A lo largo de la prehistoria, los humanos y sus antecesores enfrentaron constantes amenazas por parte de numerosos depredadores que acechaban en su entorno. Algunos de estos cazadores se destacaron por su capacidad para acechar y atacar a los homínidos, ya sea por su fuerza, tamaño, estrategias de caza o habilidad para adaptarse al hábitat compartido. Pero, ¿qué depredadores prehistóricos de humanos fueron los más sanguinarios?
El canibalismo pudo haber sido una práctica de supervivencia entre los humanos prehistóricos. Por ejemplo, algunos expertos sugieren que la extinción de los neandertales pudo estar relacionada con el canibalismo entre ellos. También se atribuyen hábitos caníbales al Homo Antecessor, aunque más por necesidad que por ritual. Incluso en la actualidad, ciertos primates cazan y devoran a otros. Esto indica que, a lo largo de la historia del género Homo, es plausible que muchas especies se hayan cazado entre sí para sobrevivir.
Las rutas prehistóricas por Cantabria y Burgos nos sumergen en un viaje a los orígenes de la humanidad, recorriendo yacimientos clave que documentan la presencia y evolución de nuestros antepasados en la península ibérica. Ambas regiones albergan sitios arqueológicos que ofrecen una ventana única a la vida, la cultura y los desafíos de los primeros grupos humanos durante el Paleolítico. Inclusive a las escenas trágicas de caza, cuando el humano era la presa, hasta por parte de otros grupos humanos que mataron y se comieron a sus congéneres. Un tema poco conocido que ahora te ofrecemos en primicia y con un vehículo adaptado para 8 pasajeros en Cantabria.
Las cuevas que se pueden visitar en Cantabria
1-2. Cuevas de Covalanas y Cullalvera (Ramales de la Victoria).
3. Cueva de Sopeña -Salitre II –recreación- (Miera) .
4. Cueva de El Pendo (Camargo).
5. Museo de Prehistoria y Arqueología de Cantabria -MUPAC- en Santander.
6-7. Cuevas de Monte Castillo –El Castillo y Las Monedas– (Puente Viesgo).
8. Cueva de Hornos de la Peña (San Felices de Buelna).
9. Museo Nacional de Altamira (Santillana del Mar).
10. Cueva de Chufín (Rionansa).
11. Cueva de Cambarco (Cabezón de Liébana).
12. Arte megalítico de Combranda (Vega de Liébana).
13. Ídolos rupestres del Nansa.
14. San Juan de Socueva (Arredondo).
Coche de alquiler para ir a Atapuerca
Si hay algo que ha llevado el nombre de Burgos más allá de nuestras fronteras, son los Yacimientos de Atapuerca. Estas trincheras, descubiertas casi por casualidad a finales del siglo XIX, revelaron un tesoro arqueológico que puso a Burgos en el mapa mundial de la evolución humana. Hoy te explicamos cómo organizar tu visita a Atapuerca, un recorrido que combina arqueología, ciencia e historia en tres paradas imprescindibles: el Museo de la Evolución Humana, los propios yacimientos, y el Centro de Arqueología Experimental. Si necesitas un coche de alquiler para ir a Atapuerca, incluso con un guía especializado, en Pasaje Quin Pe te lo consiguen.
Contar con un sitio arqueológico de esta magnitud tan cerca es un privilegio. Atapuerca es un destino imprescindible tanto para burgaleses como para turistas. Planifica tu visita y descubre este tesoro de la evolución humana, orgullo de nuestra tierra. En Pasaje Quin Pe te acercan hasta los 3 lugares del yacimiento. Y podrás ir en coche de alquiler con chófer a Atapuerca, en un transporte adaptado para 8 personas.
Cómo ir en coche a Atapuerca
Hay tres paradas esenciales para conocer Atapuerca. Todas son importantes. La provincia de Burgos cuenta con tres bienes declarados Patrimonio Mundial por la Unesco: la Catedral y el casco histórico, el Camino de Santiago (en su paso por la provincia) y, por supuesto, los Yacimientos de Atapuerca. Este último reconocimiento fue otorgado en 1997, destacando la importancia de estas excavaciones para entender la evolución del ser humano.
1. Museo de la Evolución Humana (MEH). El MEH, situado en el centro de Burgos, es un referente de la ciudad y uno de sus mejores museos. Con cuatro plantas dedicadas a la evolución humana, esta visita nos sumerge en un recorrido por los principales hallazgos científicos, destacando los descubrimientos realizados en Atapuerca.
Entre los fósiles más importantes encontramos el cráneo de Homo Heidelbergensis mejor conservado del mundo (Miguelón) y restos de Homo Antecessor, una especie descubierta en estos yacimientos. Uno de los momentos más impactantes es contemplar las diez reproducciones a escala de diversas especies humanas, tan detalladas que parecen cobrar vida. Puedes planificar tu visita y adquirir entradas en la web oficial del MEH o por medio de Pasaje Quin Pe.
2. Yacimientos de Atapuerca. La joya de la visita es, sin duda, conocer los propios yacimientos. Tras la visita al MEH, estarás preparado para comprender la importancia de este lugar, guiado por expertos que te llevarán por la famosa Trinchera del Ferrocarril. Esta brecha de roca caliza, abierta a principios del siglo XX, condujo al descubrimiento de áreas clave como la Sima del Elefante, la Gran Dolina y la Galería.
Cómo llegar a Atapuerca
Alquiler de furgoneta para ir a Atapuerca
Los yacimientos están a menos de 20 minutos del Hotel Ciudad de Burgos y a unos 30 minutos del centro de la ciudad. Puedes llegar en coche o utilizando el autobús lanzadera que parte del MEH en horarios específicos. Recuerda reservar con antelación llamando al 947421000 o escribiendo a reservas@museoevolucionhumana.com.
3. Centro de Arqueología Experimental (CAREX). La experiencia en Atapuerca no estaría completa sin visitar el CAREX, situado en las afueras del pueblo de Atapuerca. Este centro permite adentrarse en la vida cotidiana de nuestros antepasados. Es perfecto para visitar con niños, ya que ofrece actividades interactivas como demostraciones de caza y técnicas de encendido de fuego. Además, junto a Ibeas de Juarros, se encuentra el CAYAC (Centro de Acceso a los Yacimientos de Atapuerca), donde podrás ampliar información sobre la visita y disfrutar de exposiciones sobre la historia de la Tierra y la Sierra de la Demanda.
Los antepasados de los devoradores de hombres actuales
Los felinos de dientes de sable, como el Smilodon y el Homotherium, fueron algunos de los depredadores más temibles. Con colmillos enormes y garras afiladas, estos felinos podían abatir presas de gran tamaño. En particular, el Homotherium, conocido como el «gato cimitarra», cazaba en grupos y representaba una amenaza importante para los homínidos debido a su comportamiento cooperativo y habilidades depredadoras. En España tuvimos nuestras propias especies euroasiáticas de grandes felinos de dientes de sable y de mandíbula tipo pantera, como son actuales felinos depredadores.
