La Policía Nacional solicita ayuda ciudadana para identificar a una mujer cuyo cuerpo apareció en 1999, acompañada de un hombre, en lo que forma parte de una campaña internacional para resolver casos antiguos de mujeres asesinadas en Europa, en los que se ignora incluso la identidad de las víctimas.
No mires para otro lado. Estas personas reclaman la más mínima justicia y atención por parte de una sociedad que no valora lo más importante que tiene y que son las personas como tales y su dignidad inviolable y sagrada. Imagínate la desesperación de los últimos momentos de unas personas a las que nadie echó de menos. Muchas de ellas fueron maltratadas y vejadas antes de su cuento fin. ¿Y cuántas más habrán terminado en el fondo de profundas aguas o enterradas en bosques no menos profundos?

Rostros jóvenes en su mayoría, unieron a la injusticia de un fin triste y muchas veces criminal la no menos triste y criminal realidad de que nadie supo jamás quiénes eran estas mujeres.
Sus tristes historias están contenidas en el desenlace fatal que en la mayoría de los casos es la única realidad constatada de estas personas tan anónimas. ¿Cómo es posible que una persona pueda terminar así, perdida en el tiempo y el espacio y sin ser reclamada por nadie? Y lo peor es que en muchísimos de estos casos fueron asesinadas y tampoco se sabe nada del autor del crimen, empezando porque no se sabe ni siquiera la identidad de la víctima ni lo que pasó para llegar a ese brutal desenlace.

Sus rotas y extraviadas vidas son flechas lanzadas al universo cuya estela nadie siguió ni se preocupó jamás por seguir hasta que la policía y también muchos voluntarios entregados a esta causa empezaron a intentar rastrear un camino que ellas mismas no pueden describirnos porque ya no están entre nosotros. Algunos de los casos más tristes añaden a esta tragedia del macabro dato de que sus cuerpos aparecieron rotos y despedazados o desfigurados o incluso sin sus anónimas cabezas. De esta manera es todo mucho más complicado.
¿Cómo han podido terminar así estas pobres mujeres, tan perdidas en todos los aspectos?
Sin ni siquiera la dignidad última y ese reconocimiento que todos les debemos de colocar en su lápida un nombre y una historia que merece ser contada, pero es un rompecabezas de muy difícil solución. Por dónde empezar a hilvanar un recorrido vital en el que no tenemos ningún dato más allá de un cadáver que muchas veces ni siquiera está bien conservado?
Yo culpo de todo esto en principal en primer lugar a las autoridades de los países receptores de unas mujeres que, en una gran mayoría de los casos, no murieron en su tierra de origen. Pese a que muchos ingenuos piensan que las fronteras son algo negativo y que pueden y deben ser profanadas en cada momento esto no es cierto. Las mafias internacionales tienen una gran barrera en las fronteras que no podemos ayudarles a superar en ningún caso. Y uno de los principales cometidos de las fronteras es garantizar que toda persona que entra en el país queda registrada, en primera instancia, como paso previo e ineludible a darle una protección que debe ser mucho mayor en el caso de las mujeres.
¿La principal causa de estas desapariciones, que ni siquiera nadie denunció jamás?
Las mafias que se dedican a la trata de personas están seguramente por detrás de muchos de estos desenlaces fatales. Puede que esto solo sea a punta del iceberg y que muchos más mujeres estén enterradas o fondeadas o escondidas por cualquier paraje del continente europeo de los destinos occidentales en los que estas mafias y estas tendencias migratorias tan descontroladas tienen su destino final. Un destino que fue demasiado final para estas mujeres que ni siquiera han sido reclamadas por nadie, tal vez por la simple razón de que sus seres queridos ni siquiera saben a dónde fueron. ¿O es que tampoco tenían seres queridos en sus lugares de origen? Cuesta creer que tantas mujeres jóvenes se vieran en esa situación tan triste y penosa.
¿La causa última de todo esto? La falta de control por parte de las autoridades nacionales de estas personas y también de las receptoras propician el trasiego de personas que son captadas por estas mafias y utilizadas y a veces también sometidas a todo tipo de coacciones y abusos.
La víctima aparición en Barcelona desnuda, atada y con signos de violencia
Se trata de una joven de entre 23 y 25 años, de 1,70 metros de altura, cabello castaño claro y ojos azules. Su cadáver fue hallado el 27 de enero de 1999 en una habitación de hotel en Premiá de Mar (Barcelona), desnuda, con las manos atadas y signos de violencia que causaron su muerte.
El asesino y sus cómplices, si los tuvo, como la víctima, nunca fueron identificados.

