Comisaría de Perugia
Para la Policía de Perugia y sus superiores políticos, en una larga cadena desde los despachos de Roma, lo peor acababa de suceder: el principal sospechoso de la muerte de Meredith, cuya imagen con las esposas puestas habían lanzado a los medios del mundo entero, debía ser puesto en libertad de inmediato. Incontables testigos que estuvieron con él en su bar, en la hora del crimen, se habían acumulado en tal medida y con tan sólidos argumentos, desde esa detención de Patrick Lumumba, que era ya insostenible mantenerlo en prisión siquiera un día más. Todo un jarro de agua fría para quienes se habían empeñado en cerrar el caso cuanto antes, a golpes si hacía falta, como fuera, con los tres o cuatro indicios que les permitieran hacerlo de alguna manera. Canessa podía ver con sus compañeros las declaraciones del inocente, en la televisión de Comisaría, con el africano protagonista rodeado por los medios de medio planeta.
Gracias a Dios, todo ha pasado ya. Estoy muy contento de poder volver a casa.
Patrick Lumumba había tenido que demostrar su inocencia (no ellos su culpabilidad) gracias a tantísimos testimonios de clientes de su pub, que aseguraron ante el Juez que el hostelero estaba al otro lado de la barra en el tiempo en que se produjo el asesinato. El fiscal Manzini y su núcleo duro se habían lucido y ahora la presión mediática sobre la Comisaría de Perugia se redoblaba, cómo no, cuando uno de esos sospechosos estelares, que venían de presentar al público con bombo y platillo, se les había caído sin remedio y con serias posibilidades de que el caso entero se viniera abajo con él. Todo lo que tenían hasta ahora, orgía estudiantil incluida. Y si eso ocurría, pensaba Canessa, el ridículo del Cuerpo estaría más que asegurado, junto al de los propios políticos que tanta presión recibían y les derivaban luego a ellos. Todos unidos en intentar darle una salida a ese problema, como de costumbre, pero si algo estaba claro era que ya no podrían seguir contando con el famoso inmigrante africano, eventual jefe de Amanda en ese tiempo, al cual tuvieron que liberar de inmediato.
Menudo bochorno, lamentó el Comisario, que por su parte no levantaba cabeza. ¡Estamos quedando como unos idiotas delante de todo el mundo!
No tanto, opinó un compañero. Los medios están vendiendo periódicos, ¿no es cierto? Pues mientras sigan así, todo irá bien: ¡preocúpate el día que el tema pierda interés, más bien, porque ahí sí que empezarán a jodernos con todo!
Por desgracia, no le faltaba razón. El mundo vivía con intensidad ese thriller de jóvenes complicados, con toda la vida por delante, que se acababan de meter en el lío más grande de sus vidas. La gente lo estaba disfrutando de veras y no era para menos, claro, cuando la película ofrecida lo tenía todo: sexo, drogas, jóvenes universitarios en busca de aventuras, investigaciones policiales de película e incluso, para el Fiscal, no había que descartar el factor del satanismo. ¡Satanismo! Ni más ni menos. Con brujas y orgías de jóvenes en la noche de Halloween.
Por su parte, sin embargo, Canessa vivía la película más surrealista de toda su carrera laboral con semejante locura de caso. ¿Cómo podía estar pasando todo eso? Y lo que veía a su alrededor resultaba mucho más increíble que el circo mediático. No entendía cómo la Comisaría en bloque podía seguir a pies juntillas las instrucciones de un Fiscal que acababa de dejarles en ridículo delante de todo el mundo y no reaccionar ante eso. ¿A qué estaban jugando? Y si no las tenía todas consigo en cuanto a la culpabilidad de esos sospechosos, de la cual más bien dudaba, lo más misterioso para él era el rumbo atípico que había tomado la situación.
Entiendo que tengamos prisa por tranquilizar a la gente de Perugia y quedar bien con los estudiantes, la Universidad y todo el mundo, pero no tanto esta línea de investigación tan forzada. ¿Qué pasará si cometemos otro error como éste, de nuevo, delante de millones de personas que no tienen otra cosa que hacer que juzgarnos desde el salón de su casa?
