Interpretar el mapa de Madrid de Texeira no es una tarea fácil, pero vamos a ayudaros aquí con unas anotaciones que pueden servir para que disfrutéis más de vuestra estancia en Madrid. ¿Qué queda en Madrid del plano de Texeira, cartógrafo y corsario portugués que se hizo madrileño hasta la muerte?
Ruta por el Madrid de los Austrias y otros temas de misterio, Naturaleza e Historia
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Analizamos el mapa de Madrid de Texeira
Hay un plano muy útil del mapa de Madrid de Texeira que superpone esa obra antigua al mapa actual callejero de la capital de España. De esta manera, es más fácil saber, ante todo, cuáles eran los límites de ese Madrid antiguo y cómo se conectaban sus antiguos caminos con lo que son las actuales avenidas y carreteras. Porque la forma más fácil de entender de alguna manera el plano de Texeira es desde el exterior y hacia el interior de la ciudad. Entrando por los varios caminos que daban acceso a lo que todavía hoy es el centro de Madrid. Porque si algo no ha cambiado mucho desde entonces es precisamente ese centro de Madrid, con su trazado más o menos conservado en grandes líneas. Incluso con zonas completas que se han conservado prácticamente igual que como estaban hace 400 años.
Don Pedro Texeira es uno de los cartógrafos más reconocidos del mundo y su obra cumbre, que fue este plano del Madrid de los Austrias hiperrealista, la realizó hacia el final de sus días, cuando ya era bastante mayor y estaba plenamente establecido desde hacía mucho tiempo en la capital de España. Una capital a la que este portugués reconvertido en madrileño llegó bastante joven, cuando Portugal de España se unieron bajo el reinado de Felipe II, y después de haber ganado experiencia marítima a bordo de barcos de corsarios de su país. Un requisito indispensable para poder formar parte del gremio al que pertenecía a su familia y en el cual su abuelo había llegado a ser cartógrafo oficial del reino luso.
Lo que no se podía imaginar Pedro de Texeira sería que podría superar a su abuelo de esa manera. Creando uno de los primeros callejeros universales, reproducido en millones de copias y de imágenes por internet por todas partes. Una fuente de inspiración para cualquiera que quiera acercarse al apasionante periodo de esplendor literario y decadencia política del imperio español. Y todo ello en una de las capitales más queridas y visitadas del mundo. Un Madrid cuyos secretos subterráneos, pero también en la superficie, están aflorando por todas partes.
En la imagen, la casa de Pedro Texeira, dibujada en su propio mapa.
El trazado entre la Plaza Mayor y la Puerta del Sol sigue siendo más o menos el mismo
Uno de los mayores ejemplos y más fácilmente reconocibles es la Plaza Mayor de Madrid y su entorno, llamado con razón el Madrid de los Austrias, pero que no era sino un añadido post medieval de lo que fue el antiguo Magerit, siendo una zona que se conocía por entonces como el Arrabal: es decir, el barrio a extramuros de las ciudades medievales españolas. De ahí viene la palabra arrabal que podemos encontrar en el callejero de ciudades muy diversas como Santander, donde una calle que ahora es céntrica también era en su día un arrabal de esa otra capital del norte. El trazado entre la Plaza Mayor y la Puerta del Sol sigue siendo más o menos el mismo, con el eje de la calle Mayor y el Paseo de los Jerónimos conservado como radio que divide la ciudad en dos desde el este al oeste y que nos permite situarnos perfectamente en la ciudad actual. Igual que si estuviéramos en el Madrid de los Austrias.
De todo queda rastro en la historia de una ciudad, luego, ¿cómo no iban a quedar huellas de la muralla medieval que cerraba los distintos perímetros de expansión de Madrid? Esos paredones de piedra mantienen el trazado del trazado que tuvieron en el Madrid del Medievo y una de las muestras más claras es la Cava de San Miguel y la Puerta Cerrada, cuyo formato de diseño de muralla en forma ovalada todavía se puede admirar hoy. Es lo que se conoce como la muralla cristiana, que es una expansión de la anterior, llamada de los árabes y de la cual queda un lienzo perfectamente conservado que mira al cerro desde el parque contiguo a la Almudena.
La muralla árabe de Madrid en el Parque de Mohamed I:
La ciudad medieval de Madrid fue creciendo desde el asentamiento fortificado
La ciudad medieval de Madrid fue creciendo desde el asentamiento fortificado de lo que ahora es el Palacio de Oriente y sus alrededores, inclusive la Almudena, hacia lo que ahora es la zona del Madrid de los Austrias. Y creció con anillos de murallas concéntricos de los que todavía se conservan trazados tan increíbles como el de La Cava de San Miguel, como rastro más fácilmente identificable y con puertas que todavía existen de alguna manera en el recuerdo actual del callejero y que son la puerta de Guadalajara y la Puerta Cerrada.
