Imagínate un Madrid diferente, a medio camino entre la sabana africana y las estepas del centro de Europa o incluso de Asia. Un hábitat en el que convivieron especies que son los antepasados de los actuales elefantes, rinocerontes o jirafas, así como de los grandes felinos que todavía hoy podemos encontrar en el mundo actual, pero que convivieron también con otro tipo de animales que no son los comunes en la sabana africana de hoy en día. Estamos hablando de osos primitivos y linces y otras especies más europeas que africanas, pero también de especies que ni siquiera tienen una comparación actual, porque son como caminos sin salida dentro del laberinto de la evolución y de las extinciones. El caso más notorio es el del perro oso, pero también hubo dientes de sable que se extinguieron, dejando el monopolio de los grandes felinos depredadores a los que serían antepasados directos de leones o tigres. Unas especies de depredadores más refinadas, tal vez, que coexistieron con ésas otras por una temporada bastante larga hasta quedarse solas en el largo camino evolutivo, lleno de extinciones que a menudo son caminos sin salida. ¿Conoces ya a los animales del Mioceno en Madrid?
Podéis ampliar el conocimiento de este tema apasionante, el Mioceno en Madrid, con algunos otros artículos que os exponemos a continuación:
Una manada de elefantes murió en Vallecas hace millones de años.
Los hallazgos del Mioceno de la estación de Metro de Carpetana, en Madrid.
El pintoresco paisaje del Madrid del Mioceno
Imagínate también que en este pintoresco paisaje del Madrid del Mioceno había águilas gigantes, llamadas pigargos, así como tortugas de enorme tamaño e incluso una especie de panda rojo ancestral que vivió en Europa hace varios millones de años. También hay que decir que los rinocerontes ibéricos de este periodo del Mioceno no tenían cuernos, como sí tenían en cambio las jirafas primitivas que podíamos encontrar aquí y que se parecían más a una especie de okapis ancestrales. También hay que decir que los osos que se encontraron en este paisaje del Mioceno madrileño tenían el tamaño de los osos pardos actuales, pero una morfología que recordaba mucho a los pandas de hoy en día. Es decir: estamos hablando de un tipo de ecosistema europeo, pero con bastantes trazas de lo que sería hoy el paisaje montañoso de China, con posibles antepasados de dos especies muy emblemáticas de panda como son el panda rojo o el oso panda. O el tigre que probablemente desciende de estos grandes felinos del Mioceno madrileño que entronca con el resto de la fauna euroasiática del momento.
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Todo ello con enormes elefantes prehistóricos y rinocerontes sin cuernos pululando por allí, así como okapis cornudos, y con grandes protagonistas en el mundo de los herbívoros como especies primitivas de antílopes, los ciervos o caballos salvajes. Grandes manadas de herbívoros que eran acosadas constantemente por los antepasados de los modernos grandes felinos o hienas, así como por esos atávicos perros oso, aunque había toda una constelación de carnívoros más pequeños que ocupaban un papel secundario o terciario a la hora de depredar a una gran cantidad de posibles presas. Inclusive pequeños reptiles o roedores y aves que fueron encontradas también en gran número y en un sorprendente estado de conservación general que es la delicia de los paleontólogos a nivel mundial, ya que no es muy común encontrarse algo así. Y las rapaces ocupaban también un papel protagónico a la hora de controlar las poblaciones de herbívoros de todo tipo, al igual que pasa hoy en día.
Tardío Mioceno en Madrid, España. Un ejemplar de Machairodus aphanistus, el primer félido del tamaño de un león, intenta desalojar a un Magericyon anceps, un ámficiónido conocido como perro-oso, de los restos de una carroña de elefante. Machairodus aphanistus es el antecesor de Amphimachairodus, y a su vez, de los géneros Homotherium y Xenosmilus.
Los misterios de los animales del Mioceno en Madrid
Se trata de especies que tuvieron que vivir necesariamente en un entorno mixto de llanuras boscosas de clima caliente y húmedo. Un paisaje muy diferente del que conoceríamos más tarde con la glaciación y los famosos mamuts y rinocerontes lanudos. Y todo esto constituye un auténtico cuadro surrealista de animales que jamás hubiéramos imaginado que vivieron juntos y que compitieron por la supervivencia en un entorno rico en recursos, pero también de enemigos y amenazas.
Lo que muchos de estos animales prehistóricos de Madrid e incluso grandes depredadores no podían imaginarse era que el terreno mismo podía acabar con ellos con accidentes naturales en forma de trampas, oquedades de las que no podrían salir si se adentraban en estos lugares y donde muchos de ellos quedaron atrapados y fosilizados.
¿Por qué en el yacimiento de Batallones 3 se han encontrado abundantes restos de carnívoros y tortugas gigantes y no tanto de herbívoros?
Las tortugas se verían atraídas hacia la oquedad por la lámina de agua que habrían detectado en el fondo, mientras que los carnívoros acudirían ante quejido lastimoso de presas que hubieran caído por allí o llevados por el aroma de la carroña. Desgraciadamente para todos esos ejemplares fue imposible emprender el camino de vuelta.
¿Por qué en el yacimiento de batallones 10 pasa lo contrario y son restos de herbívoros lo que se ha encontrado, con apenas presencia de depredadores?
Porque la cavidad original estaba casi colmatada, con una charca en el centro de una depresión fangosa que traía a los animales sedientos y de la cual sería muy difícil salir para los animales herbívoros de más peso, porque quedarían aquí atrapados. A continuación, como en el caso de los depredadores, estos gigantes pasarían a formar parte del registro fósil y se conservarían perfectamente en una cubierta de barro que se endureció al quedarse fría y seca.
Fig. 12. Secuencia de eventos acaecidos en la formación del yacimiento de Batallones-1 (niveles inferior y superior):
A. Los carnívoros, a lo largo del tiempo, entran intencionalmente en la cavidad en busca de alimento y agua, quedan atrapados y mueren.
