Pido al Excmo. Ayuntamiento de Santander una calle o plaza para mi bisabuelo, el santanderino Gerardo Cervera Zubieta (1895-1949), herrero artístico e industrial, y filántropo, por varias razones que quiero exponerles y demostrar.
Una calle en Santander para Gerardo Cervera Zubieta, constructor de Santander especializado en metalurgia
En primer lugar, porque su recuerdo permanece en muchísimas obras metálicas que hizo y que son hoy patrimonio de la ciudad de Santander, de toda la Región y hasta de España. Algunas de ellas espectaculares. Y se citan en el artículo del Blanco y Negro y una Hoja del Lunes, así como en la correspondencia oficial de mi bisabuelo con los talleres del municipio guipuzcoano de Vergara, que adjunto aquí en mis fuentes de información. Y las reseño aquí divididas según su ubicación en Santander, la Región y Madrid, que fueron sus principales lugares de trabajo, pero habrá un sinfín de otros ejemplos, muchos de ellos desconocidos incluso para sus descendientes, así como obras más anónimas que están distribuidas por toda la región y el país. Porque fue un hombre extraordinariamente trabajador y emprendedor.
Las principales fuentes de mi investigación, como digo, son oficiales: dos exhaustivos artículos de prensa y una serie de cartas del archivo del Excmo. Ayuntamiento de Vergara, debido a que uno de los principales proveedores de material metalúrgico era una empresa de este municipio. Pero habrá partes del dossier que provienen de una fuente tan directa como fue mi abuelo, hijo y sucesor de Don Gerardo Cervera Zubieta, y por son más difíciles de demostrar. Porque no se publicaron artículos para indicar, por ejemplo, que mi bisabuelo salvó tantísimas vidas en la Guerra o, al menos, dichas pruebas no obran en mi poder. Pero yo nunca dudé de la palabra de mi abuelo, que era un caballero. Y todas las anécdotas que no constan en cartas y prensa proceden del testimonio directo de mi abuelo, que era hijo del gran hombre aquí aludido.
La máxima gloria la alcanzó ya antes del desastre de la Guerra, nada menos que con el Edificio Carrión de la Gran Vía de Madrid (el del anuncio famoso de Schweppes, de El día de la Bestia): todo el armazón de acero lo fabricaron sus Talleres Cervera, como también realizó importantes trabajos en el Hospital de Valdecilla, pero como bisnieto suyo destaco que mi mayor admiración por él se debe a sus grandes cualidades como persona. Fue un buen padre de familia, un hombre coherente con sus profundas convicciones y me consta que un buen jefe para sus empleados, hasta el punto de dar la cara por ellos en el momento en que fueron reclamados por las autoridades de la Postguerra.
Siempre fue así y por ello le respetaron por igual por la revolucionaria Falange de preguerra y Bruno Alonso, importantísimo jefe sindical de izquierda a nivel nacional. Y el no menos revolucionario Neila le perdonó la vida, debido a que mi bisabuelo había salvado la de su madre (eran vecinos de la zona de Santa Lucía). También en Valdecilla hicieron grandes esfuerzos por evitar su ejecución, de nuevo debido a su trayectoria vital y a lo mucho que el Hospital le debía. Y su propia mujer le salvó también, de ser ejecutado por elementos incontrolados, en al menos una ocasión. Todo ello por haber sido emprendedor en un tiempo revolucionario y de guerra.
Todas estas amistades no le libraron de pasar muchos padecimientos, como a tantos montañeses de su tiempo. Estuvo a punto de perderlo todo, incluso la vida, pero él sí hizo grandes esfuerzos por salvar a muchísimas personas del paredón. Y cuando las tropas de Franco se hicieron con la ciudad, fue condecorado por los sufrimientos pasados y nombrado jefe de barrio, un poder que utilizó para salvar muchísimas vidas entre los numerosos acusados por el nuevo Régimen. Sin duda alguna, es un auténtico orgullo para mí poder decir esto, como lo fue para mi abuelo (su hijo).
Como Jefe del Sindicato del Metal, fue una figura clave para la introducción de la entonces innovadora Seguridad Social en la provincia, y salvó al Racing de Santander de la quiebra en ese Santander de Postguerra. Esto lo consiguió tras ser nombrado tesorero del equipo (creo que por amor al arte), debido a que la gerencia de entonces era muy errática y sus galones de hombre honrado y líder le precedían. Fue un hombre que hizo las Américas en España, y en particular en su tierra montañesa y en Madrid. También hizo muchos trabajos en Vizcaya, me consta.
