Si el lector tiene la suficiente paciencia, les aseguro que el final de este artículo es chocante o, al menos, a mí me lo ha parecido. Acostumbrado a escuchar desde niño las atrocidades cometidas por los demócratas del 36, sin embargo, llego a varias conclusiones tras mi última investigación que desmienten detalles macabros sobre los fascistas arrojados desde el Faro de Santander, pero que al tiempo añaden aún más dramatismo y pruebas irrefutables de que se cometieron brutalidades de todo tipo relacionadas con esta zona de la ciudad y de la costa. Y no solamente contra los malvados fascistas, pues los verdugos locales de Santander consiguieron ser reclamados también por los gobiernos de Negrín o de Francia. Un auténtico récord.
Si quieres una visita interesante de verdad por los misterios de Santander y Cantabria, no lo dudes: escríbeme al 623191492 y estaré encantado de ser tu guía por los secretos que casi nadie conoce y que otros guías ni saben ni quieren contar. También soy especialista en contar los misterios de Santander, ciudad en la que me crié y de la cual procede mi familia.
Aquí hablaremos de:
- Un Faro en Santander: ¿escenario real de asesinatos republicanos durante la Guerra Civil? Aquí veremos que sí, pero no como la gente suele creer, pues ya digo que la realidad oculta tras los mitos de unos y otros es increíble. Supera a la ficción.
- Un asesino brutal al que atribuyen muchísimas muertes en esta zona del Faro de Santander: el genocida republicano Manuel Neila, reclamado por ambos bandos por sus genocidas acciones.
- Una casa abandonada junto al faro, con una historia brutal 100% confirmada: la sede del último Gobierno del PNV en España antes de pasar al exilio, en una Casona junto al Faro de Santander.
Un mapa que explica lo que vamos a comentar aquí:
El Faro de Mataleñas, donde se afirma que se cometieron tantos asesinatos de prisioneros del Frente Popular que son 100% reales, pero que tal vez se ejecutaron con otro modus operandi no menos brutal.
La batería de costa que era frecuentada por la Legión Cóndor, que la bombardeaba con frecuencia.
Y muy cerca, a apenas unos minutos andando de ambos sitios, la residencia que le asignaron al Gobierno provisional de Euzkadi en Santander (la Casona Rosales de Mataleñas), la cual fue testigo de muchas historias de guerra sucia entre los propios demócratas republicanos.
Pero antes vamos a hacer un necesario resumen de todo lo que pasaba en torno a los crímenes de retaguardia, en Santander, durante el primer año de Guerra Civil. Uno de los misterios de los que tenemos que hablar tranquilamente, aunque sea de los menos agradables, es de las barbaridades que se cometieron durante la Guerra Civil en Santander. Durante mucho tiempo, la propaganda oficial de uno u otro bando ha ocultado lo que hicieron los suyos contra prisioneros inermes a los que mataron de la forma más indecente y cobarde. porque no hay justificación ninguna para matar a personas inocentes en la retaguardia mientras los verdaderos valientes se juegan y pierden el pellejo por la patria o por cualquier ideal, o incluso por obligación.
Ahora está de moda desenterrar a los muertos provocados por un bando, el que ganó la guerra. Unos fusilamientos franquistas que empezaron, en la zona de Cantabria, cuando las tropas nacionales ganaron la batalla de Santander en los puertos de montaña, pero mucho antes se habían producido ya miles de muertos en la provincia, bajo la responsabilidad directa del Gobierno de Madrid: es decir, bajo la responsabilidad directa de las llamadas autoridades republicanas. El Frente Popular de Largo Caballero, Negrín o la Pasionaria, pero que en realidad era controlado a distancia por Stalin y varios otros estadistas occidentales menos conocidos y mucho más impunes para la Historia. No obstante, de todo esto podríamos hablar otro día y largo y tendido, porque los verdaderos artífices de las guerras suelen quedarse al margen de sus tropelías, incluso para el análisis posterior de la Historia.
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Los asesinatos del Frente Popular en Santander no son ninguna exageración
La idealización del bando derrotado en la Guerra Civil Española obedece a una estrategia mundial que oculta los defectos de ese bando y se inventa un relato democrático que a veces tiene poco que ver con la realidad de los hechos. Un relato que se inserta en una estrategia que es verdaderamente internacional y que pretende que los ganadores de la segunda guerra mundial no tienen falta, mientras que los derrotados fueron los auténticos culpables de absolutamente todo. De sus propios crímenes y de los cometidos por los vencedores, pero es imposible ignorar los bombardeos criminales de Estados Unidos sobre Japón y de los aliados en general sobre Europa Occidental, de los cuales Dresde es sólo una muestra. Y esto por no entrar en detalles de la cantidad de violaciones, robos y asesinatos sistemáticos que cometieron los soviéticos y también los franceses y anglosajones en su avance sobre Alemania. Unos crímenes terribles por los que nadie nunca ha pedido perdón y que intentan ocultar a toda costa en una muestra más de que la Historia la escriben los vencedores. Igual que pasa con los abusos de todo tipo y asesinatos de la Guerra Civil cometidos por los demócratas.
