España fue uno de los primeros países del mundo en tener trenes, convirtiéndose desde el principio en un gran medio de transporte y en un negocio de proporciones nunca antes vistas fuera del mar en cuanto a movimiento de pasajeros y mercancías. Cargamentos muy valiosos y personas de gran fortuna viajaban en estos primeros medios de transporte terrestre que no dependían de animales y que tenían un horario más o menos establecido, lo que no podía asegurar tanto la diligencia que se había usado hasta ese momento.
Esto atrajo desde el principio la atención de los bandoleros, tan numerosos en España como podían serlo en el antiguo Oeste salvaje de Norteamérica. Desde un principio, feroces bandas de delincuentes armados atacaron los trenes de diversas maneras para apoderarse de botines increíbles para la época. En muchos de estos asaltos a los trenes antiguos en España se produjeron muertos y heridos graves, coincidiendo con el auge de las armas de fuego por todas partes.
Guía de misterios en Santander y Madrid
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Intentos de descarrilamiento y pánico entre los viajeros de los trenes en el siglo XIX
En una de las noticias de principios del siglo XX se ve cómo los bandidos están intentando descarrilar un tren para poder acceder a las riquezas de los pasajeros y la mercancía. Realmente no les importaba que se pudiera matar la gente al volcar un tren en marcha, pero es que tampoco les importaba usar la violencia más feroz contra cualquiera que se pusiera por delante en sus planes. En esta ocasión, los bandoleros habían puesto piedras en la vía que afortunadamente fueron detectadas por los trabajadores del ferrocarril y quitadas a tiempo. Los autores del intento de asalto a ese tren no fueron localizados ni identificados.
También por esos días se pedía a la Dirección de la Guardia Civil que tomase cartas en un asunto lamentable. Entre Ávila y Medina del Campo parecía haber una ladrones perfectamente organizada y capaz de atacar a los trenes, con varios intentos de diverso resultado en su haber.
En otra ocasión, ocurrió que un pequeño desperfecto que en el tren en Alicante despertó las suspicacias de los viajeros, que se arrojaron de los vagones por miedo a que fuera un asalto de bandidos. La confusión debió ser bastante grande, ya que sabemos que la Guardia Civil tuvo que hacer varios disparos al aire.
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Asalto a un tren en la Guerra de Cuba
En los últimos momentos de la guerra de Cuba se dio un hecho curioso en la línea de tren entre Regla y Guayanabacoa. Resulta que hubo un descarrilamiento, que produjo muertos entre la propia dotación del tren y el lógico susto entre todos los que viajaban en él. Pero el susto fue todavía mayor cuando aparecieron partidas armadas de rebeldes independentistas cubanos, que se metieron en el tren para desvalijarlo a conciencia y llevarse luego secuestrada a una parte del pasaje. Se trataba de miembros del Ejército Español en la isla que, de forma inexplicable, viajaban sin armas en el tren. Uno de ellos consiguió evadirse de ser capturado al esconderse en la carbonera de la locomotora, pero el resto fueron conducidos por el campo hasta la presencia del cónsul yanqui en la zona. Allí obligaron a los españoles a firmar una declaración en la que aseguraban que no habían sido maltratados por las fuerzas independentistas. Tampoco el jefe de ellos, un tal Aranguren, les obligó a corear un viva Cuba libre, sino que reconoció que esos soldados peninsulares sólo responderían a un viva España, como así hicieron en el acto. También se registra la muerte de un miembro del pasaje del tren, describiéndolo como un negro y se relata, inclusive, que otro negro que quedó herido era bombero. También quedó herido un cabo de Caballería de Alfonso XIII. Un capitán de guardias municipales de La Habana, Antonio Fernández, intentó hacer uso de su revólver, siendo uno de los pocos uniformados a bordo del tren asaltado que llevaba algún arma encima, pero uno de los insurrectos le convenció de que no lo hiciera al apuntarlo con su rifle.
