El autor, Miguel de Cervera, es descendiente directo de su propio protagonista por parte de su tatarabuela, que era hermano del capitán del libro que él mismo ha escrito y que ha titulado Los cuatro naufragios del Capitán. Para comprar un libro firmado escribid directamente al autor en el 623191492.
Siempre fue la oveja negra de mi familia
Siempre fue la oveja negra de mi familia hasta el extremo de que se ha querido olvidar siquiera su recuerdo, pero creo que esto es una gran equivocación. Yo entiendo que no era un personaje blanco y puro o una flor de plástico, como parece que tienen que ser las buenas personas que no rompen un plato, pero todo lo que tenía de bronquista y aventurero de también lo tenía de excelente persona con una nobleza de corazón que le hacía despreciar a los criminales y abusones hasta llegar a la violencia física y a denunciarlos públicamente en la prensa, lo que le conllevó la enemistad y hasta el odio africano de esos delincuentes y corruptos.

También fue un hombre tan valiente que no dudaba en medirse a cuchillo con los peores macheteros de La Habana, peligrosos malandros que formaban parte de la secta vudú de los ñáñigos y de las filas independentistas cubanas.

Los cuatro naufragios del Capitán
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Las mujeres se lo disputaban
Para mí fue un ejemplo de hombría e incluso de convicciones morales profundas, aunque evidentemente se veía muy atacado por las tentaciones del mundo. Pero también habría que ver hasta qué punto, se podría decir, tenía la culpa de ser tan guapo. Las mujeres se lo disputaban, según el poeta marino más famoso de Santander, José del Río Sanz, y esto no era muy frecuente hace más de 100 años. Su gran inteligencia y su valor a toda prueba también lo exponían a los más grandes peligros. Yo creo que se podía decir que en su forma de actuar estaba todo permitido mientras no se hiciera daño a los demás ni se faltara a su honor personal. En este sentido, era un justiciero dispuesto a sufrir y a dar también una buena dosis de la más descarnada violencia. Jamás se arrodilló ante nadie.

Un comisario de Santander que lo odiaba a muerte
Los miembros de la Policía Local de Santander lo temían y pasó por sus calabozos un montón de veces, con un comisario de Santander que lo odiaba a muerte y lo veía como el más grande obstáculo en sus planes de convertirse en uno de los hombres más corruptos y abusivos de todo el país. Incluso llegó a tramar su muerte por sus propios medios y hasta con sus agentes con peores antecedentes, ya que en esta época se podía reclutar a la fuerza policial entre los peores rufianes con el objetivo de que no les temblar al pulso a la hora de ser auténticos matones con placa. De hecho, en la comisaría de Santander se aplicaba el látigo para interrogar o simplemente escarmentar a cualquier tipo de detenido o incluso de mendigo errante.
Los látigos tenían nombres de dos toreros de la época muy famosos como eran Lagartijo y Frescuelo. Y luego tenían una porra rígida a la que llamaban la señorita torera. Pero estos castigos físicos que hoy serían inimaginables en un país del primer mundo no se aplicaban, hace años, a los verdaderos delincuentes necesariamente. Y es que la mafia de Santander en el siglo XIX y muy bien entrado el siglo XX estaba muy bien aconchabada en una perfecta alianza entre los peores criminales, ya fueran con placa y sin ella.
La Policía de Santander y sin duda también los políticos de la época estaban en sintonía total con unos negocios ilegales claramente criminales, porque les caía dinero calentito en una época en la que los sueldos en general eran bastante bajos y todo el mundo quería vivir por encima de la miseria generalizada.
Desenmascaró públicamente y con mucho valor a esa mafia de Santander
En un momento dado, nuestro héroe marino y justiciero se dio cuenta de que la tinta de la pluma dolía más que la punta de la espada y decidió cambiar su estrategia junto a la gente que le apoyaban. Un grupo de amigos que se hacían llamar Los Caballeros del Santo Sepulcro y que se reunían en una taberna llamada la Sacristía. Este cambio de tácticas sorprendió muchísimo a sus enemigos y en general a toda la trama corrupta y mafiosa de la ciudad y es cuando precisamente deciden que no pueden tolerar que Teodosio siga combatiéndoles de esta manera y ganándose el favor popular en contra de lo que ellos hacían. Incluso la censura directa por parte del gobernador, para los números satíricos que publicaban Teodosio y sus amigos, conseguía el efecto contrario que siempre ocurre cuando se intenta controlar a la prensa disidente por parte del poder. Lo único que puede pasar a continuación es que la gente quiera saber más de eso que le quieren hurtar y censurar.
La combinación de violencia pura y dura que podía utilizar Teodosio en cualquier momento y contra cualquier enemigo contra una inteligencia satírica puesta al servicio de la verdad en la prensa local resultó un cóctel explosivo para un entramado de corrupción y crimen organizado en Santander que lo tenían muy bien montado. Estaba claro que necesitaban a otro tigre dispuesto a hacer cualquier cosa y con la misma inteligencia y un valor a toda prueba: don Diego Martín Veloz.
Los propios vecinos de Santander hacían bromas sobre las comitivas de inspección de los juegos ilegales de cartas, cuando las apuestas estaban prohibidas en este tipo de juegos, porque el gobernador o el alcalde dirigían una procesión burocrática que se veía a kilómetros. Y los pillastres que mantenían mesas de juegos prohibidos tenían tiempo de quitarlo todo antes de que llegaran. Y estamos hablando de clubes muy importantes de nuestra ciudad, algunos de los cuales siguen en uso, como es el caso del Club de Regatas.

