Buenos días. No pretendo sonar populista, así que hablaré únicamente desde mi experiencia personal. Llevo seis años viviendo en Santander, aunque soy de aquí de toda la vida. Desde que regresé, mi salud se ha resentido mucho, ya que sufro una fuerte alergia a los efectos de los plumeros —esas plantas invasoras que ya estaban presentes cuando volví, sobre todo por la zona de Maliaño, cerca del aeropuerto—.
Con el tiempo, su presencia se ha extendido por toda la ciudad: primero llegaron al Sardinero, después avanzaron hacia San Román de la Llanilla, por la zona donde estaba el Bar Poli, y finalmente terminaron creciendo justo enfrente de mi casa, también en San Román de la Llanilla. Como aquí sopla el viento casi todo el año, lo que favorece su dispersión, los plumeros se han multiplicado sin control.
Desde mi regreso, hace seis años, no he dejado de ver cómo esta planta invasora se adueña del paisaje. He leído que se han destinado ciertas cantidades de dinero —creo recordar que empezaron con 18.000 o 28.000 euros— para erradicarlas, pero da la impresión de que nadie se toma el problema en serio.
Mientras tanto, yo sigo dependiendo de medicamentos, inhaladores, y tratamientos para aliviar los síntomas. He pasado por consultas médicas, urgencias y colas interminables en los centros de salud, sin obtener un alivio real. Y lo peor es que, al final, mi situación representa también un gasto innecesario para la Seguridad Social, porque cuando la causa de una alergia sigue presente en el entorno, ningún tratamiento puede ser verdaderamente efectivo.
Si las autoridades dejaran de actuar según sus propios intereses y se centraran en resolver los problemas reales que afectan a los ciudadanos, quizás podríamos ver avances concretos. Pero, mientras prefieran invertir en proyectos que solo les aportan notoriedad, personas como yo seguiremos padeciendo las consecuencias día tras día.


























