Las páginas más importantes y curiosas de la historia de España siguen enterradas en el olvido de generaciones, así como los personajes que han cambiado el rumbo de nuestra sociedad y que han inspirado a generaciones. Y no, no estamos hablando de Juan Carlos I o de Sánchez o de Abascal o Pablo Iglesias o la infantita esa y otros cantamañanas y enchufados. Hablamos de hombres y mujeres de verdad, que han vivido historias de superación de verdad y que han demostrado un talento inmortal que ha perdurado a lo largo de generaciones.
El poeta Marcial, originario de Calatayud, que en su tiempo se llamaba Bilbilis
Uno de ellos es el poeta Marcial, originario de Calatayud, que en su tiempo se llamaba Bilbilis. Una ciudad hispanorromana que abandonó bastante joven, apadrinado por su paisano español Séneca, que lo llamó a la corte de Nerón para desarrollar su talento en la antigua Roma. Sin embargo, este ilustre poeta tuvo problemas desde el principio, cuando llegó a Roma se encontró a Séneca suicidado por orden de Nerón. Y luego sobrevino la cruel guerra de los cuatro emperadores, que llegó a tener en Roma escenarios de grandes batallas sangrientas. Y tuvo que empezar de cero, simplemente por su talento y con el hambre que impulsa los mejores ingenios, muchas veces aletargados por el enchufismo.
Este paisano nuestro desde hace dos mil años escribió algunas de las poesías más irreverentes y brillantes de toda la Historia de la Humanidad. Con un encanto provinciano que quería comparar constantemente la degradada Roma con las costumbres campestres y sanas que había traído de su España natal. Y nada que ver con la España actual que parece ser la auténtica Babilonia o, mejor dicho, la gran prostituta de Babilonia. Por aquel entonces, Roma concentraba como pocas veces en la historia se ha dado todo el vicio y la corrupción moral que Marcial nos cuenta crudamente en sus escritos.
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Pero Marcial tampoco era ningún santo. Sin duda se dejó contagiar por ese espíritu de crapulosidad, que ya debía existir también en las provincias del Imperio Romano y que llegó al máximo cuando este paisano nuestro conoció la verdadera corrupción en la capital del mundo. Como se puede leer en un poema de Marcial: ¿Qué eres, entonces?
Duermes con jóvenes que la tienen como Príapo[1], y a ti no se te empina, Febo,
lo que se les empina a ellos.
Por favor, Febo, ¿qué quieres que yo me imagine?
Me inclinaría a pensar que eres un afeminado, pero los rumores dicen que no eres
maricón.
O este otro poema sobre Febo, uno de los personajes recurrentes en la obra satírica de Marcial:
Te invitan a cenar, Febo, todos los maricones.
A quien le da de comer su picha no es, creo yo, trigo limpio.
Ante todo, Marcial era un hombre que había venido desde abajo y que progresó a base de talento en un tiempo en el que los pobres se morían literalmente de hambre. Y esa realidad tozuda siempre la llevó encima y la plasmó en sus versos, con un realismo patético que hacía mucha más gracia entonces, incluso, que ahora, pues debía resultar chocante para la sociedad de su tiempo que llegase a alguien con tanto talento a contar las intimidades de una vida humilde desde adentro. Y en una sociedad como la romana, en la que todo el mundo quería aparentar, diferenciarse de lo que se conocía como la plebe o el vulgo, sería verdaderamente curioso que llegar a alguien a cantar las vergüenzas de una sociedad que siempre es corrupta de por sí. Esto se aprecia muy bien en este poema de Marcial: Un hombre desgraciado.
No has visto, Matón, cosa más desgraciada que el maricón de Sabelo, cuando antes no ha habido cosa más feliz que él.
Los robos, las fugas y las muertes de sus esclavos, los incendios, los lutos afligen a nuestro hombre.
Ya, el pobre, hasta jode con mujeres.
Marcial no se avergonzaba de sus orígenes ibéricos. Antes bien, proclamaba bien alto su pertenencia a la raza de Viriato y Trajano, quien por cierto todavía no había llegado al poder cuando Marcial tuvo su época de gloria en la Ciudad Eterna. Por eso se dedicó, previamente, a hacerle la pelota a su antecesor en el trono, Domiciano, que no era ni mucho menos perfecto y que de hecho murió asesinado cuando algunos cortesanos se cansaron de él. Pero las debilidades y defectos de Domiciano no fueron un obstáculo para un buscavidas auténtico como Marcial, que se dedicó a darle brillo a un emperador que había llegado a serlo por ser hijo y hermano de dos grandezas de Roma como fueron Vespasiano y Tito. No por haber demostrado nunca una especial habilidad para nada.