Este miércoles, la Policía recurrió a sus redes sociales para pedir colaboración ciudadana, proporcionando todos los datos disponibles del caso, recopilados junto con Interpol. Según la información facilitada, la víctima no llevaba joyas y tenía dos perforaciones en las orejas. Se alojaba en el hotel acompañada por un hombre blanco, de entre 25 y 30 años, 165-170 cm de altura, constitución normal, barba incipiente y cabello castaño oscuro o negro, ondulado, hasta media melena, peinado hacia atrás. Hablaba francés e inglés y, según las investigaciones, ambos procedían de Ginebra (Suiza) o de un lugar cercano con “ville” en su nombre.
Reconocer a las mujeres cuyos cuerpos fueron encontrados en países europeos
Este caso forma parte de la campaña Identify Me (Identifícame), impulsada por Interpol, cuyo objetivo es reconocer la identidad de mujeres fallecidas cuyos cuerpos fueron encontrados en seis países europeos: Bélgica, Francia, Alemania, Italia, Países Bajos y España. Desgraciadamente, la lista es larga y te deja mal cuerpo: ¿cómo es posible que estos seres humanos no hayan sido extrañados por nadie y no se puedan identificar, ni siquiera después de haber sido asesinados, en muchos de los casos?

En este caso, de una desaparecida en España, la chica fue identificada como una nacional paraguaya. Apodada «la chica del cobertizo», hasta su identificación, se encontró su cuerpo ahorcado en una casa en la que vivían más personas, ninguna de las cuales la pudo reconocer. ¿Cómo es esto posible? La mujer no llevaba ningún documento de identidad. Nadie en esta zona rural de Gerona sabía quién era la mujer y no se encontró ningún vehículo en las proximidades.
La mayoría de los casos son antiguos, con víctimas fallecidas hace entre 10 y 40 años. A pesar de las investigaciones exhaustivas, muchas de estas mujeres no han podido ser identificadas, y se desconoce quiénes eran, su procedencia y los motivos por los que se encontraban en estos países.
La víctima, muerta y hallada en marzo de 2007, tenía seis cápsulas de látex en el cuerpo y una de ellas se había roto, lo que condujo a la policía a sospechar que se trataba de una “mula” que se usó para introducir droga en Europa.

La responsabilidad de los Estados frente a las víctimas de la inmigración irregular
Los Estados tienen la obligación de garantizar la seguridad, el bienestar y los derechos fundamentales de todas las personas que residen en su territorio. Sin embargo, cuando se permite la entrada o permanencia de inmigrantes en situación irregular sin los mecanismos adecuados de control y protección, surgen importantes desafíos legales, sociales y humanitarios.

Los recorridos de estas personas, como ocurrió en el caso de la joven chica del aparcamiento de Holanda, a veces pueden ser muy difíciles de rastrear, ignorándose incluso el origen mismo de la persona.
La chica del aparcamiento fue encontrada en malas condiciones por la putrefacción, por lo que fue necesario reconstruir su rostro con tecnología muy reciente para ayudar a su cada vez más improbable identificación. Tengamos en cuenta que se trata de un caso muy antiguo (1976) y no se han recibido pistas desde entonces. Pudo haber estado desnutrida en sus últimos tiempos de vida.

Al albergar a personas cuya situación migratoria no está regularizada, los gobiernos se enfrentan a dificultades para garantizar su acceso a servicios básicos como salud, educación, vivienda y protección frente a abusos o explotación. Esto genera un entorno vulnerable donde los migrantes pueden convertirse en víctimas de trata, trabajo forzado, violencia o discriminación. En especial, en los casos de mujeres que no están protegidas por familiares o personas de confianza y que pueden terminar, por diversas razones, en las garras de redes transnacionales de trata.
No puede ser que aparezcan o desaparezcan personas que nadie sabe ni quiénes son