Las hienas gigantes (Pachycrocuta brevirostris) también fueron depredadores mortales. Estas hienas, que podían pesar hasta 120 kilogramos, tenían una mordida lo suficientemente potente como para triturar huesos. Aunque eran carroñeras por naturaleza, no dudaban en atacar a individuos solitarios, especialmente niños o grupos vulnerables.
En el aire, las águilas gigantes como el águila de Haast (Harpagornis moorei) se convertían en depredadores letales. Estas aves, con su agudeza visual y garras poderosas, podían atacar a pequeños homínidos y llevarlos a su nido, un comportamiento similar al documentado en algunas especies modernas de rapaces.
Los cocodrilos prehistóricos representan todavía hoy una amenaza constante
En ríos y lagos, los cocodrilos prehistóricos representan todavía hoy una amenaza constante. Especies como el Deinosuchus, que alcanzaba más de 10 metros de largo, emboscaban a sus presas en cuerpos de agua. El Crocodylus Thorbjarnarsoni, otra especie extinta, habitaba en África y probablemente cazaba homínidos que se acercaban a beber agua o cruzar ríos. Entre los depredadores terrestres, los leopardos y leones prehistóricos destacaron como enemigos naturales de los homínidos. En sitios como Swartkrans, en Sudáfrica, se han encontrado restos de homínidos con marcas de mordida atribuibles a leopardos. Los leones cavernarios (Panthera Spelaea), que habitaban Europa y Asia, eran más grandes que los leones modernos y cazaban en grupos, lo que los hacía aún más peligrosos para los humanos primitivos.
Coches de alquiler con conductor para visitar cuevas prehistóricas en Cantabria
Cantabria es una de las cunas del arte rupestre. La región montañesa destaca por sus impresionantes cuevas decoradas, reconocidas como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, que atestiguan el desarrollo cultural y simbólico de los humanos prehistóricos.
Cueva de Altamira. Conocida como la «Capilla Sixtina del Arte Cuaternario», Altamira es famosa por sus pinturas de bisontes, ciervos y manos humanas. Estas manifestaciones artísticas, que datan de hace más de 36.000 años, reflejan una conexión espiritual con la naturaleza y una sociedad altamente simbólica. Aquí podremos ver el Museo de Altamira, que es una referencia a nivel mundial.
Cueva de El Castillo. Situada en el Monte Castillo, esta cueva contiene algunas de las representaciones rupestres más antiguas del mundo, como discos rojos y siluetas de manos, creadas hace al menos 40.000 años por los primeros humanos modernos. Su conservación permite estudiar las primeras expresiones culturales de Europa.
Descubre todas las rutas prehistóricas en Cantabria. Los senderos que conectan Altamira, Monte Castillo y otros sitios permiten a los visitantes comprender cómo los grupos humanos aprovecharon el entorno natural para subsistir, refugiarse y desarrollar su cultura.
Osos y lobos prehistóricos acosaron a nuestros antepasados
Los osos gigantes, como el oso de las cavernas (Ursus Spelaeus) y el oso de cara corta (Arctotherium), también representaban un peligro significativo. Estos osos, que superaban los 3 metros de altura en posición bípeda, competían con los homínidos por refugios y recursos, atacándolos si se sentían amenazados. Por otro lado, los lobos gigantes (Canis Dirus), aunque principalmente cazadores de grandes herbívoros, podían representar un riesgo para los humanos, especialmente si atacaban en manadas organizadas. Estas estrategias de caza en grupo hacían que fueran depredadores efectivos y peligrosos.
Incluso en el océano, el Megalodón, un tiburón gigante de más de 15 metros, era una amenaza para los humanos primitivos si se aventuraban en el agua. Aunque los encuentros probablemente fueron raros, dado que el ser humano no solía aventurarse en el océano por aquellos años, cualquier interacción habría sido letal.
Aunque no era un depredador, el Gigantopithecus fue un simio gigante de más de 3 metros que pudo haber sido una amenaza para los homínidos en enfrentamientos por territorio o recursos.
En este entorno natural difícil, lleno de peligros, los homínidos desarrollaron estrategias de supervivencia, como la fabricación de herramientas, la formación de grupos y el uso de refugios. Estas habilidades, junto con su inteligencia y capacidad de adaptación, fueron claves para enfrentar y eventualmente superar a los depredadores más sanguinarios de su época.
En la foto vemos las pinturas de Lascaux, en Francia, en las que se representaban no solamente presas, sino también a los depredadores que mataban a esos mismos antepasados.
Canibalismo prehistórico: el hombre es un lobo para el hombre
Canibalismo prehistórico fue, probablemente, uno de los mayores problemas de seguridad que padecían nuestros antepasados. Al igual que los modernos chimpancés, a los que tanto nos parecemos, las batallas por el territorio y las cuevas y hábitats terminaron siendo un extra alimenticio para los vencedores. Y hace poco se ha descubierto que los homínidos de hace 1.45 millones de años se devoraban entre sí: la evidencia más antigua de canibalismo prehistórico.
Los homínidos de hace 1.45 millones de años no sólo eran víctimas de depredadores mayores, como grandes carnívoros, sino que también se devoraban entre ellos, según revela un reciente estudio. Este hallazgo sugiere que el canibalismo tiene un origen prehistórico, arrojando nueva luz sobre el comportamiento de nuestros antepasados. El descubrimiento se produjo mientras la paleoantropóloga Briana Pobiner examinaba un conjunto de huesos de homínidos para obtener más información sobre su dieta. Durante su análisis detallado, Pobiner identificó cortes en los huesos que, a diferencia de los que suelen ser producto de ataques de depredadores, evidenciaban que la carne había sido retirada con herramientas afiladas, probablemente para ser consumida.
Los restos habían sido manipulados por una mano humana utilizando cuchillos
Pobiner, con experiencia en el estudio de huesos animales fosilizados de la misma época y región, reconoció de inmediato las marcas de «carnicería». Según la especialista, la precisión de los cortes no dejaba lugar a dudas: los restos habían sido manipulados por una mano humana utilizando cuchillos para extraer carne de los huesos.
Para validar sus hallazgos, Pobiner comparó las marcas en los huesos humanos con las de animales utilizados como alimento en esa época. También realizó una reproducción en yeso del fósil y la envió a otros expertos sin revelar su origen. Michael Pante, de la Universidad Estatal de Colorado, y Trevor Keevil llegaron a la misma conclusión: los cortes habían sido realizados por herramientas humanas. Este proceso intencional indicaba que la carne fue removida con un propósito alimenticio.