Aquí le tenemos, de niño, en la santanderina forja de su padre. Yo creo que es mi foto familiar más querida. Como diría Miguel Hernández, eran niños «con gesto masculinamente serio». Obviamente están posando para la foto, con mi bisabuelo en el centro, junto al yunque familiar del cual salió todo. Estamos en la época de esplendor de los raqueros, que batallaban en la calle contra los “chupatintas” como Emilio Botín I (así les llamaban los raqueros). Pero la mayoría de los niños y adolescentes santanderinos de la época eran como mi bisabuelo: hijos de artesanos y pequeños comerciantes y obreros que constituían la clase media de entonces.
Mi abuelo (su hijo) no se cansaba de contarme todo esto con detalle, luego el testimonio es directo, pero todo se puede demostrar con documentos y no dudo que en el Ayuntamiento también tendrán ustedes documentación sobrada. Mi abuelo tomó el testigo de su padre, a cargo de Talleres Cervera, como ya lo hizo éste del suyo a principios del siglo XX, y fue la última generación de la saga debido a la fuerte reconversión industrial de los 70-80. Es comúnmente aceptado en la familia que murió joven, apenas cumplidos los 50, debido al calvario que sufrió en la Guerra, como tantos españoles inocentes. El origen de la familia Cervera está en el trasmerano pueblo de Villaverde de Pontones.
Quiero además subrayar que los logros de mi bisabuelo fueron posibles porque no era el único artesano habilidoso y cerebrito que andaba por el Santander y su provincia de esos días: era simplemente un hombre privilegiado en capacidades, que le permitieron liderar a otros en un fin común que era su empresa y los trabajos que realizaba. Pero el sustrato de artesanos habilidosos que le rodeaban, sus trabajadores, de los que su taller fue su academia, sirvió de ingrediente principal que permitió a Gerardo Cervera Zubieta coronarse con el éxito. Una anónima masa de obreros demasiado especializados y esenciales como para no ser nunca mencionados, cuando ni siquiera lo era su jefe, mi bisabuelo, en representación de todos ellos. Una injusticia, a mi juicio, puesto que parece que sólo los arquitectos y los constructores son importantes en las edificaciones, pero ninguna de las obras que se van a contar aquí hubieran sido posibles sin los magos del acero. Mi bisabuelo y sus trabajadores.
Es mi convicción plena que mi bisabuelo merece, por las razones que paso a exponer, una calle en el Santander que tanto amó y tanto le debe. Por su contribución al progreso y el arte de nuestra región montañesa y de España, cuando varias de sus obras tuvieron verdadero carácter nacional. Insistiré mucho en que en la hora más difícil para España salvó muchas vidas de santanderinos; creó una empresa potente que dio trabajo a cientos de familias santanderinas; y engrandeció la ciudad con sus obras, aquí y en otros lugares, que dieron lustre al nombre de Santander. Entre ellas, el esqueleto de acero del edificio más emblemático de Madrid fue hecho por manos santanderinas y esto, pienso, debería ser reivindicado por Santander.
Gracias por su atención.
Miguel Rodríguez Cervera.
Algunas de sus más importantes obras de construcción entre Santander y Madrid
Un icono de la cultura pop. ¿Sabes cómo se llama este edificio? Ya te lo hemos dicho antes. Y adivina también qué cines estaban y siguen estando en sus bajos.
Su obra más importante: el Edificio Carrión de la madrileña Gran Vía. La fachada y en general la silueta del Edificio Carrión es un icono no sólo de Madrid, sino de la cultura española en general, símbolo de la temprana modernización e industrialización de principios del siglo XX. En la imagen de arriba a la izquierda, un logo de disco utilizado por un bar de Santander, cuyos propietarios tal vez no sepan que el esqueleto de ese emblemático edificio fue levantado por manos santanderinas.