No puede ser que, en estos países tan avanzados, con tantos medios a su disposición, aparezcan o desaparezcan personas que nadie sabe ni quiénes son y, encima de todo, envueltas en situaciones criminales en las que pueden ser víctimas o victimarios.
En algunos casos, como el que vemos aquí, los cadáveres aparecen esqueletizados o incompletos, inclusive con falta de la cabeza, lo que dificulta mucho más la identificación.
La responsabilidad del Estado no sólo radica en proteger a sus ciudadanos, sino también en asegurar que quienes llegan al país reciban un tratamiento digno y seguro. De lo contrario, esas personas no deben entrar en esa nación. Cuando los sistemas de acogida, vigilancia y asistencia son insuficientes, se pone en riesgo la integridad física y jurídica de estas personas, y se compromete la capacidad del país para cumplir con sus compromisos internacionales en materia de derechos humanos.
En este caso, por desgracia, faltaba la cabeza de la víctima, por lo que su anonimato es todavía mayor.

Por ello, los Estados deben equilibrar su política migratoria con medidas efectivas de control, regularización y protección, evitando que la falta de recursos o planificación derive en situaciones de inseguridad tanto para los inmigrantes como para la sociedad que los acoge. La gestión de la inmigración irregular no es solo un desafío administrativo, sino una cuestión ética y jurídica que exige responsabilidad y acción por parte de los gobiernos.
Una cirujana facial en Vizcaya comenta la campaña de Identify Me
En mi labor como cirujana facial en Vizcaya, me enfrento cada día al poder del rostro como elemento esencial de la identidad humana. El rostro comunica quiénes somos, incluso antes de hablar. Por eso, la campaña “Identify Me” impulsada por INTERPOL y diversas fuerzas policiales europeas me ha tocado profundamente. Esta iniciativa busca poner nombre y dignidad a mujeres fallecidas que permanecen sin identificar, muchas de ellas víctimas de violencia. Como profesional de la medicina facial, no puedo permanecer indiferente ante una causa que conecta directamente con mi campo: la reconstrucción de rostros para devolverles una identidad.
Cuando la ciencia se convierte en memoria gracias
La cirugía facial suele asociarse con la estética, con la mejora o restauración de la apariencia de personas vivas. Sin embargo, también posee un papel fundamental en el ámbito forense. A través de la reconstrucción facial forense, los cirujanos y antropólogos colaboran para devolver un rostro reconocible a quienes ya no pueden hablar por sí mismos. En ese proceso, la medicina se convierte en memoria; la ciencia, en un acto de justicia. La campaña Identify Me representa precisamente eso: el esfuerzo colectivo de científicos, médicos, criminólogos y ciudadanos por reconstruir vidas a partir de fragmentos, por devolverles un nombre a mujeres anónimas que alguna vez tuvieron familia, sueños y una historia que merece ser contada.
El rostro como símbolo de dignidad es importante y cada ser humano tiene derecho a ser identificado. Detrás de esa afirmación hay un valor ético incuestionable. Perder el nombre significa ser borrado del mapa de la humanidad, quedar suspendido en un limbo donde la memoria no tiene lugar. Para mí, como cirujana facial en Vizcaya, Identify Me no es solo una campaña policial: es una declaración de respeto por la dignidad humana. Restaurar un rostro, aunque sea digitalmente o mediante modelos anatómicos, es un acto de compasión. Significa decirle al mundo: “Esta mujer existió. Merece ser recordada. Su historia importa”.
La tecnología al servicio de la identidad
En los últimos años, la tecnología ha transformado por completo el modo en que reconstruimos rostros humanos. Las técnicas tridimensionales, la impresión 3D, el modelado digital y los análisis de tejidos blandos permiten recrear con gran precisión los rasgos de una persona a partir de su estructura ósea. En el contexto de la campaña Identify Me, estas herramientas se han convertido en puentes entre la ciencia y la empatía.
Desde Vizcaya, donde trabajo en el ámbito de la cirugía reconstructiva y estética, observo cómo los avances médicos que utilizamos para mejorar vidas también pueden emplearse para restituir identidades perdidas. Las mismas manos que corrigen un trauma facial o reconstruyen una nariz pueden, en otro contexto, ayudar a la justicia a devolverle el rostro a una víctima.
La dimensión humana del anonimato