Burgos es desde hace tiempo el corazón del estudio de la evolución humana. Burgos es un epicentro para el estudio de la prehistoria gracias a la Sierra de Atapuerca, donde se encuentran algunos de los yacimientos arqueológicos más importantes del mundo.
Sierra de Atapuerca. Declarada Patrimonio de la Humanidad, esta zona alberga yacimientos como:
Gran Dolina, donde se hallaron restos del Homo antecessor, una especie clave en la evolución humana y la primera en practicar el canibalismo cultural.
Sima del Elefante, que conserva las evidencias más antiguas de presencia humana en Europa occidental, con herramientas de piedra de hace 1,4 millones de años.
Sima de los Huesos, un sitio único con más de 6.500 restos óseos de Homo heidelbergensis, incluidos los primeros indicios de violencia interpersonal y ritualidad.
Museo de la Evolución Humana (MEH). Situado en la ciudad de Burgos, el museo complementa la visita a Atapuerca al exponer restos fósiles y reconstrucciones que contextualizan las investigaciones arqueológicas.
Senderos prehistóricos en Burgos. Desde el yacimiento de Atapuerca parten rutas señalizadas que llevan a los visitantes por paisajes similares a los que conocieron los primeros europeos, destacando su adaptación al entorno y sus interacciones con otros homínidos.
El origen del canibalismo prehistórico
Aunque el canibalismo en sociedades antiguas no es una novedad, este descubrimiento plantea la posibilidad de que estas prácticas surgieran mucho antes de lo que se pensaba, motivadas más por necesidad que por significados culturales complejos. Según Pobiner, este tipo de canibalismo respondía a una urgencia básica: “La gente tiene hambre y come personas muertas para alimentarse”. Igual que sucedió en el accidente de los Andes que se relata en la historia de Viven, pero con la diferencia de que en el caso de la Prehistoria había asesinatos verdaderos antes de ponerse a comer carne de humano.
Si bien en este caso está claro que un homínido manipuló los restos de otro, el equipo de investigación no ha podido determinar si ambos pertenecían a la misma especie. Los análisis sugieren que los restos podrían corresponder a un Paranthropus Boisei o a un Homo Erectus. Palmira Saladié Ballesté, arqueóloga del Instituto Catalán de Paleoecología y Evolución Social, comentó: “En cualquier caso, implicaría el despojo de carne de un homínido tecnológicamente avanzado por parte de otro homínido también tecnológicamente avanzado”. Desde esta perspectiva, añadió, el hallazgo puede considerarse un caso temprano de canibalismo.
Un estudio vincula el canibalismo en Atapuerca con la defensa y ampliación del territorio de los clanes
El Homo Antecessor se merendaba a miembros de otros grupos de homínidos de manera recurrente, aplicando los mismos procesos de carnicería que practicaban con los animales.
Desde hace tiempo se sabe que el Homo antecessor, una especie homínida que habitó la región de Atapuerca (Burgos) hace aproximadamente 800.000 años, practicaba el canibalismo. Sin embargo, las razones que llevaron a esta conducta no han quedado del todo claras. Un estudio reciente publicado en Journal of Human Evolution plantea que el infanticidio y el canibalismo pudieron haber sido estrategias para la defensa y expansión de territorios ricos en recursos. Según la investigación, las víctimas eran principalmente individuos inmaduros que eran tratados de la misma manera que los animales durante los procesos de carnicería.
El Museo de la Evolución Humana de Burgos (MEH)
El Museo de la Evolución Humana (MEH) se encuentra en la ciudad de Burgos, en el norte de España, y es uno de los museos más importantes del país en cuanto al estudio y divulgación de la evolución de la humanidad. Abierto en 2010, el museo está dedicado a explicar la historia de los homínidos, su evolución y el contexto en el que surgió la especie humana. Es una excelente opción para quienes visitan la región y desean conocer más sobre nuestros orígenes.
El museo está estrechamente vinculado con los yacimientos de Atapuerca, uno de los sitios prehistóricos más importantes del mundo. Atapuerca ha proporcionado algunas de las evidencias más antiguas sobre la evolución humana, como los restos de Homo antecessor y otras especies de homínidos. El museo alberga una amplia colección de fósiles y réplicas encontradas en estos yacimientos, permitiendo a los visitantes conocer el contexto de estos hallazgos.
El equipo de investigadores comparó el canibalismo de chimpancés, humanos modernos y homínidos
El equipo de investigadores comparó el canibalismo practicado por chimpancés, humanos modernos y evidencias arqueológicas con los restos encontrados en el nivel TD6 de la Gran Dolina, en la Sierra de Atapuerca. Este análisis permitió explorar posibles causas detrás de este comportamiento en el Pleistoceno inferior, hace unos 800.000 años.
El estudio, liderado por Palmira Saladié, investigadora del Institut Català de Paleoecología Humana i Evolució Social (IPHES), reveló que las marcas de corte y fracturas encontradas en los huesos de Homo antecessor son similares a las de otros animales consumidos para extraer tuétano. Esto indica que no hubo distinción en el tratamiento entre humanos y animales. Las carcasas humanas y animales, tras ser consumidas, se descartaban en el mismo lugar, lo que sugiere un patrón cultural recurrente.
En palabras de Saladié, «los homínidos que utilizaron la Gran Dolina como campamento cazaban y consumían individuos de otros grupos de manera recurrente, incorporando esta conducta en su sistema cultural». Este comportamiento funcional, ya señalado en investigaciones previas como la publicada en Current Anthropology en 2010, refuerza la hipótesis de que el canibalismo en TD6 tenía fines nutricionales más que simbólicos.
Los homínidos consumidos eran en su mayoría individuos inmaduros
El análisis reveló que los homínidos consumidos eran en su mayoría individuos inmaduros, como niños y adolescentes. Según los investigadores, esta elección podría estar relacionada con el menor riesgo que representaban estos individuos para los agresores durante los ataques. Estos eventos probablemente ocurrieron en el contexto de enfrentamientos entre grupos rivales, posiblemente motivados por la defensa o expansión de territorios ricos en recursos.
La distribución de edades de las víctimas en TD6 no coincide con la observada en casos de exocanibalismo documentados en grupos humanos o homínidos, pero sí se asemeja a los patrones de agresión intergrupal observados en chimpancés. Basándose en esta analogía, los investigadores proponen que los Homo Antecessor llevaban a cabo ataques de bajo riesgo contra otros grupos para proteger sus recursos y ampliar sus territorios.
Canibalismo en el contexto cultural del Pleistoceno
A diferencia del canibalismo practicado por sociedades humanas históricas o etnográficas, que a menudo estaba cargado de simbolismo religioso, social o político, el comportamiento observado en TD6 parece responder a circunstancias ecológicas o funcionales. Según Saladié, las sociedades cazadoras-recolectoras del Pleistoceno no poseían mitos complejos que explicaran el canibalismo en términos simbólicos. En cambio, este comportamiento puede haber sido impulsado por la necesidad de supervivencia o la competencia por recursos, aunque las razones exactas no son fácilmente visibles en el registro arqueológico.