«El Alcázar de Hierro» o “Himalaya de Hierro” lo llamó el Blanco y Negro. Su temple de hierro le hizo aspirar a una obra que estaba fuera de la imaginación de un Herrero santanderino, pues Madrid estaba entonces mucho más lejos que hoy. Y cuando los sindicatos de Madrid le reprocharon, a pie de obra, que unos santanderinos viniesen a Madrid a quitarles el trabajo, él les dio la cara con argumentos: «yo sólo he presentado un presupuesto, compañeros, igual que vosotros». Los planos del Edificio Carrión son patrimonio del Ayuntamiento de Madrid y hoy en día, menos mal, es una obra protegida para que ningún propietario pueda modificar elementos esenciales de este pedazo de nuestra Historia. Estos planos los tuvo en sus manos mi bisabuelo, que participó activamente en las obras, dada la importancia que tenía el acero en esta obra revolucionaria en España.«El Alcázar de Hierro» o “Himalaya de Hierro” lo llamó el Blanco y Negro. Su temple de hierro le hizo aspirar a una obra que estaba fuera de la imaginación de un Herrero santanderino, pues Madrid estaba entonces mucho más lejos que hoy. Y cuando los sindicatos de Madrid le reprocharon, a pie de obra, que unos santanderinos viniesen a Madrid a quitarles el trabajo, él les dio la cara con argumentos: «yo sólo he presentado un presupuesto, compañeros, igual que vosotros».
Hubo un tiempo en que la Gran Vía era la novedad y el Edificio Carrión sigue siendo uno de sus principales estandartes. Muchas calles del Madrid antiguo desaparecieron o quedaron cercenadas por la piqueta, pero en este caso sin duda mereció la pena.
En la Hoja del Lunes aludida se detalla que el Cine Capitol, en los bajos del Edificio Carrión y, por fortuna, aún vivo, también fue construido en su abundante y artística parte metálica por mi bisabuelo. Desgraciadamente no se puede decir lo mismo los Cines Tetuán, también en Madrid, hoy desaparecidos. Menos mal que al menos uno de estos dos espectaculares cines que Gerardo Cervera Zubieta construyó en la capital se mantiene, protegido por el Excmo. Ayuntamiento de Madrid: Cines Tetuán, en la Calle Bravo Murillo de Madrid, cerrados en 1977 y hoy por desgracia desaparecidos. Una obra de D. Gabriel de la Torriente. Y toda la parte metálica la hizo mi bisabuelo, pero por desgracia estos cines no se conservan. ¡Cuántos trozos de nuestra preciosa historia nos ha arrebatado la piqueta!
Su principal ámbito de trabajos fue Santander y su provincia. Con 18 años captó su primer cliente propio, en Solares, fuera del taller artesanal paterno, donde siguió trabajando con sus dos hermanos varones. Sería el primero de tantos éxitos comerciales, porque era un hombre que además de ser maestro herrero amaba el negocio y el emprendimiento. Cuando su padre falleció, compró a sus hermanos sus respectivas partes del negocio, porque siempre fue su propio jefe. La fábrica de la SNIACE de Torrelavega, por ejemplo, fue una de las grandes obras de mi bisabuelo. Un edificio que hoy se encuentra abandonado, después de generaciones de producción. En las cartas de la Unión Cerrajera S.A. de Vergara se denota la falta de materiales de esa época, principios de los años 40, que tantos problemas causa aún hoy en la cimentación de edificios en la propia Santander. Incluso se paraban los trabajos por el retraso en los pedidos.
¿Adivinas qué edificios son éstos?
Las lámparas del pórtico de Santa Lucía, próximas a su casa-taller. No dudo que las haría a un precio especial, puesto que era un hombre muy devoto. Y a la derecha, las verjas y puerta de hierro del Banco Mercantil. Y ahí siguen, a pesar del rigor de la intemperie santanderina y una reciente reforma en la cerrajería de este banco.
Y hablando de bancos, ¿cuál es el siguiente que viene a continuación y que se encuentra, también, en Santander?
Rehabilitación de cubiertas en Santander
Dirección: Urb. la Marina I, 39110 Soto de la Marina, Cantabria
Teléfono: 656 33 28 27
Algo tan delicado y artístico como la puerta de un banco de los de antes fue a menudo confiado a mi bisabuelo. Aquí tenemos la puerta y vidriera de la antigua sede del Banco de España en Santander, que él con su equipo realizaron. Por la parte que me toca, ahora que está en manos del Ayuntamiento, imploro que se eviten demasiados cambios en este edificio histórico. Nuestros descendientes también tienen derecho a conocer la Historia de sus antepasados, sea cual sea.