Mapa de las murallas, cercas y puertas de Madrid, que representa la evolución del perímetro defensivo y el vallado de la capital. La línea verde muestra la muralla y el alcázar árabe de Madrid, que es el núcleo inicial de la villa. La línea azul es la expansión durante la recuperación y repoblación por parte de la mayoría cristiana del país. La línea roja es la cerca del Arrabal, que protegía esos barrios exteriores del periodo medieval. Si os fijáis, en esta zona exterior del poblado medieval estarían lugares tan céntricos como la Puerta del Sol o la Plaza Mayor. La línea violeta es la Cerca de Felipe II y la naranja es la Cerca de Felipe IV, inútiles ambas, que sólo sirvieron para obstruir el lógico crecimiento natural de esta gran urbe. Todo este área urbanizada se corresponde con el llamado Madrid de los Austrias.
Los que habitaban el interior de esos anillos concéntricos podían considerarse privilegiados en cuanto a seguridad y estatus social, mientras que los que vivían a extramuros en los burgos externos y arrabales eran una especie de inmigrantes de la época. Unos vecinos de segunda que solamente al cabo de los años podían costearse entre todos una ampliación de las defensas de la ciudad con la edificación de su propia muralla. También se daba el hecho de que los distintos grupos étnicos tendían a crear sus propios barrios y hacerse fuertes en ellos de cara a posibles intentos de saqueo o revueltas populares que pudieran perjudicarles. Un ejemplo de esto es el ataque masivo de los cruzados europeos contra las juderías y barrios moriscos que encontraron a su paso, en su camino por España, después de que sus contingentes abandonaron la empresa común de las Navas de Tolosa y se dedicaron a hacer el bestia por su cuenta.
La inseguridad ciudadana era una constante en el Madrid de los Austrias
La inseguridad ciudadana era una constante en el Madrid de los Austrias, tal y como se muestra en la película de Alatriste y los libros respectivos. Como el propio Arturo Pérez Reverte afirma, el plano de Madrid de Texeira ha sido una herramienta fundamental para situarse con sus personajes en las posibles calles donde era más lógico que se hicieran emboscadas, especulando también con la posible iluminación nocturna de la época, que no era mucha. El problema de los duelos también fue bastante grave hasta tiempos bastante recientes, incluso después de haberse prohibido esta bárbara práctica que muchas veces obligaba a los duelistas por una interpretación radical del honor a batirse a vida o muerte. En las primeras épocas, estos duelos se realizaban con armas blancas y a ser posible con espadas, pasando después a las armas de fuego cuando su uso en forma de pistolas se hizo bastante frecuente.
El éxodo rural de épocas que han conocido nuestros abuelos y nuestros padres se ha transformado ahora en un éxodo mundial de personas que vienen de muchos países en busca de las condiciones de vida occidentales que no tienen en sus respectivas patrias. Ellos constituyen la nueva hornada de madrileños que seguramente no se irán nunca si no se les obliga a ello, cosa poco probable, con lo que estaríamos asistiendo a la nueva y masiva llegada de los más recientes colonos de la expansión de Madrid y muchas otras ciudades occidentales.
Se llamaban portillos porque no tenían la categoría de puertas principales o puertas reales
Pero vayamos a los límites de la ciudad. Esto nos ayudará a situarnos mejor. Como soy del norte empiezo por el trazado hacia el exterior en esa dirección y sentido. Estamos hablando de las puertas o portillos de Fuencarral y Santa Bárbara, que daban acceso a lo que ahora es la zona delimitada por las rotondas de Quevedo y de Iglesia.
Se llamaban portillos porque no tenían la categoría de puertas principales o puertas reales, como sí eran las que luego comentaremos, con la Puerta de Alcalá o la de Toledo como ejemplos más claros. Una de las principales arterias que llevaba al norte, si no la más importante, era lo que todavía sigue siendo la calle de San Bernardo, la cual conectaba directamente con lo que ahora es el monumento a Quevedo y pasando por la puerta o Portillo de Fuencarral, que hasta hace no tanto se conservaba.
La puerta de Alcalá conectaba con la zona de Ventas
Siguiendo el sentido de las agujas del reloj nos encontraremos con la puerta de Alcalá, que conectaba con la zona de Ventas y su plaza de toros. Pero no siempre hubo aquí una plaza de toros ni mucho menos y el significado de Ventas tiene un significado curioso que creemos importante comentar aquí, ya que hay muchos topónimos como Ventorro del Cano que tienen que ver con ese significado de merendero. De zona donde era posible hacer una parada en el camino y tomar algo en el camino hacia el exterior o el interior de la capital. Un tema que nos puede recordar a una de las primeras anécdotas del Quijote, cuando el caballero más famoso de la historia y Sancho se detienen en una venta para pernoctar y cenar, enamorándose el Quijote de una asturiana llamada Maritornes.
En esta línea diagonal vemos la Puerta de Alcalá de entonces, que no coincide exactamente con la de ahora, y la Plaza de Toros de las Ventas.