El canibalismo practicado por Homo Antecessor en la Gran Dolina aporta datos sobre sus hábitos alimenticios, pero también abre una ventana para entender cómo los desafíos ecológicos y sociales moldearon la conducta de nuestros antepasados más remotos, siempre en la lucha por la supervivencia. Y el yacimiento más espectacular de este periodo a nivel mundial arroja sorpresas tan impresionantes como lo que viene a continuación.
El primer asesinato conocido de la Historia se descubrió en Burgos
El yacimiento de Atapuerca ha revelado algunos de los aspectos más impactantes y oscuros de nuestros ancestros, incluyendo el que podría considerarse el primer asesinato documentado de la historia y la práctica sistemática del canibalismo. Estos hallazgos muestran que, desde hace más de un millón de años, los homínidos no solo luchaban por sobrevivir en un entorno hostil, sino que también empezaban a desarrollar interacciones sociales y comportamientos violentos.
En cuanto al canibalismo, queda demostrado por las investigaciones realizadas en Gran Dolina y Sima del Elefante. Aquí se ha demostrado que el Homo Antecessor, que habitaba la región hace entre 900.000 y 1,3 millones de años, practicaba el canibalismo de forma habitual en Atapuerca. Los restos hallados presentan marcas de corte compatibles con técnicas de carnicería, indicativas de que los huesos humanos eran procesados como si fueran piezas de caza. Además, se han encontrado fracturas en los huesos que muestran la extracción intencional del tuétano, una valiosa fuente de nutrientes. Este comportamiento no era casual ni esporádico, sino una práctica sistemática que respondía a la necesidad de obtener recursos alimenticios en momentos de escasez.
Otro de los hallazgos más significativos en Atapuerca es el llamado Cráneo 17, encontrado en la Sima de los Huesos y datado en unos 430.000 años. Este cráneo presenta dos perforaciones en la zona frontal que fueron causadas por un objeto contundente, evidencia de un homicidio intencionado. La víctima, un joven, murió a consecuencia de dos golpes distintos, lo que descarta un accidente y confirma la premeditación en el ataque. Este caso se considera el primer asesinato documentado en la historia de la humanidad.
Deshacerse de los cuerpos, incluyendo los de víctimas de crímenes en Atapuerca
La Sima de los Huesos, donde se encontraron los restos de esta víctima junto con los de otros 27 individuos, plantea también interesantes interrogantes sobre los primeros ritos funerarios. La acumulación intencionada de cadáveres podría indicar el uso de este lugar como el primer cementerio conocido. Sin embargo, algunos investigadores sugieren que también podría haber sido un espacio para deshacerse de los cuerpos, incluyendo los de víctimas de crímenes.
Estos hallazgos revelan una complejidad social inesperada en nuestros antepasados. Por un lado, la violencia aparece como una herramienta consciente para resolver conflictos o competir por recursos. Por otro, prácticas como el canibalismo y el posible entierro ritual reflejan estrategias de supervivencia y organización grupal en un contexto de gran dureza. En definitiva, los yacimientos de Atapuerca nos enfrentan con los orígenes de la violencia y la interacción social en la historia de la humanidad, mostrando que comportamientos que hoy consideramos atroces formaron parte esencial de nuestra evolución.
Los neandertales caníbales del norte de Europa
En el yacimiento de la Tercera Caverna de Goyet, en Bélgica, se han identificado restos óseos que revelan prácticas de canibalismo entre los neandertales. Este hallazgo, que corresponde a un mínimo de cinco individuos, constituye la mayor colección de restos neandertales localizada tan al norte de Europa. Los huesos pertenecen a cuatro adolescentes o adultos y a un niño, y presentan marcas claras de haber sido procesados para su consumo. Según el estudio liderado por la doctora Hélène Rougier, publicado en Scientific Reports, este descubrimiento amplía nuestra comprensión sobre las prácticas culturales y alimenticias de los neandertales en esta región.
Se sabe que los neandertales enterraban a algunos de sus muertos, como lo evidencian yacimientos en lugares como La Chapelle-aux-Saints en Francia o la Sima de las Palomas en España. Sin embargo, en otros contextos, como Goyet, los restos de sus congéneres fueron tratados como alimento. Este doble comportamiento también se ha documentado en Francia (Moula-Guercy, Les Pradelles) y España (Zafarraya, El Sidrón). En el caso de Goyet, aproximadamente un tercio del material analizado muestra cortes y fracturas típicas del descarnado y la extracción de tuétano, lo que sugiere un tratamiento similar al dado a los huesos de caballos y renos encontrados en el mismo lugar.
El canibalismo en la Historia humana
Aunque el canibalismo es conocido desde tiempos muy antiguos, no es exclusivo de los neandertales. La evidencia más antigua de esta práctica se encuentra en Atapuerca (España) y está asociada al Homo antecessor, hace aproximadamente 800.000 años. En el caso de los neandertales de Goyet, las marcas en los huesos datan de entre 40.500 y 45.500 años. Este hallazgo plantea preguntas sobre en qué momento abandonaron los neandertales estas prácticas, o si lo hicieron alguna vez, considerando que incluso los humanos modernos han adoptado y abandonado el canibalismo en diferentes épocas y circunstancias.
Además de utilizar los huesos como fuente de alimento, los neandertales también los empleaban como herramientas. En Goyet, se encontró un fémur con signos de haber sido utilizado para tallar piedra y otro con marcas relacionadas con actividades de carnicería. Este uso práctico de los restos humanos también se ha documentado en otros yacimientos como Krapina (Croacia), Les Pradelles (Francia) y La Quina (Francia).
Los neandertales practicaban tanto el canibalismo como el enterramiento, dependiendo de las circunstancias
El excelente estado de conservación de los restos de Goyet permitió extraer ADN mitocondrial, lo que ha revelado que estos neandertales eran genéticamente similares a otros grupos de Feldhofer (Alemania), Vindija (Croacia) y El Sidrón (España). Este dato refuerza la hipótesis de que la población neandertal en Europa era pequeña y estaba estrechamente conectada. Y es que el hallazgo en Goyet muestra que, al igual que en el sur de Europa, los neandertales practicaban tanto el canibalismo como el enterramiento, dependiendo de las circunstancias. Estas prácticas complejas y multifacéticas reflejan la capacidad de adaptación de esta especie ante las diversas condiciones de su entorno.
