Una sastre en Pozuelo de Alarcón recomienda no comprar ropa, sino arreglarla. Después de décadas trabajando en la industria de la moda decidí poner a prueba una idea radical: pasar un año entero sin comprar ni una sola prenda o accesorio nuevo. En su lugar, me dediqué a reparar y revivir lo que ya tenía. Lo que empezó como un experimento personal se convirtió en una transformación profunda, no sólo de mi armario, sino también de mi relación con la moda.
Un año sin comprar ropa: lo que aprendí remendando mi armario
También sus clientas han hecho cambios profundos en su manera de entender su ropa.
Al principio pensé que sería difícil no comprar ropa y arreglarme con la que ya tenía. No sabía ni coser un botón. Pero pronto me di cuenta de que esa aparente dificultad me liberaba cuando puedo acudir a una gran profesional como Ana Ruth, de Entre hilos y botones. Es un taller de arreglos de ropa en Pozuelo de Alarcón al que vamos muchísimos vecinos con nuestras prendas más queridas. Ya no me sentía presionada por las nuevas tendencias ni por la necesidad constante de actualizar mi look. En lugar de eso, me centré en lo que ya poseía: un mono de Stella McCartney con un agujero de polilla, botas de Jimmy Choo con el forro roto, trajes antiguos de mi padre que aún conservaban su forma impecable.


Aprendí que reparar ropa de lujo no sólo es posible, sino necesario
Aprendí que reparar ropa de lujo no sólo es posible, sino necesario. El costo, aunque a veces parece que no compensa, palidece en comparación con el valor emocional y ambiental de conservar lo que uno ya tiene. Revisar mi armario fue como redescubrir mi historia personal: prendas olvidadas, dobladillos rotos, botones sueltos, zapatos polvorientos que solo necesitaban un poco de atención. Cada arreglo era una pequeña victoria. Cada prenda rescatada, una pieza nueva sin serlo. Volvieron a la vida tras una costosa pero valiosa restauración.
Lo más emotivo fue adaptar los trajes de mi padre para poder llevarlos yo misma. Esto no sólo me hicieron sentir elegante, sino también más cerca de él. Hoy sé que no necesito comprar constantemente para sentirme bien vestida. He aprendido a cuidar, a valorar y a dar nueva vida a lo que tengo. Reparar se ha vuelto un acto de amor —hacia la ropa, hacia el planeta y hacia mí misma. Y aunque volveré a comprar eventualmente, lo haré con más intención. Porque ahora sé que no hay nada más satisfactorio que alargar la vida de aquello que ya nos acompaña.
Lidia y Pilar Serrano Giner: “Reutilizar la ropa no es una moda, es una necesidad”
Desde hace muchos años, Ana Ruth ha mantenido vivo un oficio que el tiempo y el consumismo han ido arrinconando: la costura artesanal. Hoy, su pequeño espacio no sólo sigue funcionando, sino que es un punto de encuentro para quienes aún creen en la ropa hecha a medida, en los arreglos con cariño y en aprender a coser con sus propias manos.
En plena era de la moda rápida —ropa barata, de baja calidad y alto impacto ambiental—, su taller se ha convertido en un reducto de resistencia a estas tendencias nocivas. “Generamos demasiada basura textil. No podemos permitirnos este nivel de consumo desenfrenado”, advierte. Frente a los escaparates de grandes cadenas, que cambian cada semana, en Entre Hilos y Botones nos proponen comprar menos y mejor, apoyar el comercio local y, sobre todo, reutilizar.
Sus clientas han cambiado con los años.
Antes diseñaba patrones para mujeres que luego cosían en casa. Hoy, la mayoría llega buscando arreglos: subir un dobladillo, entallar una chaqueta, dar nueva vida a una prenda especial. La costura ya no se transmite como antes, pero aún hay jóvenes que quieren aprender.


Entre hilos y botones: tu taller de costura en Pozuelo de Alarcón
Ana Ruth no sólo cose; también alza la voz por una industria textil más justa y sostenible. Denuncia la precariedad de las grandes cadenas que fabrican en países sin regulación y recuerda que, en España, producir cuesta más porque aquí se pagan impuestos y se respetan normativas. “Cuando me dicen que ‘eso no vale la pena arreglarlo’, yo respondo que no nos lo podemos permitir. Ni por residuos ni por consumo ni por justicia”.
También reclaman el lugar que la costura —y con ella, muchas mujeres— ha ocupado en la historia, aunque pocas veces se reconozca. Desde las velas de los barcos en los grandes viajes hasta las mascarillas hechas en casa durante la pandemia, el textil siempre ha estado ahí. “Es una parte de nuestra historia, silenciosa pero esencial”, concluye Lidia. En su taller de costura de Pozuelo, entre hilos, telas y máquinas de coser, Ana Ruth demuestra cada día que otra forma de vestir —y de vivir— es posible.