No mucha gente sabe que hubo una fortaleza al estilo Braveheart en Cantabria, precisamente en un lugar tan transitado como la zona entre Suances, Torrelavega y Santillana del Mar. Se trata de una fortaleza bastante sorprendente en Cantabria y en el conjunto de la nación española. Es un tipo de castillo bastante simple, pero efectivo para su función, que ni siquiera necesitaba de piedra para ser construido y que era muy típico de la época de la conquista normanda de Inglaterra.
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Ruta de los castillos medievales en la costa de Cantabria
Todos hemos visto este tipo de castillo de tierra alguna vez. En Braveheart aparece por lo menos dos veces una fortaleza del tipo mota y una de las escenas más intensas de toda la película, muy al principio, refleja un motín de la población dominada, que vive en los pies de la torre de la mota ocupada por los ingleses. En esta escena se aprecia perfectamente la simplicidad de este tipo de fortificación, que por lo general aprovecha la pendiente del terreno para fortificarlo con una empalizada de madera y un foso. En esta escena de Braveheart podemos ver cómo la pendiente es bastante pronunciada y los arqueros ingleses disparan a placer, desde elevados glacis de madera, para intentar reducir a los asaltantes.
Luego también hay otra escena en la que los escoceses entran en una de estas fortificaciones rurales y se produce otra escena de venganza personal en el interior, aunque en este caso no vemos este modelo exacto de castillo de tipo mota al cien por cien, ya que no se aprecia la torre central que le da ese aspecto característico.
Las motas o castillos de tierra en Cantabria
Un castillo tipo mota es una forma de fortificación medieval caracterizada por su construcción relativamente simple y rápida, diseñada principalmente con fines defensivos. En realidad, ni siquiera hacía falta piedra para construir este tipo de fortalezas de tierra. Este tipo de castillo surgió en Europa durante la Alta Edad Media, particularmente después de la invasión normanda de Inglaterra en 1066, y se convirtió en una solución eficiente para establecer el control sobre un territorio en tiempos de guerra o expansión. Sin necesitar para ello de mucho tiempo o recursos.
El diseño básico de un castillo tipo mota consiste en dos elementos principales: la mota y el patio. La mota es un montículo artificial de tierra, generalmente coronado por una torre o una estructura de madera (y más tarde de piedra) conocida como torreón o donjon. Este montículo elevado proporcionaba una ventaja estratégica al ofrecer una vista panorámica del entorno, lo que permitía a los defensores detectar amenazas con antelación y dificultaba el acceso de los atacantes. Alrededor de la mota se encontraba el patio o bailey, un área llana y cercada donde se ubicaban estructuras auxiliares como viviendas, almacenes, establos y talleres. El patio estaba rodeado por una empalizada de madera o un muro de piedra y, a menudo, un foso lleno de agua para aumentar la protección. La combinación de estos elementos hacía que el castillo tipo mota fuera una fortificación económica y efectiva, especialmente en terrenos llanos donde la construcción de la mota artificial era factible.
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La presión urbanística contra el patrimonio arqueológico
Este tipo de fortificación, más frecuente en otros países europeos, es poco habitual en nuestro territorio, donde se conocen escasos emplazamientos, o bien no han sido aún identificados ni estudiados en profundidad. La mota de Trespalacios (cuyo nombre original parece ser en singular: «Trespalacio») consiste en una elevación artificial de forma circular, con un diámetro aproximado de 76 metros, rodeada por una doble línea de murallas de tierra sobre las que se erigirían empalizadas de madera. Cada muralla estaba precedida por un foso inundable, lo que añadía un nivel extra de defensa. En el punto central del conjunto, sobre la zona más elevada, se alzaba probablemente una torre también construida en madera. El entorno pantanoso que rodeaba la mota incrementaba aún más su protección natural.
Se estima que esta estructura fue construida hacia el año 1000 (la época del Cid) como un punto estratégico para controlar el paso por una antigua calzada romana que conducía a Portus Blendium (Suances). Asimismo, se ha vinculado con el desaparecido castillo que se encontraba en la cima del Cerro de la Masera (o Castíu), situado muy cerca de esta fortificación. La mota ha logrado sobrevivir contra todo pronóstico, ya que la presión urbanística llevó a edificar construcciones hasta el límite mismo de las estructuras arqueológicas. Las primeras investigaciones se realizaron en 1987 y estudios posteriores en 2006 revelaron que el terreno oculta interesantes estructuras y restos arqueológicos que aún no han sido desenterrados.