¿Te acuerdas de este otro edificio, hoy extinto?
Reparación de cubiertas en Santander
Dirección: Urb. la Marina I, 39110 Soto de la Marina, Cantabria
Teléfono: 656 33 28 27
La histórica Prisión Provincial de Santander, hoy desaparecida, también solicitó los expertos servicios del equipo de Gerardo Cervera. También la Comandancia de Marina de Santander fue objeto de sus trabajos metálicos, como consta en la Hoja del Lunes mencionada. Tengo entendido que por esos años se situaba en el Paseo Pereda.
Reparación de fachadas en Santander
Dirección: Urb. la Marina I, 39110 Soto de la Marina, Cantabria
Teléfono: 656 33 28 27
Hay muchas pruebas en prensa, en el Blanco y Negro (de antes de la Guerra) y la Hoja del Lunes (de mayo del 68), de tantas obras de mi bisabuelo que aquí se mencionan. Por no repetirnos, señalamos la Diputación Provincial; y en industria: Talleres de Máquinas del Norte, General de Cubiertas, la SAM, Nueva Montaña Quijano, Saltos del Nansa, Eléctrica de Viesgo, Solvay, SNIACE, Cros, FYESA, cuatro refinerías en Andalucía y otra más (¿en Santander?) y otras varias fábricas. También participó en el mantenimiento de buques, a lo largo de toda la historia del Taller, y en la Hoja del Lunes se mencionan varias compañías navieras: Yllera, García Ramos, Vapores Costeros, TAO y otros. En la Hoja del Lunes y el Blanco y Negro se detallan trabajos que me cuesta localizar, como el Mercado de Solares. También se mencionan trabajos importantes en Ampuero, sin especificar cuáles.
Dos importantes obras que han marcado a los santanderinos: la residencia de los PP. Jesuitas y los Almacenes Ribalaygua, donde hoy se emplazan oficinas del Ayuntamiento de Santander.
Como lado negativo de toda historia, aunque siempre involuntario, la locura de la guerra (mirar el último recorte de arriba a la derecha, en su parte inferior): Talleres Cervera fue intervenido por las autoridades de ambos bandos para industria militar. Y como en toda guerra y todo bando, no hubo posibilidad de negarse: hacían falta muchas armas y las máquinas se ajustaron a esta tarea. Y donde antes se construía, ahora se ayudaba a destruir. Las autoridades del Frente Popular, contaba mi abuelo, construyeron camiones-tanque como los de la foto siguiente, en las industrias locales como Talleres Corcho… Pero el pesado blindaje no les permitió subir luego los puertos de montaña, donde se libraron los principales combates de la Batalla de Santander. Con la derrota, dichas autoridades llevaron gran parte de la maquinaria a Asturias, adonde tuvo que ir mi bisabuelo a reclamar sus máquinas.
Como única nota positiva de todo esto, queda la eficiencia de su personal y dirección, que evitaron muertes innecesarias entre los servidores de artillería, dado que ningún proyectil fabricado por mi bisabuelo estalló dentro de los cañones. Y es que la tarea principal que se destinó a Talleres Cervera, tras la derrota del Frente Popular, era una boquilla metálica que constituía una pieza muy difícil de producir y de nefastas consecuencias, para los artilleros, en caso de estar mal ejecutada, dado que el proyectil reventaba a menudo al ser disparado. En la Guerra Civil fue importantísima la artillería y muchos soldados de ambos ejércitos murieron así, por impericias de los obreros del metal. Pero fue una situación que no se dio en la munición fabricada por Talleres Cervera. Y mi bisabuelo recibió por esta eficacia las felicitaciones de las autoridades militares. Y conste la anécdota, contada mil veces por mi abuelo, para remarcar la maestría de su padre y su santanderino personal. Pero nada compensó los enormes padecimientos que le marcaron de por vida, como a sus hijos, por entonces niños pequeños como mi abuelo (10 años).
En la foto, una obra de muerte fabricada en Santander por la competencia: Talleres Corcho. Un camión blindado del Ejército Popular. Es tremendo pensar que hubo un tiempo en que los talleres industriales de Santander se fabricaron en masa armamentos, que sirvieron para matar a tantísimos españoles. En su mayoría, por desgracia, inocentes civiles y soldados. Y la opinión de mi bisabuelo sobre todo esto creo que está clara, en sus gestiones para salvar a tantos santanderinos de la muerte.
