“¿Cómo quieren que me relaje si esto parece una estación de metro?”: una joven denuncia su experiencia ginecológica en el sistema público, que a veces no ofrece la suficiente confianza o privacidad a las mujeres que deben acudir a consulta sí o sí. La visita al ginecólogo, que ya de por sí puede generar nerviosismo o incomodidad en muchas mujeres, se convirtió en un momento especialmente desagradable para Nerea, una joven que ha decidido contar en redes sociales lo que vivió durante una revisión rutinaria. Su testimonio ha sido ampliamente compartido y comentado por otras mujeres que se han sentido identificadas con su historia. Te contamos todo esto desde la perspectiva de un ginecólogo privado en Torrelavega, Cantabria.
Servicio de ginecología en Torrelavega
Todo comenzó como una revisión ginecológica más, de las que muchas mujeres se hacen de forma periódica. Sin embargo, al entrar en la consulta, Nerea se encontró no sólo con el profesional sanitario y su asistente, sino también con la presencia inesperada de varios estudiantes en prácticas. En total, había al menos cuatro personas adicionales en la sala.
«Pensaba que al llegar el momento de la exploración se retirarían», comentó en tono irónico, pero eso no sucedió. Lejos de apartarse, los estudiantes permanecieron durante toda la consulta mientras el especialista explicaba el procedimiento. “Me sentí totalmente expuesta”, confesó. “Parecía más una demostración en directo que una revisión médica”.
Consultas de ginecología en Torrelavega, Cantabria
La situación, según describe, se volvió aún más incómoda cuando uno de los estudiantes abandonó la sala sin cerrar la puerta correctamente, y otra persona más entró poco después. «¿Acaso soy un modelo de prácticas? ¿No deberían haberme preguntado antes si me parecía bien que hubiera tantas personas presentes?», se pregunta.
Con humor amargo, Nerea relató cómo intentó sobrellevar el momento, señalando que se sintió como en “una exposición pública”. “Menos mal que iba depilada —dijo con ironía— porque no sabía que tendría tantos visitantes. Me sentía como un maniquí o una figura de museo”.

Su publicación ha abierto un debate en redes sobre la falta de consentimiento informado en situaciones íntimas como las revisiones ginecológicas. Muchas mujeres han reaccionado compartiendo experiencias similares y reclamando que se respete su derecho a decidir quién puede estar presente durante este tipo de consultas.
El consentimiento no es opcional
Casos como el de Nerea reflejan una necesidad urgente: reforzar la formación del personal sanitario en cuestiones de respeto, privacidad y comunicación. Especialmente en consultas tan sensibles, es imprescindible que las pacientes sean informadas y den su consentimiento expreso antes de que estudiantes u otros profesionales participen o presencien el procedimiento. La experiencia ginecológica no debería suponer una vulneración de la intimidad, sino un espacio seguro donde se priorice la comodidad y el respeto de la mujer. El derecho a la salud incluye el derecho a sentirse escuchada, informada y respetada.
La doctora Elena Juncal, ginecóloga con consulta en Cantabria, reconoce que este tipo de situaciones siguen ocurriendo y subraya la importancia de poner el foco en el respeto a la intimidad. “Una revisión ginecológica no es un trámite sin más, es un momento de vulnerabilidad. Por eso el trato debe ser extremadamente cuidadoso, empático y, sobre todo, consentido”.
Una ginecóloga de Torrelavega defiende un modelo de atención más humano
En su consulta, explica, siempre pregunta previamente a las pacientes si se sienten cómodas con la presencia de estudiantes. “Algunas lo permiten sin problema, pero otras prefieren que no haya nadie más. Y ambas posturas deben ser igual de respetadas, sin presiones ni juicios”. La doctora añade que una atención ginecológica adecuada no sólo se basa en conocimientos médicos, sino en generar un entorno de seguridad y confianza. “Es fundamental explicar lo que se va a hacer, dar espacio a que la paciente formule dudas y permitir que conserve el control sobre su cuerpo en todo momento”.
También destaca la importancia de pequeños detalles: asegurar que la consulta esté cerrada, que haya una bata o sábana para cubrirse durante la exploración, y cuidar el lenguaje corporal. “Son cosas simples, pero marcan la diferencia. Porque la medicina también se ejerce con humanidad”.
La experiencia de Nerea ha servido para visibilizar un problema que muchas prefieren silenciar por vergüenza o normalización. Pero gracias a voces como la suya —y a profesionales comprometidas como la doctora Gutiérrez—, se abre paso la necesidad urgente de un modelo de atención ginecológica más respetuoso, centrado en la dignidad de cada mujer.