Castillos de la costa de Cantabria: los grandes olvidados
Los castillos tipo mota desempeñaron un papel crucial en la consolidación del poder feudal y militar. Su diseño permitió a los señores feudales controlar grandes extensiones de territorio y protegerse contra revueltas locales o incursiones enemigas. Aunque inicialmente se construían con madera, muchos fueron reemplazados o reforzados con piedra con el tiempo, lo que les dio mayor durabilidad y resistencia a los ataques. Lo curioso de éste es que es un caso casi único en nuestro país, por lo que su valor arqueológico es grande, pero toda la zona costera de Cantabria está llena de fortificaciones de todas las épocas. Incluso en la Guerra Civil veremos ejemplos de fortificaciones en lugares donde hubo castillos, como en Montehano, junto a Escalante, pero también en colinas como las de la Picota, junto a Mortera. Siempre en sitios elevados de gran visibilidad y donde resultaría fácil rechazar a los atacantes.
Los castillos tipo mota son un ejemplo de cómo las necesidades estratégicas y los recursos disponibles moldearon la arquitectura militar medieval. Si bien su uso disminuyó con el tiempo, la aparición de castillos más complejos y ciudades amuralladas, su legado persiste como un símbolo de la ingeniosa adaptación a los desafíos de una época de gran inseguridad en el ámbito rural.
La Mota de Trespalacios todavía se puede observar perfectamente desde el aire por medio de Google Maps, por ejemplo, aunque ha perdido una buena parte de su perímetro inicial más extenso.
Agradecimientos a Lino Mantecón y otros investigadores que han estudiado este tema sobre el terreno.
Asalto de caballería contra una ladera, en la que la infantería tiene más fácil repeler esta potente agresión. Estas escenas representan la conquista normanda de Inglaterra (el tapiz de Bayeaux), que es la época de este mismo castillo de la Mota de Trespalacios y con el mismo sistema defensivo sajón y normando de las motas.
Ataque a una mota por parte de tropas normandas. Como vemos, la colina de tierra y las empalizadas y el foso frenan el avance de los asaltantes.
Un bandolerismo que a menudo ejercitaban los mismos nobles
Para ayudar a la gente a situarse mejor en este contexto hay que comprender que estamos en una época de gran inseguridad por muchos factores. No ya por la presencia cada vez más lejana de la frontera con Al Andalus, de la que habían partido tantas expediciones de exterminio y saqueo contra el reino de Asturias o Castilla, a la que pertenecía por supuesto nuestra provincia montañesa, sino que el clima de la Europa rural de por entonces era de un bandolerismo que a menudo ejercitaban los mismos nobles.
Gente armada pululaba por todas partes y no siempre con buenas intenciones. Los bandoleros tenían especial querencia por las rutas comerciales y las proximidades de sitios prósperos y aquí estamos hablando de un cruce de caminos muy importantes en el que el Camino de Santiago tiene su protagonismo y pasa realmente cerca de esta fortaleza. También muy cerca estaban los fenomenales puertos de Suances y sus alrededores, que ofrecían un buen abrigo para las naves que salían o entraban por la costa cantábrica. Y muy cerca también estaba la amurallada villa de Cartes, junto a Torrelavega, que como su nombre indica al principio era una torre defensiva fundada por la familia de la Vega, a la que pertenecía el Marqués de Santillana.
Los nobles querían vivir tranquilos y se abrigaban en sus torres fuertes
Todo este territorio era muy rico tanto por la pesca como por el comercio con el norte de Europa y la propia minería, además de la ganadería de toda la vida. Los peregrinos y comerciantes transitaban constantemente por aquí y era preciso cobrarles impuestos por una protección que había que darles si se quería mantener el negocio de este trasiego en marcha. De lo contrario, si los villanos de la zona o los visitantes se encontraban demasiado insegura su estancia por aquí, eso sólo podía significar problemas económicos para la casta dirigente de los nobles locales. Unos nobles que también se peleaban entre ellos por la explotación de este negocio tan rico de cobrar impuestos por todas partes a todo el mundo. Una competencia que a veces se traducía en golpes de espada o de hacha o tiros de ballesta y por eso los nobles querían vivir tranquilos y se abrigaban en sus torres fuertes, que están esparcidas por toda esta comarca. No todas están bien conservadas, pero alguna es especialmente imponente y estamos hablando en concreto de la Torre de Pero Niño. Un noble de la zona que se convirtió en un auténtico corsario castellano al servicio directo del Rey y en lucha constante contra piratas berberiscos del Mediterráneo y también contra los piratas ingleses, a los que humilló muchísimas veces.
