Hace casi 80 años, mientras casi toda Europa estaba inmersa en la Segunda Guerra Mundial, un voraz incendio estalló en la Calle Cádiz de Santander, devastando en pocas horas el casco histórico de la ciudad. En este evento trágico, queremos destacar dos figuras poco conocidas: un bombero de Madrid fallecido en acto de servicio y un coche concreto del Parque de Bomberos Voluntarios de Santander. Un Lincoln que probablemente cruzó el Atlántico desde Cuba a finales del siglo XIX o principios del XX.
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Creación del Cuerpo de Bomberos Voluntarios de Santander después del desastre del Machichaco
Este coche de bomberos se encuentra en la Base de los Bomberos Voluntarios de Santander, testigo silencioso de generaciones que se remontan al siglo XIX, cuando se fundó este cuerpo en respuesta al desastroso incidente del Machichaco, considerado la mayor tragedia civil de Europa hasta este momento. Su donación por parte de mi tatarabuelo, Eudaldo Bonet, refleja el espíritu de solidaridad del pueblo santanderino, que se unió para apoyar la creación y el desarrollo de este cuerpo de bomberos voluntarios de Santander después del desastre del Machichaco, décadas antes del incendio de 1941, que fue todavía mucho más devastador.
Participación notable de los Bomberos de Bilbao en la crisis del Machichaco
Muchos jóvenes se ofrecieron voluntariamente para unirse al Cuerpo de Bomberos de Santander, conscientes de la necesidad de contar con una fuerza auxiliar preparada para hacer frente a emergencias como la ocurrida durante el desastre del Machichaco. En aquel trágico suceso, la mayoría de los bomberos municipales de Santander perdieron la vida en una explosión, dejando a la ciudad vulnerable ante el fuego sin personal capacitado para hacer frente a la situación. En respuesta a esta emergencia, personas de todas las edades y capacidades contribuyeron con trabajo gratuito o donaciones, ya sea de vehículos como el espléndido coche mencionado o mediante aportaciones económicas, como en el caso de mi bisabuelo Gerardo Cervera Zubieta.
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La reconstrucción de Santander después de estas dos tragedias fue un esfuerzo colectivo en el que toda la ciudad se involucró según sus posibilidades. Se presenció un admirable heroísmo popular, solidaridad y apoyo que llegó desde todas partes, incluso de países como Alemania durante el gran incendio del 41. El episodio del Machichaco fue especialmente conmovedor, ya que recibieron ayuda y cooperación de bomberos y recursos de toda España, destacando la participación notable de los Bomberos de Bilbao, cuya despedida al finalizar su servicio fue un momento emotivo entre estas dos ciudades hermanadas.
La corrupción era tremenda en estos tiempos y afectaba a nuestra seguridad en todos los aspectos. En un recorte de prensa de la época del Machichaco se evidencia la necesidad de reformar y mejorar la preparación de la Policía Municipal de Santander, señalando las deficiencias que existían en aquel entonces, incluyendo casos de corrupción flagrantes en el cuerpo local de policía. Y se hace un paralelismo con el Cuerpo de Bomberos, recientemente reconstituido igual que las casas que ardieron tras el desastre del Machichaco y fueron reconstruidas.
La trata de blancas y blancos (chicos jóvenes), como se ve en este periódico, era un problema muy grave de esta época en el que la sociedad santanderina de entonces no parecía querer involucrarse.
Los orígenes zamoranos del héroe o el grave accidente que sufrió en Madrid años antes
En cuanto al héroe olvidado de los Bomberos de Santander en el 41, Julián, su historia merece ser recordada y difundida. Aunque se le recuerda como el bombero fallecido en el incendio, su figura no ha recibido la atención que merece. En el Museo de Bomberos de Ojaiz, se destacan sus datos biográficos y las herramientas personales que llevaba consigo al entregar heroicamente su vida por la ciudad. A menudo se desconocen aspectos importantes de su vida, como sus orígenes en Zamora o el grave accidente que sufrió en Madrid años antes. A pesar de su juventud, su aspecto envejecido, incluso con bolsas debajo de los ojos, muestra los sacrificios y las duras condiciones de trabajo a las que se enfrentaban los bomberos en aquella época. Aunque murió a una edad joven, apenas 38 años, su legado perdura como un recordatorio de la valentía y el servicio desinteresado de quienes arriesgan sus vidas por el bienestar de los demás.
