El 3 de abril de 1976, dos jóvenes inspectores de Policía destinados en San Sebastián, José María González Ituero, de 25 años, y José Luis Martínez Martínez, de 31, cruzaron la frontera por Irún para disfrutar de una tarde de ocio en Francia. Tras dejar sus armas en el control de la aduana, como era obligatorio, se dirigieron a Hendaya, donde comieron en una pizzería y planearon ver una película en el cine Varietés. A las puertas del cine fueron vistos con vida por última vez.

El crimen sin justicia: los policías asesinados en Hendaya
Al no regresar a recoger sus armas, saltaron las alarmas. Las autoridades españolas notificaron su desaparición y la policía francesa desplegó un amplio operativo de búsqueda. La operación incluyó decenas de detenciones —se calcula que unas cuarenta personas fueron interrogadas—, pero el resultado fue infructuoso. Solo se hallaron documentos pertenecientes a los agentes en una vivienda vinculada a un miembro de ETA político-militar. José María y José Luis desaparecieron sin dejar rastro, y durante un año se temió lo peor.
El trágico desenlace llegó el 19 de abril de 1977, cuando tres adolescentes que jugaban en la playa Chambres d’Amour, en Anglet (Francia), se adentraron en un antiguo búnker alemán de la Segunda Guerra Mundial. Allí, enterrados en la arena, encontraron dos cadáveres. Los cuerpos, maniatados, con signos de tortura y los dedos mutilados, correspondían a los dos inspectores desaparecidos. Uno de ellos murió por dos disparos a quemarropa en la cabeza, efectuados con un arma calibre 7,65. El otro también presentaba un impacto de bala.
José María González Ituero estaba destinado en la oficina de hospedería. Nacido en Madrona, Segovia, era el segundo de seis hermanos y había ingresado en la Policía en septiembre de 1975, tras realizar el servicio militar. En mayo de 1976 habría cumplido 26 años.
El asesinato de los dos agentes fue atribuido a ETA, pero nunca se juzgó a ningún culpable. El caso quedó marcado por el silencio, la impunidad y la memoria de dos jóvenes policías que encontraron la muerte en una simple tarde de descanso. Un crimen brutal que aún hoy, para muchos, sigue esperando justicia.