Que, a nosotros, que nacimos de celtas y de iberos, no nos cause vergüenza, sino satisfacción agradecida, hacer sonar en nuestros versos los broncos nombres de la tierra nuestra.
Marcial alabó, sobre todas las cosas de este mediocre estadista, que el César Domiciano detuvo un montón de abusos pederastas que se cometían contra las criaturas más tiernas y en especial cuando eran huérfanos, impidiendo que llegase a ser amputado el miembro viril de los varones para que ricachones sin escrúpulos pudieran convertirlos en eunucos. Esto es lo que él dice y puede que haya una base de verdad. Pero lo que está claro es que la política exterior de Domiciano dejaba bastante que desear y el rey dacio Decébalo se dedicó a humillarlo constantemente, con muchos menos recursos, hasta que el gran Trajano se decidió a destruirlo completamente en un tiempo posterior.
La sagrada censura del supremo Emperador prohíbe y veda el adulterio.
Alégrate, Zoilo: tú no jodes.
La moralidad provinciana de Marcial, aunque fuera un poco jeta y vividor, según parece, sí podríamos decir que es sincera y se manifiesta en poemas tan brillantes y surrealistas como el que nos ilustra una boda homosexual en la antigua Roma. Un espectáculo que a Marcial le parece claramente antinatural y bochornoso y que representó con tanta gracia que todavía hoy nos parece por desgracia un chiste.
El barbudo Calístrato se casó con el rudo Afro con el ritual con que una doncella se suele casar con un hombre.
Brillaron delante las antorchas, cubrieron su rostro los flameos y no faltaron tus fórmulas rituales, Talaso (dios itálico de los matrimonios).
Se fijó, además, la dote.
¿No te parece, Roma, que ya es suficiente?
¿Es que esperas que también para?
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Las constantes burlas hacia la inmoralidad sexual y más en concreto cuando hay cuernos o desviaciones de por medio son constantes y muy divertidas en los versos de Marcial. En los versos de este gran poeta, sin embargo, los cuernos se presentan como una situación irremediable y hasta una solución a la falta de virtudes del marido, a que muchas veces su propia riqueza no le hace inmune a tantas desgracias como siempre han aquejado a los ricos también.
Todo se lo lleva la amante y sólo tu verga no tiene queja de ti
Que ya lo razonaba Marcial en su poema: Todo se lo lleva la coima[2].
Siendo como eres pobre para tus amistades, Lupo, no lo eres para tu amiga y sólo tu verga no tiene queja de ti.
Ella, la adúltera, engorda con coños de harina candeal, mientras tu convidado come harina negra.
Vinos setinos que encenderían las nieves se filtran para la querida, pero nosotros bebemos el negro veneno de una tinaja corsa.
Te has comprado una noche, no entera, con las fincas paternas. Pero tu aparcero, abandonado, labra campos que no son suyos.
Resplandece la adúltera reluciente de perlas eritreas. Mientras tú te la tiras, tu cliente es llevado preso por deudas.
A la prostituta se le regala una litera llevada a hombros por ocho sirios, pero tu amigo será la carga desnuda de un escaño.
Anda ahora, Cibeles, y mutila a los pobres maricones[3]. Ésta, ésta era la verga digna de tu cuchillo.
De hecho, los versos de este poeta paisano nuestro dan en la diana cuando demuestran empíricamente que el esclavo no tiene que envidiar necesariamente a su rico amo. Y establece una comparación que podría darse hoy en día entre un emprendedor razonablemente bien y un currante medio que apenas gana para sustentarse la vida, pero que tiene menos preocupaciones que el otro.
Vive mejor el siervo que el Señor
¿Cuáles son los problemas del señor y cuáles las ventajas del esclavo?
No los sabes, Cóndilo, tú, que te quejas de llevar mucho tiempo de esclavo.
Tu esterilla sin ningún valor te proporciona sueños sin preocupaciones mientras Gayo, fíjate, se acuesta sobre plumas sin pegar ojo.
Con las primeras luces, Gayo saluda tiritando a innumerables señores. Y en cambio tú, Cóndilo, ni a tu dueño saludas.
“Lo que me debes, Gayo, devuélvemelo”, le dice Febo y, desde el otro lado, también Cínamo. Esto, Cóndilo, no te lo dice nadie a ti.
¿Tienes miedo al verdugo? La podagra y la quiragra[4] tienen a Gayo hecho trizas y preferiría sufrir mil azotes.
O el hecho de no vomitar por la mañana ni lamer coños, Cóndilo[5], ¿no lo prefieres a ser tres veces tu propio Gayo?
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También son muy interesantes las constantes referencias a los abusos del Estado sobre los ciudadanos y siempre con la corrupción de por medio. El propio Marcial parece contar su vida y su llegada a Roma cuando compone estos versos tan divertidos y tan de moda en la España del saqueo fiscal actual.
