La ex actriz del cine para adultos Lana Rhoades ha vuelto a ocupar titulares internacionales tras hacer pública su petición de que se eliminen de internet los más de 400 vídeos que grabó durante su paso por la industria pornográfica. La también influencer, que en los últimos años ha intentado reconstruir su vida lejos del contenido explícito, explicó que su principal motivación es proteger a su hijo. “Quiero que todos los vídeos desaparezcan para que mi hijo nunca me vea así”, declaró, evidenciando el profundo arrepentimiento que siente por las decisiones que tomó siendo muy joven.
Veamos las reacciones de la gente en las redes a la petición de Lana Rhoades de que se borre todo su contenido pornográfico. Una persona con un corazón bastante duro, por ejemplo, decía que eso era el precio por haber vendido su alma, mientras que otros se reían de ella y otros pedían compasión y hasta conversión a Jesucristo. La verdad es que había opiniones para todos los gustos y también para el mal gusto. Veamos.
¡Esto es exactamente por lo que los niños no deberían tener permitido elegir cambiar de género o decidir qué género quieren ser hasta que tengan al menos 18 años! ¡Y también por eso los abortos no deberían permitirse sin el consentimiento y/o conocimiento de los padres en el caso de cualquier persona menor de 18!
Si ella dice que tomó malas decisiones en la vida a los 19, es razonable suponer que cualquiera menor de 18 definitivamente no entiende las consecuencias ni las repercusiones de sus decisiones.
Yo no tendría sexo en pantalla con 19 años 🤮. Estas son las consecuencias de estar en la industria del porno, porque tarde o temprano te persigue, me imagino.
Dios ayude a Bonnie Blue 🤣🤣🤣.
Jajajajaja, los niños en la escuela: “acabamos de ver a tu madre hacerlo con cuatro tipos enormes y todos le terminaron en la cara”.
Una gran forma de aprender que las acciones tienen consecuencias.
Parece que el niño aprenderá eso mucho antes de lo que lo hizo su madre.
Supongo que comentaré como otra exactriz porno venida a menos que nunca tuvo OnlyFans.
Estos comportamientos tardan mucho tiempo en cambiar.
Además, te desajustan tu vida sexual.
Empiezas a ver cada relación de forma diferente. Incluso los terapeutas y otras personas no entienden lo que te has hecho a ti misma.
Lo peor fue que los amigos intentaban etiquetarte como exhibicionista o, peor aún, como adicta al sexo.
«Jamás culparé a nadie por lo que yo misma me hice».
Lo que más me molesta son los demás de la industria, que dicen que fueron “manipulados” o “engañados”.
No fuiste víctima, elegiste tú estilo de vida.
Levántate y sigue adelante.
Si tienes que explicarte ante tu hijo, trabaja en ti misma primero.
¿Qué está pensando? Acaba de anunciarle al mundo que tiene 400 videos porno gratis en internet que no quiere que su hijo vea.
¿Qué pasa con los vecinos, profesores y amigos que vean esta publicación y no sabían de su pasado seductor?
Noticia de última hora: el pequeño Johnny ya vio los 400 videos y llevará pruebas a la próxima reunión del club de chicos.
Siento pena por ella.
Joven y con poca experiencia en la vida.
La empatía y la compasión son cosas con las que algunas personas tienen dificultades.
Una rápida búsqueda en internet mostró que llevaba camisetas de muchos colores, así que no le pagaban mucho para haber estado tanto tiempo sin dinero.
Espero que al menos haya disfrutado la cocaína.
¡Por favor! No fuiste “manipulada”. Simplemente no te importaron las repercusiones cuando viste el dinero fácil.
Seguro que tenías gente a tu alrededor advirtiéndote, y no te importó nada.
Bienvenida a la VIDA, donde TODO tiene un precio.
Si fue manipulada, ¿ha ido a la policía a presentar cargos?
¿O solo está usando eso como una excusa para quitarse la responsabilidad de encima?
Porque, claro, nunca puede ser culpa de una mujer.
Supongo que todos aquí han llevado una vida perfecta y nunca han estado en una situación desesperada.
¿No se supone que estamos aquí para aprender de nuestros errores?
¡Ninguno de ustedes tiene derecho a ser juez y jurado!
Asegúrense de no romperse nada cuando se caigan de su pedestal.
Ella merece vivir su vida, y su hijo no debería verse afectado por los errores del pasado de su madre.