El otro asalto al Expreso de Andalucía, en 1872
Hubo un famoso asalto al Expreso de Andalucía que se dio en 1924 y que ha sido objeto de mucho seguimiento de la prensa y hasta de películas. Pero más de 50 años antes se dio un asalto a un tren correo todavía más espectacular y digno de una película del Salvaje Oeste española. Fue una noticia que conmovió a toda España, donde empezábamos a estar familiarizados con estas primeras muestras del crimen organizado que eran los bandoleros:
Entre Valdepeñas y Manzanares ha sido asaltado un tren correo por una partida que algunos hacen subir a 50 hombres, que se llevaron sobra 40.000 duros después de herir a los guardias civiles y viajeros que opusieron resistencia a los malhechores.
En el convulso año de 1872, bajo el reinado de Amadeo I, España se encontraba inmersa en una crisis política de proporciones críticas. Los partidos monárquicos, el Constitucional y el Radical, enfrascados en una lucha por el poder, exacerbaban las tensiones, mientras los republicanos y carlistas tramaban abiertamente la caída de la monarquía. Las elecciones generales de abril de ese año sólo avivaron las llamas de la discordia, llevando al gobierno a concentrar la Guardia Civil en las capitales provinciales como medida preventiva ante posibles levantamientos armados. Esta decisión, lejos de calmar las aguas, dejó vastas regiones del país a merced de los bandoleros, agravando aún más la ya precaria situación de orden público.
En las siguientes fotos vemos dos bandoleros del siglo XIX, abatidos por la Guardia Civil en el campo, y a un más reciente bandido del siglo XXI con una tumba muy curiosa en Pinos Puente (Granada). Unos se dedicaban a asaltar trenes y este otro, por el cambio de los tiempos, a robar camiones. Unos atracaban a caballo y el más reciente, representado en su propia tumba con gran realismo, desvalijaba camiones antes de huir en un potente Audi.
En las fotos siguientes, del asalto al Expreso de Andalucía de 1924, vemos otro tipo de ladrones de trenes, menos del extinto estilo de los bandoleros del asalto al tren en Manzanares en 1872. Los dos primeros, dos verdaderos señoritos, mientras que el tercero era un tipo más violento, pero más integrado en el paisanaje urbano de Madrid que los bandidos del siglo XIX.
Atraco al tren correo en Manzanares en 1872
Sin embargo, el suceso que más destacó en medio de este turbulento panorama fue el espectacular atraco al tren correo en Manzanares, el 31 de marzo de 1872. A las nueve de la noche del sábado 30, una partida de unos veinticinco bandoleros, armados con trabucos y fusiles, tomó por asalto a los guardias del paso a nivel en la venta de Consolación, entre Manzanares y Valdepeñas. Tras forzar a los guardas a desmontar los raíles y obstruir la vía, esperaron el paso del tren.
Alrededor de la medianoche, el tren correo procedente de Andalucía se acercaba. Los bandoleros, al intentar detenerlo, desencadenaron el caos: el tren descarriló y comenzaron los disparos. Dos guardias civiles y un teniente del Ejército, pasajeros del convoy, mostraron un valor excepcional, enfrentándose allí mismo a los asaltantes. Sin embargo, el teniente resultó herido en el hombro mientras que otro guardia fue gravemente lesionado en un ojo por los disparos. En medio de la confusión, algunos pasajeros intentaron huir, pero fueron obligados a regresar a los vagones bajo amenazas de los bandidos. Uno de ellos, un actor cómico, recibió un disparo mortal cuando dudó en obedecer las órdenes de los asaltantes. En la prensa, el líder de los bandidos fue descrito con una extraña mezcla de cortesía y gravedad, lo que reflejaba la sorprendente calma que mostraba en medio del caos que había desatado.