También los chorizos que robaban en las mejores casas y negocios de la provincia tenían carta blanca para hacer lo que les diera la gana, pues evidentemente luego repartían el botín con la fuerza pública y con los propios políticos. Y toda la provincia sabía que esto era así, pero evidentemente también se debía comprar a la prensa local, que trataba a los conspiranoicos de entonces como si fueran idiotas que se inventaban verdaderas conspiraciones para robar y traficar con todo. Sin embargo, mi antepasado hizo sus movimientos al campo del periodismo y allí desenmascaró públicamente y con mucho valor a esa mafia en la que los poderes públicos no estaban ajenos a la situación.
En la foto, el autor: Miguel de Cervera.
Pero lo peor eran los daños que causaban en las personas y en concreto en las más humildes, que en aquella época eran muy humildes y vivían mucho peor que los inmigrantes ilegales de hoy en día. Estamos hablando de una masa social muy amplia en la que se vivía completamente al día y había demasiadas personas totalmente a la intemperie. En el caso de las mujeres y los críos jóvenes no era infrecuente que cayeran en las garras de los tratantes de personas, que aprovechaban el reclamo del puerto de Santander, como un lugar de futuro por la emigración y el trabajo que aquí se prometían, para captar a sus víctimas.
Los cuatro naufragios del Capitán
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La trata de blancos era peor todavía que la trata de blancas
La trata de blancos era peor todavía que la trata de blancas. Mi antepasado, Teodosio Ruiz González, demostró con su vida y con su muerte que el comercio de seres humanos con fines sexuales aportaba un dinero extra a demasiada gente que vivía de toda esta situación lamentable. Pero las víctimas de la trata sufrían las peores consecuencias en concreto las enfermedades y los malos tratos. Estamos hablando de una época en la que enfermedades infecciosas de tipo sexual como la sífilis causaban un auténtico calvario que nunca terminaba para la persona que se contagiaba. Y en el caso de la trata de blancos o prostitución masculina de jovencitos era mucho peor, pues se trataba de una situación mucho más sórdida y tabú en una época muy hipócrita en la que nadie quería ser identificado con la homosexualidad.
Mientras pasó luchó contra toda esta gente y esta lacra social y puso la lupa en unas víctimas que estaban completamente desprotegidas y olvidadas. Con una sociedad que fingía no enterarse de nada, pero que participaba de una injusticias que ocurrían en sus propias narices. Y en una ciudad tan pequeña que se oía la bocina de un barco por todas partes en cuanto ya tocaba zarpar.