Los escépticos de la versión tradicional de los hechos, en cuanto a ejecuciones en el Faro de Mataleñas se refiere, no pueden ocultar que realmente se lanzó a gente desde el Faro antes de la llegada de las tropas de Franco a Santander. Y, por supuesto, sí hubo prisioneros asesinados de cualquier manera, tal vez no arrojados desde el Faro exactamente, pero sí arrojados al mar de forma bárbara y cobarde. Una cruz mutilada por los demócratas recuerda estos bárbaros episodios en un lugar que es muy especial, también, para los demócratas del PNV, tal y como vamos a comentar aquí.
En las fotos siguientes se ve cómo los propios políticos actuales que apoyan la Ley de Memoria histórica confirman que hubo asesinatos sectarios previos a la entrada de los nacionales en Santander: los ajustes de cuentas entre demócratas que hicieron tristemente famosa la Casona de Mataleñas. ¿Mataron los republicanos santanderinos a sus camaradas vascos, que venían de rendirse en Santoña y dejarlos tirados?
Muchísimos casos por toda España de ajustes de cuentas «entre rojos» que permanecen impunes
Como pasa con el resto del país, también en la crónica de la guerra civil en Cantabria y Santander se está intentando por todos los medios de ocultar las flaquezas y crímenes del bando derrotado y potenciar las mediocridades del vencedor. Pero podríamos estar ocultando también las propias víctimas internas del Frente Popular, supuestamente democrático y republicano, en el que se cometieron muchísimas tropelías contra los propios miembros de este bando en todos los niveles. Como se suele decir, los enemigos, en política, son los propios compañeros de partido, mientras que los del otro bando son simplemente oponentes. Y esto lo demostraron los mandamases del Frente Popular en numerosas ocasiones. Los casos de André Nin o Durruti, asesinados por las fuerzas de Stalin en España, son paradigmáticos, pero hubo muchísimos casos por toda España de ajustes de cuentas «entre rojos» que permanecen impunes a día de hoy. Y son miles de muertos por todos los frentes y en todas las retaguardias en las que operaban los frentepopulistas. No olvidemos que la mano ejecutora de Trosky en México era española.
Mientras tanto, aunque no hablaremos ahora de ello, se dieron los presuntos asesinatos del general Mola o del general Sanjurjo, que allanaron el camino de Franco hacia el poder supremo, así que siguen también en una nebulosa de sospecha. Pero estos casos de los que acabamos de hablar muestran muy pocas sobre el modus operandi estalinista del mayor asesino de todos los tiempos. El verdadero jefe del Frente Popular a distancia y el gran demócrata de todos los tiempos: Joseph Stalin.
La checa de Neila: un psicópata a cargo de la policía política republicana en Santander
Entre las barbaridades que seguro que se cometieron durante el gobierno frentepopulista de Santander se encuentran los asesinatos cometidos en la checa de Neila, un brutal verdugo que huyó más tarde hacia México para escapar de su más que probable fusilamiento. Esto sucedió en pleno centro de la ciudad. Mi abuelo fue a verlo a México más tarde, tal vez para agradecerle que no matase a mi bisabuelo cuando lo tuvo preso en su checa, por el crimen mortal de ser acusado de fascista, pero es que mi bisabuelo había salvado antes la vida de la madre de Neila. Cosas entre vecinos del barrio. Pero Neila se mostró despiadado con sus víctimas en general y no dejó títere con cabeza.
También fue mi bisabuelo un conocido de Bruno Alonso, otro gran chequista que a diferencia de Neila no huyó directamente, sino que siguió involucrado en operaciones militares del Frente Popular después de la caída de Santander. Según parece, Neila se convirtió más tarde al cristianismo y se arrepintió de sus gravísimos pecados y es uno de los pocos carniceros del Frente Popular que fue reclamado a Francia por los dos bandos de la Guerra: luego aclararemos por qué y, a buen seguro, más de uno se va a llevar una sorpresa.
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Y también fueron temibles los asesinatos del barco prisión Alfonso Pérez o la gente que fue lanzada a la bahía de Santander desde barquitos. Por toda la provincia hay casos clarísimos de gente que fue ejecutada de forma barbárica, incluso arrojados al vacío desde peñas muy altas, como ocurrió en plena Reserva del Saja, donde un monumento recuerda a esas víctimas de segunda clase. Pero hay una cuestión que está en auténtica polémica desde hace mucho tiempo y es el posible lanzamiento de prisioneros desde el Faro de Cabo Mayor. Y hay una tesis muy interesante que no exculpa a las autoridades del Frente Popular, pues definitivamente hubo desaparecidos y muertos comprobados de ellos, que aparecieron más tarde en playas muy lejanas (incluso en Francia) y que se atribuyen, lógicamente, a los enemigos de ese gobierno derrotado. Sin embargo, lo que sabemos a ciencia cierta, en cuanto a cuerpos tirados por el Faro de Santander, en la Guerra Civil, se corresponde curiosamente con otro tipo de víctimas que no eran sospechosos de simpatizar con los nacionales.