Se volvió desde el puente Milvio
Esto se refleja, por ejemplo, en Triste desengaño, de Marcial de Bilbilis, sobre las tasas judiciales que pesan tanto sobre los ciudadanos normales de toda la vida. Las espórtulas eran honorarios de funcionarios judiciales, que debían ser demasiado altas en Roma y de ahí la broma de Marcial.
Tucio, un muerto de hambre[6], se dirigía a Roma procedente de España.
Le llegaron las habladurías sobre las espórtulas.
Se volvió desde el puente Milvio.
Tal vez cansado de la vida disoluta y frívola que había llevado en Roma, seguramente arruinado por esa misma vida, Marcial afirma alegrarse de haber regresado a la tierra patria en la que es rico con poco y recursos escasos le hacen nadar en la abundancia.
Así me gusta vivir. Así morir
Aquí cultivo perezoso con un trabajo agradable y disfruto de un sueño profundo e interminable, que a menudo no lo rompe ni la hora tercia, pues ahora me recupero de todo lo que había velado en Roma durante tres decenios. No sé nada de la toga, sino que, cuando lo pido, me dan de un sillón roto el vestido más a mano. Al levantarme, me recibe un hogar alimentado por un buen montón de leña del vecino carrascal y al que mi cortijera rodea de multitud de ollas. Detrás llega el cazador, pero uno que tú querrías tener en un rincón del bosque. A los esclavos les da sus raciones y les ruega que se corten sus largos cabellos el cortijero, sin un pelo. Así me gusta vivir. Así morir.
Para otros/as, como sigue pasando hoy, sin embargo, la manera de morir elegida era otra, que va de la mano con la corrupción moral del pueblo romano:
Eres amante de Aufidia tú que fuiste, Escevino, su marido.
Y aquél que había sido tu rival es ahora el marido.
¿Por qué te gusta la mujer ajena, que tuya no te gustaba?
¿Acaso sin correr riesgos no se te puede empinar?
La hipocresía de una sociedad que hace caridad con la casa ajena queda patente en estos versos inigualables:
Te apiadas del cartaginés y tratas a patadas a los tuyos
Una expresión que tiene sentido cuando está hablando de una guerra pasada, en la que los cartagineses habían perdido y sido exterminados. Pero los romanos, igual que toda civilización que llega a la etapa de ser muy corrupta, debían mostrar más simpatía por las causas perdidas que por sus propios vecinos en problemas. Y se perdían en los vicios y actitudes más censurables, igual que nos puede pasar hoy:
Eres no sólo delator, sino calumniador.
No sólo defraudador, sino traficante.
No sólo eres un mamón, sino entrenador de gladiadores.
Me asombra, Vacerra, cómo no tienes perras.
Los epigramas de Marcial que conservamos debían ser parte de su show en directo, la parte más ilustre y más troncal del espectáculo, pero seguramente era capaz de extenderse por más tiempo en las actuaciones en vivo que se producirían en banquetes y teatros. ¿Algo parecido a los monólogos de hoy? La obra escrita que conservamos de él sabe a poco cuando se disfruta tanto del ingenio de una persona y de un talento a los que nadie parece querer recordar como se merecen.
Dos mil años han pasado sobre la tumba de este poeta hispano romano que nos describió un tiempo maravilloso de la Historia que, sin su pluma, hubiera brillado un poquito menos. En especial, ese 99% de la población del cual los historiadores no suelen contar gran cosa, pero que con sus pequeñas historias hacen una gran Historia al final.
Sólo se porta valientemente aquél que sabe ser desgraciado
Y nos despedimos con estas palabras de Marcial:
Fácil cosa es despreciar la vida cuando las dificultades nos rodean. Sólo se porta valientemente aquél que sabe ser desgraciado.
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[1] Dios menor rústico de la fertilidad, caracterizado por un enorme pene.
[2] Mujer que convive con un hombre sin estar casados entre sí
[3] En memoria de Atis, los sacerdotes de Cibeles, llamados galos, se sometían a la castración ritual.
[4] Formas de gota que afectaba, en especial, a las castas adineradas de la sociedad, por su acceso a la carne y a todos los excesos.
[5] Este comentario se refiere a que los ricos se hartaban tanto en las comidas que vomitaban luego para purgarse, cosa impensable en los más numerosos humildes. Y lo que viene a continuación tiene que ver con la capacidad de los ricos para hartarse del sexo también, lo que según Marcial no compensaba la parte negativa de ser rico como Gayo.
[6] Triste desengaño, de Marcial de Bilbilis. Las espórtulas eran honorarios de funcionarios judiciales, que debían ser demasiado altas en Roma y de ahí la broma de Marcial.