B. Arroyadas episódicas traen al interior de la cavidad sedimento que entierra restos en diferentes estados de articulación; la orientación de los restos viene condicionada por la adaptación de los mismos a una brecha coluvial existente en el fondo de la cavidad; se producen entradas repetidas de carnívoros a lo largo del tiempo.
C. La presión litostática debido a la carga del sedimento produce fracturas, colapsos y deformaciones de los restos; etapa final del relleno de la cavidad.
D. Acumulación de restos de herbívoros en el nivel superior.
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La lista de animales extraordinarios que son antepasados de los actuales o que se extinguieron sin dejar una continuidad clara, en las modernas especies, es muy larga como para poderla resumir ahora en un momento, pero vamos a intentar mencionarlas todas. También hay muchos misterios que resolver sobre los animales del Mioceno en Madrid y vamos a exponer aquí algunas preguntas que intentaremos responder con los datos que tenemos, que no son pocos.
¿Por qué se extinguieron los tigres de dientes de sable de las llanuras madrileñas, mucho antes de que los grandes felinos como el león cavernario aparecieran en escena? ¿Por qué los tigres de sable se extinguieron antes que los antepasados de las especies de grandes felinos que podemos conocer hoy en día?
¿Por qué tantísimos carnívoros quedaron fosilizados, en algunos yacimientos del Cerro de Batallones, en comparación con los pocos herbívoros que se encontraban por allí, cuando debería ser justo al revés? Lo lógico es que los minoritarios carnívoros sean mucho más escasos en cualquier yacimiento, pero en dos de los depósitos de fósiles del cerro de batallones ha pasado justo al revés y esto es en parte un misterio.
Los carnívoros son más atrevidos que sus presas herbívoras
Los animales carnívoros son más atrevidos que sus más conservadoras presas herbívoras, que no necesitan ser temerarias para conseguir el abundante material vegetal que pueden encontrar por todas partes. Es decir: una cabra o un caballo no van a jugársela por ir a comer ningún botín de hierba o de hojarasca, aunque sí podrían intentar alguna maniobra complicada si tienen mucha sed y mucho más sí hay sequía. La prueba es que en la actualidad vemos en los documentales de animales cómo un montón de herbívoros diferentes y hasta depredadores se juegan el pellejo en ríos y charcas donde saben que hay cocodrilos. Por el contrario, los depredadores suelen ser mucho más lanzados a la hora de buscarse la vida porque no abundan tanto las presas a su merced que se dejen comer por ellos. Y a esta circunstancia le debemos, seguramente, que en los yacimientos del Cerro Batallones 1 y el Cerro Batallones 3 encontraremos una enorme concentración de carnívoros, que no es nada habitual por su escasa participación en los ecosistemas en general. Porque estos depredadores seguramente se adentraron en una trampa natural en la que algún herbívoro aislado caía de vez en cuando, siendo incapaz de salir, pero es que ellos mismos tampoco pudieron abandonar luego el lugar y murieron allí de hambre o tal vez incluso de frío, sumergidos en el agua que seguramente se acumulaba en el fondo de esas simas. Al final del día, este tipo de fosas naturales constituirían una especie de loberas o trampas para lobos como se han utilizado hasta hace poco en España para capturar a estos depredadores.
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Réplicas a tamaño natural de rinocerontes o incluso de mastodontes en Madrid
Estamos ante el trabajo además de 30 años de sucesivas generaciones de paleontólogos que acaban de ver jubilarse al que era en coordinador de esta excavación y lo ha sido desde el principio. Un veterano total que aseguraba que su intención era no desligarse de la investigación y ayudar en todo lo que pudiera, aunque personalmente pienso que el gran desafío de este tipo de investigaciones es la divulgación. Es decir: después de todo el trabajo que nos hemos pegado y del dineral que nos cuestan estas cosas, como sociedad, también hay que plantearse que todo esto tiene que ser disfrutado por el gran público y no ceñirse al ámbito cerrado de los investigadores científicos y cuatro frikis más como yo. El Mioceno no deja de ser un periodo casi por completo olvidado y no puede ser que España y en concreto Madrid sea un exponente de todo esto y que nadie prácticamente se haya enterado de nada.
Es un período un poco olvidado porque se encuentra entre los dinosaurios y la aparición del hombre, por lo que ha quedado en tierra de nadie y ahora creo que es el momento de reivindicar todo esto. Después de todo, perdemos muchísimo tiempo y recursos hablando de auténticas tonterías. Y dejamos pasar la oportunidad de que estas cosas puedan inspirar a un montón de posibles aficionados que ni siquiera saben que esto existe y que lo tienen al lado. Y en especial estoy hablando de los niños y jóvenes, aunque también quiero proponer cosas. Y se me ocurre que para evitar todo esto hay varias cosas que se pueden hacer para promocionar el Mioceno en Madrid y que no cuestan tanto.
Un museo de los animales del Mioceno en Madrid
Lo primero sería señalizar bien los sitios en los que han aparecido las cosas, incluso con algunas figuras a tamaño real de algunos animales que van a llamar la atención de propios y extraños. En este sentido, la iniciativa de Metro de Madrid de hacer un pequeño museo en las zonas más visibles de la estación es digna de aplauso, pero también de imitación. ¿Os imagináis que en el intercambiador de Príncipe Pío se pudieran ver réplicas a tamaño natural de rinocerontes o incluso de mastodontes? ¿Qué menos que alguna réplica a tamaño natural de un oso perro o de ese famoso gato prehistórico madrileño que constituye una especie tan especial? Y eso por no hablar del antepasado del panda rojo o de ese okapi ibérico del Mioceno entre otras posibilidades. Los paneles informativos que hay en la estación de Príncipe Pío son bastante discretos y creo que los descubrimientos que se han hecho en esa misma superficie que tantos pisamos cada año merecerían un poco más de protagonismo. Inclusive con figuras que podían estar colgadas del techo en la elevadísima altura de la estación.