No deja de ser curioso que este castillo de tierra de Hinojedo nos recuerde a un territorio británico que en realidad tiene mucha influencia sobre toda la cornisa cantábrica. Y en estos periodos medievales hubo un intercambio comercial y militar bastante importante, inclusive cuando las fuerzas navales castellanas participaron directamente a favor de Francia en la guerra de los 100 años. Es muy probable que algún viajero curioso trajese de las Islas Británicas esta novedad de castillo de tierra o mota, tal vez con la idea de ahorrar costos a la hora de defender el extenso territorio rural.
En la foto, una torre medieval de vigilancia en una estampa antigua de unas pescadoras de la zona de Suances (es la Torre de San Telmo). Esta fortificación está muy cerca de la Mota de Trespalacios.
Camino de Santiago entre Santander y Santillana del Mar
El tramo del Camino de Santiago que conecta Santander con Santillana del Mar forma parte del Camino del Norte, una de las rutas jacobeas más antiguas y escénicas. Este trayecto combina paisajes costeros, verdes campos, pequeños pueblos con encanto y lugares de interés histórico y cultural. A continuación, te detallamos los aspectos más destacados de esta etapa.
La distancia aproximada entre Santander y Santillana del Mar es de 40 kilómetros, lo que puede dividirse en una o dos etapas dependiendo de la condición física del peregrino. Generalmente, los peregrinos optan por hacer una parada intermedia, como en Santa Cruz de Bezana o Suances, para facilitar el trayecto.
Salida del Camino del Norte desde Santander. El Camino comienza en la hermosa ciudad de Santander, conocida por su bahía y el paseo marítimo. Los peregrinos suelen partir desde la Catedral de Nuestra Señora de la Asunción, un lugar emblemático para obtener credenciales y comenzar el trayecto.La salida de la ciudad puede implicar algo de tránsito urbano, pero pronto se llega a áreas más rurales y con paisajes bellísimos, nada industriales.
Hay que poner especial cuidado en zonas como el tramo entre Santander y Bezana, pues hay varios polígonos industriales por los que pasa el Camino donde podemos tener problemas si no estamos atentos al abundante tráfico y los camiones.
Tramo del Camino de Santiago entre Santa Cruz de Bezana y Miengo. Tras dejar atrás Santander, se atraviesan pequeñas localidades como Santa Cruz de Bezana, con sus verdes campos y tranquilos paisajes rurales. Al acercarse a Miengo, el terreno se vuelve más ondulado y aparecen vistas del mar Cantábrico, ya muy próximo.
Parada voluntaria en Suances. En esta localidad costera, los peregrinos pueden disfrutar de vistas impresionantes del litoral y playas como Los Locos o La Concha. Suances es un buen lugar para hacer una parada si se desea dividir la etapa en dos días y disfrutar más de esta comarca preciosa, en la que podemos realizar esta ruta de los castillos de la costa cantábrica.
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El Camino de Santiago en Santillana del Mar
El tramo final lleva a Santillana del Mar, una joya medieval conocida como «la villa de las tres mentiras» (ni es santa, ni llana, ni tiene mar). Este pueblo es famoso por su encanto histórico, sus calles empedradas y la Colegiata de Santa Juliana. Un importante hito del Camino de Santiago en el que te puedes sentir, verdaderamente, como en la Edad Media. La ruta está bien señalizada con flechas amarillas y conchas jacobeas, típicas de los caminos de Santiago. Este tramo es de dificultad moderada, con algunas cuestas y senderos rurales, pero es accesible para la mayoría de los peregrinos, aunque debemos tener cuidado con el tráfico rodado.
