En la remota isla griega de Serifos, un enclave conocido por sus colinas escarpadas y sus vientos implacables del norte, el estudio Mold Architects ha llevado a cabo un proyecto singular: una casa literalmente excavada en la roca.
Comentamos con una empresa de productos de hormigón en Bizkaia este proyecto
Comentamos con una empresa de productos de hormigón en Bizkaia este proyecto.
Esta vivienda, bautizada como nCaved, se asienta en una ladera abrupta que desciende hacia una pequeña bahía aislada, un entorno privilegiado que combina vistas marinas espectaculares con una exposición extrema a las condiciones climáticas locales. Para resolver este desafío, los arquitectos optaron por una solución poco convencional: en lugar de construir sobre el terreno, decidieron hundirse en él.
Una estrategia arquitectónica basada en la protección y el camuflaje

El equipo explicó que la decisión de excavar la vivienda surgió de la necesidad de ofrecer refugio frente a los vientos, pero también de la voluntad de integrar la arquitectura en el paisaje sin alterar la estética natural del entorno. Para ello, aplicaron una cuadrícula geométrica que estructura la pendiente como si fuera un tablero tridimensional de “llenos y vacíos”. Este patrón modular ordena los espacios y genera una secuencia equilibrada entre áreas cerradas, patios y aperturas.
La composición, no obstante, no es completamente rígida. En la zona destinada al salón principal, los arquitectos giraron la última franja de la cuadrícula, ampliando el ángulo de visión y ofreciendo un encuadre más abierto hacia el horizonte marítimo. Este detalle rompe la estricta linealidad del conjunto y aporta dinamismo a las zonas comunes.
Un hogar escalonado que se despliega siguiendo la topografía
La vivienda se organiza en distintos niveles que acompañan la inclinación natural del terreno. En la parte superior se ubican los dormitorios principales, cada uno con acceso directo a terrazas abiertas que permiten disfrutar del exterior sin perder privacidad. En niveles inferiores se distribuyen las zonas comunes y los espacios destinados a invitados, que funcionan con cierta independencia respecto a la vivienda principal.

Una escalera exterior conecta los distintos estratos de la casa, permitiendo un recorrido continuo desde la cima hasta la zona más cercana al mar. Además, las estancias sociales cuentan con puertas correderas de gran formato que pueden desaparecer por completo cuando el clima lo permite, abriendo el interior hacia las amplias áreas exteriores y la piscina que domina la bahía. El resultado es una relación fluida entre interior y exterior, en la que la casa parece extenderse hacia el paisaje.
Materiales locales y una presencia casi invisible

La estructura de la vivienda está flanqueada por dos largos muros de piedra que recorren toda la construcción y se prolongan hacia el interior, creando continuidad entre los espacios subterráneos y el entorno rocoso. Gracias a esta integración, la casa resulta casi invisible desde la distancia: más que una intervención humana, parece una prolongación de la colina que la acoge.
El conjunto se distribuye en tres niveles: dormitorios, zonas de estar y un apartamento independiente para invitados. Mientras que los dos primeros se comunican internamente, la casa de invitados se mantiene autónoma. La entrada principal se sitúa a medio camino, en un punto intermedio del salón, lo que permite a los visitantes descender suavemente hacia un interior que se despliega poco a poco. Esta transición está cuidadosamente diseñada para ofrecer una doble experiencia visual: mirando hacia abajo, el mar se convierte en protagonista; al subir, el cielo domina la perspectiva.
Un interior escondido que guarda un pequeño secreto natural
Aunque la mayor parte de los espacios habitan bajo el nivel del terreno, la casa no renuncia a la luz natural ni a la vegetación. Algunas de las estancias más interiores se abren hacia un jardín oculto, excavado también en la roca, que funciona como un pulmón verde y aporta luminosidad y ventilación natural. Este gesto refuerza la idea de habitar la tierra sin renunciar al confort y sin romper la armonía con la naturaleza.
El papel del hormigón y la ferralla en una construcción excavada en la roca
En un proyecto tan singular como esta vivienda excavada en la ladera rocosa de Serifos, los materiales estructurales desempeñan un papel fundamental. Aunque la casa parece mimetizarse con el terreno y esconderse bajo capas de piedra y tierra, su estabilidad depende de un sistema constructivo sólido compuesto por hormigón armado, refuerzos metálicos y anclajes diseñados para trabajar directamente contra la presión de la montaña. En estos casos, el hormigón no solo actúa como elemento de resistencia, sino también como componente de contención y sellado frente a posibles filtraciones, desplazamientos o tensiones internas generadas por la propia roca.
La excavación de espacios subterráneos exige un control milimétrico de la ferralla, ya que cualquier variación en las cargas o en el empuje lateral del terreno puede comprometer la estructura. Por ello, los muros y forjados requieren una armadura reforzada, con barras de acero específicamente calculadas para adaptarse a las irregularidades de la cavidad excavada. En la práctica, este tipo de vivienda combina técnicas de obra civil —más propias de túneles o muros de contención— con los acabados y precisiones de la arquitectura residencial. Este enfoque híbrido garantiza que los espacios interiores permanezcan seguros, secos y estables durante décadas.
En proyectos de esta escala, empresas especializadas en el suministro de materiales fiables suelen participar para garantizar la resistencia y durabilidad de la obra. Así, una empresa de productos de hormigón en Bizkaia destacaría que la clave para una construcción enterrada es utilizar hormigones de alta densidad, capaces de soportar ciclos de humedad, variaciones térmicas y la presión constante de la roca.

