Por Elena CorHaghe
¿Ya vieron el documental del Papa Francisco en la plataforma Disney+? Pues creo que vale la pena echarle un ojo para recapacitar sobre el mundo en el que vivimos y la visión que el cristianismo tiene de éste. “Amén, Francisco responde” es la reunión de 10 jóvenes, mujeres y hombres de entre 20 y 25 años de edad de diferentes nacionalidades y creencias religiosas, en la que el Papa Francisco conversa y es cuestionado sobre algunos aspectos de interés mundial como son la corrupción dentro de la Iglesia y el abuso a menores, aborto, sexualidad y pornografía.
Si bien aplaudo que el Papa haya tenido la disposición de reunirse con estos jóvenes, sabiendo que tenían toda la intención de interrogarlo sobre cuestiones “delicadas” de la Iglesia, debatir sobre sus decisiones, su participación, sus pensamientos y su moralidad, no puedo más que dejar muy en claro que después de las afirmaciones del papa Francisco, las mujeres tenemos muchísimo por lo que seguir luchando.
Entiendo que el Papa en muchos sentidos ha sido descrito como un “revolucionario” para el mundo católico y de forma personal le agradezco que tome asuntos como la pederastia, la corrupción y los abusos que se viven de forma interna de manera seria y agradezco que valide, mencione y de visibilidad a esta problemática. Sin duda que lo haga de manera abierta ayuda a romper esquemas rígidos y empezar a hacer un cambio real.
Por otro lado, y sin sacar sus palabras de contexto, es impresionante darse cuenta de que “los hombres seguirán siendo hombres”. De manera personal, me dolió escuchar la falta de comprensión al mundo de las mujeres -spoiler- cuando el Papa comparó a una mujer que aborta con un sicario, me dejó claro que al catolicismo le queda mucho por lograr una comprensión armoniosa del mundo femenino y masculino.
Una mujer que aborta lo hace de manera consciente porque no quiere o porque no puede ser madre. Una mujer no nació de manera exclusiva y categórica para ser madre: podemos serlo, claro, tenemos esa capacidad, por supuesto, pero encasillar a una mujer a que ejerza su maternidad de manera obligatoria es un abuso.
La maternidad no es un regalo de “Dios” y lo digo con el amor que le tengo a mis 3 criaturas, encasillar el concepto de mujer como sinónimo de “madre”, es relegarnos a un solo aspecto de la naturaleza femenina y quitarle casi por completo de manera histórica la paternidad activa al varón, la crianza y cuidado de la infancia siempre debería ser compartida con el “padre”. En el presente, la maternidad se vive en una completa soledad, el mundo no está hecho para “maternar” en comunidad. Hoy no. hoy se materna desde la “sobrevivencia”, desde el “espero que esto sea lo mejor” desde el “al fin es de noche y puedo dormir unas horas para descansar”, amamos a nuestras hijas y a nuestros hijos, pero no, nuestro “lugar” no es “sólo” el de la maternidad. La maternidad necesita de un equipo activo para ejercerse de manera sana. Necesitamos que se paterne al mismo nivel que se materna.
Cuando una mujer aborta lo hace porque no tiene una “tribu” que respalde su maternidad, un bebé no se concibe solito o solita, para que exista una fecundación, se necesita tanto óvulo como espermatozoide. ¿Por qué se compara a una madre que aborta con un sicario, pero al padre que abandona se le invisibiliza, al padre que no paga una pensión no se le hace responsable y al padre ausente se le perdona? ¿Por qué se pasa por alto la violencia, el machismo y la misoginia que vivimos las mujeres de manera sistemática?
¿Quieren que el aborto deje de suceder? Dejen de violarnos, dejen de cosificarnos, dejen de encasillarnos en un papel que no nos define en exclusiva. ¿Que el aborto no debería de suceder? ¡Por supuesto! Evitemos el embarazo, pero, ¿cómo? Educando en sexualidad a chicos y chicas. Eduquemos en consentimiento, autonomía corporal, corresponsabilidad, etc.
Que maternidad signifique lo mismo que paternidad, que la carga mental que tiene una madre por llevar cada uno de los aspectos de cada uno de sus hijas e hijos se comparta con el padre. Que las labores de cuidado se dividan entre ambas partes. Tal vez así. Sólo las mujeres que lo elijan de manera consensuada e informada sean quienes se embaracen evitando abortos o criando niños y niñas no deseados e inclusive niñas y niños abandonados por su padre.
Esta misma chica, que lo cuestionó sobre el aborto, le preguntó si el día de mañana pudiera llegar a sentarse una mujer en la silla papal, o si algún día existirán mujeres “sacerdotisas”. NO. La respuesta fue contundente y para mí, sumamente dolorosa; el Papa Francisco le respondió que ese cuestionamiento era una “adhesión machista” de su parte, porque a ella misma “le acomplejaba” que la mujer no pudiera ser sacerdote, fue una bofetada. Tenía más expectativas de la visión del Papa Argentino, de ese Papa al que le he aplaudido que levante la voz, de ese Papa que conocía la realidad de los latinos y que parecía estar más cercano a la realidad de las personas. Pero me quedó claro que esa decepción proviene de la imagen que yo había creado de él y de la necesidad que tenía de que de alguna manera el cambio que necesitamos para lograr la igualdad de oportunidades, de derechos y de “facto” se está promoviendo desde todos los niveles, aunque equivocada.
