Reproducimos aquí, por el interés que pueda tener para algunos lectores, este relato corto de Miguel de Cervera sobre una ola de calor mortífera que costaría la vida a 2 millones de personas en Madrid. Una futurible catástrofe climática que el Sistema que gobierna el mundo ha lanzado al mundo en la película “Geostorm”.
Desde Redacción esperamos que disfrutéis del relato.
¡Ahora sí que estáis en el microondas! El Gran Evento Climático de Madrid
Pablo Capillas se recostó en el sofá. En la televisión estaban reponiendo un bodrio futurista de hacía muchos años, Geostorm, pero que al fin había pronosticado algunos de los eventos climáticos más chocantes de los últimos tiempos: tsunamis, terremotos por todas partes, granizadas mortales y hasta olas de calor, como en el caso de Madrid, que fue la catástrofe que más de cerca le había tocado a él. Por diversas razones, además.
El “Evento Madrid”, musitó, al contemplar de nuevo las escenas de esa película que le resultaba tan especial. Porque era incapaz de olvidar ese día tan lleno de emociones. El día en que el cine se convirtió en realidad delante de sus propios ojos y en su propia ciudad. ¿Quién me diría que iba a vivir para ver algo tan fuerte y tan masivo en las calles de mi amado Madrid?
El Vicepresidente se sobrecogió al recordar algunos detalles increíbles del Evento: una ola de calor que se cobró la vida de varios miles de personas. La experiencia fue dantesca y por supuesto que los arquitectos de todo el tema tuvieron acceso a las imágenes en directo. Una visión privilegiada que esos potentados del mundo compartieron con los caciques locales del país atacado, como él mismo, en una sesión de cine muy especial.
Señoras y señores, por favor, tomen asiento. Ahora verán por qué les hemos sacado a toda prisa de sus respectivas capitales y, en concreto, a les hermanes de Madrid. Pero habéis de ser vosotres quienes hagáis los honores, claro está, si estáis realmente decidides. Isabel y Pablo, por favor: si sois tan amables de acercaros al estrado…
Se trataba del Vicepresidente de España y la Presidenta de la Comunidad de Madrid. Y sin pensárselo un segundo, las dos marionetas políticas se alejaron de la distinguida audiencia internacional y se dirigieron hacia un lateral de la pantalla, frente a la cual les aguardaba un botón rojo bien visible. Un botón bastante grande y no era por casualidad, ya que los dos tenían que apretarlo a la vez. Y no porque sí, tampoco, Isabel se mostraba más tímida y renuente a lo que iban a perpetrar en un momento, dado su papel de mujer que interpretaba desde poco después de haber nacido varón. Y por su parte, por razones idénticas, Pablo interpretaba a su vez el más duro e insensible guión de la masculinidad, incluso orgulloso y convencido del 100% de lo que iban a hacer. Como si fuera un pesado deber que sólo el hombre protector y macho alfa puede realizar.
¿Estáis decidides?
Era lo mismo que preguntan a los padrinos en un bautismo.
Lo estamos, contestaron a una. Dos supuestos enemigos que se habían enfrentado en las elecciones madrileñas, precisamente, en una parodia de democracia y soberanía popular, pero que habían sido hermanados por fecha de nacimiento y la selección artificial de los verdaderos amos del mundo. Por la decisión de sus padres de iniciarles cuanto antes en el proyecto piloto de los transgéneros en España. En el proyecto piloto de convertir una nación franquista y ultraconservadora en el verdadero laboratorio a nivel mundial de todas las novedades que implantaban los mandamases. Y si habían nacido el mismo día y el mismo año infausto de la Constitución, 1978, no era por casualidad: con sexos cambiados desde muy críos y supuestas ideas enfrentadas no eran, pese a la fama que el Sistema les había otorgado, sino falsos ídolos en los cuales nada era de verdad conocido y todo aparecía al revés. Porque Pablo había nacido chica, en realidad, mientras que Isabel era un varón que nació varón, pero estos dos estadistas renegaban en secreto de sus verdaderas identidades.
Esto qué vamos a hacer Isabel y yo es lo que les profanes llaman el verdadero precio del poder, pero les verdaderamente iniciades sabemos que eso es un precio que hay que pagar mucho antes de llegar hasta aquí.