En la foto, un destacado periodista del PNV asesinado por las hordas del chequista Manuel Neila en Santander (meses antes de la entrada en la ciudad de las tropas de Franco):
¿Hubo en el Faro de Cabo Mayor sucesos relacionados con ajustes de cuentas entre caciques del Frente Popular en Santander?
¿Es posible que los muertos atribuidos a prisioneros arrojados por el acantilado del faro de Santander, durante la Guerra Civil, se deban a un intento de atemorizar a los políticos vascos que había en la ciudad? Estos refugiados separatistas vascos, que habían llegado a Santander tras la derrota del PNV en Vizcaya, residían en esta zona del faro de Cabo Mayor y no es descartable que toda esta historia de los lanzados al acantilado fuera una maniobra frentepopulista para atemorizarles. Esto obedecería a una especie de ajuste de cuentas y advertencia entre miembros destacados del Frente Popular, en Santander, uno más, puesto no dejaron de tener problemas entre ellos durante toda la maldita guerra en el Norte y en todas partes.
Mientras en otros frentes del país hubo más problemas ideológicos, entre los propios frentepopulistas, por la enorme división entre los marxistas de Stalin y los troskistas y anarquistas, que fueron sistemáticamente masacrados por los primeros, en el Norte había una profunda división que obedecía más a la propia concepción del Estado y la nación española. Es decir: los batallones de gudaris independentistas del PNV no podían hacer buena mezcla con los compañeros santanderinos y asturianos, que lógicamente eran y se sentían españoles hasta la médula. De hecho, el Cinturón de Hierro demuestra perfectamente la falta de solidaridad de las fuerzas del PNV con el resto del Frente Popular y del país. ¿Tuvo esto una repercusión directa en los asesinatos atribuidos a lanzamientos desde el faro de Santander? ¿Mataron los del Frente Popular de Santander a refugiados vascos del Frente Popular? Por supuesto que sí y hablaremos de ello enseguida, pero vamos a continuar con la polémica de los presos arrojados al vacío en Cabo Mayor.
Manuel Neila, jefe de la checa de Santander, un desalmado y asesino, fue el responsable de todas las fechorías y muertes. Enemigo de los vascos que intentaban huir a Francia por mar, en pequeños barcos pesqueros, los apresaba y los asesinaba para luego arrojarlos al mar por los acantilados de Santander. Todo ello tras dispararles en la nuca. Así murieron muchos gudaris y paisanos vascos como Iñaki, comandante intendente del batallón Kirikiño; Zubiri, Otazua, Andima, Orueta y muchos otros. También se cuenta que el torrero del faro enloqueció al escuchar los lamentos de aquellos que morían en el fondo del acantilado. ¿Se cuenta? Esto último es parte del mito del Faro de Santander, que persiste a pesar de la falta de pruebas concretas sobre el verdadero modus operandi de los crueles verdugos frentepopulistas de Santander. Al final, lo que es seguro es que el «valiente» Neila logró escapar a México y salir impune de tantas barbaridades, a pesar de que los dos bandos lo reclamaron por muchísimos asesinatos que contaremos a continuación.
Sin duda hubo prisioneros ejecutados y arrojados al mar en Santander, aunque tal vez no desde el Faro
Tengo referencias de una guía turística en Santander explicaba con soltura que el monumento cercano al faro, situado en ese lugar, fue erigido «en honor a los muchos asesinados por las tropas de Franco». Nada más lejos del verdadero significado de la magnífica cruz en la escollera, para los verdaderos interesados en conocer la VERDAD HISTÓRICA. Pero es que están ocultando realidades que no sólo el bando nacional, sino muchos otros testigos de varias procedencias, inclusive del Frente Popular, han avalado con su testimonio.
Santander, mayoritariamente de tendencia derechista, vio cómo el gobierno y el control de la provincia pasaron a manos de las izquierdas desde julio de 1936, manteniendo la legalidad republicana frente a los intentos de sublevación. Sin embargo, la ineficacia militar y administrativa del gobierno santanderino durante la Guerra Civil dejó mucho que desear. No lograron adiestrar adecuadamente a las tropas ni contribuir al esfuerzo militar republicano ni garantizar la seguridad de la población civil.
Entre las muchas imbecilidades del Gobierno de Santander, durante la Guerra Civil, se encuentra el haber blindado camiones que luego no soportaban ese tonelaje extra y no podían funcionar como «tanques» ni como nada. Mucho menos subir al montañoso escenario cantábrico de las batallas que decidieron la suerte de todo el conflicto.