En el caso de mi antepasado, que llegó a ser capitán de la marina mercante después de toda una vida entregada a los buques, su carga y sus pasajeros transoceánicos, en 18 años de servicio activo, esa bocina servía para que pudiera enterarse de que su barco iba a zafar y de que tenía que darse prisa para incorporarse a su puesto a los mandos de un buque. Porque solía amanecer en cualquier sitio y casi siempre medio borracho, lo que hacía muy complicada su localización cuando ya tocaba emprender de nuevo el viaje hacia las Antillas o hacia cualquier lejano puerto.
En la foto: una ama de cría pasiega con el tocado tradicional.
Se veía muy atacado de todos los vicios que imperan en los puertos
Nuestro héroe se veía muy atacado de todos los vicios que imperan en los puertos, máxime cuando eran puertos de la categoría de La Habana o de Santander, pero estamos hablando de una época en la que el juego y el alcohol eran una constante diversión para quien se lo podía permitir. Y si a esto le unimos el sexo, incluso con tantas mujeres que se ofrecían por dinero y por pura necesidad, cuando no obligadas por una mafia de tratantes de seres humanos, pues tenemos el cóctel perfecto para una vida llena de riesgos y de problemas. Porque es casi seguro que el capitán Teodosio Ruiz González tuvo problemas de salud muy relacionados con él abuso del sexo con demasiadas personas.
No es que fuera él mujeriego de por sí, sino que las mujeres se lo disputaban. Una circunstancia muy extraña en una época en la que el pudor y el machismo eran la norma. Pero la testosterona todavía llegaba hasta el extremo de insistir en pelearse sin cuartel con gente peligrosísima en cualquier puerto en el que estuviera. Sus aventuras con todo tipo de armas y con las manos desnudas y a puños fueron legendarias en Santander hasta el punto de que el pueblo de Santander lo consideró por juicio popular como el hombre más fuerte y más bravo que hubiera habido jamás en la ciudad. Anécdotas como sus constantes enfrentamientos con todo tipo de criminales y policías locales corruptos en los que se practicaba la máxima violencia. O ese desafío al legendario en el puerto de La Habana en el que se midió a sablazos con un miembro de la peligrosísima secta afrocubana de los ñáñigos.
Batallas campales en las que volaban las sillas y había puñaladas y hasta tiros
No estamos hablando de peleas solamente a puñetazos, que acaban más o menos en algún momento porque se impone uno u otro. Estoy contando que se llevaban a cabo en cualquier bar o club de Santander verdaderas batallas campales en las que volaban las sillas y había puñaladas y hasta tiros. Y los más valerosos porteros de los garitos y los casinos a menudo tenían que rendirse ante personas como mi antepasado o como quien fue considerado por un guardia civil como el hombre más peligroso que había conocido en su carrera militar en España: Don Diego Martín Veloz.

Este último condotiero cubano fue de hecho llamado a nuestra ciudad por el tinglado de políticos y policías corruptos que necesitaban refuerzos y en concreto necesitaban defenderse de un Teodosio Ruiz que no admitía rivales a la hora de ser el hombre más valiente de la ciudad. Pero Teodosio pudo de alguna manera hacer comprender al cubano que era mejor entenderse con él y evitar males mayores mediante una extraña alianza en la que Diego Martín le pagaba una especie de tributo criminal a Teodosio para que le dejase llevar a cabo sus propias extorsiones. Sin embargo, una alianza entre un tigre y un león no puede durar demasiado y no tardaron en brillar las pistolas y en llegar los desafíos a muerte con pistolas en El Sardinero. Pero el problema principal debió ser que el pueblo de Santander estaba completamente volcado con su héroe popular que, si bien era vicioso y violento, y cobraba él mismo los impuestos revolucionarios a los garitos, no dejaba de ser el campeón local que también mantenía a raya a otro tipo de personajes valientes que eran mucho peores que él. Que eran auténticas calaña.