Y sin más preámbulos le dieron juntos al botón, en una especie de coreografía surrealista, mientras el auditorio entero contenía el aliento ante la pantalla. Porque resultaba de lo más emocionante esperar ese momento mágico en el que muchos miles de personas iban a caer fulminadas ante ellos, por toda la ciudad del Evento, abrasándose en un ataque terrorista que todavía no estaba del todo ensayado en una gran urbe. Y siempre sin olvidar que lo que se había hecho en Wuhan años antes no era exactamente el tipo de ataque que ahora esperaban con tantas ansias, aunque pronto comprobarían que había muchísimos puntos en común con ese exitoso experimento chino. Sin ir más lejos, la amenazadora presencia en Madrid de esos mismos dispositivos de radiación que masacraron Wuhan bajo el pretexto de un virus peligrosísimo. Y todo el mundo que vivió aquello recordaba con precisión las imágenes de esos cuerpos diseminados por las calles chinas, supuestas víctimas del covid, cuando en realidad esos cadáveres no eran sino el resultado de auténticos cañonazos de radiación concentrada. Pero nadie hizo autopsias para comprobar nada.
Señoras y señores: el “Evento Madrid” acaba de dar comienzo.
En efecto, el botón de Pandora había sido activado y esperaron. Esperaron todos juntos, en expectante silencio, durante largos minutos. Gente que no estaba acostumbrada a esperar mucho nunca, sí, pero al final alguien comprendió que algo había salido mal: las imágenes de las cámaras instaladas en Madrid, con el escenario principal situado en la Puerta del Sol, mostraban una absoluta normalidad en todos los aspectos. En la pantalla se podía ver gente paseando como siempre y algunos trabajadores que realizaban diferentes tareas y, también, algunos servicios mantenimiento urbano: precisamente en torno a los acumuladores de calor radioactivo que esos operarios estaban ayudando a disimular, sin saberlo, en el verdadero epicentro del Evento. Una Puerta del Sol cuyas calles adyacentes partían como rayos de esa plaza y de donde partirían también, en breves instantes, los verdaderos rayos de esos falsos soles artificiales. Esos acumuladores de calor asesino que se habían distribuido por diferentes puntos estratégicos, por toda la capital de España, en espera de que los amos del mundo diesen comienzo al Evento Madrid. Pero resultaba claro que algo les había salido mal a estos mandamases, tal y como comunicaron enseguida a esos colaboradores, reunidos para la ocasión en tan inmensa sala de cine:
Parece que estamos experimentando algún fallo técnico en estos momentos. De todas formas, mientras lo resolvemos, no estaría de más acercar a los responsables políticos directos del Evento al Evento en sí.
Y sin más dilación entraron en la sala los típicos hombres de negro y se llevaron, sin muchas explicaciones, a Pablo Capillas e Isabel Reinosa, quienes intentaron sin éxito obtener algún tipo de explicación de por qué los sacaban de la sala y se los llevaban aparte. ¿Qué estaba pasando? En esos momentos, la concurrencia pudo ver con asombro cómo una segunda pantalla lateral mostraba imágenes de un helicóptero a punto de despegar: aspas y motor que podían igual escuchar desde allí por la cercanía.
¿A dónde se los llevan?
Era la pregunta que se repetía sin cesar en el auditorio, pero nadie parecía tener una respuesta coherente. Sin duda que los seres superiores tenían alguna su sorpresa reservada para ellos, pero allí nadie contaba con ninguna información. ¿Sería una especie de castigo? ¿Tal vez una enésima prueba de lealtad o rito de iniciación para esos dos? Más de uno se acordaría de la escena de Scarface con el helicóptero, sin duda que una muerte mucho más piadosa que la que ya aguardaba a esas masas madrileñas. Porque del destino de esos pobres idiotas no había ninguna duda: serían convertidos en abono más pronto que tarde, eso estaba claro, cuando los amos de la partida no solían dar puntada sin hilo. Pero la pregunta era otra, por supuesto: ¿qué iba a pasar con Pablo e Isabel?
Tal vez los jefes quieran hacer ejemplo con ellos, por haber cometido alguna traición o haber sido indiscretos, especulaban algunos. O quizás quieran sacrificarlos junto a la masa, por qué no, aunque sea con una falsa muerte y exilio a “la Isla de los Zombies”.
Esto proponían otros, pues, ¿qué mejor manera de justificarle a la masa semejante masacre como se les viene encima?