Cabo Mayor, que cierra la bahía de Santander por el oeste, alberga el emblemático faro que se erige sobre un impresionante farallón, ofreciendo una vista privilegiada del mar y la ciudad. Durante la dominación marxista en Cantabria, según el relato popular, este lugar fue testigo de horribles crímenes perpetrados por aquellos que se autoproclamaban leales al Gobierno de la República. Las víctimas eran arrojadas desde lo alto hacia las rocas y arrastradas por las olas. Un ejemplo de tal barbarie fue el martirio de los monjes trapenses de Viaceli, cerca de Cóbreces. Expulsados de su monasterio el 8 de septiembre de 1936, por agentes de la Federación de Anarquistas Ibéricos (FAI), algunos de ellos fueron encarcelados y luego liberados. Sin embargo, el 1 de diciembre, un grupo de hermanos conversos fue arrestado y ejecutado después de interrogatorios y maltratos, todo ello motivado por el simple odio a la fe. Dos grupos de religiosos fueron subidos a un camión, en diferentes noches de diciembre de 1936, sin que se supiera más de ellos. ¿Fueron arrojados desde la escollera del Faro? Es posible. ¿Fueron asesinados por la gente de la cuerda más leal a las autoridades republicanas? Sin duda alguna.
¿Arrojados al mar contra las rocas del faro de Santander o conducidos en barca y hundidos en las aguas profundas de la bahía? Hay quien piensa que la primera hipótesis es la verídica, testimoniada por alguien que lo oyó a uno de los ejecutores, pero eso no tiene tanta validez a la hora de asegurar algo históricamente. Por otra parte, la verdad es que era el método habitual con simpatizantes de las derechas. Dejamos constancia de los nombres de estos mártires, sin duda asesinados por el Gobierno y tal vez (no es seguro, como se afirmó durante años) despeñados en Cabo Mayor.
En la noche del tres de diciembre de 1936:
Padre Prior Julián Heredia Zubia, de nombre religioso Pío.
Marcos García Rodríguez, de nombre religioso Amadeo.
Valeriano Rodríguez García.
Juan Ferris Llopis.
Álvaro González López.
Francisco Delgado González, de nombre religioso Antonio.
Y en la noche siguiente, 4 de diciembre:
Jacinto García Chicote, de nombre religioso Eustaquio.
Francisco de la Vega González, de nombre religioso Ángel.
Ezequiel Álvaro de la Fuente.
Eulogio Álvarez López.
Robustiano Mata Ubierna, de nombre religioso Bienvenido.
Unos días después, el mar devolvió a la costa los cadáveres de algunos mártires de Santander
Varios ejecutados aún conservaban las ligaduras de las manos a la espalda y los labios cosidos con alambre. Durante aquellos tiempos de guerra, el ambiente en la región era de total tensión y crispación debido a los registros domiciliarios, requisas, robos de automóviles y detenciones continuas que sufrían aquellos que no pertenecían a grupos de izquierdas. Los atentados personales abundaban, siendo el caso de mi bisabuelo Gerardo Cervera Zubieta uno de los pocos privilegiados que pasó por todo el maldito calvario y vivió para contarlo: detenciones arbitrarias varias, expropiación de su negocio, intentos de darle el paseo a base de secuestrarlo en su domicilio, disparos que no consiguieron acabar con su vida y, finalmente, una piadosa prisión en el hospital de Valdecilla hasta que se recuperase de ese atentado.
La cárcel que se instaló en el buque mercante “Alfonso Pérez”, amarrado en los muelles de Santander desde el 18 de julio de 1936, se llenó de hombres de derechas y religiosos. Sacerdotes, monjes, miembros de las Fuerzas Armadas y simples católicos, muchos de los cuales fueron asesinados en el cabo Mayor y en su mayoría en el mismo buque. Esta persecución a miembros de la Iglesia, católicos en general y simpatizantes de la derecha española, se intensificó con las incursiones de la aviación franquista en Santander, siendo la más grave la realizada el 27 de diciembre de 1936 por 18 aviones italianos. Un ataque que causó unos 68 muertos y 50 heridos entre la población civil. Y la venganza fue terrible. Al día siguiente, las turbas, lideradas por autoridades locales, se lanzaron contra el barco prisión Alfonso Pérez, comenzando una masacre ametrallando a los prisioneros en la cubierta o arrojándoles bombas de mano en las bodegas donde estaban hacinados. En esta masacre murieron 155 presos y a otros seis los llevaron al paredón de Ciriego, donde fueron fusilados.
La culpa de los bombardeos nacionales la podía tener cualquiera, según los verdugos
No reflexionaron las turbas sobre la responsabilidad que correspondía a sus autoridades por la falta de previsión en la creación de refugios antiaéreos. Lo hicieron posteriormente, como indica su actuación, ya que este bombardeo hizo cambiar el plan de refugios. Hasta ese momento, según explica el investigador José María Alonso del Val, solo había veinte refugios, y en poco tiempo se duplicó su construcción. Aunque demasiado tarde, fue una manera de admitir la responsabilidad y culpa en tantas muertes y venganzas.
Pero volvamos al Faro. Personalidades como la varias veces nominada al Nobel, Concha Espina, en “Retaguardia”, y Luis Araquistain en “Por los caminos de la guerra”, también cuentan estos terribles asesinatos. Araquistain dice: “Quien se asome a la baranda del faro, si es cristiano, hará que suba a sus labios una oración como encendido holocausto a los pobres mártires asesinados en el faro del cabo Mayor por la barbarie roja”.