Lugares olvidados de Madrid antiguo: el arroyo Abroñigal y la Venta del Espíritu Santo
El contraste entre las chabolas en las márgenes del arroyo Abroñigal y la antigua Venta del Espíritu Santo, con su peculiar fama en el siglo XVIII, nos permite entender cómo esta zona de Madrid pasó de ser un área desierta con ventas o merenderos a convertirse en un lugar más densamente habitado y urbanizado. Y me parece interesante el origen del nombre «Ventas». En efecto, parece más plausible que el término esté ligado a las posadas y ventorrillos de la época, como la Venta del Espíritu Santo, y no tanto a las actividades comerciales informales de las chabolas en el arroyo. La mención de tales conceptos en los mapas de la Guerra de la Independencia y del fielato refuerza esta idea, mostrando que el término ya se usaba en un contexto muy distinto al de las posteriores ocupaciones informales de la zona.
El detalle sobre el cementerio provisional, debido a la epidemia de cólera, y su evolución hacia el Cementerio de la Almudena, también enriquece la narrativa. La transformación de los alrededores del Abroñigal —de un arroyo marginal a un espacio urbano importante— ilustra cómo las necesidades sociales y urbanísticas han dado forma a la historia del barrio. Y el uso de las márgenes de los ríos y arroyos como tierras comunes añade una perspectiva legal e histórica valiosa. Por tradición, estos espacios eran vistos como terrenos de libre acceso, lo que facilitaba la instalación de comunidades nómadas o marginadas. Sin embargo, con el avance de la industrialización y los crecientes problemas de contaminación, las normativas han tenido que evolucionar, con la exigencia actual de mantener cierta distancia respecto a las márgenes.
La ciudad quedaba delimitada en su parte Este por el Paseo de Recoletos y la Ronda de Atocha, que todavía existen, pero asfaltadas y rodeadas de edificios por ambos lados. Por esta zona partía el camino hacia Vallecas, que por entonces estaba fuera completamente del radio de la ciudad, coincidiendo con el actual trazado de la Avenida de la Albufera. Méndez Álvaro quedaba justo en el exterior del plano. El trazado de la antigua vía romana que cruzaba Madrid desde el Palacio de Oriente y a través de la Plaza Mayor, en dirección hacia Vallecas, se puede observar todavía hoy y se corresponde con esa Calle de Atocha y lo que es luego la Vía de la Albufera siguiendo el trazado de la línea 1 de Metro.
Si seguimos hacia el Sur, continuando con la trayectoria de las agujas del reloj, la Puerta de Toledo mantenía todavía hoy ese trazado urbano del viejo camino que partía de esta puerta de acceso importantísima. Y toda la zona del Rastro quedaría, por supuesto, fuera del radio oficial de la capital de España.
Una especie de muro que actúa como límite del crecimiento urbano de Madrid
También hay que tener en cuenta que el plano de Teixeira contempla muchas zonas agrestes, de la campiña exterior del Madrid de los Austrias, con sus caminos que cruzaban dehesas arboladas donde había distintos tipos de edificaciones agrícolas y también religiosas. Por eso a veces no es fácil seguir la línea continua de los caminos que partían de Madrid hacia el exterior de la ciudad. Y observamos también que había una especie de muro que actúa como límite contenedor del crecimiento urbano de Madrid, pero que no tiene ya una función defensiva después de la paz que trajeron a España los Reyes Católicos. Y es que las fronteras de la nación se encontraban demasiado alejadas de la capital como para que pudiera haber cualquier peligro directo contra una nación tan poderosa. Por lo tanto, el objeto de este muro absurdo, que rodeaba la ciudad y que luego se tuvo que tirar, no era otro que ponerle literalmente puertas al campo y todo con un objetivo claramente fiscal, ya que se trataba de cobrarle más impuestos a la gente que viviera dentro del perímetro que se consideraba como la ciudad. Un propósito y lógico que pronto se revelaría como inútil y contraproducente, ya que sucesivas oleadas de recién llegados iban poblando el exterior de ese perímetro y contribuían al crecimiento económico y social de la capital de nuestro país. En muchos tramos, como se ve en el siguiente detalle, dicho murete era sustituido por las propias fachadas exteriores de las casas más periféricas de la creciente ciudad.
También vemos las abundantes huertas que se extendían por la zona al Sur de la ciudad de entonces, hoy cubiertas de asfalto y hormigón:
A través del Puente de Segovia partía la ruta occidental desde el auténtico núcleo urbano medieval de Madrid, donde se encuentra todavía la muralla del periodo de Al Ándalus, en un lateral de la Almudena. Esta ruta conectaba directamente con lo que ahora es el Paseo de Extremadura y la Casa de Campo. Las zonas de Puerta del Ángel, Lucero o El Batán o Arganzuela quedaban en el exterior no ya de Madrid, sino del propio plano de Texeira, que contemplaba también la zona no edificada de alrededor de la capital.
Hay un curioso calvario con 3 cruces en la carretera que parte del portillo de San Joaquín, por el trazado de lo que hoy es la A-6 en dirección a La Coruña. Como dato curioso vemos un vía crucis al borde del camino que salía por la Calle Princesa de hace 400 años:
Observamos que el camino de entonces coincide con el trazado de Princesa, junto a cuya calle actual vivió en su día el autor del plano: el portugués y madrileño Texeira.