Napoleoni y el Fiscal se habían salido con la suya, pero no sin arrastrar con ellos a toda la Policía local en pleno en lo que ellos querían vender como el mayor éxito policial. Un convencimiento que no compartía Canessa, tan veterano o más que cualquiera y con muchos casos que él creyó seguros y que al final, en cualquier punto de los respectivos procesos, se le cayeron de pronto de las manos.
Las cosas había que demostrarlas y con el tema Meredith lo tenían todo cogido con alfileres. Sus pruebas reinas para realizar las detenciones habían sido unas declaraciones que rayaban en lo ilegal, sacadas a tortas, aunque lo cierto era que también tenían algunas evidencias importantes. Ninguna definitiva, eso era cierto, pero sí muchísimas evidencias que implicaban a la pareja en primera y potencialmente a Patrick: no en vano, un testigo vio correr a un hombre negro en las cercanías de la Vía della Pérgola, escenario del asesinato. Y muchas pequeñas evidencias podían constituir una prueba, de cara al proceso que ya empezaba a tomar cuerpo, si bien no era tiempo de cantar victoria.
No sé por qué no reconocéis que no tenemos casi nada, comentaba Canessa. Me pregunto a qué estarán esperando para hacer esos análisis de una puta vez y salir de dudas. Tenemos muchos focos encima y podemos quedar muy mal si no confirmamos lo que dice esa chavala con pruebas científicas: sin datos científicos, todo el mundo creerá que la hemos presionado.
Las pruebas llegarán, aseguró el Inspector Jefe. Mañana mismo retomaremos el trabajo de campo y seguro que encontramos más pistas.
¿Cómo era posible? ¿Hacer el trabajo de campo después de haber practicado las detenciones? Parecía el mundo al revés.
Está bien. Si puedo ayudaros en algo, me apunto, dijo Canessa, pero a nadie pareció entusiasmarle la idea. Sin duda que por sus continuas renuencias y burlas hacia lo que ellos intentaban hacer pasar por la gran investigación de sus vidas.
No, tú sigue con lo de esa chica de la cuneta, le dijo su jefe. Ni siquiera la tenemos identificada y ya han pasado muchos días. ¡Y si alguien nos pregunta por ella, con todo este lío que tenemos encima, imagínate! Podríamos hacer el ridículo.
Te equivocas: ya hace días que se la pudo identificar y tengo muchos datos sobre ella, aunque no tanto de sus posibles asesinos. Sólo teorías, lógicamente, pero nada sólido aún.
¿De veras? Perdona, Canessa, con todo este lío de los estudiantes lo habré pasado por alto. ¡Enhorabuena! Mantenme informado de las novedades de ese tema, ¿vale?
Pero le dijo esto mientras salía de Comisaría con la vista puesta en el monotema, por supuesto, con Napoleoni y otro pequeño grupo de elegidos, rumbo a la Vía della Pérgola.
Casa Circondariale: Cárcel para mujeres de Perugia
Una casa a la que Amanda no regresaría nunca. Más bien debía concentrarse en el proceso de su adaptación a ese nuevo hogar que iba a acogerla, al menos, hasta que todo se aclarase. Y es que su llegada a la prisión provincial fue, sin duda, el momento más surrealista y duro de su vida, ni siquiera comparable al momento en que hallaron el cadáver de Meredith en su casa. Pues incluso esa indescriptible sensación de haber estado en riesgo, tan próxima a la muerte sin saberlo, parecía un chiste en comparación con la perspectiva de que entraba sin remedio en un lugar tan hermético y desagradable. Tan peligroso, también, y, ante todo, tan desconocido. Tan turbio. Y sin ninguna puerta de salida por la que poder marcharse si en algún momento se agobiaba ahí dentro.
¿Qué iba a pasar con ella? Un piadoso comité religioso de acogida, formado por una monja y un sacerdote, fueron los primeros en ayudarla a aterrizar.
Mira, hija, el mejor consejo que podemos darte es éste: llévate bien con lo inevitable y hazte amiga de lo insoportable. Sólo así podrás salir adelante en esta fase que empieza.
¿Empezar? Lo que empiezo es a volverme loca con esto, ¿saben? ¡Todo esto es una locura! ¿Por qué tengo que estar aquí? ¡Ni siquiera he visto a un abogado todavía! ¿Es eso posible?
