Por todos es conocida la historia real de Espartaco, un esclavo convertido en gladiador que encabezó una revuelta tremenda de desheredados en la antigua República Romana. Una epopeya que se cuenta muy bien en la película protagonizada por Kirk Douglas. Pero las revoluciones de los esclavos han formado parte de la Historia de la Humanidad, de todos los imperios, que han practicado con crueldad la servidumbre forzada de otros seres humanos. Y ahora hablaremos de esos espartacos negros del Caribe que se rebelaron contra la opresión de los hacendados europeos de esas islas.
Los espartacos negros del Caribe
Hay que aclarar antes que nada que la esclavitud ha sido una de las costumbres más viles, pero más comunes, de toda la humanidad. Todos los pueblos la han practicado desde tiempos ancestrales tras la derrota y captura de los enemigos y lo que había en la prehistoria era mucho peor, puesto que el enemigo derrotado era inmediatamente devorado. De hecho, el pasar a ser esclavo era una forma de salvar la vida, por ejemplo, durante la reconquista española, cuando los moros y cristianos practicaron por igual esta costumbre de convertir a sus derrotados en sirvientes por la fuerza. Una costumbre que los cruzados que venían de otros países del norte de Europa a combatir en España no entendían, pues no estaban acostumbrados a esta coexistencia con judíos y musulmanes y por ello llevaron a cabo muchos atropellos en nuestro país. Pero hay que dejar muy claro que los primeros esclavistas negreros eran otros negros que se dedicaban literalmente a cazar a sus rivales de etnias enemigas y entregarlos en los puertos a los negreros blancos. Y lo mismo pasó con árabes, chinos o aztecas.
Los bucaneros, los corsarios y la trata de blancas
Hace ya varios siglos, Saint Domingue era el nombre del actual Haití, una colonia francesa situada en la parte occidental de La Española. Una ocupación del Imperio francés que empezó con los piratas de esta nacionalidad, los famosos bucaneros, establecieron su primera base fija en la isla de la Tortuga.
Los bucaneros se resistieron desde un principio a tomar mujeres indígenas ni de ninguna otra raza que no fuera la suya, por lo que pidieron al rey de Francia que les mandase mujeres autóctonas de su país. Sin embargo, en la metrópoli no encontraban voluntarias para semejante viaje lleno de peligros. Y todo para encontrarse allí con maridos que eran auténticos delincuentes y salvajes que vivían como salvajes, pero entonces se les ocurrió enviar a cincuenta mujeres que hacían la calle en Francia. Y los bucaneros, que conocían el pasado de estas chicas, prometieron olvidarlo todo, pero juraron vengarse si ellas les traicionaban.
Los ingleses, por su parte, siguieron un plan más brutal que consistía en secuestrar chicas y niños irlandeses, de religión católica, y enviarlos a América para que sus piratas pudieran formar familias a su modo y manera. De esta manera se libraban de población incómoda en Irlanda y blanqueaban, en el sentido literal, unas colonias británicas que estaban empezando a desarrollarse en las costas americanas.
Esto fue el inicio de la trata de blancas que, desde un principio, se convirtió en la olvidada esclavitud de muchísimos europeos pobres que fueron tan secuestrados y esclavizados como los propios negros. Y también hubo la trata de blancos, que fue lo mismo, pero con víctimas que eran menores.
La naturalización de los españoles en América
Es por todos sabido que mientras los españoles se mezclaban con los esclavos y libertos negros de lo que hoy es Santo Domingo, dando lugar a la actual población mulata de la isla, esta gente del norte de Europa no quiso nunca seguir ese camino, si bien no tenían tantos reparos en beneficiarse del trabajo brutal de cientos de miles de africanos a los que importaban en masa. Y hay que recordar que uno de los principales mercados de esclavos del mundo fue Burdeos, mientras que un montón de ciudades en las que vivía la población hispana fueron salvajemente saqueadas por piratas europeos que no eran españoles precisamente.
También hay que apuntar que el plan español de dotar de mujeres autóctonas a sus colonos en América fracasó, en este sentido, ya que el rey de España envió mujeres de buenísima familia para que pudieran casarse con los ricos supervivientes de las guerras contra los nativos y entre ellos mismos. Hombres tan ricos que no tenían igual en toda Europa, pero que se vieron rechazados por sus posibles esposas cuando éstas vieron esos cuerpos demacrados por las enfermedades locales y las cicatrices que les habían hecho los indios o sus propias guerras intestinas. Y volvieron a subirse al barco para contar, de vuelta a España, su malograda aventura americana, mientras que uno de esos rechazados veteranos españoles exclamó:
¡Pues me casaré con la hija de un cacique!