Un museo específico del Mioceno en Madrid sería maravilloso y no se me ocurre un mejor sitio para una época tan especial que en nuestra región ha sido tan investigada y con tal floración de fósiles. Se podría plantear, incluso, que ese museo tuviera las réplicas a tamaño natural de las ilustraciones del paleo ilustrador Mauricio Antón. Sería un gran atractivo turístico además de promoverse con ello una faceta de nuestra cultura y nuestro patrimonio que están en déficit de atención total por parte de las autoridades y del público. Pero es que el público general no ha tenido muchas oportunidades de conocer lo que tienen debajo de sus pies en el mismo Madrid.
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Es difícil de entender lo que significa el Mioceno en Madrid
Más divulgación en los medios de comunicación de todo tipo y con más claridad a la hora de explicar un ecosistema tan variado como pintoresco, pues es difícil de entender lo que significa el Mioceno en Madrid y absorber todo lo que se ha se ha podido saber. Y a mí mismo, que soy un gran aficionado a la historia natural y a la naturaleza en general, me ha costado seguir el hilo y enterarme bien de cosas que la prensa a veces no es capaz de explicar con la claridad necesaria. Y de ahí que este artículo pretenda ser una ventana abierta a ese pasado enigmático y a veces difícil de entender bien. Pero creo que se puede hacer mucho más para intentar acercar más a la sociedad a estos tesoros ocultos.
Introducir en lugares tan concretos como Fitur el atractivo de este mundo desconocido y apasionante y tratar de capitalizarlo como atractivo turístico. No olvidemos que la prehistoria está más de moda que nunca y cada vez más y no solo por los dinosaurios de Jurassic Park, sino que Ice Age ha sido un auténtico fenómeno de masas y el mundo natural en general merece cada vez más la atención del gran público.
Tampoco estaría de más que hubiera más jornadas de puertas abiertas en los yacimientos, que acerquen estas investigaciones y sus frutos al gran público y, siempre, de modo especial a los más jóvenes.
El yacimiento de Batallones-3: una trampa natural para carnívoros
Los yacimientos paleontológicos del Cerro de los Batallones, situados en Torrejón de Velasco (Madrid), constituyen un archivo único para estudiar la fauna del Mioceno superior, gracias a la excepcional cantidad, calidad y conservación de sus fósiles. Este sitio, excavado por el Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN) desde 1991, ofrece una mirada fascinante a un ecosistema de hace nueve millones de años, donde convivieron animales tan diversos como mastodontes, tigres dientes de sable y los enigmáticos «perros-oso».
Hasta principios de los años 90, el Cerro de los Batallones era conocido principalmente por su explotación minera de sepiolita, un mineral absorbente que se usa por ejemplo para que hagan pis los gatos. Sin embargo, el hallazgo de restos fósiles durante estas actividades transformó el lugar en un referente paleontológico. Lo más sorprendente de Batallones es su elevado porcentaje de fósiles de carnívoros, que alcanza hasta el 98% en algunos yacimientos: una proporción inusual dado que los depredadores suelen ser minoría en las comunidades animales.
Desde su descubrimiento en 1991, el Cerro de los Batallones ha sido una fuente inagotable de hallazgos paleontológicos. En Batallones-3, el 99% de los fósiles son de carnívoros, un porcentaje inusualmente alto. Esto se debe a la naturaleza geológica del yacimiento, donde las cavidades naturales funcionaban como trampas para los depredadores que entraban en busca de agua o presas y luego no podían escapar. Ya fuera porque entraban en estas oquedades para beber, cayendo luego al interior, o porque se asomaban peligrosamente para acceder a herbívoros que habían caído previamente, los variados carnívoros del Mioceno madrileño encontraron la muerte en estas trampas de la naturaleza que sin duda atraían a manadas enteras de estos depredadores.
Jorge Morales, investigador del MNCN y coautor del estudio, subraya el valor de estos yacimientos: «No sólo por la calidad y cantidad de fósiles, sino también por los nuevos modelos de formación de yacimientos paleontológicos continentales y su potencial para estudios paleobiológicos y geológicos de todo tipo».
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Descubren una nueva especie de «perro-oso» en Madrid: Ammitocyon kainos
Un equipo de investigadores del Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN-CSIC), el Institut Català de Paleontologia Miquel Crusafont (ICP), la Universidad de Alcalá (UAH), la Universidad de Zaragoza y el Instituto Universitario de Investigación de Ciencias Ambientales de Aragón (IUCA) ha descrito una nueva especie de anficiónido: Ammitocyon kainos. Este descubrimiento se basa en restos craneodentales de tres ejemplares hallados en el yacimiento de Batallones-3, en Madrid. Los fósiles, encontrados entre 2008 y 2011 fueron inicialmente asignados al género Thaumastocyon. Sin embargo, un análisis detallado de su dentición confirmó que representan una especie desconocida hasta ahora. Este hipercarnívoro, proveniente del Mioceno de El Cerro de los Batallones, se distingue por un mentón y hocico robustos, grandes incisivos y caninos, la ausencia de primeros premolares y últimos molares, y muelas carniceras altamente especializadas. Estas características son adaptaciones al hiper-carnivorismo, una dieta basada en más del 70% de carne que no se observa en carnívoros actuales.
Una mandíbula con funciones especializadas
Estudios biomecánicos revelan que diferentes partes de su mandíbula cumplían funciones específicas: la zona anterior servía para sujetar y desgarrar carne, mientras que la posterior actuaba como una guillotina, cortando los trozos en pedazos más pequeños. «¡Su boca es como una navaja suiza!», comenta Juan Abella, investigador del ICP y coautor del estudio. La combinación de características del aparato masticador y su esqueleto apunta a adaptaciones ecológicas excepcionales. Ammitocyon kainos tenía extremidades fuertes, manos y pies cortos, y un peso estimado de más de 230 kg. «Era un carnívoro muy especializado», explica Abella. «Por su estructura anatómica, no era un cazador ágil ni activo como los cánidos o félidos actuales. Probablemente acechaba a sus presas o se alimentaba de las capturas de otros depredadores«. Pero era un carnívoro pleno que tampoco encontró la forma de salir de las trampas naturales de este paraje.