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En las fotos, el autor de la biografía de Julián Sánchez, el bombero fallecido en Santander en 1941, que sale a la derecha. Manuel González, a la izquierda, ha sido también bombero en Santander por muchos años y es un activo historiador de nuestra tierra.
Afortunadamente, las condiciones laborales de los bomberos de Santander y de todo el país han mejorado considerablemente desde 1941. En aquel entonces, muchos bomberos tenían que buscar un segundo trabajo para poder mantener a sus familias, como fue el caso de Julián. Esta situación era aún más difícil en tiempos anteriores, como durante el desastre del Machichaco en 1893, donde gran parte de la plantilla de bomberos de Santander desapareció en un solo golpe debido a la explosión.
El Lincoln de los Bomberos Voluntarios de Santander se convirtió en el coche fúnebre del héroe
El Lincoln de los Bomberos Voluntarios de Santander se convirtió en el coche fúnebre del héroe, llevando los restos mortales de Julián en el día de su funeral. Este gesto de homenaje fue una estampa conmovedora que quedó grabada en la memoria de quienes lo presenciaron, y continúa viva en fotografías y registros de prensa desde aquella época. La imagen del cortejo fúnebre de Julián, el bombero mártir, llevado en el Lincoln donado por el tatarabuelo del narrador, es un símbolo perdurable del sacrificio y la valentía de quienes sirven a la comunidad como bomberos.
Museos de los Bomberos de Santander
Santander tiene una relación muy dramática y especial con las catástrofes, en concreto con el fuego, dado varias veces y la última de ellas, en plena Guerra Mundial, dejó la ciudad como si hubiera caído una bomba atómica encima. Las fotografías son impresionantes. Mucha gente del propio Santander podrá pensar entonces que hubo muchos muertos o que el Cuerpo de Bomberos Voluntarios de Santander se crea en ese incendio del 41, pero en realidad no es así. Ese incendio fue prácticamente incruento, ya que sólo un bombero de Madrid falleció en acto de servicio, pero hubo otra tragedia mucho peor medio siglo antes: el desastre del Machichaco, un barco de vapor que explotó en plena dársena central del puerto de Santander y se llevó por delante las vidas de más de seiscientas personas. Calles enteras desaparecieron a consecuencia directa de la explosión y de los incendios posteriores, que fueron varios y por toda la ciudad, con el dramatismo añadido de que los bomberos habían fallecido en gran número en el propio barco, que explotó a consecuencia de un incendio inicial.
Y no sólo ellos murieron en acto de servicio, sino que también un montón de marinos y otros profesionales del puerto y autoridades fallecieron, como consecuencia directa del estallido, que fue tan fuerte que proyectó metralla y objetos y cuerpos a centenares de miles de metros en torno al punto de la explosión. También un montón de civiles y hasta niños murieron o incluso desaparecieron tras la tremenda deflagración, que volatilizó y arrancó cuerpos y estructuras en un amplio radio de destrucción total.
Para conmemorar dicha época y estar preparados para lo que pueda pasar existen dos museos de los bomberos en Santander, cada uno de un Cuerpo de Bomberos diferente. Por un lado, el cuerpo de Municipal de Bomberos oficial y, por otro, fundado a consecuencia de esta catástrofe incendiaria del Machichaco, con sus el Cuerpo de Bomberos Voluntarios de Santander, que es uno de los más antiguos de España, aunque el desinterés creciente de los políticos lo hace peligrar del todo. En ambos museos encontraremos recuerdos muy bonitos y muy entrañables de un pasado que sigue muy presente en nuestra ciudad. El pasado glorioso de la época de los vapores correo, los trenes con chimenea y hasta los duelos con pistolas y sables. En ambos museos se conservan también colecciones de fotos y coches que fueron involucrados en la lucha contra el fuego.