Su jefe directo, sólo por debajo del Comisario en la ciudad, se encogió de hombros con gesto resignado. Él había sido de los más prudentes en toda la situación, había que reconocerlo, pero se veía sin remedio arrastrado por esa marejada de ineptitud encabezada por un paisano de todos ellos: el indígena fiscal Manzini, empeñado desde un principio en resolver el gran caso de su Perugia natal.
Tenemos que confiar en el fiscal, Canessa. No nos queda otra. Él es quien dirige y tiene experiencia de sobra. Y, además, cuenta con los contactos necesarios para que asegurarse de nos dejen trabajar tranquilos. Dale un voto de confianza.
¿Otro más? Ese hombre venía de cagarla en el caso más importante en Italia en los últimos tiempos. Ni más ni menos que los asesinatos en serie denominados como el Monstruo de Florencia, que al final quedaron sin resolverse. Y ahora se estrenaba en el asesinato de la década con un nuevo cagadón, del mismo calibre que el que Amanda había visto en el retrete el día de autos.
El bochorno vivido con Patrick hubiera desanimado al más pintado, pero no al equipo de resolución rápida que estaba llevando la voz cantante en el caso. Tenían demasiada prisa y esto sólo podía conducir a nuevos errores, pensaba Canessa, con unas pruebas que eran más teóricas que otra cosa. ¿Podrían haber sido esos dos estudiantes los asesinos? Según las evidencias que tenían, tal vez sí. ¿Podía demostrarse su implicación de alguna manera? Con ese tipo de pruebas, sí nada más salía en su auxilio, jamás en la vida. Y la presunción de inocencia precisa de pruebas siempre, de demostrar las cosas con ciencia. Un afán en el que estaban todos de acuerdo, claro, pero lo que para unos eran pruebas para el juez podían no serlo. Y el hasta ahora equidistante inspector jefe, que se había mantenido más prudente en la situación, empezó a mostrarse cada vez más partidario de tirar adelante con lo que tuvieran.
¡Venga, Canessa! Tampoco podemos ser más papistas que el Papa y desconfiar de todo. Debemos seguir adelante y ver a dónde nos lleva todo esto.
Pues hasta ahora, con el tema de Patrick, a lo que nos ha llevado es a hacer un buen ridículo. ¡Pero, a ver, que yo no soy nadie! Si estáis todos de acuerdo, por qué no, vamos para adelante. ¿Quién soy yo para opinar?
De igual manera, ¿cómo podría oponerse? Si ya todo el mundo tenía su decisión y, después de todo, tenían una tesis más o menos montada.
Y hasta puede que no les falte razón. Después de todo, antes de descubrirse el cuerpo, parece ser que esa pareja se fue a comprar utensilios de limpieza a una tienda del centro. Los compañeros dicen que tienen el ticket de compra y eso de por sí ya es más que sospechoso, pero además está el tema de que ellos descubrieron el cadáver. Mejor dicho, ellos llevaron directamente al descubrimiento de la supuesta intrusión y el descubrimiento del cadáver. Y eso puede ser una coartada para muchos, sí, pero a la vez les sitúa exactamente en el escenario del crimen antes que nadie. Sin olvidar que era la única compañera de Meredith presente en la casa cuando ocurrió todo, ya que las italianas se habían ido de puente, así como la más cercana a ella, tanto por el idioma como por la edad y cercanía de sus cuartos. Y su comportamiento tan extraño, desde el principio… O el hecho de que ella y su novio apagasen los novios esa noche, justamente, cuando nunca solían hacerlo, ¡en fin! Habrá que esperar a que hagan más trabajo de campo. A esos condenados análisis, que no sé a qué esperan para realizarlos.
Pero ése era un ámbito del trabajo al que Canessa no estaba invitado, por definición, pues actuaban sobre el terreno los agentes de la Científica. Pero también algunos detectives escogidos y liderados por la enterada de Napoleoni, que por supuesto no había querido contar con él, aunque el veterano inspector estaba encantado de que así fuese.
¡Que se vayan a la mierda! Los más mediocres de todos y liderados por la enchufada mayor, pensaba, mientras que por su parte se veía en un impase extraño entre dos casos de asesinato en curso. Si no me dejan ayudarles, me pregunto, ¿por qué me hacen perder el tiempo con temas accesorios y estas putas reuniones? Empiezo a pensar que ese Fiscal es tan idiota como algunos le describen por ahí, puesto que ni come ni deja comer. ¿Por qué no se deja asesorar?