Era un «perro-oso» único en su tipo. Ammitocyon kainos pertenece a la familia extinta de los anficiónidos, conocidos como «perros-oso». Vivió hace unos 9 millones de años y es el último miembro conocido de la subfamilia Thaumastocyoninae. A pesar de su nombre, los anficiónidos no están relacionados directamente con perros u osos, aunque fueron un grupo diverso y dominante en los ecosistemas de Europa y Norteamérica.
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Una convivencia de grandes depredadores en el Mioceno del Cerro de Batallones
En Batallones-3, este anficiónido coexistió con otros grandes carnívoros como el Magericyon anceps, el tigre dientes de sable Machairodus aphanistus y el pariente del oso, panda Indarctos arctoides. Según Alberto Valenciano, paleontólogo de la Universidad de Zaragoza, esta convivencia sugiere una división ecológica precisa para permitir que estos depredadores coexistieran en la misma región. Es decir: cada tipo de depredador cumplía una función específica en el territorio y se dedicaba a un tipo de presas en concreto, igual que pasa hoy en día en la sabana africana o en el ecosistema ibérico en el que compiten osos con lobos mientras zorros y tejones o rapaces destacan, por su parte, en una convivencia diferenciada con otros depredadores. El nombre Ammitocyon kainos significa «el perro de Ammit», en referencia a la deidad egipcia con rasgos de cocodrilo, león e hipopótamo. El sufijo «cyon» proviene del griego y significa «perro», mientras que «kainos» significa «nuevo».
El yacimiento del Cerro de los Batallones fue un descubrimiento accidental
Es un yacimiento único en su tipo. La acumulación de fósiles en Batallones se explica por la formación geológica de sus cavidades. A diferencia de las cuevas típicas en terrenos calizos, las de Batallones se formaron en sedimentos detríticos (arcillas y margas) mediante un proceso conocido como erosión en túnel o piping. Estas cavidades actuaron como trampas naturales para animales que, atraídos por agua o presas, quedaban atrapados sin posibilidad de escapar. Y los yacimientos se dividen en dos categorías principales según el tipo de animal que encontraremos dentro:
- Yacimientos profundos (forma de campana): Abundan los fósiles de carnívoros, como el perro-oso Ammitocyon kainos y el tigre dientes de sable Machairodus aphanistus.
- Yacimientos superficiales (forma de copa): Predominan los fósiles de grandes herbívoros, como mastodontes y jirafas del Mioceno.
Además de los mamíferos carnívoros, en Batallones se han encontrado muchos fósiles de herbívoros, reptiles, aves e incluso plantas y microorganismos. Entre los hallazgos más destacados están los siguientes:
- Reptiles: Tortugas gigantes (Geochelone bolivari) similares a las actuales tortugas de Galápagos, varanos de gran tamaño, lagartos ocelados y serpientes.
- Aves: Restos de rapaces diurnas, probablemente buitres y pigargos (grandes águilas), junto con pequeños paseriformes parecidos a urracas y arrendajos.
- Fauna acuática: Peces de agua dulce (Rutilus), cangrejos de río, ostrácodos y ranas mayores que la actual Pelophylax perezi.
- Plantas: Aunque son restos fragmentarios, sugieren un ecosistema rico en vegetación.
El Cerro de los Batallones aporta información sobre especies individuales y también sobre las dinámicas ecológicas y la evolución de los ecosistemas del Mioceno. La coexistencia de depredadores como Ammitocyon kainos, Machairodus aphanistus y Indarctos arctoides plantea preguntas sobre cómo estos animales compartían el mismo hábitat. Según los investigadores, la división ecológica era clave para esta coexistencia.
Con nueve yacimientos identificados hasta ahora, algunos aún en excavación, el Cerro de los Batallones continúa siendo un foco de descubrimientos. Además de su importancia paleontológica, estos yacimientos destacan como un modelo único de formación geológica y acumulan un gran potencial para estudios sobre biología y geología. Como afirma el investigador Jorge Morales: «Batallones es una joya por la calidad de sus fósiles y por lo que nos enseña sobre la formación de yacimientos continentales y la evolución de la vida en la Tierra».
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Los micromamíferos del Cerro de Batallones
Aunque menos conocidos que los grandes mamíferos, los micromamíferos son un grupo sumamente diverso que incluye insectívoros (musarañas, erizos, topos), lagomorfos (conejos, liebres), roedores (ratones, ardillas, castores) y quirópteros (murciélagos). Su estudio ha resultado clave en los yacimientos paleontológicos, ya que su presencia suele estar ligada a la actividad de pequeños carnívoros y aves rapaces, cuyos desechos –como egagrópilas– acumulan restos óseos y dentales.
Debido a su tamaño diminuto, los restos de micromamíferos se recuperan mediante lavado y tamizado del sedimento, proceso que permite aislar fragmentos óseos y piezas dentales. Estas últimas, en especial molares y premolares, son fundamentales para su clasificación. La forma y tamaño de los dientes ofrecen una visión detallada no solo de la especie, sino también de aspectos como:
- Dieta y hábitos alimenticios.
- Biomecánica del aparato masticador.
- Relaciones tróficas y metabolismo.
- Condiciones paleoambientales.
Los micromamíferos tienen una distribución amplia y una alta sensibilidad a los cambios ambientales, lo que los convierte en indicadores cruciales para reconstrucciones paleoambientales y paleobiogeográficas. En el caso del registro fósil del Mioceno en España, se destaca por ser uno de los más completos y detallados del mundo. Los estudios sobre roedores han permitido desarrollar una escala biocronológica de alta resolución, utilizada para datar estratos y correlacionarlos con otras cuencas. En los yacimientos del Cerro de los Batallones se han encontrado fósiles significativos de micromamíferos que revelan detalles del ecosistema del Mioceno superior:
- Prolagus crusafonti: Conejos algo más pequeños que los actuales, con cráneos y mandíbulas bien conservados.
- Progonomys hispanicus: Un ratón cuya llegada a la península Ibérica durante el Vallesiense superior permite datar los yacimientos de Batallones.
- Chalicomys sp.: Castores semiacuáticos, cuya presencia sugiere la existencia de cuerpos de agua y bosques cercanos, esenciales para su comportamiento constructivo.