Hay albergues para peregrinos y alojamientos rurales en localidades como Santa Cruz de Bezana, Miengo, Suances y, por supuesto, en Santillana del Mar. El clima puede ser variable, con posibilidades de lluvia incluso en verano, por lo que es recomendable llevar ropa impermeable.
Lugares de interés en el Camino de Santiago entre Santander y Santillana del Mar
Santander: La Catedral, el Palacio de la Magdalena y las playas y faros son algunos de los sitios curiosos para ver.
Mortera: nos podemos desviar un poco del Camino para pasar por este mirador impresionante, que contempla la desembocadura del Pas junto a las playas de Liencres.
Puente Arce y su hermoso puente de la época del Imperio Español.
Miengo: sus playas y paisajes costeros son preciosos.
Suances: miradores con vistas al mar y ambiente marinero en una localidad con muchas opciones de ocio.
Santillana del Mar: la Colegiata de Santa Juliana, el Museo de Altamira y su encantador casco histórico, votado muchas veces como lo más hermoso de toda España.
Este tramo del Camino del Norte ofrece una combinación perfecta de historia, naturaleza y espiritualidad, convirtiéndolo en una experiencia inolvidable para los peregrinos.
La Torre de Pero Niño, también conocida como Torre de la Aguilera
La Torre de Pero Niño, también conocida como Torre de la Aguilera, es una imponente fortificación medieval ubicada en el barrio de Llano, dentro del municipio de San Felices de Buelna (Cantabria, España). Declarada Bien de Interés Cultural el 13 de octubre de 1983, es un ejemplar destacado de la arquitectura gótica militar tardía en la región. Hoy en día, alberga un museo dedicado a recrear la vida y época de Pero Niño, un personaje clave en la historia naval de Castilla, uniendo el legado histórico de Cantabria con una rica experiencia cultural.
Construida a finales del siglo XIV, la torre fue obra de Alfonso Niño Laso de la Vega, hermano de Pero Niño y merino mayor de Valladolid. Posteriormente, pasó a ser propiedad del propio Pero Niño, conocido como el «Conde de Buelna», un almirante que en 1405 organizó en Santander una flota de naos y galeras que expandió el poder naval castellano por las costas atlánticas de Europa. Tras su muerte, la torre fue objeto de un litigio entre su hija María y un sobrino, lo que refleja las complejas disputas heredadas de la época medieval.
En el año 2000, se realizaron importantes trabajos de restauración, los cuales culminaron con la inauguración de un museo el 12 de enero de 2008, recuperando la torre como un espacio público de valor cultural y turístico. La Torre de Pero Niño es de planta rectangular y consta de tres alturas, destacándose por su solidez y dimensiones. Los muros están construidos de piedra de mampostería, con sillería en las esquinas y los vanos. Estos muros tienen un grosor de 90 centímetros, aunque en la planta superior son más delgados. La torre mide aproximadamente 14 metros de largo por 9 de ancho, con una altura que alcanza los 11,5 metros, que corresponde a su tamaño original en la Baja Edad Media.
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La Torre de Pero Niño es un buen ejemplo de fortificación medieval cántabra
Planta Baja: Con una altura de 4,50 metros, era la base de la torre y cumplía funciones estructurales.
Planta Noble: Con una altura de 4,30 metros, albergaba las estancias del señor de la torre y era el nivel principal de residencia.
Tercera Planta: Con una altura de 2,70 metros, se utilizaba probablemente con fines defensivos.
La fachada principal se orienta hacia el este, y su entrada se encuentra bajo un arco apuntado con grandes dovelas. En los pisos superiores, los vanos apuntados y los de medio punto en el tercer nivel servían como accesos a los cadalsos, plataformas de madera que rodeaban la torre en su parte superior y que desempeñaban una función defensiva. Los puntos de apoyo de estas estructuras todavía son visibles.
La Torre de Pero Niño es una muestra de arquitectura medieval y también un emblema de poder y defensa y la memoria de un personaje ilustre que jugó un papel crucial en la expansión marítima de Castilla en el siglo XV. Su conversión en museo ha sido fundamental para preservar este importante patrimonio, ofreciendo a los visitantes una oportunidad única para conocer la historia de la torre, la figura de Pero Niño y el esplendor de las fortificaciones medievales. Es un destino esencial para aquellos que desean adentrarse en la rica historia de Cantabria y conocer más sobre la vida en la Edad Media, en un lugar que conecta el pasado con el presente de forma excepcional.