La Guerra fue un parón en su trayectoria empresarial y vital, que a punto estuvo de ser definitivo. En toda su vida no paró de crecer, como emprendedor, como hacía España (aunque a trompicones) en los tres regímenes que mi bisabuelo vivió: Alfonso XIII, II República y Franquismo. De hecho, su obra mayor (el Edificio Carrión) la hizo en los republicanos años previos a la Guerra Civil. Las cosas iban razonablemente bien en un país que se industrializaba gracias a líderes-trabajadores como mi bisabuelo y excelente mano de obra. Como decía el artículo sobre Don Gerardo del Blanco y Negro: “nunca falta labor en sus magníficos talleres de la santanderina Calle del Sol… Pleno de juventud y de nobles entusiasmos… No le da miedo el porvenir y tiene confianza en Castilla y en España”. Porque creía en su gente, en sí mismo y en el progreso, que necesita siempre de la paz. Y entonces, lo peor sucedió.
Era cristiano convencido y una buena persona y estaba en contra de toda guerra, como cualquier persona normal o más, si cabe, por la exacerbada madurez que demostró desde niño. ¿Por qué digo esto? Por la sociología del momento. Hay que pensar que, en esa época, mucha gente de ambos bandos recibió la circunstancia de la Guerra con entusiasmo: eran tiempos revolucionarios y muchos pensaron que era la oportunidad de cambiar las cosas y participar en la Historia. Era algo moderno y España, de hecho, se puso de moda en el mundo como paradigma de la lucha entre las ideologías del momento. Se hicieron canciones, libros, hubo grandes personalidades internacionales que acudieron a defender una u otra causa. Y el mundo entero vibró con los pormenores de la Batalla de Santander, que fue de las más decisivas de toda la Guerra. Como suele pasar con estas cosas, el principio siempre es más idealista e ingenuo: la trampa saducea en la que los pueblos se ven inmersos en un desastre. Y los propios obreros de mi bisabuelo abrazarían en gran número las ideas socialista, anarquista o fascista, que en ese momento eran la gran novedad. Mi bisabuelo, por el contrario, tenía mucho que perder y sabría que todos iban a perder, aunque siempre fue decidido en su apuesta de seguir creciendo pese a todo. Pese al clima de enfrentamiento político que caracterizó los años previos a la Guerra, y que el artículo del Blanco y Negro hace patente en la frase: “no le empavorece el porvenir. Tiene confianza en España”.
Pesaba 120 kilos cuando estalló la Guerra y se quedó en 60, en el año que duró el conflicto en Santander, lo que demuestra que la Guerra NO fue un gran negocio para él. Sufrió disparos, torturas e injusta prisión, mientras se veía separado de su mujer y cinco hijos. Todo lo soportó, como el buen hierro, en el yunque de esta vida. Y como dijo un general argentino sobre Malvinas: “la guerra la perdemos todos. La pierde el que la gana”. Pero su actitud ante el desastre queda demostrada en su defensa de la justicia social (recordemos que impulsó muchísimo la introducción de la Seguridad Social en Santander, por ejemplo) y su espíritu de crecimiento económico y prosperidad para todos. La Historia debe ser contada con sus luces y sombras y mi bisabuelo vivió en sus carnes, como su Taller y sus obreros, la aventura de una España en vías de desarrollo. Con revoluciones y guerra de por medio de las que todos fueron víctimas. Como para todos los españoles de su tiempo, fue el gran evento de toda su vida y su peor desdicha. Por si fuera poco, tras la Guerra en Santander quedaron dos años de contienda en España que luego se sumaron a la II Guerra Mundial y el bloqueo. De hecho, cuando Don Gerardo falleció, España su país aún sufría esa medida injusta que condenó a nuestro pueblo a la miseria durante décadas.
Como Jefe del Sector del Metal, fue un hombre clave en la labor de convencer a los empresarios de toda la provincia, del importante sector del metal del que formaba parte, de que destinar parte de sus beneficios a la incipiente Seguridad Social era una inversión de futuro. Su gran sensibilidad social, combinada con la mentalidad de negocio, le ayudaron a allanar muchos obstáculos en una época de escasez generalizada, pero el pobre hombre no tuvo vida para ver despegar la industrialización definitiva de su país. Moriría hacia el final de la Postguerra, en 1949.