Los micromamíferos aportan información taxonómica y también dibujan un cuadro más amplio del entorno del Mioceno. En Batallones, su estudio confirma la coexistencia de ecosistemas variados, con masas de agua, áreas boscosas y una rica interacción entre carnívoros y herbívoros, reflejando un pasado lleno de diversidad y cambios ambientales.
La fascinante fauna de carnívoros en el Cerro de los Batallones
El mayor atractivo de los yacimientos de Batallones radica en su extraordinaria diversidad de carnívoros, que abarca desde pequeños mustélidos hasta grandes félidos, en una fauna comparable a la de las actuales sabanas africanas.
Mustélidos de Cerro de Batallones
Entre los mustélidos encontrados destacan:
- Martes sp.: Identificados en Batallones-1, probablemente similares a las martas modernas.
- Eomellivora piveteaui: Un mustélido de gran tamaño, comparable al de un pastor alemán, hallado en Batallones-3. Su anatomía sugiere un estilo de vida carroñero oportunista, adaptado a ambientes abiertos.
- Proputorius sp.: Mofetas omnívoras que habitaban los ecosistemas de la región.
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Hienas Primitivas: Los Protictitherium
Una de las especies más frecuentes en Batallones-1 es Protictitherium crassum, una hiena primitiva de aspecto similar al de una civeta africana. Este carnívoro del tamaño de un zorro vivía probablemente como un oportunista trófico, destacando por su abundancia, con al menos 14 individuos registrados.
Ailúridos: Trepadores con Falso Pulgar
Los ailúridos son un grupo atípico, con una única especie viva hoy en día: el panda rojo (Ailurus fulgens). En Batallones-1 se han encontrado restos de Simocyon batalleri, un pariente cercano del panda rojo actual, aunque con una dieta carnívora más generalista.
El descubrimiento de dos individuos casi completos de S. batalleri reveló la presencia de un «falso pulgar», un rasgo compartido con los pandas actuales. Sin embargo, mientras en el panda rojo y el panda gigante este hueso tiene una función trófica, en S. batalleri su principal utilidad era locomotora, ayudándole a trepar árboles. Este hallazgo demuestra una evolución independiente del «falso pulgar» en las familias Ursidae (panda gigante) y Ailuridae (panda rojo).
Anficiónidos: Los extintos perros-oso
Como decíamos antes, un grupo peculiar extinto presente en Batallones son los anficiónidos, carnívoros con rasgos de osos y cánidos. Destacan:
- Amphicion major: El género que da nombre al grupo, aunque vivió mucho antes de los eventos registrados en Batallones. Este animal del tamaño de un oso combinaba hábitos de caza activa con la carroña, como lo demuestra su dentición mixta.
- Magericyon anceps: Uno de los últimos anficiónidos registrados, encontrado en Batallones-1. Este depredador contribuye a entender la transición y diversificación de los ecosistemas del Mioceno superior.
Una comunidad carnívora compleja: los animales del Mioceno en Madrid
La coexistencia de estos carnívoros en Batallones refleja un ecosistema altamente estructurado, donde los roles tróficos estaban claramente diferenciados. Desde los pequeños mustélidos y las mofetas omnívoras, pasando por hienas y ailúridos, hasta los anficiónidos más grandes, cada especie ocupaba un nicho único. Este panorama permite imaginar una rica interacción de depredadores y carroñeros en un entorno que recuerda a las dinámicas actuales de los grandes ecosistemas africanos. El Cerro de los Batallones nos brinda una imagen detallada de la evolución de los grandes carnívoros durante el Mioceno superior, mostrando cómo las especies desarrollaron estrategias especializadas para la caza y cómo la competencia pudo influir en la extinción de linajes enteros, como los anficiónidos.
Los anficiónidos, aunque robustos y versátiles en sus hábitos alimenticios, enfrentaron una competencia feroz. La llegada de grandes hiénidos y la especialización de los félidos de dientes de sable marcaron su declive. Estos últimos, con dentición altamente adaptada y técnicas de caza avanzadas, habrían desplazado a los anficiónidos al dominar los nichos de depredación más efectivos.
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El oso del Madrid del Mioceno: Indarctos arctoides
Dentro de la familia Ursidae, destaca Indarctos arctoides, un oso de tamaño similar al oso pardo, pero con proporciones más cercanas al panda gigante actual. Su comportamiento y biología son especialmente interesantes debido al hallazgo de cinco báculos (huesos del pene), lo que es un hecho extremadamente raro en el registro fósil. Estos báculos, más largos que los de los osos modernos, ofrecen claves sobre su comportamiento sexual, como estrategias de apareamiento y posiblemente dinámicas sociales complejas.
Depredadores dominantes: los félidos del Cerro Batallones
Los félidos representan la cúspide de la especialización carnívora en Batallones, destacándose dos grupos principales:
Los macairodontinos o félidos de dientes de sable
- Machairodus aphanistus: Del tamaño de un tigre actual, este félido era un depredador poderoso y dominante, adaptado a presas grandes y ambientes abiertos o mixtos.
- Promegantereon ogygia: Más pequeño, con un tamaño comparable al de un puma, estaba mejor adaptado a hábitats con mayor cobertura vegetal. Su prevalencia en Batallones-1 sugiere que esta especie utilizaba la vegetación para ocultarse de su competidor más grande, Machairodus.
Ambos tenían caninos largos y comprimidos, diseñados para realizar cortes letales en las presas. Combinaban esta característica con extremidades anteriores robustas, capaces de inmovilizar rápidamente a sus objetivos. Estas adaptaciones minimizaban el tiempo y los riesgos asociados a la caza.
Panthera Onca vs Smilodon. Una escena de competencia entre dos tipos de carnívoros muy diferentes, uno de los cuales estaba abocado a extinguirse sin dejar descendientes directos (el smilodon). Una lucha que tendría lugar en lo que ahora es América, pero que se reproduciría en Eurasia de manera similar, con especies muy parecidas, como se ha demostrado en «la colina de los tigres de dientes de sable» de Batallones.