La primera sociedad global: europeos, negros e indígenas
La gente del norte de Europa estuvo desde un principio como invasora en América, ya que seguían los pasos del legítimo Estado que había descubierto primero esas rutas y esas tierras. Eran esos otros europeos, en efecto, piratas saqueadores, que no sintieron desde el principio ese apego de lo que era realmente suyo, mientras que Diego de Almagro enseguida tuvo hijos legítimos con mujeres peruanas indígenas. Uno de los grandes ejemplos de esto es el poeta Garcilasso Inca de la Vega, que era mezclado de españoles con indígenas.
Pero los bucaneros franceses y los corsarios ingleses y de otras nacionalidades se dedicaron, desde un principio, a acechar los convoyes marítimos y saquear las costas de estas fundaciones hispanas en América. Los inicios del Nuevo Mundo, desde su creación, fueron la presa habitual de estos piratas, a los que a menudo se unían también fugitivos negros de las plantaciones.
En la zona española, como lo que ahora es la República de Santo Domingo, sin embargo, el duro trabajo agrícola hizo que los colonos españoles se mezclasen rápidamente con los indígenas y, en el caso del Caribe, sobre todo, con su mano de obra procedente de África. Pero era un proceso lento que involucraba perder las raíces con el continente de sus antepasados de la zona occidental de África, el cual fueron arrancados vilmente para servir como esclavos por toda América.
Y nuestra historia de hoy se desarrolla en este contexto de mezclas y no mezclas, de esclavitud y libertad, ganada a base de fugas y trabajo o afectividad con los patronos.
El Espartaco negro de Haití
La economía de la colonia francesa de Saint Domingue se basaba en el cultivo del algodón, de tabaco y, sobre todo, de la caña de azúcar. Este último cultivo suponía dos tercios de la producción mundial. Los impuestos sobre los cultivos abastecían las arcas de Francia y el bienestar de los negreros de ese país, de apenas sí se mezclaron un poco con sus forzados trabajadores. Todo el trabajo recaía sobre 500.000 negros esclavos, sujetos a todo tipo de abusos, crueldades y castigos.
En la noche del 14 de agosto de 1791, congregados por una consigna secreta, mil esclavos se reunieron en una gruta, situada en los bosques de una plantación, de cuyo dueño era esclavo Dutty Bookman. Éste, hijo de un africano, había nacido en Jamaica, colonia británica. Su dueño lo vendió a un plantador francés como castigo por haber aprendido a leer y escribir por sí sólo y por enseñar a otros esclavos. En la gruta, arengados por Bookman y por Cecile Fatiman -una esclava que era fruto de la violación de un corso a una esclava negra-, los negros esclavos juraron «vivir libres o morir».
El 22 de agosto empezó la Rebelión. Armados de cuchillos, dagas, espadas, herramientas y palos atacaron e incendiaron plantaciones e ingenios y mataron a cuantos Blancos se encontraron, cortando sus cabezas y clavándolas en picas, que portaban como estandartes. Fueron tres días de horror. Mil ochocientas plantaciones e ingenios de la llanura septentrional -la más rica de la Colonia- ardieron, y mil plantadores fueron asesinados. Una muralla de fuego se veía desde Le Cap -Cabo Haitiano-.
La rebelión de los esclavos negros de Haití
El Ejército Francés reaccionó y, el 15 de octubre, Dutty Bookman fue apresado y decapitado. Su cuerpo fue quemado y su cabeza fue exhibida con un cartel, que decía: «Bookman, jefe de la Rebelión de los Esclavos». Por su parte, Cécile Fatiman no jamás pudo ser apresada. Murió de causa natural a la edad de 112 años.
La Rebelión de los Esclavos acaudillada por Bookman y Cécile Fatiman es la única que terminó, con los años, de forma victoriosa, dando lugar a la fundación de un País independiente: Haití. Y es la única revolución que culminó con la creación de una República Negra en América.
Ésta es la oración que, invocando a los más oscuros espíritus de la Madre África, pronunciaron Dutty Bookman y Cécile Fatiman en la gruta, el 14 de agosto de 1791:
«El dios que creó el sol que nos da la luz, que despierta las olas y dirige la tormenta, aunque está oculto en las nubes, nos mira. Ve todo lo que hace el hombre blanco, el dios del hombre blanco le inspira con el crimen, pero nuestro dios nos pide que hagamos buenas obras. Nuestro dios que es bueno con nosotros nos ordena vengarnos de nuestros males. Él dirigirá nuestros brazos y nos ayudará. Repudiaremos el símbolo del dios de los blancos que tan a menudo nos ha hecho llorar y escucharemos la voz de la libertad, que habla en los corazones de todos nosotros.»