En homenaje a aquellas personas que fueron arrojadas al acantilado durante la Guerra Civil Española con consentimiento del gobierno republicano, se erigió en 1941 este monumento costeado por la Jefatura Provincial del Movimiento siendo alcalde de la ciudad don Emilio Pino Patiño. De su realización se encargaron Lavín del Noval, arquitecto municipal, y José Villalobos, escultor castreño. Este majestuoso monumento de piedra porosa consiste en una cruz a cuyo pie ha sido esculpida la figura de un hombre con los brazos y manos alzados, asidos a la cruz y con su cuerpo destrozado. Impresionante. En la cruz rezaba la inscripción: «Caídos por Dios y por la Patria», y en la base se encontraba la palabra «Presentes» junto con el emblema del yugo y las flechas. La Administración del Estado ha eliminado, como tantas otras, dichas leyendas. A la vista de lo relatado, es lógico que los sucesores de aquellos criminales, defensores del Gobierno “legítimo” de una República “democrática”, hayan desmantelado el monumento, pero eso no impedirá que los santanderinos suban al faro a rendir el acostumbrado homenaje a las víctimas, porque esta es “Otra Memoria Histórica” que no se debe olvidar.
Así lo recomienda el Papa Juan Pablo II: “En diversas ocasiones he recordado la necesidad de custodia de la memoria de los mártires. Su testimonio no debe ser olvidado. Ellos son la prueba más elocuente de la verdad de la fe, que sabe dar un rostro humano incluso a la muerte más violenta y manifiesta su belleza aun en medio de atroces padecimientos. Es preciso que las Iglesias particulares hagan todo lo posible por no perder el recuerdo de quienes han sufrido el martirio”. Homilía en la Capilla Papal para la Beatificación del Siervo de Dios José Aparicio Sanz, presbítero, y CCXXXII Compañeros Mártires. San Pedro en el Vaticano, 11 de marzo de 2001.
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Gente arrojada a la Bahía de Santander, con las manos atadas, para que muriesen ahogados
El caso del mártir Epifanio Gómez Álvaro, arrojado a la Bahía de Santander el 22 de diciembre de 1936, ofrece una perspectiva sobre la complejidad de los sucesos criminales durante la Guerra Civil Española. Gómez Álvaro, un agustino de 62 años, fue apresado y llevado a la checa del comisario socialista Neila en Santander. La noche del 22 de diciembre de 1936, fue arrojado vivo al mar con las manos atadas a la cintura y una piedra colgada al cuello. Su cuerpo, identificado por las iniciales de sus prendas, fue arrastrado por las corrientes marinas hasta las playas de La Vendée, donde fue examinado por una comisión de médicos franceses.
Este trágico episodio remarca la idea de que las historias atribuidas al terror rojo en Santander son reales, aunque las circunstancias de cada desaparición y muerte sean exactas. Es importante reconocer que, en medio de los conflictos y la violencia de la guerra, muchos individuos inocentes fueron víctimas de atrocidades, independientemente de su afiliación política o religiosa. Pero es relevante también señalar que el fiscal Antonio de Orbe y Gómez Bustamante desmintió las habladurías sobre que algunas víctimas del Frente Popular fueran arrojadas al mar desde el Faro de Santander, como se menciona en el informe contenido en el legajo 1582, expediente 1 de la Causa General. Esto nos recuerda la importancia de examinar con cuidado y rigor histórico cada evento, evitando la propagación de mitos o falsedades, aunque el resultado final fuera el mismo: gente arrojada a la Bahía de Santander, con las manos atadas, para que muriesen ahogados.
“Erróneamente se ha creído, y sigue creyéndose, que fue el Faro de Cabo Mayor el lugar preferido para los crímenes marxistas y que los cadáveres eran arrojados por el acantilado existente al pie del mismo; la Prensa de la España liberada ha divulgado repetidamente los relatos que sobre ello hacían los evadidos de Santander, en los que acostumbraban a incluir las noticias de que el torrero del Faro había enloquecido de presenciar tanto crimen y que un buzo que descendió en aquellas aguas vio una impresionante multitud de cadáveres, erguidos en el fondo del mar, por tener atados los pies a gruesas piedras; tanta leyenda se había formado en torno de aquel paraje que aquí ya no se hablaba de dar el paseo, sino de llevar al Faro; debió nacer ese error de que los primeros asesinatos cometidos bajo el dominio rojo se perpetraron a unos centenares de metros del Faro, en que por allí se hicieron varios simulacros de fusilamiento y en que con frecuencia aparecían en el mar cadáveres de ahogados. Pero en aquello, como de ordinario, falló la vox pópuli. De las averiguaciones hechas en esta Causa aparece que ningún torrero perdió la razón; que ningún buzo ha visto cadáveres en el fondo del mar; el Faro estaba habitado por dos torreros y sus familiares y por una guardia permanente de vigilancia de costa, los que eran demasiados testigos para que ante ellos fuesen a cometerse tantos crímenes y los cuales no vieron nunca cadáveres en las lastras y peñas de al pie del acantilado las que tan solo son cubiertas en la pleamar de las mareas vivas; los cuerpos que hubiesen sido lanzados desde tan gran altura sobre aquellas peñas del fondo quedarían con enormes traumatismos que no se observan en los muchísimos cadáveres recogidos en este litoral”.