En su situación demencial, se diría, desde luego que todo era posible. Mucho más que en las situaciones más aberrantes, que nunca creyó protagonizar, porque nadie reflexiona nunca en serio sobre la lejana posibilidad de acabar en la trena. Y era un mundo aparte, eso estaba claro, con sus propias reglas y circunstancias. Otra dimensión donde le tocó descubrir muy pronto, por ejemplo, que lo del acoso sexual en la cárcel no es ninguna leyenda urbana. Y no sólo por parte de los presos, que en este caso eran mujeres, sino que lo peor venía de los propios funcionarios de prisiones y otro tipo de personal de la cárcel, que se creían con derecho a hacer aproximaciones por su estatus de reclusa. Y muy crecidos por lo que leían en la prensa sobre ella.
Mira esto. Eres toda una celebridad, le dijo un día el director, apenas llegada al penal. Y puso ante ella algunos ejemplares de revistas y periódicos recientes, con titulares surrealistas sobre ella, en los cuales lo más suave que la llamaban era enferma sexual y psicópata. Pero, ¿cómo podía ser? Debía tratarse de una broma pesada, eso sí, muy bien confeccionada, puesto que esas publicaciones parecían muy reales. No tanto lo que en ellas se decía sobre su carácter psicopático, su obsesión con el sexo o incluso cuando se daba por hecho que era la gran asesina y psicópata del siglo.
Nada de esto es cierto, respondió, en una mezcla de incredulidad y rabia contenida, mientras ojeaba con asco esas páginas llenas de burradas sobre ella. ¿Cómo pueden escribir estas cosas sobre mí si no son verdad? ¡En cuanto salga de aquí les van a caer varias querellas!
No te preocupes, que todo saldrá bien, respondió el director. Un hombre entrado en años y nada atractivo cuya preocupación por ella, pronto se dio cuenta, no era ni mucho menos paternal. De hecho, el muy zorro se había asegurado primero de que estaban solos y nadie interfería en la situación. ¿Te están tratando bien? ¿Tienes alguna queja de alguien?
Bueno… ¡Empezando porque no debería estar aquí, imagínese! De ahí hacia delante no estoy muy contenta que digamos. Dios mío… ¿Y cómo pueden escribir eso sobre mí sin comprobar nada y quedarse tan anchos?
Yo sí te creo, afirmó el director, aunque estaba claro que no era confortarla su objetivo. Y en un gesto rápido y a la vez muy hábil, pues la tomó con la guardia baja, ese hombre posó su mano sobre la suya, pero Amanda la quitó con rapidez.
¡Este tío es un viejo verde! ¡Qué asco! ¡Cómo le pueden tener de director de una prisión de mujeres con estos comportamientos? ¿De verdad que toda Italia funciona así de mal?
¿Qué te pasa? ¿Soy demasiado viejo para ti, tal vez? Tan solo dime: ¿qué posturas sexuales te gustan más?
Amanda deseaba morirse. El plan de sus sueños de estudiar en Italia se había convertido en una pesadilla sin final en la que no faltaba de nada. De hecho, todavía le quedaban cosas por vivir y, como se decía en la Biblia que tanto leía ahora:
Y vendrán cosas peores.
Pero no sabía hasta qué punto. Y es que la vida no dejaba de golpearla, sin solución de continuidad, incluso en los pequeños trámites de su nueva vida penitenciaria. Como en el susto de su vida que se llevó, apenas instalada en su nueva casa, cuando una funcionaria de prisiones vino a darle otra estocada más.
Tenemos malas noticias. Hemos hecho ya los análisis de tu muestra de sangre y has dado positivo en VIH. Lo siento mucho.
¿Cómo? ¡Oh, Dios mío!
La pesadilla adquiría tintes de sadomasoquismo por momentos. ¿VIH? El dolor era tan intenso que deseaba morirse en el acto y pidió a Dios que, si en verdad era misericordioso, se la llevara de inmediato. Pero, por otro lado, si Dios existía, ¿por qué se mostraba tan cruel de pronto? Primero había sido lo de Meredith, luego su acusación y, por último, ¡Dios santo! ¡Lo peor que podía pasarle!
Necesito ver a mi familia, sollozó, ante la mirada opaca de esa inspectora.
Pronto los verás, le contestó la funcionaria, con una sonrisa forzada y sin saber qué más decirle. Y se fue por donde había venido y la dejó sola, sola otra vez.
Sola con sus pensamientos.
Acusada de asesinato y ahora esto. ¡El virus del SIDA! ¿Cómo se lo diría a su familia?