El «Palacio de la Rueda» en Zurita
El denominado «Palacio de la Rueda» en Zurita, más propiamente una casona-torre del siglo XVII, pertenece a un estilo arquitectónico característico de la nobleza rural de Cantabria en la época moderna. Este edificio histórico, vinculado a la familia Velasco de la Rueda, se erige como un testimonio de la pugna de poder entre las familias Velasco y Ceballos, dos linajes de gran influencia en la zona durante la Edad Media y la época posterior.
El apelativo «de la Rueda» tiene un origen singular: en sus inmediaciones fue hallada la estela de Zurita, una pieza arqueológica de gran importancia que actualmente se exhibe en el Museo de Prehistoria y Arqueología de Santander (MUPAC). Este descubrimiento subraya la riqueza histórica de la región y su conexión con tiempos aún más remotos, dejando claro que la zona ya era de relevancia cultural mucho antes de la construcción de la casona. Aunque el edificio conserva su imponente estructura de torre y casona señorial, no incluye una ermita, lo cual es significativo a la hora de diferenciarlo de un auténtico palacio, que en muchas ocasiones combinaba funciones residenciales y religiosas. Su estado actual refleja el paso del tiempo y el abandono: no está habitado y parece ser utilizado como cuadra o almacén, un destino común para muchas construcciones históricas en desuso.
A pesar de su estado de conservación, el «Palacio de la Rueda» representa un fragmento importante de la historia local, tanto por su arquitectura como por su conexión con las familias nobles que moldearon el devenir de Zurita. Su ubicación, su relación con la estela de Zurita y su protagonismo en las disputas medievales por el dominio de este entornohacen de este edificio un lugar cargado de significado que merece atención y, posiblemente, esfuerzos de conservación para preservar su legado histórico.
Castillo de el Collao, entre Escobedo y Revilla
Partiendo de la Iglesia de San Pedro en Escobedo, un punto de referencia histórico y cultural en sí mismo, se inicia una ruta que combina la serenidad de los paisajes rurales con el atractivo histórico de un antiguo puesto defensivo. El recorrido comienza por una carretera que atraviesa campos verdes, típico del paisaje cántabro, ofreciendo un ambiente tranquilo y pintoresco. Al abandonar la carretera, el camino se vuelve más desafiante, con un ascenso por un sendero serpenteante y pedregoso que lleva a un terreno elevado. Este tipo de acceso ya sugiere la ubicación estratégica del lugar, pensado para dificultar el avance de posibles atacantes y garantizar un control visual del entorno. Al llegar a la cima, se pueden observar los restos de una muralla, vestigios de lo que alguna vez fue un pequeño castillo o puesto defensivo.
Según las excavaciones realizadas en el área, este emplazamiento constaba de una torre principal y un patio de armas, donde se encontraban algunas dependencias funcionales, probablemente destinadas al almacenamiento, la guarnición o el resguardo de animales. Su diseño refleja la modestia de las fortificaciones locales, que estaban más orientadas a la vigilancia y el control de la región que a la opulencia de un castillo señorial. El lugar, aunque cargado de historia, carece actualmente de paneles informativos o señalización adecuada. Esto dificulta al visitante imaginar cómo era este enclave en su época de esplendor, así como comprender su importancia estratégica y su relación con los asentamientos circundantes. La instalación de carteles o recreaciones gráficas sería una mejora significativa para contextualizar los restos y enriquecer la experiencia de los visitantes, permitiéndoles conectar mejor con el pasado de la región. Este recorrido es un testimonio de cómo los elementos del paisaje natural y construido se entrelazan para narrar la historia de una zona. Aunque los restos son modestos, el lugar invita a reflexionar sobre la vida y las estrategias defensivas en épocas pasadas, y sobre la necesidad de preservar y dar a conocer estos rincones cargados de memoria histórica y de riqueza natural.
Fortificación defensiva de la Mota de Hinojedo
Aquí vemos la importante localización de la fortificación de La Mota de Hinojedo en el centro de una región intensamente defendida, en el periodo medieval. Es muy probable que defendiera algún camino que pasaba por aquí bordeando la costa y atravesando la desembocadura del Saja-Besaya.