Los felinos menores del Cerro Batallones
- Styriofelis vallesiensis: Del tamaño de un gato montés, probablemente un cazador de pequeños vertebrados.
- Pristifelis sp.: Similar a un lince caracal, indicativo de una especialización hacia presas medianas a las que cazaba en hábitats diversos.
La coexistencia de especies de félidos de diferentes tamaños y estrategias indica un ecosistema con abundancia de presas y hábitats variados. La presencia de ungulados pequeños en grandes números habría facilitado el éxito de los depredadores más pequeños, mientras que las presas mayores habrían sustentado a los grandes depredadores. La combinación de vegetación densa y áreas abiertas habría permitido a los macairodontinos cazar con precisión mientras proporcionaba refugio a los félidos más pequeños. Este entorno competitivo fomentó una diversificación y especialización notables en las estrategias de caza, consolidando a los félidos como los depredadores más eficientes de su tiempo.
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La fauna herbívora de Batallones: diversidad y gigantismo
El ecosistema de Madrid durante el Mioceno era muy rico, comparable si es que no era no superior al de la propia sabana africana actual, como parecen atestiguar los abundantes restos óseos de muchísimas especies de herbívoros y, sobre todo, de carnívoros, que eran los encargados de regular tan variado y nutrido paisaje. Una sábana boscosa con bastantes cursos de agua y lagunas que son los que han permitido en gran parte de la fosilización tan perfecta de tantos huesos y piezas dentales.
El Cerro de los Batallones destaca por sus formidables carnívoros, pero también por una rica comunidad de herbívoros que ofrece una visión única del ecosistema del Mioceno superior. Desde mastodontes hasta caballos primitivos, esta fauna revela un paisaje dominado por grandes mamíferos con adaptaciones específicas para su entorno.
Los gigantes de Madrid: los mastodontes del Cerro de Batallones
El mastodonte Tetralophodon longirostris era el herbívoro más grande y prominente de Batallones. Procedente de África, llegó a Europa hace unos 12 millones de años, desplazando a especies menores como Gomphotherium angustidens. Este mastodonte, dominante durante el Mioceno superior, se caracterizaba por su tamaño colosal y sus molares adaptados para triturar vegetación variada, reflejando un amplio rango de dieta.
La mayoría de los restos significativos de mastodontes en Batallones provienen de Batallones-2, donde se encuentran mandíbulas completas, cráneos y dientes que destacan por su excelente estado de conservación.
Caballos primitivos de tres dedos
Entre los perisodáctilos de Batallones, los équidos están representados por el género Hipparion, un caballo primitivo con tres dedos que colonizó Eurasia desde América del Norte. En Batallones-10 se han identificado al menos dos especies de Hipparion, cuyos fósiles incluyen cráneos, mandíbulas y extremidades completas. Aunque no tan grandes como los caballos modernos, estos équidos eran ágiles y estaban bien adaptados a terrenos abiertos.
Dos especies de rinocerontes ibéricos destacan en los registros fósiles de Batallones
Aceratherium incisivum: Un rinoceronte de gran tamaño que carecía de cuernos. Su estructura robusta y la ausencia de cuernos indican que dependía más de su tamaño para defenderse de los depredadores. Era una especie más cercana a los rinocerontes actuales, cuyo cráneo presenta una protuberancia ósea donde se asentaba un cuerno, aunque este no ha fosilizado debido a su composición córnea. Estos rinocerontes habitaban áreas boscosas y praderas abiertas, alimentándose principalmente de vegetación fibrosa.
Microstonyx major: un pariente extinguido de los jabalíes
Microstonyx major, un pariente extinguido de los jabalíes, era notablemente más grande que los suidos modernos. Con cráneos que superaban los 50 cm de longitud y un peso que podía alcanzar los 300 kg, estos animales robustos eran una presencia imponente en el ecosistema. Su dieta omnívora los hacía adaptables, pero su tamaño los colocaba en competencia con otros herbívoros de gran envergadura.
Jirafas del Mioceno en Madrid
Algunos de los hallazgos más sorprendentes de Batallones son los fósiles de jirafas primitivas, que muestran adaptaciones similares a las de las jirafas modernas. Estas especies probablemente utilizaban sus largos cuellos para acceder a la vegetación en las copas de los árboles, compitiendo eficazmente con otros herbívoros por los recursos en un paisaje de sabanas mixtas y bosques abiertos. La coexistencia de estos grandes herbívoros, junto con carnívoros altamente especializados, refleja un ecosistema equilibrado y rico en recursos, pero muy competitivo. Los movimientos estacionales de los herbívoros, como las posibles migraciones, habrían influido en la distribución y supervivencia de los depredadores, marcando dinámicas ecológicas similares a las que observamos en las sabanas africanas actuales.
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Los rumiantes y otros ungulados de Batallones
Los rumiantes, un grupo que ha demostrado un notable éxito evolutivo, se encuentran representados en el Cerro de los Batallones por una variedad de especies que ilustran su diversificación durante el Mioceno superior. A continuación, exploramos su presencia junto con otros ungulados notables, como los bóvidos y las jirafas, en este excepcional yacimiento fósil.
Cérvidos, mósquidos y sivaterinos o jirafas de cuello corto
Aunque actualmente dominan muchos ecosistemas, los cérvidos son raros en la muestra fósil de Batallones. El hallazgo más significativo es un fragmento de molar encontrado en Batallones-1, lo que sugiere que estos animales, aunque presentes, no eran dominantes en la región durante el Mioceno superior. Los mósquidos o ciervos almizcleros, hoy limitados a Asia, fueron abundantes y diversos en Europa durante el Mioceno. En Batallones están representados por los géneros Micromeryx e Hispanomeryx, ambos caracterizados por su pequeño tamaño (alrededor de 5 kg) y patas largas y gráciles, ideales para moverse ágilmente en terrenos variados.
