Las calzadas romanas tenían un primer objetivo de avanzar hacia el enemigo por rutas que hicieran fácil el abastecimiento logístico de las tropas, que eran muy numerosas. El secreto de las legiones romanas para triunfar se basaba en su superioridad numérica y en que eran tropas profesionales, pero esto implicaba una penosa y difícil labor de logística para dar de comer a tanta gente y animales durante tanto tiempo. También exigía de carreteras amplias para desplegar a las fuerzas y moverlas en tiempo récord.
Una importante calzada romana cruzaba la Plaza Mayor de Madrid en diagonal
La antigua Hispania fue el conjunto de provincias más preciado e importante junto a las Galias de todo el Occidente del Imperio Romano. Una realidad que se hace evidente en las grandes obras públicas que realizaron en nuestro país, algunas tan espectaculares como el teatro y anfiteatro de Mérida o el acueducto de Segovia. Y eso que otras maravillas, la mayoría, se han perdido para siempre, enterradas bajo carreteras, aceras y campos de cultivo, de cuyos cimientos emergen restos de vez en cuando.
De entre todas estas obras públicas destacan las vías o carreteras, las primeras construcciones de este tipo que empezaron a vertebrar de verdad los territorios en todo el mundo. ¿Qué sería de nuestro mundo sin las carreteras, sin las vías de comunicación que han hecho posible el comercio y el traspaso de ideas y gentes por distintos lugares? Pues fueron los romanos los primeros que hicieron esto en serio y de hecho se siguen utilizando muchas de sus antiguas vías. Incluso con pavimentaciones y carreteras modernas que se han levantado sobre el antiguo basamento de la calzada romana.
Esto lo que pasa en la Plaza Mayor de Madrid, sin ir más lejos, por donde pasó una importantísima vía romana que atravesaba la cintura de España. Por entonces, como ahora, Madrid ocupaba una posición excepcional estratégica en las comunicaciones de nuestro país.
¿No es increíble que hoy en día estemos pisando la misma ruta urbana que hace dos mil años? De hecho, si nos fijamos, el trazado de esta vía romana de Madrid atraviesa en diagonal la Plaza Mayor y ha dejado una huella muy curiosa de esto, en las arcadas que dan acceso en dos de sus esquinas, de forma también diagonal.
Una vía romana bajo la Ronda de Atocha y la Línea 1 de Metro de Madrid
Se trata de una importante vía de comunicación que proviene del noroeste español y en la que van confluyendo distintas rutas hasta confluir en Segovia y Salamanca, ya muy cerca de Madrid, uniéndose en El Escorial antes de llegar al Palacio de Oriente de Madrid y desde allí atravesar la Plaza Mayor, bajando hacia Valencia por lo que hoy en día es la Ronda de Atocha y luego la villa de Vallecas. Coincidiendo este recorrido con la línea 1 de Metro de Madrid, curiosamente.
En El Escorial, como decíamos, este eje de comunicaciones se cruzaba con el que unía Segovia con la Plaza de Oriente, muy cerca de la Plaza Mayor de Madrid, antes de continuar su ruta hacia Zaragoza desde la lejana Mérida.
Por este cruce de caminos transitaron millones de personas en el Imperio Romano
Ya fueran tropas o comerciantes y viajeros varios. Se trata de rutas que han sido luego utilizadas por milenios por una gran variedad de gentes, que han ido pasando por aquí, hasta el punto de que cualquiera que suba o baje por la Ronda de Atocha o cruce por delante del Palacio de Oriente está pasando por estos antiguos trayectos, que se entrelazan precisamente en el cerro donde luego los moros construyeron un alcázar bastante grande. Un antiguo castillo medieval que resultó incendiado y donde luego se levantó el Palacio de Oriente, desde el cual se dirigió el imperio español, siempre en un cruce de caminos, como dice esa antigua canción: allá donde se cruzan los caminos.
De hecho, Madrid fue seleccionada por Felipe II por su posición en el centro de la Península Ibérica para ser la capital del mayor imperio y el primero que fue global de toda la Historia. Pero en los tiempos del Imperio Romano, cuando muchas de estas rutas se empezaron a trazar por nuestros antepasados, España era ya una parte muy importante de un imperio mucho mayor que la propia península y sus islas adyacentes.
Es por ello que cuando pasemos por estas calles aludidas, a veces sin fijarnos demasiado en el entorno, podemos intentar ver las señales que dejaron las huellas que otros pisaron antes. Por debajo de nuestros pies está la verdadera historia de nuestro país y de todos los países del mundo, como comentábamos hace poco en un artículo sobre el cementerio musulmán medieval en Madrid.
Vías rápidas de avance militar, pero también de saqueo y bandolerismo
Cuando ocuparon y conquistaron Cantabria, por ejemplo, hace dos mil años, las legiones romanas construyeron las carreteras mientras iban consolidando sus posiciones tomadas. Así se explica también que el emperador Trajano, cuando era general de la Legión establecida en León, pudiera desplazar a sus fuerzas desde el noroeste de la Península Ibérica y otros acuartelamientos en España a gran velocidad, en una ocasión en que hubo una revuelta en Germania y el emperador le encargó sofocarla. De hecho, el Camino de Santiago se mueve por las antiguas rutas romanas, y el camino francés fue precisamente la ruta elegida por Trajano para cubrir el trayecto desde León hasta Alemania en poquísimo tiempo.
Sin embargo, las carreteras también tenían una gran desventaja para la gente de orden y para el propio Estado romano y era que los enemigos también podían utilizarlas para avanzar rápidamente. Así ocurrió, por ejemplo, con el ejército de mercenarios que se rebeló contra el último gran César de Occidente, que era otro descendiente de españoles, y que vio cómo las tropas enemigas cruzaban los Pirineos a gran velocidad y saqueaban toda la meseta norte sin resistencia. Y también las tropas de Germania que acudieron desde la frontera a coronar al rebelde Vitelio cometieron todo tipo de fechorías contra la población civil que salió a saludarles en las carreteras.
El fin de las carreteras fue el fin del Imperio Romano
De hecho, en ese tiempo precisamente se pierde el rastro de la antigua villa de La Olmeda, en Palencia. Residencias muy opulentas de multimillonarios de la época que evitaban construir sus palacios cerca de las carreteras y autopistas de la época, tenían también los grandes peligros en forma de bandidos y contingentes militares que podían saquear cualquier territorio a su paso. Y ése fue el fin verdadero del Imperio Romano, cuando la gente y en particular los ricos perdieron la fe en las instituciones del Estado y dejaron las ciudades y hasta las carreteras porque no se fiaban de nadie. En vez de construir más autopistas para circular por ellas y juntarse en el foro público, como ciudadanos, se convirtieron en terratenientes y vasallos que habitaban en haciendas donde los ricos hacían su propia ley. Y nadie enviaba gente al ejército, para defender las fronteras del imperio, sino que construían murallas para proteger sus propios intereses locales. Y así fue como empezó la Edad Media, mucho antes de que los bárbaros saqueasen Roma.