Si los capitanes mueren junto a la tropa, aunque sólo sea en apariencia, esos inferiores siempre van a aceptar mejor lo que les pase.
Al cabo de un rato, sin embargo, los dos protagonistas del acto volvían a aparecer en escena, en la pantalla, esta vez mientras se adentraban en una especie de búnker nuclear situado en medio de ninguna parte. Una dehesa que podría estar en cualquier parte del Centro y Sur de España. Y los espectadores remotos del Evento fueron recibiendo la misma información con la que Pablo Capillas e Isabel eran nutridos, en el camino hacia su destino, aunque tampoco era gran cosa lo que les transmitían. Pero si algo estaba claro era que esos dos se encontraban ahora muy próximos al epicentro del Evento, apenas a las afueras de una capital que pronto sufriría el mayor desastre de su Historia. De hecho, una panorámica diferente del lugar mostraba los rascacielos de la zona del Bernabéu muy cercanos. Demasiado cercanos.
Ahora veremos la eficacia y precisión de nuestra tecnología, puesto que estos dos hermanes van a situarse muy cerca del epicentro del “Evento Madrid”.
Los dos afectados viajaban ahora por una galería que parecía una especie de mina antigua y no tardaron en llegar a un sitio todavía más surrealista. Un centro de operaciones mucho más sofisticado que lo que aparece en las películas de armagedón nuclear y que se mostraba como una sala enorme, llena de pantallas y botoneras, en la cual se sentaron juntos esos dos representantes políticos. Siempre falsos protagonistas de una historia en la que en verdad mandaban otros, pero servían de actores de primera hasta el final.
¿De verdad pensabais que dándole a un botoncito, como en la película de dibujos animados, se iba a solucionar todo? ¡Por favor!
Parecía increíble. Los jefes de todos ellos estaban a punto de sacrificar como a cucarachas a miles de personas inocentes y todavía tenía más ganas que nunca de hacer unos chistes que, sin embargo, podían permitirse perfectamente. Porque eran literalmente cucarachas lo que estaban por fumigar y, de hecho, toda la concurrencia y hasta el mismo Pablo rieron con ganas. Y la misma Isabel se sonrió, siempre en su papel de muñeca de porcelana complaciente. Falsamente femenina.
Aquí tenéis vuestras llaves de autorización, las cuales iniciarán los códigos para la destrucción de la plaga.
Los dos interesados recibieron sendas llaves con colgante, como en las películas de guerra nuclear, y se sentaron la una junto al otro.
Hace mucho tiempo que jurasteis mantener la humanidad por debajo de los 500 millones en perfecta armonía con el Planeta. Os lo preguntamos por última vez: ¿estáis dispuestos a mantener vuestro juramento?
Lo estamos, respondieron, con la misma frialdad con la que operadores de misiles balísticos iniciarían el proceso de lanzamiento desde un silo. Y, entonces, llegó la orden, por fin, por boca de la gran mensajera del cambio climático en los últimos tiempos: Greta. Una famosa joven transgénero que impartió la orden final a los otros dos, como si fuera la auténtica Pandora de la cajita, para dar inmediato comienzo al horno insoportable. Esa red de soles artificiales, de funcionamiento similar a un microondas, que empezarían a aturdir a las víctimas en medio de una horrible agonía: efectos visibles del aumento de temperatura que no se hicieron esperar y así es que la gente en la calle empezó a revolverse, primero, en súbita estampida hacia las zonas de sombra, para después empezar a introducirse en masa en los comercios y portales. En cualquier posible refugio frente a esa inesperada ola de calor. Y la verdad es que actuaban como un hormiguero al que alguien le ha dado una patada o, mejor dicho, sobre el que alguien ha puesto una lupa para aumentar los efectos de la radiación solar.
¡Que se quemen, gritaba Greta, con los ojos casi fuera de sus cuencas! ¡Que se quemen de una vez esos hijos de puta! ¿A mí qué me importa? ¡Se lo merecen!
Y el progresista Vicepresidente del Gobierno, sentado a la derecha de la Presidenta de Madrid, contribuía al escarnio de los sufrientes con las más alucinantes perlas:
¡Si son tan capitalistas y tanto les gusta consumir y presumir de su libertad, joder, pues que hubieran invertido más en aire acondicionado! ¡En aire acondicionado sostenible, cabrones, por supuesto que sí!