Micromeryx sp. nov. es la especie más común de mósquidos en Batallones. Los fósiles de mósquidos se han recuperado en Batallones-1, 5 y 10, y muestran evidencia de haber sido depredados por carnívoros, indicando su posición en la base de la cadena alimentaria.
Entre los fósiles más espectaculares de Batallones se encuentran los sivaterinos, jirafas de cuello corto y gran tamaño, más parecidos al okapi actual y con cuatro apéndices craneales distintivos:
- Dos cuernos grandes situados en la parte posterior del cráneo.
- Dos apéndices más pequeños en la región fronto-nasal.
Los restos de sivaterinos u «okapis primitivos» se han encontrado en Batallones-4, 5 y 10, conformando la mejor colección europea de estos animales. Su presencia sugiere un hábitat con recursos vegetales abundantes y variados, adecuados para su exigente alimentación.
Bóvidos del Cerro de Batallones
Aunque los bóvidos son hoy en día los ungulados más diversos y extendidos, su aparición en el registro fósil es más reciente, durante el Mioceno inferior. En Batallones son relativamente raros, pero se han identificado restos de un individuo juvenil del género europeo Austroportax, un bóvido de gran talla. Los fósiles recuperados incluyen mandíbulas y maxilares, aunque la ausencia de núcleos óseos de cuernos ha impedido una identificación específica.
El yacimiento de Batallones ha sido fuente de numerosos descubrimientos importantes y publicaciones. Con nuevas especies para la ciencia de las que se han descrito tres, entre ellas el micromamífero Hispanomys moralesi sp. nov., un roedor dedicado al coordinador de la excavación, Jorge Morales. Y hay más de 40 artículos científicos y ocho tesis doctorales (cuatro en curso) que han surgido de la investigación en Batallones, reflejando su importancia para la paleontología.
El trabajo en Batallones ha iluminado la historia de la fauna del Mioceno superior y también ha formado a una nueva generación de paleontólogos en España. Este esfuerzo colectivo ha permitido reconstruir con detalle un ecosistema rico y diverso, ofreciendo una ventana única al pasado que continúa inspirando la investigación paleontológica.
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Una gran parte del patrimonio universal, tanto histórico como prehistórico, se pierde cada día para siempre y todo por culpa del egoísmo de algunos. En el caso de España, en el año 91, dos esqueletos completos de especies de la era del Mioceno medio y cientos de caparazones de tortugas y gasterópodos fósiles, con una antigüedad de 14 millones de años, resultaron en parte destruidos durante unas prospecciones mineras en el municipio de Valdemoro. Tolsa, la compañía que efectuaba los sondeos en esta zona, no puso en conocimiento de las autoridades el hallazgo tan valioso, perdiéndose así una buena parte de este osario de una época que podemos llamar la noche de los tiempos de los grandes mamíferos, antepasados directos de las especies actuales.
Otro gran yacimiento de animales del Mioceno en Madrid (Príncipe Pío)
Las obras de remodelación del intercambiador de Príncipe Pío, en Madrid, revelaron un hallazgo paleontológico sin precedentes. Mientras se excavaban sótanos y túneles de acceso cerca de la Puerta de San Vicente, apareció el esqueleto de un rinoceronte: el Hispanotherium matritense, una especie que habitó la zona oeste de Madrid hace unos 15 millones de años. Este descubrimiento dio paso a más restos fósiles, incluyendo un mastodonte, tortugas gigantes, tigres dientes de sable, ciervos azmilcleros e incluso un pariente antiguo del oso panda rojo.
Este hallazgo, que corresponde al Mioceno medio (también conocido como Aragoniense medio), sorprendió a los expertos por la cantidad y la calidad de los restos encontrados. Jorge Morales, jefe del departamento de Paleobiología del Museo de Ciencias Naturales del CSIC, destacó la importancia de este yacimiento, al que calificó de uno de los más completos y abundantes. En total, se encontraron más de 3.000 restos fósiles, de los cuales solo se ha recuperado una cuarta parte hasta el momento. La antigüedad y relevancia de los hallazgos animaron al Gobierno regional a musealizar parte de estos fósiles.
Una muestra sobre estos descubrimientos se exhibirá en el intercambiador de Príncipe Pío, en una zona habilitada en los vestíbulos del edificio. Los usuarios podrán observar una reconstrucción científica de la fauna y flora del Mioceno medio, realizada por el ilustrador Mauricio Antón, además de réplicas de cráneos y otros fósiles. Los paneles explicativos proporcionarán información sobre el entorno y las especies que poblaron la región en esa época.
Madrid hace 15 millones de años: el hallazgo de Príncipe Pío
Entre los hallazgos más importantes se encuentra el cráneo del Hispanotherium, el rinoceronte más representativo de la zona en esa época, y los restos del panda rojo. Este último hallazgo es especialmente relevante, ya que se encontró por primera vez una mandíbula completa de un antepasado del panda rojo, Magerictis imperialensis, lo que convierte a estos fósiles en los más antiguos de este animal en el mundo. El Hispanotherium, por su parte, es conocido por sus largas patas, adaptadas para la carrera, aunque probablemente era un rinoceronte que carecía de cuernos.
Además de estos dos descubrimientos emblemáticos se encontraron restos de otras especies, como el Sansanosmilus, el tigre dientes de sable, el paleomerícidos (una mezcla entre ciervo y jirafa) y diversas especies de mustélidos (nutrias, comadrejas, tejones), anficiónidos (mitad lobo, mitad oso) y roedores como lagomorfos, glíridos y cricétidos. El clima en la región hace 15 millones de años era cálido y seco, similar a la sabana africana, con una vegetación abierta que propició la adaptación de estos animales a su entorno.
Aparte de los restos paleontológicos, las excavaciones también trajeron a la luz restos arqueológicos relacionados con el Asilo de las Lavanderas y las fuentes monumentales de la zona, que datan al menos del siglo XVII. Por esta razón, la Dirección General de Patrimonio y la Consejería de Infraestructuras y Transportes decidieron complementar el espacio de exposición con información sobre estos hallazgos arquitectónicos. Se espera que el «mini museo» se inaugure en las próximas semanas, brindando a los usuarios del Metro y Cercanías una oportunidad única para explorar el rico patrimonio paleontológico e histórico de la región.