Esta antigua fortificación defensiva ubicada en Hinojedo, cerca de Suances, es un lugar singular y fascinante que nos transporta a los albores de la historia medieval de la Península Ibérica. Construida probablemente entre los siglos X y XI, es un ejemplo muy poco común de este tipo de estructuras en España, lo que la convierte en un enclave de gran valor histórico y arqueológico. A pesar de estar señalizada, su discreta apariencia puede pasar desapercibida para muchos visitantes. De la fortificación solo quedan dos círculos, restos que evocan su antigua función como puesto de control estratégico en la ruta hacia Portus Blendium, la actual Suances. Este papel defensivo era crucial en una época en la que las vías de comunicación y comercio necesitaban protección frente a incursiones y otros peligros.
El lugar, aunque interesante, se encuentra en un estado de cierto abandono, lo que contrasta con su importancia histórica. Sin embargo, su aparcamiento cercano facilita el acceso, y el breve paseo necesario para llegar hasta ella recompensa con una experiencia única para los amantes de la historia y los lugares escondidos. Popularizado a través del libro «Un lugar a donde ir», de María Oruña, la fortificación ha ganado cierto interés entre los curiosos y exploradores. Su contexto histórico, vinculado a las rutas medievales hacia la costa cántabra, y su ubicación discreta, lo convierten en un lugar especial que invita a reflexionar sobre la vida en tiempos pasados.
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Las ruinas de la torre de San Telmo y la ermita de Santa Justa
Las ruinas de la torre de San Telmo son un enclave mágico para disfrutar de la naturaleza y la historia en perfecta armonía. Esta atalaya medieval, construida en el siglo XIV, destaca no solo por su carácter defensivo, sino también por su ubicación privilegiada en un promontorio que ofrece vistas espectaculares del litoral cántabro.
Desde este punto estratégico, se pueden contemplar, a un lado, la hermosa playa del Sable, y al otro, la encantadora playa de Santa Justa, creando un marco paisajístico único que combina la fuerza del mar Cantábrico con la serenidad de los prados circundantes. Es un lugar que invita a detenerse y disfrutar del entorno, ya sea por la belleza natural o por el magnetismo histórico de sus ruinas. Las panorámicas incluyen, además, la playa de Tagle y la de Los Locos, convirtiéndolo en un verdadero balcón al Cantábrico. El acceso a la torre, aunque no apto para personas con movilidad reducida o cochecitos de bebé debido a la irregularidad del terreno, bien merece el esfuerzo. El camino serpentea por la costa y conecta con el sendero que lleva a la ermita de Santa Justa, una joya arquitectónica del siglo XVI incrustada en un acantilado. Esta ruta es ideal para los amantes del senderismo y de la historia, ya que ofrece la oportunidad de adentrarse en un paisaje de costa único mientras se exploran vestigios de épocas pasadas.
La torre de San Telmo, más allá de ser un simple mirador, fue una estructura clave en la defensa del territorio durante la Edad Media. Su función como atalaya refleja la importancia estratégica de esta zona costera, vigilando posibles incursiones por mar y conectando visualmente con otras fortificaciones. Hoy en día, aunque en ruinas, sigue siendo un lugar cargado de historia y un símbolo del patrimonio cultural de Cantabria. Para quienes buscan una experiencia que combine naturaleza, historia y paisajes inolvidables, este rincón de la costa cántabra es un destino imprescindible. Cada paso por sus senderos y cada mirada al horizonte son un recordatorio del profundo vínculo entre el hombre y el paisaje en esta tierra de contrastes.
Fortaleza medieval de Vispieres, junto a Santillana del Mar
Las ruinas de esta fortaleza medieval de Vispieres son un fascinante rincón histórico situado en un enclave natural privilegiado. Aunque solo se conservan los restos de una torre de planta rectangular, la visita ofrece mucho más que una conexión con el pasado: es también una experiencia paisajística única. El acceso es sencillo, con múltiples senderos que ascienden hasta la cima, todos convergiendo en las ruinas, al igual que el dicho sobre los caminos que llevan a Roma. Esto hace que sea una ruta versátil y adecuada para personas de distintos niveles de preparación física, siempre y cuando se dispongan a disfrutar del entorno con calma.
