Sobre la esquela a una página completa por una amada que murió hace 20 años.

No todos los desamores ocurren porque el ser amado nos rechaza en algún momento, incluso después de habernos amado o de haber simulado eso durante un tiempo. Hay muchas veces en que un corazón roto se puede dar por el traumatismo de una separación mucho más tajante y sin vuelta atrás posible. Es ese momento en el que nos llega la muerte, a veces de forma mucho más cruel que cuando nos lleva a nosotros mismos. Porque se nos arranca algo que es incluso tanto o más preciado que la propia vida y que nos deja un poso de dolor para siempre.
Amor mío.
Es que hasta nos apoderamos de esa persona y queremos disfrutarla como si fuera una parte de nosotros porque así lo hemos sentido y así lo hemos vivido en el siempre corto tiempo en el que hemos podido ser felices con esa persona que ya no está.
Pero sigue siendo nuestra porque no se ha ido por ahí con nadie. ¿Se convierte así en nuestro recuerdo privativo?
Lo único bueno que tiene ese desgarro es que no podemos culpar a esa persona de haberse marchado y habernos dejado el corazón roto, ya que muy al contrario nos compadecemos de una desgracia en la que estamos unidos por el dolor que va más allá de una simple separación. Es la verdadera separación y es el final de esa persona a la que acompañamos en esa última despedida para ese último viaje del que sabemos que no habrá retorno posible.
Lo único que quedará de esa persona serán los recuerdos, con su poso de amargura que es más que un poso. Es un auténtico pozo profundo de realidad porque podemos recorrer los lugares que hemos estado con esa persona y hasta tocar esos objetos que fueron importantes para ella o ver fotos que son testimonios mudos de una presencia que se ha evaporado. Pero nada que hagamos en el mundo podrá hacer que esa realidad pasada vuelva ni se reencarne. Y la nostalgia será el sabor agridulce de recordar lo bueno que hemos vivido y que sabemos que nunca más volverá.
«Querida Lola, amor mío, hoy hace veinte años que te fuiste. Cada día y cada noche he pensado en ti, y he soñado contigo. Jamás habrá un ser humano como tú. Sólo quiero estar contigo. Te quiero»
La idealización del ser querido que se va antes de tiempo no tiene límites, porque ya no vamos a recordar tanto sus defectos o los malos momentos como vamos a sublimar con mucha más fuerza esos otros instantes de verdadera e inolvidable felicidad. Y así es como la persona amada se convierte en una especie de criatura santa y perfecta cuyo único gran defecto fue no enseñarnos a vivir sin todo eso que tanto nos daba. El silencio de la vida posterior a esa experiencia a es atronador. Y buscar consuelo en otros brazos y en otras voces o miradas a menudo no hace más que acentuar esa falta y esa ausencia por una comparación en la que a veces es imposible ganar de ninguna manera con el presente.
¿No será que también estamos echando de menos lo que éramos y sentíamos con esa persona que ya no está? La edad que tuvimos y la ingenuidad o las emociones que sentíamos en otra etapa más joven que no puede entenderse sin esa persona especial a la que la muerte se ha llevado para siempre.
Cada día y cada noche he pensado en ti y he soñado contigo.
Es algo que trasciende lo mental y hasta lo físico cuando se convierte en algo que tenemos tan pegado a nuestra alma que nos es imposible hasta dormir tranquilos y poder soñar en algo diferente que además no nos haga sufrir por esa ausencia y ese desgarro. Es un cóctel que une nuestro cuerpo con el ser consciente y subconsciente y hasta con el más escondido inconsciente. Por eso no podemos evitar que las lágrimas surjan de lo más profundo de nuestro ser cuando cualquier recuerdo inoportuno nos roza.
Y los consejos de los demás se vuelven impertinentes cuando nos dicen que estamos a tiempo de rehacer nuestra vida y que lo podremos superar. ¿A qué se están refiriendo? ¿Es que acaso tenemos más de un corazón cuando nacemos y cuando morimos? ¿Acaso vamos a poder superar algo que en realidad no queremos superar porque sentimos que hemos tocado el techo y hasta el cielo mismo y el infinito? ¿Acaso nos podemos engañar a nosotros mismos?
No es cuestión de superar la situación. Lo que pasa aquí es que sabemos que no podemos superar lo que sentíamos con esa persona ni aunque conociéramos a todas las demás personas de la Tierra.
Jamás habrá un ser humano como tú. Sólo quiero estar contigo.
Un sueño que se vuelve imposible si no hay una vida más allá de ésta en la que podamos reencontrarnos y volver a rehacer un puzzle que funcionaba demasiado bien como para llegar a resignarse a esa separación imposible y eterna. No es justo que nos hayamos conocido para que luego tener que separarnos así, como si dos estrellas gemelas se hubieran cruzado en el universo con trayectorias diferentes y solamente se hubieran podido mirar a los ojos durante un tiempo que siempre es corto y que siempre es tiempo porque es temporal y porque es corto y porque luego pasa y se acaba. Todo se acaba. Pero el amor que han sentido esas dos personas nunca terminará y se quedará concentrado en algún rincón del universo y el espacio-tiempo.
Pasado el tiempo y no mucho tiempo, de hecho, la tal Lola y su recuerdo se irán desvaneciendo cada vez más en ese espacio-tiempo corto y cruel en el que ninguno vamos a permanecer para siempre y solamente algunos afortunados que tampoco pueden disfrutarlo pueden permanecer en el recuerdo de los hombres mortales. El recuerdo de esa mujer no olvidada por su amante quedará en el recuerdo de alguien que estuvo contando los días y los años durante veinte largos años para volver a escribir unas palabras simples que sin embargo concentran todo lo que una persona puede tener en la vida. El amor hacia sus seres queridos y hacia su alma gemela. Pero incluso ese amante tan fiel y tan duradero y tan desesperanzado y agradecido por lo recibido también morirá un día y el recuerdo de Lola y de él mismo desaparecerán de la tierra conforme los años vayan pasando y sus fotos se vuelvan antiguas y su recuerdo más vago y menos importante.
Solamente la esperanza de que existe un Dios justiciero inmortal puede hacer que esta injusticia se resuelva y estas personas vuelvan a estar juntas otra vez. ¿Será eso lo que llamamos el Paraíso?
Sólo quiero estar contigo.



























