Voluntarios de Santander. En 1896, la jurisdicción de Marina no halló responsabilidad penal de tripulantes ni autoridades. Sin embargo, la aseguradora La Unión y el Fénix reclamó a Ibarra el pago a los damnificados. Tras perder en primera instancia, recurrió al Supremo, que en 1900 desestimó la demanda.
Trabajos de fachada en Santander

Para garantizar la transparencia en la contratación, Cubiertas y Fachadas Barruso aconseja a las comunidades que soliciten presupuestos a varias empresas y que estos se entreguen a la vez y a sobre cerrado. Esta práctica, poco habitual pero muy recomendable, elimina suspicacias y asegura que la decisión se base únicamente en criterios objetivos de calidad, experiencia y precio. Una vez seleccionada la empresa, la buena coordinación entre todos los actores implicados —administrador, arquitecto y empresa constructora— es clave para que la rehabilitación avance de forma fluida y segura. Contar con una empresa con trayectoria contrastada, como Cubiertas y Fachadas Barruso, aporta un plus de tranquilidad a los vecinos, puesto que la experiencia y la especialización en trabajos de fachada en Santander marcan la diferencia en la resolución de los detalles constructivos y en la optimización de los tiempos de ejecución.
En 1896 se erigió un monumento en la explanada del desastre: una cruz de piedra con las fechas de ambas explosiones y una figura femenina de bronce sosteniendo una corona, alegoría de Santander, obra del escultor Cipriano Folgueras Doiztúa. Ese mismo año, José María de Pereda narró la tragedia en su obra Pachín González. En 1899, la Compañía Trasatlántica costeó un monumento funerario en el cementerio de Ciriego para sus empleados del Alfonso XIII, muertos ayudando.
El día más negro de la historia reciente de Santander
Santander jamás ha olvidado este desastre. En 1958 se fundó la Real Asociación Cabo Machichaco. En 2018 se colocó una silueta a tamaño real del barco en el lugar exacto del siniestro. Y el 3 de noviembre de 2023, coincidiendo con el 130 aniversario, se inauguró el Museo Machichaco en la Estación Marítima. Cada 3 de noviembre, tras el Día de Difuntos, el Ayuntamiento deposita flores en memoria de los que perecieron en el día más negro de la historia reciente de Santander.
Trabajos para recuperar dinamita entre las dos primeras explosiones. La grúa flotante de la izquierda debe ser la «Priestman» de la Junta, que resultaría devastada en la segunda explosión,
y su aparejo pende sobre la escotilla sumergida de la bodega nº3, junto al buzo. Los pescantes de la derecha estaban situados inmediatamente a popa de la chimenea, y la superestructura que emerge a popa es la cámara.
Foto de autor desconocido.

En primer lugar, es fundamental la figura del administrador de fincas, quien actúa como verdadero nexo de unión entre los propietarios, los técnicos y la empresa encargada de la ejecución de los trabajos. El papel del administrador de fincas va mucho más allá de una mera labor de intermediación: se convierte en el asesor principal de la comunidad de vecinos, ayudando a entender cada etapa del proceso, explicando las opciones disponibles, resolviendo dudas y gestionando la documentación administrativa que inevitablemente surge cuando se acometen reformas de envergadura. Para el gerente de una empresa de reparación de fachadas en Santander, contar con un administrador de confianza garantiza que la comunidad pueda tomar decisiones bien fundamentadas, evitando conflictos y retrasos que, de otro modo, podrían encarecer y complicar la obra.
Empresa de reparación de fachadas en Santander

El siguiente paso es contar con un arquitecto competente y comprometido, que ejerza de director de orquesta durante todo el proyecto. El arquitecto no solo redacta el proyecto técnico, ajustándolo a las necesidades específicas de la fachada y a la normativa vigente, sino que además se encarga de supervisar la correcta ejecución de cada fase del trabajo. Esta supervisión técnica asegura que la obra avance conforme a lo previsto y con los estándares de calidad exigidos. De hecho, Cubiertas y Fachadas Barruso insiste en que los pagos a la empresa rehabilitadora se realicen por fases, de modo que cada parte del proyecto sea revisada y aprobada por el arquitecto antes de abonar el importe correspondiente. Esta práctica brinda a la comunidad de vecinos una garantía adicional y evita sorpresas desagradables que podrían surgir si los trabajos no se ejecutan de forma correcta o si se incumplen los plazos pactados.
Por último, la elección de la empresa rehabilitadora es uno de los puntos más delicados del proceso. No basta con comparar precios: es imprescindible verificar que la empresa esté debidamente acreditada para garantizar su solvencia técnica, administrativa y económica. Una de las pruebas más fiables de profesionalidad es que la empresa esté inscrita en el Registro de Empresas Acreditadas (REA) del Departamento de Trabajo y Empleo del Gobierno Vasco, lo cual certifica que cumple con todos los requisitos de capacidad técnica y prevención de riesgos laborales. Asimismo, se recomienda solicitar a la empresa certificados de solvencia económica, asegurarse de que esté al corriente de sus obligaciones fiscales y de Seguridad Social, comprobar que sus trabajadores cuenten con la formación y la documentación necesarias para desarrollar su labor y confirmar que dispone de un seguro de responsabilidad civil vigente que cubra cualquier imprevisto durante la obra.