El Papa recalcó que, para la Iglesia, el tema de la mujer ocupando el sacerdocio tiene un problema de cuestión dogmática en la que se le privaría a la mujer de “la cosa más rica que tiene”, refiriéndose a la maternidad. Pero, ¿no se dan cuenta que no la queremos? No así, por lo menos. ¿No se dan cuenta que quienes queremos la maternidad la queremos de manera armoniosa y equilibrada con nuestras parejas y con una sociedad que valide y que nos abrace en el proceso y que no nos culpe “por habernos embarazado” o que nos haga las únicas responsables de cuanto suceso ocurra con nuestras hijas o nuestros hijos? ¿No sé dan cuenta que queremos más? Queremos los mismos derechos que tienen los hombres, nada espectacular, lo mismo, y que no se nos limite y se nos reduzca a un papel que al día de hoy es desestimado, poco valorizado y sumamente paralizador.
Queremos crecimiento personal, pero sobre todo queremos tener el derecho de elegir nuestra vocación, y que no sea un hombre, o inclusive, una institución regida por hombres, quienes nos digan a las mujeres, ¡cuál es nuestro lugar! ¿No se dan cuenta? Mientras sean los hombres quienes sigan definiendo el “lugar de las mujeres” desde un espacio de completo desconocimiento, falta de empatía y una completa rigidez “patriarcal” los espacios de “toma de decisiones” seguirán siendo regidos por “ellos” y seguiremos invisibilizado nuestros deseos.
Por milenios los “hombres” han decidido por nosotras desde un pedestal, viéndonos hacia abajo y decidiendo sobre lo que “es correcto para nuestros cuerpos y nuestros pensamientos” ¡ya basta! Somos nosotras las que debemos de decir lo correcto para cada una de nosotras, y la maternidad debería ser sólo y sólo si una mujer la desea de manera informada, con un grupo de apoyo, en un entorno de amor en donde no van a dejar sola ni a la madre ni a su bb, ahora, que una mujer elija la maternidad, no quiere decir que haga de ella el centro de su vida, la maternidad es un aspecto de la vida de la mujer que así lo elija, pero no lo es todo, una mujer nunca debería de abandonarse así misma para ejercer su maternidad. ¡Esto no sería necesario si los hombres ejercieran su paternidad de manera ACTIVA, que sean ellos también los encargados de dar medicinas, llevar al pediatra, enseñarles a comer, a ir al baño, hacer tareas, hablar con sus maestras y maestros, estar en los famosísimos “chats de clases”, conocer a los amiguitos, encargarse de los berrinches, educar, educar y seguir educando!
Es muy fácil para el patriarcado “justificar” el “lugar de la mujer” en la maternidad desde el privilegio de nunca haberle “limpiado la caca” a un bebé es lo más bello que una mujer puede hacer”. Ejem. La maternidad no se daría sin la implicación masculina, entonces porque exigimos que “el lugar” de la mujer sea la maternidad, y la paternidad masculina ni la cuestionamos.
“Estar acomplejada” por no ocupar los puestos masculinos es imponerle un adjetivo muy violento a una mujer que simplemente cuestionó porqué las mujeres no podríamos llegar al máximo lugar dentro de la institución. Los líderes masculinos siguen sin ver a la mujer a su mismo nivel y eso es decepciónate en muchísimos niveles.
Que el mismo Papa hubiera declarado el cuestionamiento de la chica del documental, como una “adhesión machista”, porque ELLA se “sentía acomplejada” porque las mujeres no pudiéramos ocupar el puesto más alto en la institución, o inclusive llegar a ser sacerdotisas, por un lado fue una desestimación total. “Eres una acomplejada”: con ese adjetivo desvalorizó por completo su cuestionamiento y lo individualizó. “Detrás de tu afán de promoción estás demostrando, una adhesión machista. Porque te acompleja que la mujer no pueda ser sacerdote. ¿Te das cuenta?” El Papa redujo el sentir de la mitad de la población a una al individualizarlo, ya no es un problema de TODAS, ya no es genérico, es de una. Y al ser de una, es ella la del problema. Es ella la de la “adhesión machista”, tirando de paso por la borda toda la teoría feminista. Porque, vamos a ser bien honestas, ¿nos vamos a comprar que no es mejor ser sacerdote que monja? Que son dos diferentes vocaciones, ok, se las compro, pero, ¿quién tiene más privilegios? ¿Me están diciendo que es más importante ser la “Vicegobernadora al mismo “Papa”? Por favor. Hemos sido sumisas por milenios, pero de pendejas no tenemos ni una gota.
Si soy honesta, mientras escribo esto tengo muchos sentimientos encontrados, desde que vi el documental sentí muchísimo enojo y sabía que tenía que escribir al respecto, pero dentro de este enojo también tengo miedo, porque he vivido lo que es ser juzgada por levantar la voz y decir mi opinión en fuerte. “Atreverse a cuestionar” de manera abierta al mismo Papa da miedo.
¿Tendría el mismo miedo si no fuera mujer? No lo sé, aunque creo que probablemente no, porque la censura es histórica para el mundo de las mujeres, yo lo he vivido a lo largo de toda mi vida. Pero no hay de otra, tenemos que alzar la voz, tenemos que reeducar y deconstruir, tal vez el día de mañana podamos empatizar de manera profunda con quienes viven todos los días problemas reales, que laceran el alma y que crean profundas cicatrices, antes de aplaudirle a quien simplemente es incapaz de reconocerse en “el otro” o en “la otra” porque “con sentir el amor de Dios es suficiente. Lo demás pasa a segundo plano” -ejem-. He ahí el patriarcado.