Sin embargo, como era ya costumbre en esa comisaría, desde que empezó todo el tema de Meredith, el fiscal apareció por allí como el genio de la lámpara que siempre tenía alguna solución en tiempo de crisis.
Señores: los análisis ya han llegado de científica y tenemos resultados positivos. Resulta que el propietario de ese ADN es un viejo conocido nuestro, en particular, de esta Comisaría, por lo que no vamos a tardar en dar caza a este desgraciado. Se trata de un delincuente habitual, originario de Costa de Marfil y criado en Italia, sin crímenes de sangre hasta la fecha, pero si con un amplio historial de chorizo en esta ciudad y en otras. La inspectora Napoleón y se va a ocupar de este caso y parece que ya tenemos datos importantes de por dónde se puede encontrar este sujeto, así que no tardaremos en efectuar la detención correspondiente.
Una pregunta, señor fiscal, empezó a decir uno de los compañeros. Este sospechoso principal, por lo que le he entendido, es de color. De color negro, quiero decir.
Un coro de risa siguió a estas palabras, torpes y a la vez tan cómicas, siendo el fiscal el primero en descojonarse de la risa.
Sí, en efecto, el sospechoso a abatir es negro. Un negro de África que se crió entre nosotros, pero al parecer no con muy buenos resultados y a las pruebas me remito. ¡Espero que no esté siendo racista por decir estas obviedades!
Verá usted, siguió el compañero. Yo preguntaba esto porque ahora me explico mejor la posible confusión con el jefe congoleño de Amanda. Y además está el testimonio de esos testigos que dijeron haber visto a un hombre negro correr desde esa dirección.
Así es, muy bien dicho. Eso es exactamente lo que ha sucedido aquí y creo que hay pocas dudas al respecto.
Pero, entonces, supongo que liberaremos a esos dos estudiantes también, dijo Canessa. ¿Por qué no lo hemos hecho ya, me pregunto?
La inspectora Napoleón acusó ese golpe, pues parecía que se confirmaba una vez más esa realidad tofuda de que ningún policía le gusta reconocer que se ha equivocado y mucho menos después de tanto airear a los cuatro vientos semejante éxito y con fotos y vídeos incluidos.
¿Y por qué deberíamos liberarlos, me pregunto yo? Te olvidas de que hay pruebas que llevan hacia ellos, de forma directa, independientemente de que este otro personaje tenga algo que ver con el asunto. ¿Acaso no han reconocido ambos, en interrogatorios separados, que como mínimo estuvieron en el lugar de los hechos y escucharon a la chica a gritar? Es decir: esta pequeña degenerada estaba en la misma pequeña casa que su compañera de piso a la que están matando, justo en la habitación de al lado, y, según tú, ¿tenemos que liberarla porque no tuvo nada que ver con el asunto?
Yo no afirmo nada, respondió Canessa. Solamente pregunto. En todo caso, a mí me parece que el más inocente de todos es el novio de la susodicha. Ese friki con cara de Harry Potter no me pega para nada en ninguna situación violenta si puede evitarlo y, además, su hermana es compañera nuestra. ¿Qué tenemos contra él?
A eso íbamos, contestó Napoleoni con gesto triunfante. Los restos de ADN no implican solamente a ese negrito, sino también a ese inocente Harry Potter y precisamente en el ganchito del sostén de la víctima. Por lo tanto, creo que hay pruebas más que suficientes para incriminar a estos tres en lo que sólo puede ser una orgía que salió mal. Reconozcamos que tampoco sería la primera vez que pasa algo así con los estudiantes y sus puñeteras drogas, luego tampoco hay que llevarse las manos a la cabeza. Tenemos pruebas suficientes, tenemos confesiones de los implicados y tenemos también un móvil que es un intento de violación en toda regla. La fiesta se les salió de las manos y decidieron acabar con ella antes de afrontar la más que probable denuncia que les iba a caer encima.
El fiscal asintió con la cabeza con vehemencia antes de recoger el testigo que su principal escudera en la comisaría. La más fiel de todos con diferencia.