Si mamá se entera de esto, adiós muy buenas. Le dará un infarto, seguro. O tal vez me dé a mí, de tanto pasar de disgusto en disgusto. ¡Oh, Dios mío…!
Y el director-consolador no andaba muy lejos, claro, con sus continuos comentarios sobre los aspectos más personales.
Me han comentado lo de tus análisis y, bueno, quiero decirte que lo siento mucho. Y que puedes contar con nuestro apoyo como institución y, en primer lugar, con el mío propio.
La funcionaria que le dio el resultado positivo, en el asunto más negativo vivido por ella hasta ahora, apareció otra vez ante ella con un folio y un bolígrafo.
Por desgracia, se ha confirmado el resultado de los análisis y eres seropositiva. Por tanto, lo que te vamos a pedir ahora es importante: necesitamos que nos escribas en este papel los nombres de las parejas sexuales que has tenido en tu vida. Todas, sin excepción. Porque habrá que hacerles llegar el aviso de que pueden estar contagiados también y tendrán que hacerse las pruebas.
¿De verdad tengo que hacerlo? ¿De verdad que tengo el virus? ¡Oh, Dios mío!
Cárcel de hombres de Perugia
La pesadilla de Raffaele tampoco parecía tener un final concreto y eso era lo peor de todo. Eso y el no poder asegurar qué clase de putada le esperaba a continuación, en esa semana de locos, aunque en realidad era una aventura que había empezado unos días antes. El maldito momento en que Amanda y él se conocieron.
Había sido amor a primera vista, durante un concierto de música clásica en el auditorio de Perugia: él se había vuelto hacia atrás y vio que esa bella joven de su edad le miraba y, es más, ¿le estaba sonriendo? ¡No podía ser a él! Raffaele era el típico chico tímido que no sacaba partido de su atractivo físico o de su inteligencia, como tampoco de la buena situación económica de su familia. Era el querido hijo de un médico adinerado y a punto de terminar la carrera se veía virgen y sin un pronóstico a corto plazo de dejar de serlo, aunque todo pareció a punto de cambiar después de ese concierto tan afortunado.
¿Te das cuenta? Éramos los más jóvenes de todo el público, le dijo Amanda. ¡Por eso me reía cuando me miraste!
Sí, y tampoco encontré a nadie que me quisiera acompañar. ¿Te apetece ir a tomar un café?
¿De verdad puedo ir a tomar algo con Harry Potter? ¡Qué bien! ¡Allá vamos!
Una cita imprevista que los llevó a tomar unas copas, en el bar donde Amanda trabajaba, antes de salir juntos de allí en dirección a su propia casa. Raffaele vivía solo y los dos agradecieron esa intimidad, dado que ella compartía casa con tres chicas más, si bien no parecía que le importase tanto el qué dirán. Después de todo, si no le había importado en la lejana Seattle, mucho menos a tantos kilómetros de su familia y vecinos.
Pero él… ¡Qué nervioso estaba! Casi 22 años sin catar a una moza y de pronto, sin haberlo previsto, se encontró con esa belleza desnuda en su habitación.
Lo que nunca pensé es que ese día tan especial se convertiría en una cita indefinida con el talego, reflexionaba, recluido en aislamiento total dentro de la prisión. Y recibía tan solo las contadas visitas de los policías que le habían interrogado en Perugia, según ellos, en un aislamiento protector para evitar que los demás presos le agrediesen.
Si te metemos con el resto, créeme, va a ser imposible que esos tarados no te rompan el culo en las duchas. ¿Qué te crees? Tú haznos caso a nosotros, mejor, porque a la puta de tu novia ni la vas a volver a ver: ¡tenemos tantas pruebas contra ella que, en realidad, no nos importa lo que puedas decirnos ya! Y para que lo sepas, capullo: la muy golfa no sólo se lo montaba con su jefe el negro que, por cierto, ya has visto que está también en el trullo. ¿Sabes a cuántos tíos se ha follado esta zorra hija de puta? Pues ahí los tienes. ¡Siete! Siete machos en total, ya lo ves, firmado por ella misma. Y tú eres el último, claro, lo que supongo que te convierte en el más especial.
Poco dado a arranques violentos, pero alterado hasta el límite por la injusticia de su situación, Raffaele golpeó la pared con la mano.
¿Y yo aquí, encerrado como un perro por culpa de un saco de mierda semejante?