¡Además, dijo que fue manipulada, denle un respiro!
Rhoades, cuyo verdadero nombre es Amara Maple, se unió al cine para adultos cuando tenía apenas 19 años. En diferentes entrevistas ha reconocido que atravesaba una situación económica complicada y que fue “dirigida” hacia determinados papeles o escenas sin comprender del todo el alcance que tendrían. Hoy, con una madurez distinta y una familia a su cargo, la ex actriz asegura que su paso por la industria le dejó secuelas psicológicas y un fuerte estigma social que aún intenta superar. Para ella, lo más doloroso no es el pasado en sí, sino la imposibilidad de borrarlo por completo de la red.
La permanencia de esos vídeos plantea un dilema cada vez más común en la era digital: una vez que un contenido es publicado, su control resulta prácticamente imposible. Los vídeos de Rhoades circulan por cientos de sitios web, foros y plataformas pirata, donde el derecho al olvido choca con la realidad de la difusión masiva. Incluso si algunas páginas accedieran a eliminarlos, copias y descargas seguirían apareciendo. Este escenario pone de relieve la necesidad de revisar las leyes sobre derechos de imagen y propiedad intelectual en la industria del entretenimiento para adultos, donde el consentimiento inicial no siempre implica un consentimiento eterno.
El caso de Lana Rhoades también abre un debate más amplio sobre la responsabilidad y la ética dentro del cine para adultos. Ella misma ha reconocido que, aunque fue mayor de edad cuando comenzó, se sentía presionada y emocionalmente inmadura. Su testimonio invita a reflexionar sobre los mecanismos de protección a los que deberían tener acceso las jóvenes que ingresan en este tipo de trabajos, así como sobre la necesidad de ofrecerles apoyo psicológico y asesoramiento legal. Además, su experiencia refleja la escasa preparación que muchas reciben para afrontar las consecuencias a largo plazo de su exposición pública.
Más allá del aspecto mediático, el tema tiene un componente profundamente humano. Rhoades ha pasado de ser una de las actrices más buscadas en portales pornográficos a convertirse en una mujer que desea rehacer su identidad y proteger a su familia del peso de su pasado. Su historia es, en cierto modo, la de una segunda oportunidad: una búsqueda por recuperar la dignidad y la privacidad en un mundo donde la huella digital es casi imborrable. La maternidad parece haber sido el punto de inflexión que la llevó a enfrentar ese legado y a reclamar el derecho a comenzar de nuevo.
Sin embargo, las críticas no se han hecho esperar. En redes sociales, muchas personas la acusan de hipocresía o de querer borrar un pasado que ella misma eligió. Otros usuarios, en cambio, defienden su derecho a cambiar, recordando que la juventud y la desesperación pueden conducir a decisiones de las que uno luego se arrepiente. La división de opiniones revela un conflicto moral entre el derecho individual al arrepentimiento y la responsabilidad sobre los actos pasados.
Desde un punto de vista legal y técnico, las posibilidades de Rhoades para lograr que sus vídeos desaparezcan son mínimas. La magnitud de la difusión, unida a la falta de regulación global en torno a los contenidos para adultos, hacen casi imposible una eliminación total. Aun así, su iniciativa podría abrir el camino hacia nuevas políticas que garanticen un “derecho al olvido digital” más efectivo para quienes buscan desvincularse de su pasado en la industria del entretenimiento sexual.
El caso también plantea una reflexión sobre la educación digital y emocional de las nuevas generaciones. La ex actriz teme que su hijo, al crecer en una sociedad hiperconectada, descubra ese contenido y sufra las consecuencias de un pasado que no le pertenece. En ese sentido, su preocupación es compartida por muchas personas que, sin ser figuras públicas, ven cómo su privacidad o su reputación quedan marcadas por lo que alguna vez se publicó en la red.
En definitiva, la historia de Lana Rhoades es mucho más que la de una exactriz porno que quiere borrar sus vídeos. Es un símbolo de los dilemas modernos entre libertad, responsabilidad, redención y memoria digital. Representa la lucha de una mujer por reconstruirse en un mundo donde el pasado nunca desaparece del todo, y donde la maternidad puede convertirse en el motor más poderoso para buscar perdón, respeto y olvido. Su caso nos obliga a cuestionar qué significa realmente “superar el pasado” en una era donde internet lo recuerda todo.


