Cuando pienso en las más de 20 mujeres europeas que forman parte del proyecto Identify Me, no las veo como simples casos. Veo a hijas, madres, amigas, mujeres que merecen volver a tener un nombre. Como cirujana, no puedo evitar imaginar sus rostros antes del daño, sus gestos cotidianos, la textura de su piel o la luz en sus ojos. El anonimato no es solo una falta de datos: es una forma de silencio. Cada rostro sin identificar es una historia interrumpida. Por eso, el trabajo conjunto entre las fuerzas policiales y los profesionales de la medicina forense tiene una dimensión profundamente humana. Detrás de cada intento de reconstrucción hay una promesa: que nadie desaparezca sin dejar huella.
Reconstruir para recordar es importante. La reconstrucción facial no es un acto estético, sino simbólico. A través del modelado del cráneo y la aplicación de capas anatómicas basadas en promedios de tejidos, los expertos crean un rostro aproximado. No se busca una reproducción exacta, sino una imagen reconocible que despierte la memoria en alguien: un familiar, un amigo, un testigo. Cuando se logra, cuando alguien dice “sí, esa podría ser mi hermana”, la ciencia cumple su misión más noble. La cirugía facial, en este contexto, se convierte en una herramienta de empatía: reconstruir para recordar, dar forma a la memoria de quienes ya no pueden defenderse.
El papel del cirujano facial en la justicia
Aunque mi trabajo diario se centra en la cirugía estética y reconstructiva, siempre he sentido una conexión especial con la medicina forense. Ambas ramas comparten un mismo objetivo: restaurar la integridad del rostro humano. En un caso, para sanar el cuerpo; en el otro, para honrar la verdad. Los cirujanos faciales aportamos un conocimiento anatómico muy preciso que puede resultar crucial en la identificación de restos humanos. Comprender cómo se relacionan los músculos, los tejidos y los huesos nos permite recrear volúmenes con naturalidad. En colaboración con las fuerzas de seguridad y los laboratorios forenses, este conocimiento se convierte en una herramienta poderosa al servicio de la justicia.
Mujeres sin nombre que son historias por contar
INTERPOL lanzó la campaña Identify Me junto con la Policía Federal Belga y Europol en 2023, para visibilizar los casos de mujeres sin identificar halladas en Europa, muchas de ellas víctimas de homicidio. Las autoridades publicaron detalles como prendas de vestir, objetos personales y reconstrucciones faciales con la esperanza de que alguien, en algún lugar, reconozca a una de ellas. Como mujer y como profesional de la salud, me conmueve especialmente la dimensión de género que atraviesa esta iniciativa. Estas mujeres no solo fueron asesinadas o desaparecidas: también fueron olvidadas. Identificarlas es un acto de reparación, un gesto de justicia hacia todas las que aún esperan ser encontradas.
El éxito de Identify Me depende no sólo de la tecnología, sino de la colaboración ciudadana y profesional. Cada persona que comparte una imagen, que compara un dato o que aporta una pista, se convierte en parte de esta red de memoria colectiva. Desde la medicina facial tenemos mucho que aportar: desde ofrecer asesoramiento sobre estructuras anatómicas hasta colaborar con laboratorios de reconstrucción digital. Creo firmemente que el futuro de la identificación humana será interdisciplinar. La unión entre ciencia, tecnología y sensibilidad social será lo que permita devolverles el nombre a quienes hoy no lo tienen.
Una reflexión desde la cirugía facial en Vizcaya
Trabajar en Vizcaya me ha enseñado que la identidad tiene raíces profundas. Aquí, el rostro no es solo biología: es herencia, pertenencia, historia. Por eso, cuando pienso en las mujeres sin nombre de Identify Me, siento que cada una de ellas podría pertenecer a cualquier lugar, a cualquier familia, incluso a la nuestra. La identidad no conoce fronteras. En cada reconstrucción facial hay un llamado universal: reconocer para sanar. No hay acto médico más humano que ayudar a otro ser a ser recordado.
La conclusión es que hay siempre un rostro, una vida, una historia. La campaña Identify Me nos recuerda que la medicina y la justicia comparten un mismo valor esencial: la dignidad humana. Como cirujana facial, veo en cada rostro una historia irrepetible. Y aunque no todos los rostros puedan ser devueltos a la vida, todos merecen ser reconocidos.
Identificar a una persona no es solo una tarea policial; es un acto de humanidad. Significa restaurar su lugar en el mundo, permitir que su historia sea contada y que su familia encuentre paz. Desde Vizcaya, desde mi consulta y mi vocación, me uno simbólicamente a ese propósito: que ningún rostro quede sin nombre, que ninguna mujer quede en el olvido, que la ciencia siga sirviendo a la verdad y a la memoria.






