Desde lo alto, las vistas son espectaculares y abarcan una amplia diversidad de paisajes: el mar Cantábrico, la ría de Requejada, el pico Jano (o Dobra) y los majestuosos Picos de Europa en el horizonte. Este mirador natural invita a detenerse, respirar el aire fresco y deleitarse con el contraste entre montañas y costas. En el lugar hay un panel informativo diseñado para señalar los puntos más relevantes del paisaje, pero hay un detalle curioso: el panel ha sido desplazado y ya no apunta en la dirección correcta. Este detalle puede desconcertar a los visitantes, especialmente a los que no están familiarizados con la geografía local. Para orientarse, una pista infalible es identificar el pico Jano, cuya peculiar forma, similar a la joroba de un dromedario, lo convierte en un referente visual inconfundible.
Este lugar combina historia y naturaleza de forma única. Aunque las ruinas son modestas, el entorno que las rodea y las vistas panorámicas lo convierten en un destino inolvidable, ideal para quienes buscan una conexión auténtica con la riqueza cultural y paisajística de la región. Un lugar que invita a contemplar la historia desde lo alto, con el mundo a tus pies.
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Los restos de la torre fortaleza de Tagle, en la costa de Cantabria
Aunque no se trate de un destino monumental, merece la pena el esfuerzo de visitarlo. Su aire misterioso y su conexión con la literatura y la historia local lo convierten en un pequeño tesoro oculto que ofrece la oportunidad de descubrir un rincón singular de Cantabria. Un lugar ideal para quienes buscan explorar sitios menos transitados y disfrutar de la sensación de redescubrir el pasado.
Los restos de la torre fortaleza de Tagle son un vestigio poderoso de un pasado cargado de batallas y leyendas, donde la historia se mezcla con la vida cotidiana de un pueblo que siempre ha estado en armonía con la naturaleza. Estas ruinas, testigos mudos de conflictos y alianzas, se levantan como un símbolo de una época de resistencia y lucha en un entorno único. Tagle, con sus raíces profundamente rurales, es un lugar donde el espíritu labrador y ganadero se fusiona con la fuerza indomable del mar, tan cercano. Sus costas recortadas, playas casi vírgenes y calas escondidas nos cuentan historias de pescadores, naufragios y la eterna lucha entre el hombre y la naturaleza. Este paisaje casi salvaje se ve coronado por praderas verdes donde pastan tranquilamente las vacas, en contraste con los imponentes acantilados que descienden hacia un Cantábrico siempre cambiante.
La biodiversidad de esta zona es tan rica como su historia, con un ecosistema costero que es refugio de aves, flora y fauna únicas. Caminar por estos parajes es un viaje sensorial: el olor salado del mar, el susurro del viento entre la hierba y el eco de un pasado que aún resuena entre las piedras de la antigua fortaleza. Tagle nos regala una experiencia completa: historia, naturaleza y el orgullo de un pueblo que ha sabido preservar su esencia a lo largo de los siglos. Es, sin duda, un lugar para detenerse, respirar profundamente y sentir la conexión con lo auténtico. Bienvenidos a un rincón tan especial.
La Torre de San Martín de la Arena
La Torre de San Martín de la Arena, situada en un enclave estratégico próximo a la desembocadura del río Saja-Besaya, es un vestigio de la arquitectura defensiva medieval en Cantabria. Este tipo de edificaciones cumplían un doble propósito: proteger el territorio y demostrar el poderío de las familias nobles que las erigieron. Aunque actualmente se conservan sólo algunos restos, la torre es testigo de la rica historia de la región. Durante su época de esplendor, esta fortificación tuvo un papel destacado en el control de las rutas comerciales y en la vigilancia del acceso a la ría de Suances, conocida en la antigüedad como Portus Blendium. Este puerto tuvo gran importancia en la época romana y medieval como punto de conexión marítima y terrestre.
El entorno que rodea la torre combina el encanto de un paisaje fluvial con la cercanía del mar Cantábrico, creando un marco único. Las praderas verdes y la ría de San Martín de la Arena ofrecen un contraste visual espectacular con el carácter imponente y rocoso de las ruinas. Además, el lugar es un excelente mirador para disfrutar de la biodiversidad que caracteriza esta zona, rica en flora y fauna. La Torre de San Martín de la Arena, aunque en estado de ruina, es un recordatorio del pasado defensivo y comercial de Cantabria, y su visita permite no solo imaginar cómo era la vida en aquel tiempo, sino también disfrutar de un paisaje natural que invita al sosiego y la contemplación.