Águilas prehistóricas depredaron niños homínidos
Esto que viene ahora nos lleva a las historias al estilo Simbad el marino. No son raros los videos que aparecen en las redes sociales en los que podemos ver ejemplares de águilas que intentan cazar niños, en la actualidad, con lo que podemos pensar que esto no es nada nuevo en la Historia de la Humanidad. En la prehistoria, gigantescas águilas probablemente cazaban y devoraban humanos, especialmente niños, de manera similar a como ciertas águilas actuales atacan monos. Un ejemplo notable es el cráneo del niño de Taung, que presenta evidencias de haber sido presa de una especie de águila.
El Niño de Taung es el nombre popular del fósil de un cráneo infantil de Australopithecus africanus con una antigüedad estimada de 2,5 millones de años. Este hallazgo marcó un hito en la paleontología humana al aportar evidencia crucial sobre nuestros antecesores bípedos.
Asimismo, las leyendas maoríes todavía hoy describen al águila de Haast, un ave gigante de Nueva Zelanda que medía hasta 3 metros de envergadura y pesaba 18 kg, como capaz de cazar humanos. Este formidable depredador se extinguió hace apenas 1.400 años.
Un desarrollo más cercano al de los chimpancés que al de los humanos actuales
El fósil fue descubierto en 1924 en Taung, Sudáfrica, por Josephine Salmons, una estudiante de antropología de la Universidad de Witwatersrand, quien lo presentó a su profesor, Raymond Dart. Dart rápidamente reconoció su importancia científica y publicó el hallazgo en la revista Nature el 7 de febrero de 1925. Este evento es considerado el punto de partida de la paleontología humana moderna. El espécimen incluye una cara, mandíbula y dientes, además de un molde interno de la caja craneal (endocráneo), características excepcionalmente bien preservadas. Su capacidad craneal era de 340 c.c., indicativa de un cerebro pequeño en comparación con el de los humanos modernos.
El análisis de los dientes sugiere que el individuo murió con una edad de alrededor de los tres años, posiblemente teniendo un desarrollo más cercano al de los chimpancés que al de los humanos actuales. El fósil muestra evidencia de postura erguida, ya que el cráneo estaba alineado con la columna vertebral, un rasgo característico del bipedalismo. Este detalle fue clave para que Dart identificara al espécimen como un antecesor humano en lugar de un primate no bípedo. El Australopithecus africanus vivía en un ambiente de sabana y medía aproximadamente 105 cm, con un peso estimado entre 9 y 11 kg. Su crecimiento era rápido, similar al de los chimpancés, pero diferente al de los humanos modernos.
Causa de muerte del Niño de Taung
En 2006 se concluyó que el Niño de Taung probablemente murió tras el ataque de un águila o de un ave depredadora grande. Las lesiones en el cráneo, particularmente en las órbitas oculares, coinciden con las marcas típicas de ataques de aves de rapiña modernas a primates. Este hallazgo ofreció una nueva perspectiva sobre los peligros que enfrentaban nuestros ancestros en su entorno natural. El Niño de Taung amplió nuestra comprensión de la evolución humana y también destacó la interacción entre nuestros antecesores y los depredadores de su tiempo.
Lagartos gigantes atacarían a nuestros antepasados
En Australia habitó un lagarto colosal llamado Varanus priscus, que alcanzaba los 7 metros de largo y pesaba hasta 600 kg. Este reptil coexistió con los primeros aborígenes australianos, quienes narran historias sobre gigantescos lagartos cazadores de humanos. También convivieron con un tipo de cocodrilo terrestre.
En la isla de Flores, un pariente gigante del actual dragón de Komodo compartió su hábitat con los pequeños Homo floresiensis, quienes probablemente enfrentaron el peligro constante de ser cazados por este depredador.
Superdepredadores terrestres como grandes felinos, osos y hienas
En la prehistoria, los superdepredadores terrestres como los grandes felinos, osos gigantes y hienas desempeñaron un papel crucial en los ecosistemas, ubicándose en la cima de la cadena alimenticia. Estas criaturas representaban una amenaza directa para los humanos primitivos y otros homínidos y también competían con ellos por recursos clave como presas y refugios.
El león marsupial australiano
El león marsupial de Australia, aunque pequeño en comparación con los leones actuales, era un temible cazador. Este animal, de aproximadamente 75 cm de altura y 1,5 metros de largo, sin duda representaba una amenaza real para los primeros aborígenes australianos, quienes describen en sus leyendas criaturas que se asemejan muchísimo a este marsupial. Su extinción ocurrió hace unos 20.000 años y coincidió con la desaparición de algunas de sus presas, como canguros gigantes, seguramente por la caza y competencia intensiva de esos mismos aborígenes, que al final se convirtieron en los mayores depredadores del mundo prehistórico.
Se sabe que hienas gigantes prehistóricas atacaron a los humanos
La Pachycrocuta brevirostris fue una hiena prehistórica mucho más grande que las actuales, con un peso de hasta 200 kg y un tamaño comparable al de una leona. Restos fósiles de Homo erectus hallados junto a huesos de esta especie muestran señales claras de haber sido devorados, evidenciando que estas hienas cazaban humanos, puesto que de otra manera no se comprende esta mezcolanza de especies depredadoras.
Osos de las cavernas de Cantabria convivieron con nuestros antepasados
El oso de las cavernas, de hasta 600 kg de peso y 3 metros de altura al ponerse de pie, fue un gigante de su época. Aunque no era un cazador especializado de humanos, convivió con varias especies de Homo, como los neandertales y el hombre de Cromagnon. Este último a menudo ocupaba cavernas similares a las de estos osos, lo que seguramente generó encuentros peligrosos entre ambas especies.
En cuevas como la del Juyo, en Cantabria, podemos ver cuevas que fueron habitadas por humanos actuales y también por osos pardos y cavernarios, siendo estas especies reverenciadas por nuestros antepasados, que parecían señalar de forma especial los rastros que dejaron estos depredadores por esas oquedades.
¿Quién se comió a quién? Cuando el hombre prehistórico fue la presa
Las disciplinas de tafonomía y zooarqueología han revolucionado la comprensión de los yacimientos arqueológicos, proporcionando herramientas clave para analizar la interacción entre humanos y animales en la prehistoria. Mientras la tafonomía estudia los procesos que afectan a los huesos desde la muerte del animal hasta su descubrimiento (como marcas de corte, mordeduras, fracturas por presión o efectos ambientales), la zooarqueología investiga la relación entre humanos y animales, tanto desde el punto de vista del consumo como de la interacción.
A través de estas disciplinas, no sólo hemos identificado prácticas caníbales en sitios como Atapuerca o Zafarraya, sino que también hemos documentado especies consumidas en la prehistoria (aves, tortugas o mamíferos marinos) e incluso rastreado el posible uso simbólico de partes anatómicas de animales por parte de los neandertales.