Los asistentes contemplaban asombrados el efecto terrible de la devastación. Complacientes con la desgracia ajena igual que el propio Shiva, deidad hindú de múltiples brazos y gran poder destructor, cuya imagen siniestra reinaba en esa masiva sala de cine.
Parece que en Madrid empieza a subir la temperatura, pero nosotros ya les habíamos avisado, explicó la voz del narrador. Les advertimos de que estábamos viviendo una verdadera Emergencia Climática de Código Rojo y ni puto caso, ¿no es cierto? Pues ahora toca joderse.
Así era: los que habían podido huir de Madrid en esas fechas, por conservar algún poder adquisitivo dentro de la masa, habían huido a tiempo de esos días que se adivinaban terribles, pero esa oleada de calor tan extremo no era esperada por nadie. El aire se había vuelto irrespirable, de pronto, por efecto de los radiadores colocados por doquier. Y fue entonces que muchos de esos pobres ciudadanos se darían cuenta, al intentar escapar de un sol inocente, de que las fuentes públicas estaban tan secas como su garganta, pero es que el agua en general había sido cortada. El fluido eléctrico que alimentaba los sistemas de refrigeración. ¿Cómo imaginar el efecto combinado del aumento artificial de la temperatura, hasta los 50 y más grados centígrados, mientras ventiladores y el propio agua dejaban de funcionar? Y la pesadilla sólo acababa de dar comienzo.
Ahora viene cuando la matan, dijo alguien, de entre el auditorio, que ahora sí se encontraba informado en tiempo real de lo que estaba por suceder: los cañonazos de radiación concentrada que iban a ser irradiados, como si de francotiradores se tratase, desde los dispositivos situados en las antenas de telefonía móvil. Y fue entonces cuando comenzó el verdadero terror y griterío, pues la gente empezó a desfallecer por todas partes, víctimas de otro enemigo silencioso y más mortal que el mismo calor.
¿Qué tal se siente el microondas, hijos de puta? ¡Tomad 5G y tomad cemento, ya que tanto os gusta pasear! ¡Éste será el último carbono que vuestros cuerpos de mierda van a emitir jamás!
Así gritaba el Alcalde de Madrid, al que todo el mundo conocía como Carapolla. Un bajito y simpático funcionario de toda la vida al que el PSOE había hecho popular, entre las masas contrarias al progresismo, en los años gloriosos del Presidente más odiado de todos los tiempos y cuyo respectivo alias era Antonio.
¡Tomad un recuerdo de “Carapolla”, cabrones! Os hace gracia mi cara, ¿verdad? ¡Pues ahora comedme la polla!
Lo que no sabían estos personajes menores, seleccionados como verdaderos actores y administradores fatuos de las provincias, era que sus insultos y maldiciones eran reproducidos por altavoz, en tiempo real, por todas las calles de la ciudad atacada. Otra broma de mal gusto que los complotados celebraron, a carcajada limpia, haciendo retumbar el satánico auditorio.
¡Comedme la polla, repetían ellos, tronchándose de risa frente a esas pantallas! ¡Y lo dice el “Carapolla”, ya ves! ¡Pero, mira, mira, los profanos también lo están escuchando!
¿Quién iba a creer los posteriores testimonios de los supervivientes que reportasen haber oído esas voces? ¡Lógicamente, tales vivencias serían interpretadas como alucinaciones producidas por el calor y la sed extremos! Aquello era el colmo del surrealismo, sí, pero al final no iban a quedar muchas pruebas de este delirio enésimo, pues la mayoría de teléfonos móviles habían dejado de funcionar para entonces y hasta estallaban por puro sobrecalentamiento. De todos modos, casi nadie iba a preocuparse de registrar nada en esos momentos, era lógico, puesto que estaban demasiado ocupados sufriendo y muriendo por los rincones. Aglomerados en zonas de sombra sin saber que no era el sol lo que estaba actuando y que los dispositivos de calor artificial y radiación concentrada se encontraban distribuidos por muchos registros de mantenimiento y otros escondites. O incluso situados en lo alto, en el caso de los cañones de radiación, muy poco disimulados entre el aparataje de las antenas de telefonía. Como hicieron en su día en el «Evento Wuhan».