Pero Niño, el pirata castellano que doblegó a los ingleses
Pero Niño fue un destacado militar, marino y corsario castellano cuya figura dejó una huella imborrable en la historia del siglo XIV. Nació con una naturaleza formidable, como lo demuestra su precoz destreza en la lucha. A los doce años ya era capaz de disparar dardos con una ballesta como un experto, y con tan solo quince años, ya se le conocía como un espadachín consumado, participando en justas y enfrentamientos a las órdenes del rey Enrique III de Castilla. Fue un joven de gran destreza y valentía, con una habilidad natural para el combate, lo que llamó la atención del monarca, quien lo acogió como uno de sus más fieles seguidores.
En cuanto a su carrera militar, Pero Niño comenzó a destacar al ofrecer sus servicios al rey Enrique III, quien lo envió a hacer «trabajos» en el Mediterráneo, un mar lleno de corsarios y piratas. En sus primeros años, se convirtió en una auténtica pesadilla para los piratas berberiscos, logrando grandes victorias, como cuando se enfrentó a las huestes de Orán, uno de los focos principales de la piratería en el norte de África. Con una galera y treinta ballesteros, derrotó a los piratas con una impresionante hazaña, marcando el comienzo de su leyenda en las aguas mediterráneas.
Enfrentamientos de Pero Niño en el Mediterráneo
Pero Niño, lejos de conformarse con esta victoria, continuó su lucha contra los piratas, llevando a cabo persecuciones y enfrentamientos memorables. En una ocasión, Pero Niño persiguió a los famosos piratas Juan de Castrillo y Arnau Aymar, que operaban bajo la bandera de la Corona de Aragón. En una persecución que cruzó el mar, Pero Niño fue a por ellos hasta el puerto de Marsella, con la intención de incendiar la ciudad por albergar a los corsarios. Esta actitud desafiaba las órdenes del Papa Benedicto XIII, quien le advirtió que continuara con su actitud agresiva, se expondría a la excomunión. Sin embargo, Pero Niño no dio su brazo a torcer, lo que añadió tensión al conflicto entre el Reino de Castilla y la Corona de Aragón.
Saqueos de Pero Niño en la costa británica
Su carrera como corsario no se limitó al Mediterráneo. En Inglaterra, Pero Niño aplicó su propia versión de «terror marítimo», atacando las costas británicas, lo que desató el pánico entre los ingleses. Con un estilo rápido y letal, se acercaba a las ciudades costeras, saqueaba y las incendiaba antes de que los lugareños pudieran reaccionar. Las ciudades de Cornualles y Portland fueron blanco de sus ataques, dejando miles de soldados y ciudadanos aterrados, y arrasando con las embarcaciones de la corona inglesa. A medida que los ataques se repetían, la defensa inglesa se debilitaba, y la figura de Pero Niño se volvía cada vez más temida en las aguas del norte.
Pero Niño no solo fue un guerrero audaz, sino también un hombre con una vida personal marcada por la tragedia. A pesar de su fama y su poder, su vida estuvo marcada por la falta de sucesión, un vacío que lo obsesionaba profundamente. Tras la muerte de su amada, Beatriz de Portugal, y su frustración por no tener descendencia, intentó casarse con Juana de Estúñiga, pero sin éxito. La obsesión por dejar un legado lo consumió. En 1453, probablemente afectado por la depresión y la melancolía, Pero Niño falleció, por fin, dejando atrás una figura legendaria de la historia marítima, sin haber logrado la estabilidad personal que tanto deseaba. Al margen de esos detalles personales, su nombre sigue siendo recordado como uno de los grandes corsarios que desafió a las potencias marítimas de su tiempo, dejando una huella indeleble en la historia de la piratería y la navegación castellana.
Pero Niño fue un valiente sin igual, un hombre destinado a dejar su huella en los mares, pero que, lamentablemente, no encontró la paz en su vida personal. Su figura sigue siendo una de las más fascinantes de la historia de la navegación medieval.