Sólo la entrada de las tropas nacionales en Santander terminó de verdad con el reinado de terror del Calígula local, Manuel Neila, y sus esbirros y colegas. También se puso fin al Gobierno separatista del fracasado Aguirre, que tanto le importa a Anasagasti, pero jamás le he oído a este señor dolerse por los cientos de miles de víctimas del Frente Popular. ¿Acaso hay víctimas de primera y de tercera? La extraña relación del PNV con la ETA así lo confirma.
Un testimonio que podría demostrar las matanzas de «fascistas» en el Faro de Santander
A falta de confirmar esta afirmación de Alfonso Masoliver en La Razón, que asegura que el abuelo de su esposa vivió este camino al calvario del Faro de Santander en varias ocasiones, lo exponemos aquí por ahora:
Yo conozco la historia por el abuelo de mi mujer. En los años de la Guerra Civil, cuando Santander estaba en manos republicanas, era habitual que los sospechosos a pertenecer al bando sublevado fueran llevados en siniestra procesión al acantilado de Cabo Mayor, donde un funcionario rabioso leía los nombres de las víctimas antes de empujarlas al agua atadas de pies a manos. Me dijeron que muchos de estos desgraciados se volvían locos antes incluso de que les lanzaran, cuando asomaban la cabecita y veían el agujero negro y rugiente, como una criatura hambrienta. Al abuelo de mi mujer, médico de profesión, rubio como los godos, sospechoso de ser un espía alemán por algo tan volátil e insignificante como su color de pelo, le llevaron tres veces a tirarlo al acantilado. Sólo fue una suerte que las tres veces fue reconocido algún paciente y se libró de esta muerte espantosa. Pero el pobre hombre, aterrado por la idea de acabar hecho un guiñapo en las rocas de allí abajo, con su cuerpo fuerte y joven descompuesto haciendo de alimento para los mejillones, las almejas, los cormoranes y los percebes, supo que la cuarta vez que le llevaran a Cabo Mayor no tendría tanta suerte. No tuvo otro remedio que escapar a su Salamanca natal, en una odisea digna de película que mi suegro cuenta en las reuniones familiares y que tiene como punto de partida las noches macabras de justicia republicana en el Faro de Cabo Mayor
La Razón.
La solidaridad entre los derrotados republicanos del Norte: la hostil bienvenida a los refugiados vascos en Santander
Como reconoce Iñaki Anasagasti, fracasado fan número 1 del fracasado lehendakari Aguirre, a quien él considera un santo, pero que no fue otra cosa que un Zelenski vasco del siglo XX, la solidaridad entre los derrotados republicanos del Norte no era para echar cohetes precisamente:
Lo cierto es que la convivencia entre los miembros de las comunidades montañesa y vasca iba a ser muy difícil y, en algunos aspectos, conflictiva y muy dura. Varios factores contribuyeron a ello. Primero, la gran magnitud del contingente humano (de vascos) desplazado a la provincia de Santander en muy pocos días; y es que, en un momento en que esta contaba con unos 400.000 habitantes, se estima que la cifra de refugiados pudo ser de unas 180.000 personas. Ello comportaba, en segundo término, graves problemas de alojamiento para semejante aluvión humano. Un tercer problema vino dado por la escasez de víveres y artículos de primera necesidad debido al desabastecimiento que originaba el propio curso de la guerra, en general, y el bloqueo a que estaba sometida la provincia por tierra y por mar, en particular; de esta forma, la irrupción de multitud de refugiados supuso un agravamiento de las insuficiencias que ya se venían sufriendo, a la vez que una competencia cada vez más dura para conseguir lo que se necesitaba.
Como era de suponer, todos estos factores no iban a pasar inadvertidos a José Antonio Aguirre, ni a sus colaboradores directos. Más aún, el sentimiento de todos ellos, una vez transcurridos los momentos iniciales de gratitud hacia las autoridades locales por permitirles instalarse en la que, de hecho, consideraban sede del Gobierno Vasco en el exilio, comenzó a ser de malestar, primero, y de enfado, después. A ello coadyuvó, curiosamente, la propia residencia que le había sido proporcionada al lehendakari, llamada Villa Bohío. El motivo de ese enojo era la proximidad de dicha mansión a la batería de costa de Cabo Mayor, razón por la cual esa zona constituía un objetivo militar preferente para el bando enemigo, que lo atacaba de vez en cuando por medio de la Legión Cóndor. Así se lo hizo saber el propio Aguirre a Manuel Azaña Díaz (1880-1940), presidente de la Segunda República, durante una entrevista personal celebrada el 19 de julio de 1937 en Valencia, ciudad a la que se había desplazado Aguirre en el avión Negus, propiedad del Gobierno Vasco.