Quién fuera el asesino verdadero, aquí, es casi lo de menos, continuó. Quiero decir que es lógico pensar que sería uno quien daría el golpe mortal primero y los demás, a posteriori de esto, actuarían por puro instinto de supervivencia, para evitar la denuncia y luego para borrar cualquier rastro de su horrible crimen. Pero, por muy poco premeditado que fuera, al final, a esa chica se la cargaron de mala manera y pagarán por ello. Y respecto a la liberación del señor congoleño, no pasa nada, afirmó, ante el innegable jarro de agua fría que ese error suponía para los agentes. Ahora podremos decir que esta chica “se equivocó de negro”, nada más, o que tal vez quiso encubrir a Rudy porque era su amigo y cómplice. En tal caso, por haber tratado de obstruir a la Justicia y de inculpar a un inocente, Amanda tendrá que afrontar las consecuencias de este hecho, que va aparte de lo que es el crimen en sí. Por tanto, no os dejéis abatir, ¿de acuerdo? Esta lamentable confusión se la debemos a esta señorita y no a nosotros, que somos los primeros engañados por ella. Así que a lo nuestro, señores: seguiremos trabajando y lo importante no es cómo empieza una investigación, sino cómo acaba.
Pero la siguiente y última reflexión del fiscal era ya para enmarcar.
Además, no podemos permitir que este tipo de drogadictos de fin de semana arruinen la reputación de nuestra universidad, de nuestro sistema judicial y policial y de la propia ciudad entera. Hasta del propio país, si lo pensamos. ¿Y todo porque una pandilla de desarraigados y niños bien se lo están pasando bien sin mirar las consecuencias de sus actos? No es justo.
Se oyeron comentarios de aprobación mientras unos a otros se daban ánimos como si aquello fuera una empresa de comerciales que tenían que salir a vender por las casas.
Señor fiscal, por favor, solo una duda más, dijo Canessa. Entiendo que, entonces, el caso está cerrado. ¿Qué más podemos hacer aquí los compañeros?
No mucho más por ahora. Lo que toca es esperar al arresto de ese tercer individuo y de eso ya se están ocupando los compañeros de Carabineros. Dejemos que al menos se lleven esa pizca de gloria en una historia que ha trascendido fronteras, ¿no les parece?
Y con este último comentario jocoso parecía que ya todo estaba arreglado.
Pues mejor así, pensaba Canessa, quien desde luego no disfrutaba con el show diario de un montón de cámaras y reporteros que les seguían por todas partes. Lo único bueno del tema era que Perugia había disfrutado de una paz inaudita en todos esos días, con tanta batida policial y tanto interés político por disimular toda esa mugre que mantenían escondida debajo de la alfombra. Pero es que hasta eso tiene una parte negativa, ya que las cucarachas que necesitamos observar y seguir se están escondiendo más de lo normal y eso entorpece todo.
Para empezar, el olvidado caso de la otra víctima femenina de esa semana de locos.
Mañana es el funeral, recordó Canessa de pronto, medio amodorrado después de ese atracón de horas de trabajo e insomnio en esa semana. ¿Será posible que hasta yo me haya olvidado de esto? Me pregunto si irá alguien más esta vez, aparte de los cuatro que a veces somos en estas cosas.
Nueva York
Nina Burleigh leyó el primer reporte sobre el caso de Meredith Kercher en un vagón del metro de Nueva York. El famoso crimen de Perugia había dado la vuelta al mundo varias veces y estaba claro que había llegado para quedarse: ¿sería, tal vez, el momento de cruzar el Gran Charco y meterse a fondo en un tema que ya era viral? Como periodista de investigación, los titulares no dejaban de sorprenderla y le parecían un exceso.
El retrato de una psicópata obsesionada con el sexo duro: salen a la luz sus siete parejas sexuales antes de acabar sus estudios.
¡No estaba mal para una supuesta investigación por asesinato! ¿De verdad importaba tanto cuántas parejas hubiera tenido? ¿Cómo se atrevían a publicar esa basura tan personal si ni siquiera la habían condenado? Y aunque estuviera condenada, claro, pero se estaba quemando a una bruja y todo valía para echar más leña a la hoguera.
Tal vez tenga que escribirle a esta chica. Me figuro que tendrá mucho tiempo disponible en prisión y es una chica inteligente, así que se puede probar.