Hoy hablaremos del asedio que le costó un ojo al rey y de cómo un médico de su época intentó arreglar, por lo menos, un rostro que quedaría desfigurado para siempre por esta herida. Y lo comentaremos desde nuestra visión (nunca mejor dicho) como cirujanos maxilofaciales y especialistas en tratamientos de medicina estética y cirugía plástica y cirugía facial en Santander. 🏹👁️
Corre el año 354 a. C., y el rey Filipo II de Macedonia, padre de Alejandro Magno, se encuentra supervisando de cerca las máquinas de asedio durante la campaña contra la ciudad de Metone. Mientras camina entre sus tropas, analizando cada detalle del sitio, un repentino silbido corta el aire. Un flechazo que va seguido de un grito, ya que una saeta ha impactado en la cara del rey: Filipo ha sido herido en el ojo.

El desconcierto se apodera de los soldados. Durante unos momentos, se teme lo peor: ¿será que el emperador va a morir ahí mismo y van a quedarse sin líder? Pero pronto se confirma que Filipo sigue con vida. La flecha, aunque le ha alcanzado el rostro, no lo ha atravesado completamente. Al parecer, su casco pudo haber desviado parte del impacto. Aun así, la herida es seria y requiere atención inmediata. Sin perder tiempo, el monarca es llevado al campamento, donde el médico Critóbulo de Cos —discípulo de la escuela hipocrática— se encarga de su tratamiento. Con habilidad, retira cuidadosamente la punta de la flecha y los restos dañados del ojo derecho. Posteriormente, cose la cuenca ocular, ocultando la lesión tras una sutura definitiva. Ha sido una operación exitosa si tenemos en cuenta las limitaciones de ese tiempo, pero no se va a evitar que el rey quede tuerto y desfigurado para siempre.
El cirujano intentó salvar la apariencia del rey y minimizar la deformidad
Ésta fue la primera gran herida que Filipo sufrió en combate. Algunos relatos antiguos afirman que el cirujano intentó salvar la apariencia del rey y minimizar la deformidad. Sin embargo, pese a sus esfuerzos, se dice que Filipo se enfurecía al oír mencionar el nombre del médico responsable de la operación, quizás por el recuerdo del dolor o por la pérdida irreversible.
Tras una férrea defensa por parte de los sitiados, Metone cayó, pero a ese alto costo personal para el emperador. El monarca ordenó la destrucción total de la ciudad, aunque permitió que los ciudadanos sobrevivientes se marcharan, eso sí, únicamente con lo que llevaban puesto. Tal vez este gesto fue un reconocimiento tácito a su tenacidad. O quizás fue una forma de marcar con solemnidad un precio muy personal: su ojo derecho. Pese a la grave herida, la trayectoria militar de Filipo no se vio truncada. Al contrario, su genio estratégico y su liderazgo siguieron creciendo. El rey continuó acumulando victorias y expandiendo el reino de Macedonia, allanando el camino para las campañas futuras de su hijo, Alejandro Magno.
Así, en esta campaña, Filipo pagó un alto precio por la victoria. Una herida que quedaría grabada no solo en su rostro, sino también en la historia. Como diría siglos después Diego de Almagro: aquella conquista, sin duda, “costó un ojo de la cara”.
Un niño de dos cabezas funcionales

En 1783, nació un niño con dos cabezas. La segunda cabeza estaba al revés, con el cuello apuntando directamente hacia arriba. Sorprendentemente, la segunda cabeza era completamente funcional. El niño afirmaba que podía oír al otro cerebro decirle cosas.
Esto ocurrió en una pequeña aldea de la India. La partera que asistía el parto se horrorizó tanto al ver al niño que intentó arrojarlo al fuego. El bebé fue rescatado, y los padres, tras superar el impacto inicial, comenzaron a verlo como una oportunidad para ganar dinero. Con el tiempo, su fama creció gracias a sus presentaciones en espectáculos, y varios nobles, funcionarios y autoridades lo invitaron junto a sus padres a sus hogares para exhibiciones privadas. El término «dos cabezas» puede ser algo engañoso, ya que no se trataba de dos cabezas una al lado de la otra, sino de una cabeza encima de la otra. En comparación con un niño promedio, ambas cabezas tenían un tamaño y desarrollo adecuados.
La segunda cabeza se posaba invertida sobre la principal y terminaba en un muñón similar a un cuello. En ocasiones, parecía funcionar de forma independiente de la cabeza principal. Cuando el niño lloraba o sonreía, las expresiones de la segunda cabeza no siempre coincidían. Cuando el niño tenía 4 años, su madre lo dejó solo mientras iba a buscar agua y, al regresar, lo encontró muerto a causa de la mordedura de una cobra.

La cara destrozada de un soldado alemán de la Primera Guerra Mundial. Imagínate el trauma y la incapacidad permanente de una persona que sobrevivió, sí, pero en esas condiciones horribles.