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Testigos oculares de los despeñamientos en el Faro de Santander y no franquistas, precisamente
Salvo que hayan muerto en tiempos recientes, todavía viven en Santander algunos ancianos que, dados por muertos o librados in extremis por su corta edad u otros motivos, fueron testigos oculares de los despeñamientos en el Faro de Santander. Pero como se trata de testimonios de parte afectada, les acompaño a continuación dos de parte contraria, dado su innegable interés. Se trata de los testimonios de dos destacados dirigentes frentepopulistas: uno, el lendakari José Antonio Aguirre, habitante de una casa cercana a Cabo Mayor durante los dos meses que duró su estancia en Santander entre la caída de Bilbao el 19 de junio y la de la capital montañesa el 26 de agosto de 1937; y el general Gamir Ulibarri, comandante del ejército republicano del Norte. En el informe redactado por Aguirre, algunos meses después, explicó lo siguiente sobre varios peneuvistas asesinados en Cabo Mayor por sus aliados republicanos:
«Al mismo tiempo comenzaron a llegar noticias bien desagradables. Habían sido asesinados varios vascos. Yo mismo soy testigo del espectáculo macabro que ofrecían cerca de las peñas cinco cadáveres desnudos recientemente asesinados. Esto cerca de la casa donde el Gobierno Vasco vivía en Santander, en el Cabo Mayor. Llamé al General Gamir. Le hice presenciar el espectáculo. El General se indignó con este motivo. Aquello no podía tolerarse. La americana de uno de los asesinados estaba en el jardín de nuestra casa con el agujero de la bala que lo había cruzado. Era el médico de San Sebastián, señor Zabalo. Así desapareció el redactor del periódico Euzkadi, señor Orueta, y los empleados del Departamento de Comercio y Abastecimientos, señores Gorostiaga y Lasa».
La descoordinación de las tropas en el Norte era pareja a la falta de seguridad ciudadana y los burócratas como Aguirre eran incapaces de hacer funcionar ni lo uno ni lo otro. Hasta un pistolero de tres al cuarto como Manuel Neila podía desafiar y amenazar públicamente al gobierno vasco y su generalísimo, con el lehendakari Aguirre a la cabeza. Patético.
Los mafiosos socialistas de Santander ejecutaron y amenazaron a miembros destacados del PNV
Y el mencionado general Gamir escribió, el 15 de julio, una carta al mandatario socialista Indalecio Prieto, Ministro de Defensa, en la que dio cuenta de la creciente hostilidad entre los izquierdistas santanderinos y los nacionalistas vascos en unos días clave para el Ejército de la República en el Norte: los días en los que se comenzaba a sospechar una deserción de estos últimos, como efectivamente sucedería unos días después en la rendición del PNV a los italianos Santoña. En dicha carta, Gamir escribió a Prieto sobre los siguientes riesgos que tenían por delante:
«El temor [de los nacionalistas vascos], quizá, a ser objeto de agresiones, por parte de los de Santander, que efectivamente se han traducido en molestias en orden gradual, llegando hasta los execrables “paseos” que continúan y que pude apreciar, viendo los cadáveres en el mar, el día que estuve en Cabo Mayor, dirigiendo la operación combinada de baterías y submarinos y aviones para la entrada del Habana».
Es decir: mientras el Lehendakari Aguirre y el general Gamir preparaban la evacuación de muchísimos refugiados vascos, en el mercante Habana, con un gran despliegue de fuerzas aeronavales, los pistoleros locales de Manuel Neila les mostraban sus simpatías matando a sus propios subalternos y dejando los cuerpos bien visibles en el Faro de Cabo Mayor. Muy cerca de la Casona Rosales, en Mataleñas, donde habitaban provisionalmente los políticos vascos derrotados por Franco. Los cadáveres de subalternos del PNV entre las peñas, mencionados por el señor Aguirre, es muy probable que fueran arrojados allí, en el faro, debido a que era la residencia de los miembros del gobierno vasco. Parecía ser un intento de intimidarlos para que se marcharan y convenía que vieran con sus propios ojos a sus compatriotas muertos. La prenda ensangrentada en el jardín era una clara señal de advertencia por parte de los perpetradores. Así, dejaron claro dos cosas: que estaban al tanto de la ubicación de los líderes vascos y que nada de esto no había sido un accidente.
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La Casona de Mataleñas donde el lehendakari Aguirre fue amenazado por sus camaradas de Santander
La casa Rosales en Santander se encuentra hoy en completo abandono. El vocero del PNV Anasagasti insta al ayuntamiento cántabro a evitar su demolición, mientras que Revilla sugiere al PNV recurrir a Feijóo para mediar. Revilla, Anasagasti y Feijóo o la estrategia para preservar la última sede del Gobierno vasco antes del exilio. Pero que estos tres políticos sin importancia ninguna, pues ninguno es verdaderamente presidente de nada, unan sus esfuerzos para realizar un proyecto en común, la verdad, me hace temer de verdad por el futuro de la ilustre chabola.