¿Cazadores o cazados? Un niño devorado por un leopardo prehistórico en Sudáfrica
Un aspecto fascinante de esta investigación es el análisis de los encuentros en los que los humanos prehistóricos no fueron los cazadores, sino las presas. El yacimiento de Sterkfontein en Sudáfrica es un ejemplo destacado. En este lugar, los restos óseos de numerosos homínidos han sido interpretados como el resultado de acumulaciones provocadas por carnívoros. Uno de los casos más impactantes es el cráneo infantil SK-54, que presenta las marcas de colmillos de un leopardo extinto (Panthera pardus begoueni). Este hallazgo revela de forma cruda los peligros a los que se enfrentaban los homínidos del Pleistoceno inferior, convirtiéndose en víctimas de grandes depredadores.
Otro caso significativo se encuentra en el yacimiento de Dmanisi, en Georgia, que data de hace 1,8 millones de años. Aquí, el cráneo de un Homo erectus conserva las huellas de los colmillos de un tigre dientes de sable (Megantereon), mostrando un encuentro mortal que dejó una huella imborrable en el registro fósil.
Estos ejemplos ilustran cómo los humanos prehistóricos no solo cazaban animales, sino que compartían con ellos un rango de competencia e interacción en el ecosistema. Durante el Pleistoceno, los homínidos debieron enfrentar amenazas constantes de depredadores que veían en ellos una fuente de alimento. Esta relación bidireccional pone de manifiesto que la posición del hombre como cazador dominante fue un logro tardío, precedido por milenios de vulnerabilidad en un entorno hostil.
La pregunta planteada por C. K. Brian en 1981: ¿Cazadores o cazados? Una cuestión que sigue siendo central para entender la interacción entre los humanos prehistóricos y los grandes carnívoros. Estos encuentros no solo marcaron la evolución de nuestras capacidades de supervivencia, sino que dejaron registros imborrables que hoy nos permiten explorar las complejas dinámicas de los ecosistemas antiguos.
Un león de las cavernas hallado en 1966 en la Cueva de Arrikrutz, en Oñati
El Museo de la Evolución Humana de Burgos ha inaugurado una nueva exposición titulada «Leones en la Nieve», que gira en torno al fascinante león de las cavernas. La pieza central de la exposición es el esqueleto completo de un león de las cavernas, hallado en 1966 en la Cueva de Arrikrutz, en Oñati (Guipúzcoa). Este esqueleto, que perteneció probablemente a una hembra de aproximadamente 1,20 metros de altura y 250 kilos de peso, data de la época de la última glaciación. Este esqueleto es un ejemplar único y se exhibe por primera vez fuera del País Vasco, estando bajo la custodia del Centro de Colecciones Patrimoniales de Guipúzkoa-Gordailua. Un aspecto notable del montaje es que los huesos se han colocado de pie, sin utilizar pegamento ni alterar los fósiles, lo que ha sido considerado una «proeza técnica», según explicó Juan Luis Arsuaga, director científico del Museo.
Los homínidos como presa de carnívoros hace 500.000 años
Un equipo de investigación liderado por el Museo Nacional de Historia Natural de Francia ha encontrado pruebas de que los homínidos formaban parte de la dieta de los grandes carnívoros durante el Pleistoceno medio. Este descubrimiento se basa en el análisis de un fémur hallado en una cueva cerca de Casablanca, Marruecos. Según el estudio, las marcas de dientes en el hueso, atribuidas a depredadores como hienas, representan la primera evidencia directa de que los humanos primitivos no sólo eran cazadores, sino que de vez en cuando se convertían también en presas.
El hallazgo, publicado en la revista PLOS ONE, sugiere que los humanos de hace 500.000 años compartían su entorno con grandes carnívoros y competían con ellos por recursos y territorio. Hasta ahora, había poca evidencia que demostrara una interacción tan directa entre ambas especies durante esta época. Este descubrimiento, por tanto, amplía nuestro conocimiento sobre las relaciones entre humanos y depredadores en el norte de África durante el Pleistoceno medio.
Los depredadores, probablemente hienas, consumieron el cadáver
El fémur examinado, perteneciente a un homínido de hace medio millón de años, presenta fracturas y marcas de mordeduras en ambos extremos. Estas marcas, características de los dientes de carnívoros, se concentran en las zonas más blandas del hueso, que estaban completamente aplastadas. Además, la presencia de sedimentos cubriendo las marcas confirma su antigüedad. Y aunque las evidencias sugieren que los depredadores, probablemente hienas, consumieron el cadáver poco después de la muerte del individuo, no se puede determinar si fue víctima de caza directa o si su cuerpo fue aprovechado tras morir por otras causas. Este análisis ofrece una visión única de las interacciones entre humanos y carnívoros, destacando el papel de los homínidos como un recurso alimenticio más para los depredadores de la época.
El descubrimiento de este fémur contrasta con los hallazgos en yacimientos cercanos, donde los humanos eran los que cazaban y consumían a grandes carnívoros. Según Camille Daujeard, líder del estudio, aunque los enfrentamientos entre los humanos arcaicos y tales depredadores debieron ser frecuentes. Y ésta es una de las pocas pruebas que demuestran que los carnívoros se alimentaban de homínidos. Estos resultados revelan un equilibrio dinámico en las relaciones entre humanos y grandes depredadores, donde los roles de cazador y presa podían invertirse dependiendo de las circunstancias. Este hallazgo contribuye bastante al entendimiento de la compleja ecología del Pleistoceno medio en el norte de África y en el mundo.
Un grupo de homínidos devoró un león cavernario en Atapuerca
Los mismos yacimientos de la Sierra de Atapuerca fueron el escenario de la presentación de un libro que recoge las principales conclusiones de la primera reunión científica celebrada en Alcalá de Henares en enero de 2009. Este encuentro tenía como objetivo analizar las interacciones entre grandes carnívoros y homínidos en la Península Ibérica durante la prehistoria, cuando no siempre nuestros antepasados y/o parientes eran las víctimas de las cacerías.
Según Jordi Rosell, investigador del equipo de Atapuerca, el evento fue un éxito, ya que reunió a un grupo diverso de expertos provenientes de países como Portugal, Francia, Italia y España, quienes llevan años estudiando estas relaciones. Por primera vez, se discutió de manera conjunta temas como el comportamiento de grandes carnívoros, sus hábitos cavernarios, su evolución, el papel que desempeñan en el ecosistema, las extinciones y su relación con los grupos humanos.
Eran lo suficientemente hábiles como para enfrentarse a un animal de estas características
Uno de los episodios más destacados de este encuentro se remonta a hace 350.000 años, en el nivel TD10 de la Gran Dolina, en la Sierra de Atapuerca. Allí, un grupo de homínidos cazó y devoró a un león de las cavernas, un gigantesco felino prehistórico. Jordi Rosell subraya la relevancia de este hallazgo, ya que es la primera evidencia que demuestra que los homínidos eran capaces de cazar a un animal de tal envergadura. Este episodio ha sido detallado en un artículo publicado recientemente en el Journal of Archaeological Science, liderado por Jordi Rosell y Ruth Blasco, junto con los tres codirectores del proyecto Atapuerca: Juan Luis Arsuaga, José María Bermúdez de Castro y Eudald Carbonell.