Esto es culpa de Putin, clamó alguien, en inglés, pero con un claro acento eslavo. Ni más ni menos que el ministro ruso de Exteriores, parecía mentira, pero es que allí estaba lo mejor de cada casa y de todos los países posibles. Todos unidos en aplastar de una vez a esa condenada plaga de seres humanos con la que no querían compartir el Planeta. No en números tan enormes. Pero esos números empezaban ya a bajar, a marchas forzadas, al menos, en la cocida capital española, conforme los desmayados para siempre iban regando el suelo de hormigón y asfalto. La hierba de los parques donde tantos de ellos buscaron refugio a última hora. Y para hacer el espectáculo más grande y que todo el mundo viera lo ocurrido, por culpa de las emisiones de carbono y la contaminación, algunas columnas de humo empezaron a elevarse hacia el cielo impenitente: en la mayoría de los casos, cómo no, tan preparadas como todo lo demás, pues era muy importante ese impactante efecto visual de destrucción climática.
Fíjate: parece una auténtica guerra, comentaban los complotados. Verdaderos expertos en desgracias que a menudo organizaban ellos mismos, con las guerras como principal fuente de destrucción y sometimiento de los pueblos, pero ahora era otro tipo de combate el que gestionaban.
El propio Pablo se vio algo tocado en su psicópata corazón al contemplar, en las pantallas del centro de control, las imágenes de su arrasado barrio de Vallecas. Un infierno de coches abandonados y cadáveres por todas partes, igual que pasaba en otros escenarios de este infierno, pues los desmayados ciudadanos seguían amontonándose en cada calle de la ciudad. Asfixiados de calor y rematados por los fulminantes golpes de radiación que les llegaban por todas partes, desde las antenas, aumentados por móviles que ellos mismos portaban y vacunas que también ellos mismos se inyectaron. Clamando y maldiciendo a un cielo que era inocente de sus desdichas, aunque ellos no lo supieran, puesto que la muerte provenía de la misma tierra en la que caían sus caídos y deshidratados cuerpos. Madrid entero agonizaba y el mundo contemplaba atónito el espectáculo, retransmitido con los filtros del Poder por todo el mundo:
Nos llegan algunas noticias alarmantes desde Madrid, en España: al parecer, la Emergencia Climática está siendo peor de lo que se esperaba y ha habido muchos muertos y heridos. Nuestras informaciones están pendientes de confirmación, pero se habla de cientos y hasta de miles de personas que habrían desfallecido, en plena calle, a causa de la excesiva radiación solar.
Pero los primeros en poder verlo y hasta recorrer físicamente el escenario de la masacre, una vez que los jefazos pararon de fumigar, fueron los remotos asistentes al espectáculo, pues se fletaron autobuses desde el lugar de la emisión en directo para poder visitar el escenario de la masacre. Un viaje organizado al que se volverían a unir Isabel y Pablo, los representantes políticos locales que habían dado simbólico inicio a esta destrucción. Esta devastación climática de la que no dejaban de culpar a las propias víctimas, como de costumbre. Y lo seguirían haciendo durante todos los años venideros hasta el fin de los tiempos.
Contemplen los efectos de la irresponsabilidad humana, se escuchaba, por la megafonía del autobús en el que el propio Pablo viajaba, tan campante, mientras en las noticias comentaban bulos de su falsa hospitalización. Pero él se encontraba sano y salvo en un vehículo ultramoderno y bien escoltado, con una abundante seguridad, por si acaso se producía algún conato de vendetta zombie por parte de algunos más despiertos supervivientes. Pero todos ellos se encontraban demasiado ocupados siendo atendidos por las emergencias, como podían comprobar los complotados, que supervisaban el campo de batalla madrileño desde el otro lado de los cristales tintados del autobús. Un escenario de pesadilla kafkiana en el que varios miles de personas habían muerto en un instante, como cucarachas dentro de un microondas, del cual se puede subir a voluntad la intensidad o el tiempo de cocción. En realidad, todo el ataque había durado unos pocos minutos que, a los afectados, debieron parecerles una auténtica eternidad.
En estos momentos, Madrid vive un escenario de pesadilla del que cuesta despertar, pero como Alcalde de esta ciudad os quiero decir que saldremos de ésta más fuertes. La Comunidad de Madrid, la nación entera y la Unión Europea, entre otros organismos e instituciones, no van a dejar solas a las víctimas en un momento tan atroz como el que estamos padeciendo. Lo único que puedo deciros hasta estar de nuevo entre vosotros es que siento mucho lo ocurrido y que no se volverá a repetir. #FuerzaMadrid.