Un cráneo único de rinoceronte ibérico en Príncipe Pío
En las obras de mantenimiento del intercambiador de Príncipe Pío en Madrid, realizadas en octubre de 2006, se descubrió un yacimiento paleontológico excepcional. Entre los más de 3,000 restos fósiles de vertebrados hallados destaca un cráneo completo de un rinoceronte de la especie Hispanotherium matritense, datado en unos 15 millones de años, y considerado un fósil único en el mundo. El yacimiento, con una extensión aproximada de 1,000 metros cuadrados, es uno de los más relevantes de la Comunidad de Madrid debido tanto a su antigüedad, estimada entre 15,6 y 14,1 millones de años, como a la diversidad de fauna que albergó. La urgencia por liberar la zona para continuar las obras llevó a un equipo de 40 personas a trabajar durante mes y medio en turnos de mañana y tarde. Muchos de los restos fósiles fueron extraídos en bloques de sedimento que actualmente están almacenados en dos naves del Museo de Ciencias Naturales en Arganda del Rey, esperando ser estudiados en detalle durante los próximos años.
Entre los hallazgos destacan los restos de más de 20 rinocerontes, incluyendo una mandíbula, cuya réplica está expuesta en el vestíbulo del intercambiador, y el mencionado cráneo completo. Este fósil, con ocho muelas de entre 3 y 4 centímetros, reveló que estos rinocerontes carecían de cuerno, como lo demuestran sus huesos nasales. Según Jorge Morales, director de biopaleontología del museo, la dentina acumulada en los dientes indica que la zona, en aquel entonces, era similar a la sabana africana, con un paisaje abierto, pocos árboles y hierba dura que obligó a estos animales a desarrollar adaptaciones específicas en su dentición. Además, se encontraron fósiles de tortugas gigantes, jabalíes y carnívoros inéditos en Madrid, como el tigre diente de sable Sansanosmilus, un felino de gran tamaño comparable a un puma, que habitó en Europa tras migrar desde África hace aproximadamente 16 millones de años. Otro hallazgo destacado fue la mandíbula de un panda rojo, un fósil extremadamente raro, del que solo se había recuperado un diente en excavaciones previas en la estación Imperial durante los años noventa.
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El primer gato de Madrid: un felino del Mioceno
Recientemente, los paleontólogos del Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN-CSIC) han revelado un fascinante descubrimiento sobre el pasado de Madrid. En el marco de las excavaciones realizadas para la construcción del intercambiador de Príncipe Pío, apareció un fósil de un felino antiguo, Magerifelis peignei, que vivió hace unos 15,5 millones de años, durante el Mioceno Medio. Este hallazgo marca el descubrimiento del primer gato conocido de Madrid, mucho antes de que la ciudad adoptara el apodo de «gatos» en tiempos modernos. La nueva especie ha sido bautizada como Magerifelis peignei, un nombre que honra tanto a la ciudad de Madrid (denominada Magerit durante la dominación árabe) como al paleontólogo Stéphane Peigné, quien contribuyó significativamente al estudio del yacimiento antes de su fallecimiento en 2017.
El fósil fue encontrado en 2007, en unos trabajos de mantenimiento en uno de los sótanos del intercambiador de Príncipe Pío, donde se recuperó una mandíbula casi completa, incluyendo la mayoría de los dientes, lo que ha sido fundamental para conocer mejor la evolución de los félidos en la Península Ibérica y Europa. Hasta este hallazgo, los registros de pequeños felinos eran escasos, limitándose a fragmentos óseos y dientes aislados. Según el estudio, Magerifelis peignei tenía un tamaño similar al de un gato doméstico grande, con un peso estimado de 7,6 kg. Su mandíbula robusta, comparada con la de otros felinos de tamaño similar, sugiere que este felino cazaba presas de mayor tamaño que los roedores comunes. Manuel Salesa, paleontólogo y coordinador del estudio, señala que es probable que este gato se alimentara también de lagomorfos, mustélidos, y hasta de aves grandes. Este tipo de alimentación sugiere que el felino tal vez se encontraba en lo alto de la cadena alimentaria en su ecosistema.
El yacimiento del Mioceno de Príncipe Pío es uno de los más importantes de Madrid
El yacimiento de Príncipe Pío, uno de los más importantes de Madrid, se localiza en las Terrazas del Manzanares, y ha producido otros hallazgos significativos, como restos de tortugas gigantes, rinocerontes madrileños, osso-perro, caballos miniatura, y mastodontes. Este descubrimiento subraya la importancia de la zona como un sitio clave para la paleontología, donde se han encontrado más de 3.000 fósiles de diversas especies. Gracias a la relevancia del yacimiento, la Comunidad de Madrid ha decidido abrir al público una pequeña exposición en el vestíbulo de la estación de Metro de Príncipe Pío, donde los visitantes pueden observar algunos de los hallazgos, como réplicas de cráneos y otros fósiles. A futuro, es posible que este felino, el primer gato de Madrid, se incorpore a la muestra, permitiendo que todos los madrileños y visitantes descubran este interesante pedazo de la historia de la ciudad.
Una ventana única para comprender la vida en Madrid durante el Mioceno
Hasta la fecha, se han catalogado 4,800 fósiles del yacimiento, sin incluir los bloques aún por estudiar, que podrían deparar grandes descubrimientos. Por ejemplo, el cráneo completo del rinoceronte, con sus muelas intactas, fue extraído dentro de un bloque de sedimento de dos metros por dos, con un peso de cuatro toneladas. El paleontólogo Jorge Morales subraya que la región madrileña, con sus antiguos lagos y acumulaciones sedimentarias de hasta 3,000 metros de profundidad, es un entorno excepcional para estudiar la paleontología de mamíferos. Los fósiles hallados en Príncipe Pío, que abarcan una amplia variedad de especies, ofrecen una ventana única para comprender la vida en Madrid durante el Mioceno y consolidan a este yacimiento como un tesoro científico de alcance mundial.