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La comunicación telegráfica entre Manzanares y Ciudad Real fue interrumpida por los bandidos
Una vez que cesó la resistencia, los bandoleros procuraron instaurar cierto orden en medio del caos, asegurando a los pasajeros que no corrían peligro de perder la vida, ya que su único interés era el botín. Los pasajeros, refugiados en los vagones en un silencio tembloroso, aguardaban con angustia el momento de ser despojados, pero los ladrones dirigieron su atención al vagón de equipajes. Tras una hora de tensa espera, escucharon el grito de «¡fuera!» seguido de un silbido. Los más osados que se asomaron vieron cómo los bandidos, a pie y a caballo, se alejaban con su botín.Según los relatos de los testigos, los bandidos inicialmente parecieron dirigirse hacia el sur, en dirección a Sierra Morena, pero probablemente fue un intento de despistar a las autoridades. Pronto desviaron su ruta hacia la sierra de Siles, en dirección noroeste. Esa misma noche, la comunicación telegráfica entre Manzanares y Ciudad Real fue interrumpida, posiblemente por los propios bandidos, para evitar que la noticia del atraco llegara a la capital y frustrar cualquier intento de persecución por parte de las autoridades. Se especula que su destino final pudo ser los montes de Toledo, refugio habitual de bandoleros.
Las estimaciones del botín varían: mientras que algunos periódicos mencionan cifras de 40.000 o 50.000 reales, otros elevan la cantidad hasta 125.000 o 200.000 pesetas, además de la recaudación de la compañía ferroviaria que ascendía en seis cajas con destino a Madrid. La noticia del asalto llegó a Manzanares alrededor de las tres de la madrugada, y se desató una frenética actividad para capturar a los delincuentes. La Guardia Civil, bajo la dirección del jefe local, emprendió la persecución con todos sus efectivos, mientras el alcalde informaba al gobernador civil y la compañía ferroviaria organizaba un tren de socorro. A su llegada al lugar del asalto, el médico, el ingeniero y el juez de Manzanares prestaron asistencia a los heridos, aunque lamentablemente el actor falleció a causa de sus heridas, y el guardia civil herido probablemente perdió un ojo. El resto de pasajeros y su equipaje fueron trasladados en el tren de socorro y llegaron a Madrid alrededor de las dos de la tarde, donde sus familias los esperaban ansiosas en la estación. La Guardia Civil siguió la pista de los bandidos hasta la sierra de Siles y más tarde hasta Bolaños de Calatrava. A lo largo del camino encontraron evidencias, como monedas de cobre, pelucas y cajas de caudales entre cenizas aún humeantes. A pesar de sus esfuerzos, no lograron capturar a los delincuentes, quienes hábilmente se perdieron en la densa vegetación del monte. Aunque se detuvo a varias personas en relación con el asalto, no se encontraron pruebas suficientes y fueron liberadas en enero de 1873, sugiriendo que la presión mediática pudo haber influido en arrestos apresurados sin base sólida para la condena.
Si los pieles rojas supieran la facilidad con la que en el centro de España ha podido cometerse un atropello tan vandálico
El impacto y la indignación desatados por los eventos ocurridos en Manzanares se extendieron por toda la sociedad, y la prensa no tardó en reflejar duras críticas. Incluso en medios monárquicos moderados, como El Imparcial, se establecieron comparaciones impactantes, equiparando los asaltos con los perpetrados por indígenas en el Oeste americano:
“Si los pieles rojas supieran la facilidad con la que en el centro de España ha podido cometerse un atropello tan vandálico, seguros estamos de que en vez de intentar poner obstáculos a la marcha civilizadora de los norteamericanos, asaltando a los trenes del ferrocarril del Pacífico, se hubieran venido a esta tierra, donde sus feroces instintos no tenían que temer el rifle de los yankes.”
En la imagen, un contemporáneo del asalto al tren en Manzanares: Billy el Niño.
Una crítica generalizada apuntaba a la decisión del gobierno de concentrar a la Guardia Civil en las capitales durante las elecciones de abril, dejando las zonas rurales expuestas a la acción de bandoleros y forajidos. Informes indicaban que el director de la empresa ferroviaria del Mediodía había advertido al gobierno sobre un posible asalto a un tren en la línea de Andalucía. Asimismo, se señalaba que el jefe de la Guardia Civil de Ciudad Real tenía conocimiento de un posible ataque a un tren y había solicitado, sin éxito, permiso para desplegar fuerzas de vigilancia en la línea ferroviaria. En los meses posteriores y hasta el final del periodo conocido como el Sexenio Revolucionario (1868-1874), el deterioro del orden público se intensificó y los asaltos a los trenes se volvieron cada vez más frecuentes, especialmente en La Mancha. La situación llegó a ser tan alarmante que los robos dejaron de ser noticia destacada en la prensa, sumiéndose en una especie de normalidad inquietante.