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El parque automovilístico de los Bomberos Voluntarios de Santander
En este último caso tenemos una anécdota especial que es bastante personal del que escribe. Resulta que uno de los coches que se conservan en el Museo de Bomberos Voluntarios de Santander perteneció a mi tatarabuelo, Eudaldo Bonet, quien lo donó tras el desastre total que devastó la ciudad en mil ochocientos noventa y tres, el cual produjo una oleada de solidaridad entre los santandernos impresionante. Cada uno dio lo que pudo y lo mejor de sí mismo. Los jóvenes y trabajadores podían dar su fuerza física y tu trabajo voluntario en guardias y adiestramiento geles capacitada para apoyar a los bomberos municipales ante cualquier emergencia. Los ricos empresarios como invitada del abuelo podían dar su patrimonio y su dinero y, de hecho, hay varios coches que son fruto de donaciones al parque automovilístico de los Bomberos Voluntarios de Santander.
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En las fotos: el museo de los Bomberos Municipales de Santander, en Ojaiz, y el de los Bomberos Voluntarios de Santander, en el centro:
El coche de mi tatarabuelo se vio envuelto en otra prueba de fuego y nunca mejor dicho. En plena II Guerra Mundial se produjo un incendio voraz que consumió de nuevo gran parte de la ciudad y tenemos fotos del Lincoln de los Bomberos Voluntarios de Santander luchando contra las llamas en primera fila. No sería su última aparición estelar. Al poco de haber apoyado el esfuerzo de los Bomberos Voluntarios, en el incendio de 1941, lo vemos como coche fúnebre que porta los restos mortales del gran héroe de esos días. El bombero de origen Zamorano que ya hemos dicho, Julián, que falleció en ese incendio sin otras víctimas mortales, pero que se llevó a este trabajador que vino desde Madrid en un contingente de emergencia para apoyar a sus compañeros municipales y voluntarios en este último gran incendio de nuestra ciudad.
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El jefe de este mártir de nuestro incendio del cuarenta y uno le dio el pésame de una forma viril y heroica, como se merecía este hombre después de haber dado su vida por sus paisanos en una ciudad que seguramente no conocía. Como nos contaba el autor de una biografía muy interesante de este bombero caído en combate, Manuel González, bombero él también del cuerpo municipal de Santander, este sacrificado profesional tuvo que enfrentarse con la desgracia de los bombardeos y otras tragedias ocurridas durante la guerra civil en Madrid, donde se desempeñó como bombero.
El Museo de Ojaiz de los bomberos municipales
Son las historias de nuestros antepasados, vidas cortas en las que los años pasaban rápido por los rostros y los cuerpos. No hay más que ver las fotos de este pobre bombero muerto en Santander, que parecía mucho más mayor en las fotos de lo que en verdad era. Sus herramientas y uniforme de servicio todavía están en el Museo de Ojaiz de los bomberos municipales, en las afueras de Santander, al que podéis ir en el autobús urbano número tres. Una maravilla de museo en el que Manuel González, junto a sus compañeros y otros colaboradores, han realizado un trabajó enorme de recopilación histórica de todo tipo y en especial en el tema de las fotos. Pero también veréis un coche de bomberos muy antiguo. Lo más curioso es que tenemos fotos que registran a esos vehículos en acción en diversos momentos de su largo servicio y es muy interesante poder comparar las fotos con los vehículos que tenemos físicamente. La verdad es que no creo que muchas ciudades del mundo tengan tanta relación con los desastres y en concreto con los incendios.
Como dos curiosidades históricas decir que es especialmente llamativa, en el Museo de Ojáiz de los Bomberos Municipales de Santander, la colección de fotos que representan a las víctimas del Cabo Machichaco cuando todavía estaban subidas en el barco o en el muelle intentando apagar las llamas. Se les puede ver más o menos claramente en sus efigies cuando todavía no han pasado a mejor vida. También es curiosa la historia del incendio último de Santander, el de 1941, en la que se relata cómo apareció un cuerpo calcinado y pareció que sí había habido una víctima civil en el evento, además del bombero de Madrid, pero resultó ser un muerto que estaba siendo velado en su propia casa y al que no dio tiempo de poner fuera del alcance de las llamas, que avanzaban a toda velocidad, impulsadas por el viento enfurecido de la galerna. Y es que antiguamente se velaba a los muertos en la casa y no había tanatorios.
Esperemos que estas anécdotas curiosas os hayan dado alguna idea de cómo vivían nuestros antepasados y cómo se enfrentaban a estas desgracias. El tema de los bomberos y del fuego y los desastres es una parte intrínseca de la cultura de Santander.