No es tanto de extrañar esa vuelta a las religiones africanas en el Caribe, por parte de aquellos esclavos. Lo que cientos de miles de africanos esclavos conocían como catolicismo era la aprobación de la esclavitud, la crueldad, los castigos brutales y la muerte de manos de amos blancos, que se titulaban católicos.
La secta de los ñáñigos de Cuba
Sin embargo, también hay que apuntar que otra religión o más bien secta, muy extendida por todo el mundo ya por entonces, estuvo detrás de semejantes levantamientos populares como lo estuvo en la Revolución Francesa o estadounidense. De hecho, esas mismas expresiones anticristianas y la decapitación de los enemigos de la élite de entonces sólo pueden recordarnos a las escenas brutales de venganza revolucionaria en la Francia de finales del siglo XVIII. Una Francmasonería que también estuvo detrás de las revoluciones en el subcontinente sudamericano, así como en Cuba, durante todo el siglo XIX, utilizando de nuevo como fuerza de choque a los esclavos negros que aún guardaban su vínculo ancestral con sus raíces africanas.
También en Cuba tuvo el Ejército que combatir la insurrección afroamericana, que se manifestó también de forma violenta y con un objetivo independentista. En este caso, hablamos del Ejército Español y de una colonia que era más bien una provincia de ultramar de ese Imperio, con una economía y unas condiciones sociales mucho mejores que las que podía tener la mayoría de esclavos de Haití. Y por eso se pudo controlar esta subversión, que en el caso de las posesiones españolas tuvo como claros protagonistas a los ñáñigos, secta de inspiración vudú cuyo rito de iniciación consistía en apuñalar a un hombre blanco.
Los cuatro naufragios del Capitán y el regreso de los ñañigos
La historia de los ñáñigos ha sido recordada recientemente en un libro llamado Los cuatro naufragios del Capitán, relato real en el que el protagonista se enfrentó en un duelo a muerte con un miembro de esta peligrosa secta. Y el motivo de la riña es paradigmático de los odios que dividían la sociedad americana de entonces, pues un ñáñigo de insultó a la bandera española en presencia del protagonista del libro, Teodosio Ruiz González, siendo desafiado por éste a pelear a brazo partido.
La verdad es que este tema de los ñáñigos es apasionante y ha quedado en un olvido muy injusto, pues tuvieron una participación destacada en el inicio de lo que hizo en las bandas latinas, así como en el movimiento subversivo de Cuba, detrás del cual siempre estuvieron los yanquis como protagonistas verdaderos. Pero utilizando a este tipo de personas como avanzada de sus fechorías imperialistas.
Los ñáñigos sembraron el terror en la isla de Cuba y en otras partes del Caribe, siendo su principal bastión el puerto de La Habana. Y como epicentro de sus misterios tenían reuniones secretas (juegos) en las cuales realizaban prácticas de vudú ancestrales de África en los cuales, sólo con el tiempo, dejaron que también mulatos y blancos se iniciasen, pero en un principio tenían que ser negros puros. Y sus acciones ilícitas, que empezaban apuñalando a un hombre blanco al azar, los hicieron merecedores de ser ilegalizados a mediados del siglo XIX y perseguidos por la ley como organización criminal.
Su folklore también era muy peculiar, pues en el día de Reyes se vestían con sus trajes de diablillos, por los cuales son más reconocidos, a la vez que utilizaban entre ellos una jerga muy característica. Con expresiones como mojar el fierro, que significaba apuñalar a alguien. O quitarle la pajita a uno, que quería decir desafiarlo.
Esto nos puede recordar un poco a los inicios de la capoeira, baile que en el fondo es una forma de lucha ancestral de los esclavos africanos de Brasil, a los que no dejaban entrenar para que no pudieran rebelarse con efectividad.
Los ñáñigos fueron deportados en masa a diferentes cárceles del Imperio Español
Los ñáñigos se dedicaron al bandidaje y engrosaron las filas de los independentistas cubanos y, como consecuencia, fueron combatidos por el Ejército Español en la Isla y deportados sus prisioneros a las más lejanas cárceles. Presidios tan alejados del Caribe como Chafarinas, Tenerife o Gerona. Un exilio forzado al que se oponían los yanquis, que eran los que suministraban armas y protección política a estos rebeldes con el proyecto de apoderarse algún día de Cuba, por medio de ellos, como luego hicieron en 1898. De hecho, en una ocasión concreta, hubo una anécdota muy sonada cuando el general español Weyler tuvo que soltar a un líder ñañigo por las presiones yanquis, justo en el momento en que iba a ser embarcado junto a otros rebeldes en dirección hacia alguna lejana prisión española. Y en la prensa de la época se le describía como un negrazo grande como una loma, pues no podemos olvidar que la selección de los esclavos en África ya se hacía conforme a sus características físicas imponentes.