Los ladrones levantaron los carriles de la vía y obligaron a poner las señales de peligro
Un político de la época, seguramente un diputado en las Cortes, describía el asunto a un periódico (La América) en una carta llena de detalles curiosos:
Dejemos esto y hablemos de otra cosa. Pues habrás de saber que, hace pocos días, unos veinte ladrones asaltaron y robaron nada menos que un tren de no sé cuántos coches de viajeros y mercancías que venía de Andalucía. La cosa pasó entre Valdepeñas y Manzanares, donde ya otra vez se hablan hecho tentativas semejantes. Los ladrones levantaron los carriles de la vía y obligaron a los guardas a poner las señales de peligro para hacer parar el tren. Venia éste a toda velocidad y no fue posible al maquinista detenerle tan pronto. Hubo, pues, descarrilamiento, y una vez fuera de la vía los coches, vieron los viajeros, aun no repuestos del susto, asomar un trabuco por cada ventanilla, lo cual como puedes suponerte debió de contribuir en gran manera a calmar sus nervios, porque si un clavo saca otro clav), un susto debe curar de un susto. Un oficial del ejército y dos guardias civiles saltaron, sin embargo, de los coches donde venían para oponerse al robo con un arrojo digno del ejército español; pero los tres cayeron heridos y un pobre actor, que habiendo bajado también, no obedeció tan pronto la orden de los forajidos para volver al carruaje y recibió heridas tan graves que le ocasionaron la muerte. Varían las versiones acerca del dinero que los ladrones se llevaron: unos dicen que dos mil quinientos duros, otros que veinticinco mil, otros que más. Ellos acudían, en mi concepto, al cebo de una remesa considerable de metálico que habían enviado o trataban de enviar las tesorerías de aquellas provincias. Este hecho escandaloso ha llenado de indignación a todo el mundo. La Guardia civil y la policía se han puesto en movimiento, y un periódico de Valencia ha dicho que la partida ha caído en poder de la justicia, pero hasta ahora no he visto confirmada la noticia de ese periódico, y me temo que este crimen, como otros muchos, quede impune.
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La Guardia civil, en vez de reconcentrarse en las poblaciones. debe estar en los caminos
La Guardia civil, en vez de reconcentrarse en las poblaciones, debe estar en los caminos, cumpliendo la misión que las leyes le tienen encomendada; y se hace absolutamente necesaria la organización de una buena policía que sepa descubrir, perseguir y poner a buen recaudo a los criminales. En estos tiempos se ha desarrollado la criminalidad espantosamente, y se hace cada día más necesario un freno moral y material que contenga a los perversos. Pero mientras los Gobiernos tengan que pensar en su propia seguridad no hay que pedir que piensen con la atención debida en la seguridad de los demás.
Adiós, Cachano amigo; si para el día de la reunión de las Cortes tengo vida y salud, te volveré á escribir, exponiéndote mis impresiones. Creo que el candidato ministerial para la presidencia del Congreso será Ríos Rosas: no sé lo que las oposiciones pensarán, porque no han tratado todavía este punto. Tu afectísimo.
Demófilo.
Era evidente que teníamos un gran problema de inseguridad ciudadana en el siglo XIX
En otro periódico de 1872 se quejaban de un asalto a un tren en Consolación y de otro intento de asalto a otro tren en Madrid, asegurando que los buenos españoles tenían que sentir su cara enrojecer al comprobar la falta de seguridad que se vivía en nuestra patria. Era evidente que teníamos un gran problema de inseguridad ciudadana en el siglo XIX que era en gran parte causado por las tribulaciones políticas de ese tiempo, las cuales hacían que la Guardia Civil y otros cuerpos de Policía se vieran insuficientes y demasiado concentrados en las ciudades.