Esto comentaba el propio Alcalde, alias Carapolla, en una emisión en directo desde la localización en que se encontraba, en plenas vacaciones de verano, pero dispuesto a volver cuanto antes y coger el toro por los cuernos. Y entre mentira y mentira exageraba las cifras de muertos, para aumentar el pánico de lo vivido y engordar el fondo de ayudas a las familias y empresas afectadas. Fondo que, por supuesto, sería repartido entre los verdaderos causantes de la masacre, que poco tenía que ver con el sol o el CO2. Y las mentiras no terminaban ahí ni mucho menos, pues radio y televisión vomitaban por todas partes supuestas noticias en directo que eran tan falsas como ellos mismos:
El pronóstico del Vicepresidente del Gobierno, Pablo Capillas, así como de la Presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Reinosa, sigue siendo reservado a esta hora: ambos continúan ingresados y su estado actual, según nos informan nuestras fuentes, es bastante grave.
Y el pueblo se hacía eco de estas mentiras lacrimógenas, como de costumbre, dando por hecho que si lo decía la tele o la prensa era verdad. No había lugar para la mentira o el invento total en semejantes noticias tan importantes, claro, puesto que la plebe consideraba a los medios como verdaderos profetas y a esas marionetas como estadistas.
¡Pobre Isabel! Dicen que está con un pie en el estribo, comentaban, más preocupados por la evolución de sus genocidas sátrapas que por sus cocidos amigos y familiares. El que se tendría que morir es el otro, ese cabrón del “Coletas”, añadían, en su impotencia, como si ellos también pudieran decidir el destino y quién vive o quién muere. Todo ello mientras el Presidente más odiado de la Historia de España, alias Antonio, les daba el parte de guerra y hasta el pésame colectivo:
Seguimos con preocupación la evolución de nuestros amigos y familiares supervivientes, como son Pablo e Isabel, y deseamos que se recuperen cuanto antes. Y trabajamos desde ya en poner soluciones a la grave Crisis Climática que sufrimos. En hacer de nuestra capital y de todo el país un lugar más seguro para todas y todos. En este sentido, construiremos de inmediato más zonas verdes en torno a las grandes urbes y mejoraremos nuestros sistemas de detección de las olas de calor y otros efectos terribles del Cambio Climático. Y también iniciaremos de inmediato un plan de reconstrucción en Madrid que será financiado al 100% con bonos de deuda perpetuos. Pero lo más importante ahora es decir que nuestros corazones están con los heridos que están siendo atendidos en los hospitales y que nunca olvidaremos a nuestros muertos. A las víctimas del Cambio Climático que estamos viviendo en todo el mundo. En definitiva, queridos amigos y amigas, quiero deciros a todes que juntos seremos más fuertes: #FuerzaMadrid.
Pero las desgracias nunca vienen solas y tras la masacre y la devastación vino una tercera plaga: la anarquía. En cuanto el calor remitió un poco, aprovechando la emergencia total que se vivía en toda la ciudad, con muertos y gente desvanecida por todas partes, una parte de los supervivientes aprovechó el río revuelto para su ganancia de pescadores. Y se lanzaron como alimañas que eran a saquear cuanto pillaban a su paso. Incluso las carteras y móviles o las mochilas completas de los turistas eran arrebatadas, de los propios cadáveres o de las personas que se encontraban inconscientes tras el ataque. Y los testigos del Poder que recorrían la ciudad, en autobuses de cristales tintados, o a través de drones que cotilleaban por ahí, no tardaron en presenciar hasta abusos sexuales y cosas peores. Pero no hacía falta que los conjurados pisaran la acera ni que confiaran en las imágenes de helicópteros o drones, ya que habían instalado cámaras por toda la ciudad y no precisamente para dar más seguridad a esa masa, a la que odiaban y contra la cual se habían conjurado: si instalaban esos ojos por todas partes era para tenerles controlados y nada más.
¿Lo veis? ¿Veis que son basura y no dejan pasar cualquier oportunidad para demostrarlo? Éstos son los que luego se gastan tanta autoridad a la hora de juzgarnos a nosotros, pero para eso estamos aquí. Para impartir justicia.