La casa Rosales en Santander, última residencia del Gobierno vasco antes del exilio, está siendo gradualmente devorada por la hiedra. Las hojas no sólo erosionan la estructura del edificio, construido en 1933 por encargo de José Rosales, director entonces de la Compañía General de Tabacos de Filipinas, sino también su legado histórico. Este inmueble fue testigo de los últimos momentos del Gobierno vasco y del hogar del primer lehendakari, José Antonio Aguirre, antes de abandonar España ante el avance de las tropas de Franco en 1937. El valor simbólico para el nacionalismo vasco es innegable, y tanto Iñaki Anasagasti como Miguel Ángel Revilla están colaborando para persuadir al Ayuntamiento de Santander, actual propietario del terreno, para que rehabilite la casona y la convierta en un espacio dedicado a la memoria histórica. «O, en su defecto, que se transforme en un hotel boutique, pero que no se destruya», solicita el exdiputado del PNV, no sin razón. ¿Por qué permitir que un edificio tan señorial y bien ubicado se pierda? Algo habría que hacer con él.
En las casas antiguas, todo esto se complica más, por ser cubiertas de madera en Cantabria, una provincia en la que la humedad está por todas partes y acaba con todo. Y si cae el tejado, como todo el mundo sabe, la runa inmediata de la casa es cuestión de dos días. Por eso es tan importante que mantengamos a punto nuestras cubiertas y fachadas, que son la cobertura de nuestras casas y locales. La humedad va a ser siempre nuestro peor enemigo en esta región y en esta parte exterior de las viviendas y locales se nota más, porque por ahí empiezan todos los problemas. Por un aislamiento incorrecto que produce todos los demás problemas a los que estamos acostumbrados. Condensaciones, goteras, filtraciones, etc. El problema que plantea la conservación de tejados en Santander y toda Cantabria es siempre la preocupación de los propietarios más recurrente, porque las condiciones meteorológicas de esta región no ayudan al mantenimiento de las fachadas y tejados sino al contrario. Porque el viento y la lluvia van minando poco a poco la integridad de estas estructuras hasta que colapsan, también ayudadas por la humedad.
La idílica mansión de Santander en la que la jefatura del PNV era amenazada por sus camaradas socialistas y sobrevolada por la Legión Cóndor
No es ilógico que les preocupe en estos políticos la conservación de este edificio emblemático, que al margen del valor histórico que pueda tener para esta gente es indiscutiblemente una casa estupenda. Pero la reparación de tejados en Santander es un asunto recurrente que no admite demoras y si te lo piensas mucho la casa se acaba perdiendo del todo. De ahí la urgencia que tienen estos señores en recuperarla antes de que sea tarde. Y aquí sí que pensamos que puede tener un interés histórico concreto, pero también hay que contarle las verdades a la gente. Toda esta parte mafiosa de ese Frente Popular idealizado, tan democrático según ellos, pero que tenía su parte oscura clarísima y que estaba en manos de auténticos criminales. Gente estupenda como Manuel Neila, que se dedicaban a despachar incluso a sus propios compañeros de bando en plena guerra y a amenazarlos al más puro estilo Corleone, con cuerpos tirados a la vista de sus mansiones de veraneo.
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En la foto: la mole de la manzana de Pasionistas, un símbolo del estilo brutalista en Santander.
Hay que contar la historia como es y no estar inventándose siempre cosas. A quién aprovecha una mentira o el estar contando las cosas sin tener ni puñetera idea, como esa guía a la que nos hemos referido antes y que estaba contando una película de indios sobre víctimas del franquismo donde sólo hay víctimas del Frente Popular. De una u otra manera. Lanzándolos por el faro o hundiéndolos en el agua directamente o fusilándolos y luego tirándolos al mar. ¿Qué más da en cuanto a barbarie se refiere? Lo que pasa es que el lanzar a la gente desde aviones o acantilados y cosas así tiene un aura de práctica e intimidación mafiosa que les viene muy bien a este tipo de personajes para intimidar y hacerse los duros. De ahí que me parezca más que probable que todo este tema de los cuerpos lanzados al faro pueda haber sido una leyenda urbana, entre comillas, para explicar de forma más barbárica el ya barbárico modus operandi de Manuel Neila y sus compañeros de tropelías democráticas. Porque los muertos de forma violenta y desaparecidos están ahí, de todas maneras, y tanto los supervivientes y familiares de las víctimas como a los propios mafiosetes del Frente Popular les resultaba lógico propagar por todas partes una versión de los hechos que no procede de testigos directos. Lo que pasa es que unos lo hacían por desconocimiento y por rabia hacia lo que unos cobardes estaban haciendo con su gente y otros, la tribu de Neila y compañía, lo hacían por pura estrategia de terror contra propios y extraños. ¿Quién se les iba a oponer con semejantes amenazas sobre la mesa?
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