Como conclusión, vemos que Haití fue independiente por una rebelión interna de los propios esclavos que habitaban ese país en masa. Y ante la incapacidad de República Dominicana por alcanzar una independencia verdadera y próspera se solicitó a España volver al Imperio de nuevo, como ha seguido ocurriendo con Puerto Rico y otros países que fueron despegados por la fuerza y las promesas de una independencia muy feliz.
Por otra parte, Cuba nunca llegó a independizarse del todo, pues su movimiento nacionalista fue derrotado militarmente por España y sólo la intervención directa de Estados Unidos pudo conseguir ese objetivo de separar a la isla de España.
Bolívar era un gran terrateniente venezolano que no se puede confundir con los humildes insurrectos caribeños de Haití
Por otro lado, en las guerras del continente sudamericano ocurrió que los indígenas se pusieron del lado de las fuerzas estatales españolas y en contra de los criollos rebeldes impulsados por la unión de Inglaterra, Estados Unidos y otras potencias. En definitiva, el mito de que todos los indígenas americanos estaban con Bolívar y su proyecto separatista es sencillamente eso: un mito muy edulcorado. Y es que el propio Bolívar era un gran terrateniente venezolano al que no se puede confundir con el origen tan humilde de los insurrectos caribeños de Haití, por ejemplo, cuyo proceso revolucionario se inicia precisamente para librarse de esos hacendados multimillonarios como él.
Tampoco se puede comparar el exilio forzado del independentista cubano José Martí, igualmente perteneciente a la clase alta de entonces, con el verdadero presidio que sufrió el grueso de los ñáñigos que constituían la infantería rasa de ese movimiento. No tiene nada que ver. José Martí estuvo exiliado en España, como preso político, prácticamente en unas verdaderas vacaciones pagadas, mientras que los más pobres rebeldes cubanos como los ñáñigos eran de verdad confinados en presidios durísimos de la Península y las islas Canarias o Chafarinas.
De hecho, los poemas más bonitos que jamás se hayan escrito sobre Santander los hizo José Martín en su estancia en esta ciudad, a la que arribó como prisionero para ser rápidamente transferido a la capital madrileña, donde fue agasajado por la élite española y europea de entonces.
La revolución de los esclavos negros en Haití terminó en un Estado fallido
Eso sí, los resultados de estas colonizaciones euroamericanas y revoluciones afroamericanas no se pueden dejar de comparar hoy en día. Y mientras Cuba o la República Dominicana han logrado ser países viables, más o menos prósperos, a pesar de períodos que aún perduran, como la más reciente Revolución Cubana, no se puede decir lo mismo de Haití. Un país que ostenta el penoso título de ser el más pobre de todo el hemisferio occidental. Así ha terminado ese pasado francés en el Caribe y esa revolución de los esclavos liberados: en un Estado fallido, muy influido por el vudú y comandado por señores de la droga que imponen su ley y con un pasado de invasiones tremendas a sus hermanos de República Dominicana.
Pero para que no digan nuestros hermanos franceses que siempre nos metemos con ellos, en este caso con razón, hay que decir que de esa herencia franco haitiana también salieron cosas muy buenas. Y por lo que yo sé, lo mejor de todas fue ni más ni menos que uno de los escritores más brillantes de todos los tiempos: Alejandro Dumas, autor de Los Tres Mosqueteros y del Conde de Montecristo, cuyo padre era hijo de una esclava negra con un general francés que fracasó en su empeño de convertirse en millonario en Haití.
Una de las glorias de la literatura mundial viene de una estirpe de mulatos haitianos
Dicho hijo mulato, a quien su escritor hijo apodó El Conde Negro, llegó a ser vendido como esclavo por su propio padre, ya que no tenía otra forma de regresar a Francia que no fuera con ese ingreso extra. Sin embargo, el abuelo de Alejandro Dumas no tardó en comprar de vuelta a su hijo y llevarlo a Francia, donde se convirtió en uno de los espadachines más brillantes del reino y luego en un general tan valiente y capaz que fue capaz de desafiar al mismo Napoleón.
De hecho, las dos obras cumbres de Alejandro Dumas están inspiradas en la azarosa vida de su padre, al que apenas pudo conocer: Los tres mosqueteros y El Conde de Montecristo.
A continuación del Conde Negro vendría Alejandro Dumas y luego el hijo de éste, que también fue un brillante escritor que escribió La Dama de las Camelias.