Tampoco tardarían ellos mismos en llevarse lo que era suyo: los dispositivos de calor artificial y radiación concentrada que empleados de confianza se apresuraron en retirar de todas partes. El Evento Madrid había sido todo un éxito y no era plan dejar que los conspiranoicos de siempre empezasen a enredar y hacer sus vídeos, aunque de poco les iba a servir, puesto que eran los mismos asesinos quienes ejercían de juez y parte. Quienes controlaban los medios de comunicación y redes sociales por las que la masa intentaba a duras penas a sacar la cabeza. Un vano intento condenado a fracasar al verse enterrado, sobre todo, por la oportuna cobertura de politiquería que los de arriba ya estaban iniciando.
Siempre que pasa algo en Madrid, el Gobierno central del PSOE nos deja tirados, decía Isabel Reinosa, en retransmisión en directo desde el hospital. Y, por si fuera poco lo que hemos vivido, nos echan la culpa de todo a los madrileños: parece que aquí sólo tenemos derecho a pagar la cuenta, incluso con muertos, y luego no podemos ni alzar la voz cuando las cosas no se hacen bien a nivel nacional. Es ya una costumbre demasiado recurrente, terminó de decir, en un sollozo ahogado que terminó siendo un mar de lágrimas. #FuerzaMadrid.
A casi nadie se le ocurriría, al asistir a semejante escena lacrimógena, que estaban ante la misma psicópata que estuvo a los mandos del desastre provocado del que ahora se lamentaba. Era imposible pensar que incluso llegó a celebrarlo con palmas al ritmo de Queen, en un tema escogido a propósito, mientras un madrileño o turista tras otro mordían el polvo. Pobres diablos fulminados por el rayo de radiación concentrada mientras ellos, los siervos del verdadero Poder y sus cómplices, reían a carcajadas en esa inolvidable sesión cinematográfica:
Another one bites the dust!
Y el Presidente socialista del país, de signo contrario, no le iba a la zaga a la estilosa Presidenta. Incluso con cierta dosis de cachondeo chulesco, tan propio de él.
A mí me resulta incomprensible cómo el Partido Popular y la ultraderecha en general siempre se agarran a cualquier catástrofe que suceda, incluso en los propios ayuntamientos y comunidades que gobiernan, para tirar piedras al contrario y hacer política con lo que ya es inconcebible. Pero yo estoy seguro de que la gran mayoría de los ciudadanos va a entender que son ellos quienes tienen que responder por algunos detalles incomprensibles, en plena ola de calor, como el hecho de que las fuentes en los espacios públicos dejasen de funcionar. O que fallase la red de suministro eléctrico. Y son recursos que dependen de las autoridades municipales y regionales, ¿no es cierto? Por lo tanto, por favor, que dejen de buscar responsabilidades de otros donde sólo pueden encontrar la suya propia. Se lo pido en el nombre de tantísimas víctimas y sus familias, que por supuesto que no se merecen estas polémicas absurdas.
Pero lo más curioso era contemplar cómo la plebe se enfrentaba en la calle, por todas partes, y hasta en el seno de las propias familias y grupos de amigos, divididos entre los telecreyentes del Sistema y los escépticos a los que se tildaba de paranoicos:
¿Es que no sabéis que ese tipo de ola de calor es imposible que se pueda producir? ¿Qué ha salido tan mal para que justo se haya formado un agujero tan grande en la capa de ozono sobre Madrid? Y esas imágenes de operarios que retiraban los dispositivos de 5G de las azoteas, ¿es que no os dais cuenta?
¡Qué sorpresa! Para vosotros, los negacionistas, todo es falso. Hasta los muertos que todos hemos visto en la tele. ¡Cómo se nota que no tenías a nadie en Madrid, gracioso, porque mi tía estaba allí y me ha dicho que lo pasó fatal!
Esto ocurrió hacía algunos años. Desde entonces, como pasó con el terrorismo y ese espíritu mundial creado con el 11S, la gente se tomaba mucho más en serio sus cada vez más tajantes advertencias sobre los peligros del Cambio Climático. Una amenaza real que muchos ingenuos no supieron ver de cara a un futuro próximo, con nuevos eventos de este tipo, tal y como quedaba claro en las palabras del Presidente de España:Madrid ha vivido UNA DE LAS PRIMERAS emergencias climáticas realmente catastróficas de la Historia. Y la primera producida por una ola de calor tan mortífera. Lo único que nos queda ahora mismo es reflexionar de cara al futuro y cambiar, todes juntes, por el bien del Planeta y de toda la Humanidad.