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Un Comisario de Santander que era un tirano y jefe de chorizos y proxenetas
Teodosio tenía 35 años y Martín Veloz tenía 30 cuando se produjo este duelo en la cumbre, que en realidad era una continuación del pulso que ya se traía el justiciero marino con el propio comisario de la ciudad. Un comisario llamado Narciso Tomás que, como ya hemos dicho, era un auténtico tirano criminal y el principal jefe de trileros y chorizos y proxenetas, pero es que él mismo actuaba como el mayor proxeneta de la ciudad. Y encima venía del carlismo, cómo no, precisamente con esos anti valores que poco tienen que ver con ningún cristianismo. Como podemos suponer, con este trío de ases no podía acabar bien la cosa, en especial cuando dos de ellos estaban completamente acosados para acabar físicamente con su común enemigo: el marino reconvertido en justiciero popular y periodista, Teodosio Ruiz González, que no dudaba a su vez en el mismo a cualquier tipo de sinvergüenza que estuviera haciendo por ahí el sin vergüenza. Porque eso era un denominador en común que tenían los tres.
La diferencia fundamental consistía en que mi antepasado tenía unas raíces cristianas y familiares que le impedían ser un bribón como eran estos otros, con los cuales tenía semejantes follones a plena luz del día. Y no cabía en él la mala sangre de herir gratuitamente o de forma irreparable ni siquiera a sus enemigos. Pues al negro gigante y forzudo de la secta de los ñáñigos no lo mató, al parecer, como pudo haber hecho por ser un duelo a muerte con armas blancas. Simplemente se conformó con tirarlo al mar después de derrotarlo. Y desde luego que no practicó nunca la emboscada ni el ir unos cuantos a meterse con nadie: él era demasiado valiente y honorable para hacer nada de eso.
Una enfermedad que seguramente era la sífilis le condenó a dejar sus amados barcos
El contraste entre un santanderino de toda la vida con la vida resuelta, eso sí, a fuerza de trabajo siempre, con unos valores católicos que reforzó mucho más con su estancia en el seminario, es impresionante cuando comparamos todo eso con el tipo de personal del que se rodeaba constantemente y que consistía en la gente más viciosa y a veces los más delincuentes. Personas que en su desesperación eran capaces de hacer cualquier cosa y con muchos de los cuales tuvo más que palabras a lo largo de su vida de aventuras y trifulcas por todas partes.
Fue un marino experto y muy profesional al que una enfermedad que seguramente era la sífilis le condenó a dejar sus amados barcos. Fue un moralista activo que no se quedaba en la crítica y que pasaba a la prensa incluso a la violencia más explícita con tal de combatir las más horrendas injusticias sociales contra los más débiles. Fue un patriota auténtico que se enfrentó machete en mano a un forzudo negrazo, con el que se batió en un duelo a muerte tras haber éste insultado la bandera española.
En la imagen: el héroe y algunas pistolas involcradas en el tiroteo más famoso de la ciudad, en el Club de Billares de Santander. Una Browning de antes de la Primera Guerra Mundial y un revólver Bulldog.

Fue un santanderino cosmopolita que recorrió mil veces el Atlántico a lo largo de 18 años de marino activo. Fue apodado el piloto por lo bien que dirigía los buques como oficial, llegando a formar parte del gobierno de grandes barcos y con capitanes tan importantes como Fernando Gutiérrez Cueto. fue un tramposo auténtico que no dudaba en llegar a la fuerza bruta con tal de no perder esa última apuesta, pero exigía a las autoridades y a todo el mundo que jugaran limpio. Fue un miembro de la burguesía santanderina, católica y conservadora, que llegó a escandalizar a toda esta pequeña ciudad en multitud de veces.
Tuvo el valor de enfrentarse a todas las fuerzas vivas de un sistema corrupto
Fue un personaje contradictorio que nos dejó más ejemplos buenos que malos y que al final compensó todas sus posibles taras, que son indiscutibles, con hechos valientes y decididos que pusieron contra las cuerdas a un sistema hipócrita en el que fue más fácil que nunca ver ese Santander de las dos caras que tanto se comenta por ahí. Que tuvo el valor de enfrentarse a todas las fuerzas vivas de un sistema corrupto a nivel urbano y nacional, incluso denunciando hechos tan graves como la trata de blancas y hasta de chicos jovencitos. La explotación de los vicios y hasta de la inocencia de los más jóvenes e indefensos por parte de una casta de delincuentes que se extendía desde la política hasta los más bajos fondos y pasando por la Policía Municipal de Santander.

Los cuatro naufragios del Capitán
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16 de julio de 1847 se publicó el primer anuncio de los baños de ola de Santander. El anuncio publicado se puede aún leer en La Gaceta de Madrid, promocionando las propiedades terapéuticas de los baños en las aguas santanderinas, especialmente para los bronquios y la piel, lo que dio origen al veraneo en la ciudad.


El vapor San Fernando trasladó a Cuba desde Montevideo la segunda expedicioón de voluntarios, prófugos y desertores españoles. Un refuerzo necesario para luchar contra los insurrectos. Octubre de 1895 (la Guerra Chica).