Estas empresas suelen recomendar hormigones con aditivos impermeabilizantes y armaduras tratadas para evitar la corrosión, además de sistemas de drenaje integrados que permitan liberar el agua que pueda filtrarse desde el terreno circundante. Desde un punto de vista técnico, la ferralla ocupa también un papel esencial al reforzar las zonas donde la geometría excavada genera tensiones irregulares. Los especialistas en estructuras subrayan que, en una vivienda como esta, los hierros deben colocarse con precisión quirúrgica, adaptándose a cada codo, pliegue o cambio de dirección del espacio rocoso. Para ello, se emplean planos tridimensionales y modelados digitales que permiten anticipar las fuerzas internas y dimensionar adecuadamente cada una de las armaduras.
En conjunto, la combinación de hormigón armado, ferralla de alta resistencia y técnicas avanzadas de contención convierte la casa en un refugio completamente integrado en la roca, pero respaldado por una ingeniería robusta y cuidadosamente planificada. El resultado es un equilibrio perfecto entre modernidad técnica, carácter escultórico y respeto absoluto por la topografía natural.
Arquitectura que dialoga con la roca: construcción y materiales en viviendas semienterradas
La arquitectura excavada en roca, aunque a menudo asociada a paisajes remotos o tradiciones ancestrales, ha resurgido en los últimos años como una solución contemporánea para enfrentarse a terrenos abruptos, climas extremos y necesidades energéticas cada vez más exigentes. Este tipo de construcción ofrece ventajas notables: protección frente al viento, integración visual en el paisaje, mayor inercia térmica y un menor impacto ambiental. Sin embargo, detrás de su aparente sencillez se oculta una compleja combinación de ingeniería, precisión estructural y selección meticulosa de materiales.
En el caso de viviendas labradas directamente en una ladera rocosa, el primer desafío consiste en comprender el comportamiento del terreno. La roca no es un elemento estático: la erosión, la humedad y los cambios de temperatura generan microfisuras y movimientos que pueden influir en la estabilidad del espacio excavado. Por esta razón, los arquitectos y los ingenieros estructurales deben trabajar desde el inicio con modelos geotécnicos detallados que permitan prever empujes, cargas y posibles asentamientos diferenciales. A partir de ese análisis se define la geometría de los muros de contención, el sistema de cimentación y la distribución de las armaduras de acero.
En este tipo de obra, el hormigón armado se convierte en el aliado principal. No solo actúa como soporte estructural, sino también como elemento de protección frente a la humedad y como interfaz entre la roca natural y los espacios habitables. La calidad del hormigón es esencial para garantizar una vida útil prolongada, y empresas especializadas suelen participar en el suministro de soluciones adaptadas. De hecho, una empresa de productos de hormigón en Bizkaia destacaría la importancia de emplear hormigones con aditivos que refuercen la impermeabilidad, mejoren la resistencia frente a la salinidad y soporten los ciclos térmicos propios de las construcciones parcialmente enterradas. Estos hormigones de alto rendimiento permiten sellar adecuadamente los muros que quedan en contacto directo con la tierra y la roca.
La ferralla trabaja como el esqueleto interno de la vivienda
La ferralla, por su parte, trabaja como el esqueleto interno de la vivienda. En edificaciones convencionales, la colocación de la armadura sigue patrones repetitivos, pero en viviendas excavadas la situación cambia por completo. Cada tramo del muro puede requerir un tipo distinto de refuerzo según la presión que ejerce el terreno circundante. Las barras de acero deben doblarse, cortarse y ensamblarse siguiendo planos tridimensionales que replican la forma de la cavidad excavada. Esto exige una mano de obra altamente especializada y procesos de montaje extremadamente precisos. Si la ferralla no se coloca correctamente, la estructura podría sufrir desplazamientos o filtraciones que comprometerían la habitabilidad del espacio.
A medida que la construcción avanza, la combinación entre roca, hormigón y acero genera una arquitectura de gran solidez, pero también de una sorprendente delicadeza estética. Al quedar integrada en la ladera, la vivienda reduce su exposición al sol directo y mantiene una temperatura interior más estable, lo que se traduce en un menor gasto energético. Además, su perfil discreto evita alterar el paisaje natural, un aspecto especialmente valorado en islas, entornos montañosos y zonas protegidas. Es un ejemplo perfecto de cómo la arquitectura contemporánea puede dialogar con el territorio sin imponerse a él.
Este tipo de proyectos demuestra que la innovación no siempre consiste en introducir nuevas tecnologías, sino en reinterpretar técnicas antiguas con los materiales y conocimientos actuales. El resultado es una arquitectura que combina tradición, ingeniería avanzada y un profundo respeto por el entorno en el que se asienta.



