El hallazgo confirma las habilidades de caza del Homo heidelbergensis y muestra importantes implicaciones para comprender su comportamiento social. Por ejemplo, cazar un león requería una organización grupal cohesionada, pero también demuestra una notable capacidad de improvisación, ya que la decisión de enfrentarse al gran carnívoro probablemente no fue planificada, sino motivada por la amenaza que este representaba para el grupo o por las dificultades que generaba al capturar sus propias presas. “Eran lo suficientemente hábiles como para enfrentarse a un animal de estas características”, destaca Rosell.
Los homínidos de la prehistoria compartieron su entorno con otros grandes carnívoros, como hienas, zorros, linces, osos y panteras. Rosell señala que en los yacimientos también se han encontrado evidencias de hienas que aprovechaban los restos de presas dejados por los homínidos tras abandonar sus campamentos.
Cubiles de hienas y grandes carnívoros en los yacimientos arqueológicos ibéricos
La primera reunión científica sobre cubiles de hienas y grandes carnívoros en los yacimientos arqueológicos de la Península Ibérica fue organizada por el equipo de Atapuerca y el del yacimiento de Pinilla del Valle, en Madrid, liderado por Enrique Baquedano. Este evento marcó un hito en el estudio de las relaciones entre homínidos y carnívoros durante la prehistoria. Ante el éxito de esta reunión, Jordi Rosell ya está planificando un segundo encuentro que se celebrará el próximo año en Tarragona.
Como objetivo futuro, Rosell propone ampliar el enfoque de estos estudios a nivel mundial, en lugar de limitarse a la Península Ibérica. Esto podría atraer a un mayor número de científicos, incluyendo especialistas de África, Asia y América del Norte, que mostraron interés en participar en la primera reunión, pero se desanimaron por el alcance geográfico limitado. Si los próximos encuentros continúan teniendo éxito y se generan nuevos hallazgos, Rosell sugiere que un futuro congreso podría celebrarse en Burgos, consolidando su relevancia como destino científico.
Los neandertales cazaron a un león de las cavernas hace 48.000 años
Hace unos 48.000 años, en las proximidades del actual municipio de Siegsdorf, en Alemania, un grupo de neandertales logró dar muerte a un león de las cavernas. El análisis reciente de los restos del animal muestra que sufrió una herida infligida por un arma punzante, probablemente una lanza. Esta penetró en la caja torácica por el costado izquierdo y dejó una marca distintiva en la tercera costilla del lado derecho. Los investigadores, liderados por Gabriele Russo, han estudiado esta evidencia y plantean que los cazadores sorprendieron al león mientras descansaba de lado o quizá lo remataron después de haberlo herido previamente.
La técnica empleada sugiere que los neandertales eran cazadores hábiles y estratégicos, capaces de enfrentarse a un depredador tan formidable como el león cavernario. Según Russo, “nuestro estudio revela por primera vez una narrativa convincente de la interacción dinámica entre los neandertales y uno de los depredadores más temibles de su tiempo”. La marca en los restos del león de Siegsdorf constituye la evidencia directa más temprana de la muerte de un gran depredador causada por humanos.
Marcas de corte y heridas fatales en el león de Siegsdorf
El esqueleto del león, extraordinariamente bien conservado, ofrece una visión única de la vida de los neandertales hace casi 50.000 años. Tras matarlo, el grupo troceó al animal para aprovechar su carne, aunque dejaron la carcasa intacta, sin romper ningún hueso para acceder a la médula ósea, un hecho que destaca entre los hallazgos. Russo describe esta escena como una auténtica instantánea de un día en la vida neandertal, reflejando no solo su destreza en la caza, sino también su capacidad de interactuar con los grandes depredadores de su entorno. Este descubrimiento aporta una nueva perspectiva sobre el comportamiento de los neandertales, su relación con los animales que compartían su hábitat y la complejidad de sus estrategias de subsistencia, en especial con depredadores y competidores directos.
El análisis de las marcas en los huesos del león cavernario de Siegsdorf, incluyendo dos costillas, vértebras y el fémur izquierdo, había llevado previamente a los investigadores a pensar que el animal fue troceado después de su muerte. Sin embargo, la presencia de una herida punzante en su caja torácica, similar a las dejadas por lanzas neandertales en los huesos de ciervos, y la ausencia de marcas de cicatrización sugieren que esta lesión fue la causa directa de su muerte. Este hallazgo, publicado en la revista Scientific Reports, data del Pleistoceno tardío y representa un ejemplo claro de caza activa por parte de los neandertales.
Los neandertales desollaron cuidadosamente a estos animales, preservando las garras
Además del león de Siegsdorf, los investigadores estudiaron restos de tres leones de las cavernas encontrados en Einhornhöhle, Alemania, que tienen aproximadamente 195.000 años de antigüedad. Las marcas de corte en los huesos de las extremidades inferiores sugieren que los neandertales desollaron cuidadosamente a estos animales, preservando las garras dentro de la piel. Según Gabriele Russo, el nivel de atención mostrado en este proceso indica un comportamiento sofisticado que antes se atribuía únicamente a Homo sapiens.
“Los restos de garras que encontramos son lo único que queda de una piel que fue cuidadosamente procesada hace más de 200.000 años”, explica Russo. Esto sugiere un respeto especial por el animal, así como una posible conexión cultural o simbólica. Aunque no se sabe con certeza para qué usaron estas pieles, se especula que pudieron servir como ropa, objetos ceremoniales o incluso herramientas de aprendizaje en contextos rituales.
La caza de grandes animales no era nueva para los neandertales. Sitios como Schöningen, en Alemania, con restos de lanzas de madera de hace 320.000 años, ya documentan estrategias avanzadas para cazar herbívoros como caballos. Sin embargo, el episodio de Siegsdorf es único al proporcionar evidencia directa de la matanza de un gran depredador. Según Russo, en otros casos más antiguos, como los hallados en Atapuerca, España, las marcas de corte en huesos de leones podrían estar relacionadas con el aprovechamiento de cadáveres en lugar de cacerías activas.
La evidencia más temprana de caza de leones de las cavernas por parte de Homo Sapiens
En cuanto a Homo Sapiens, la evidencia más temprana de caza de leones de las cavernas por parte de verdaderos humanos como nosotros data de 10.000 años después del caso de Siegsdorf. A medida que avanzaba el Paleolítico, estos encuentros se volvieron más comunes, pero no se han encontrado pruebas concluyentes de técnicas específicas asociadas con nuestra especie. Esto sugiere que las herramientas y estrategias utilizadas por neandertales y Homo sapiens podrían haber sido similares en el contexto de cazar grandes depredadores.
El análisis de estos hallazgos arroja luz sobre las habilidades técnicas de los neandertales y también sobre su capacidad cultural para interactuar con su entorno y desarrollar comportamientos que, en muchos aspectos, se asemejan a los de los humanos modernos.
Caza humana de grandes depredadores: leones y osos cavernarios
Hace aproximadamente 30.000 años, los humanos modernos cazaban osos de las cavernas en Alemania, como lo demuestra una punta lítica incrustada en una vértebra de oso encontrada en el yacimiento de Hohle Fels. Según Gabriele Russo, es probable que nuestra especie utilizara lanzas con puntas de piedra, posiblemente combinadas con arcos, flechas u otras armas de largo alcance para cazar no solo osos, sino también leones y otras grandes presas. Este tipo de tecnología refleja un avance significativo en las estrategias de caza de los humanos prehistóricos.
El hallazgo del león cavernario de Siegsdorf proporciona la primera evidencia clara de la caza directa de un león por parte de homínidos. José María Bermúdez de Castro señala que aunque casos anteriores, como el de Gran Dolina (TD10) en Atapuerca, muestran restos de leones procesados por homínidos, no implican necesariamente su caza, ya que los animales podrían haber sido encontrados muertos o moribundos. Sin embargo, este descubrimiento confirma que los neandertales de hace 48.000 años no solo eran cazadores de herbívoros, sino que también se enfrentaban con éxito a grandes depredadores.
“Cazaban en grupos bien organizados y probablemente resultaban más peligrosos para los herbívoros que los propios leones”, afirma Bermúdez de Castro. La capacidad de cazar leones con lanzas de madera evidencia su notable habilidad, y aunque se ha sugerido que estas cacerías podían tener un componente de prestigio social, también subraya el nivel avanzado de sus sociedades.
Decir que cazaban leones habitualmente es una generalización que no se sostiene
Antonio Rosas, paleoantropólogo del MNCN-CSIC, elogia la solidez del estudio, pero advierte contra generalizaciones sobre la práctica de cazar leones entre los neandertales. Según Rosas, este caso específico pudo ser un encuentro fortuito con un león de edad avanzada y menor agilidad, lo que facilitó su caza. “Decir que cazaban leones habitualmente es una generalización que no se sostiene”, apunta. Aunque reconoce que los neandertales eran cazadores extraordinarios, cree que este hallazgo debe interpretarse como una interacción ocasional con grandes depredadores, más que como una práctica común.
En cuanto al posible simbolismo o ritual asociado con la caza de leones, Rosas considera que no hay pruebas suficientes para afirmarlo. “El trabajo nos permite especular sobre esta posibilidad, pero no la demuestra”, concluye. A pesar de estas limitaciones, el estudio abre nuevas perspectivas sobre las complejas interacciones entre los neandertales y su entorno, así como sobre su capacidad para adaptarse a desafíos extremos en su ecosistema.
Un cráneo de un leopardo, una mandíbula de hiena, restos de perro salvaje y un oso de las cavernas
La exposición no solo se centra en el león de las cavernas, sino que también presenta otras piezas excepcionales, como un cráneo completo de un leopardo con su mandíbula, una mandíbula de hiena, y restos de un cuon (perro salvaje) y un oso de las cavernas. Estas piezas han sido halladas en varios yacimientos de Guipúzcoa y Vizcaya. Además, la exposición explora la relación entre los humanos y los leones de las cavernas en el Pleistoceno, ilustrando aspectos como la distribución de las especies de leones, su dieta, dentición, y tamaño. En la entrada de la sala especial, «Pieza Única», los visitantes pueden ver una reconstrucción escultórica hiperrealista del león de las cavernas y un vídeo de Iñaki Zubeldia, el descubridor del esqueleto, en el que explica cómo halló los restos. Además, la exposición está acompañada de una investigación en curso que intenta aclarar detalles como la datación de los restos y la posible obtención de muestras de ADN.
La exposición también cuenta con una nueva sección en el museo llamada «De visita en el Museo», que mantiene informados a los visitantes sobre los avances científicos más recientes, comenzando con el descubrimiento del maxilar de «Misliya» en Monte Carmelo (Israel), una réplica del cual también se encuentra en la muestra. «Leones en la Nieve» es una exposición que ofrece una visión profunda sobre la relación de los humanos con estos majestuosos carnívoros, los leones de las cavernas, y cómo la investigación científica sobre estos fósiles continúa desvelando aspectos fascinantes de la prehistoria y sobre nosotros mismos.
Miguelón, el cráneo número 5 de la Sima de los Huesos en la Sierra de Atapuerca
Miguelón, el cráneo número 5 de la Sima de los Huesos en la Sierra de Atapuerca (Burgos), es una de las piezas más importantes para el estudio de la evolución humana. Descubierto en 1992, este cráneo pertenece a un individuo de la especie Homo heidelbergensis, un ancestro de los neandertales y uno de los primeros homínidos en habitar Europa hace unos 400.000 años. Lo que hace tan significativo a Miguelón es que su cráneo está casi completo y, por primera vez, se ha expuesto con las siete vértebras cervicales que acompañaban el fósil, lo que permite tener una visión más completa de su anatomía.
La pieza es considerada un hallazgo revolucionario en la paleoantropología porque el registro fósil de los homínidos suele estar compuesto por dientes y fragmentos craneales, mientras que los cráneos completos son muy raros. Además, Miguelón se encuentra en un estado de conservación excepcional, con su mandíbula y gran parte de su dentición intactas, lo que lo convierte en un fósil único en el mundo. Durante años, el proceso de excavación, limpieza y reconstrucción permitió juntar todas las partes de este fósil, lo que ha hecho posible su exhibición.
Miguelón tenía alrededor de 35 años cuando murió
Los estudios científicos han revelado que Miguelón tenía alrededor de 35 años cuando murió. Presentaba una deformación en el lado izquierdo del maxilar, probablemente causada por una infección grave, que se piensa que fue tan dolorosa que pudo haberle provocado la muerte. Este tipo de información no solo proporciona detalles sobre la vida de Miguelón, sino también sobre las enfermedades que afectaban a los primeros humanos en Europa.
Los restos de Miguelón, junto con otros hallazgos de la Sima de los Huesos, han revolucionado nuestro conocimiento sobre los Homo heidelbergensis y su forma de vida. Los fósiles de Atapuerca, como la pelvis «Elvis», la mano «X» o los huesos de las extremidades, ofrecen una imagen más precisa de la anatomía y comportamiento de estos primeros humanos, que vivieron hace decenas de miles de años. El Museo de la Evolución Humana de Burgos alberga estos restos, donde los visitantes pueden ver, por primera vez, la reconstrucción del cráneo y las vértebras de Miguelón, y así entender mejor cómo era la vida de nuestros antepasados más remotos.