Extrarradio de Perugia
El follón organizado por los medios iba in crescendo y la Comisaría local de Perugia recibió refuerzos considerables, para ayudarles a manejar la situación. Inclusive un gran contingente de Carabineros, a los que sin embargo se mantuvo fuera de la investigación, con el más lógico cabreo por su parte. Resolver el crimen corría prisa y hasta el último agente disponible fue lanzado a la calle, donde todos los confidentes y sospechosos habituales fueron interrogados, por separado siempre, en busca de cualquier posible pista o confesión. Y la criba no pasó por alto a ninguna etnia minoritaria en la ciudad, sino que se procesó por igual a marroquíes, gitanos, africanos de todas las posibles tribus y, en concreto, a los temibles miembros de la mafia nigeriana, con sus respectivas familias y prostitutas.
Como era de esperar, por su parte, no fueron los últimos en recibir su visita los irreductibles mafiosos albaneses, que por regla general siempre estaban metidos de alguna manera en cualquier fregado. Pero nada parecía explicar, por el momento, a qué clase de tarado se le había ocurrido hacer una burrada semejante y cuáles eran los verdaderos motivos.
¿Qué sabemos de la chica que fue apuñalada en su casa? La estudiante. ¿Has oído algo de eso?
¿Yo? ¡Para nada!
De unas cien personas preguntadas, en el plazo de pocas horas, Canessa recibió un 100% de contestaciones parecidas. Y es que la mera insinuación de que podían tener parte en algo tan grave como el asesinato de una chica inocente, situada fuera del mundo delincuencial, ponía los pelos de punta a cualquiera de esos matones y chorizos.
¿Estás seguro? Ya sabes que cualquier detalle puede ser importante y, si te lo callas, al final podríamos enterarnos y meterte a ti en todo el tema.
Yo no sé nada, señor inspector, pero si me entero de algo se lo diré, solían replicar. Y, en no pocas ocasiones, para dar más respaldo a su docilidad, añadían sus propias garantías tribales:
Palabra de albanés. O palabra de gitano.
Comisaría de Perugia
Todos daban su palabra de sospechosos, pensaba Canessa, como si fueran más creíbles así, pero, ¿a quién le importaba su puñetera palabra de delincuentes habituales? Y, sin embargo, en este caso bien pudieran decir verdad, pues si supieran algo, ¿cómo se lo iban a callar? Si supieran algo interesante, la recompensa por tan valioso dato sería demasiado considerable como para guardárselo para sí mismos, mientras que encubrir a otros sólo les convertiría en más que sospechosos. Y podía llevar a la Policía a acusarlos de cómplices si alguien cercano a ellos hubiera tenido algo que ver. Pero no había pistas que llevaran por un buen camino la investigación y el Comisario estaba más nervioso que nunca.
¿Habéis hablado con todo el mundo? ¡Alguien tiene que saber algo del tema!
Ya hemos hecho una buena batida, respondían sus inspectores. Prácticamente todos nuestros confidentes han sido ya sondeados y nada.
¡Pues habrá que apretarles más las tuercas! ¿No es cierto? Es imposible que nadie pueda dar ninguna pista de nada… ¡Algo que sirva al menos para enderezar una investigación y empezar a darle una solución al tema, joder, porque la prensa nos está laminando!
Tanta urgencia por conocer algún dato fundamental, en ese desierto inicial, contrastaba con el pasotismo generalizado que inspiró el hallazgo de otro reciente cadáver femenino.
Nadie se acordaba de Ludmila.
Y, muy al contrario, en este caso, el revuelo causado por la muerte de la joven estudiante fue como una patada en un avispero y la Policía se vio desbordada por la controversia. Entre otras razones, porque tenían muchas vergüenzas que esconder y los reporteros de todas partes estaban llegando a la zona por cientos. ¿Cómo proteger sus secretos en tales condiciones? Y el Comisario era la persona más agobiada de todos, por su responsabilidad, pero todos los agentes empezaban a notar una creciente presión: los periodistas no debían penetrar bajo ningún concepto en el verdadero meollo criminal de Perugia, que se escondía muy bien detrás del turismo de los monumentos y de toda la movida estudiantil que constituían el verdadero modus vivendi de la ciudad. Y las fuerzas vivas locales empezaban a manifestar su preocupación, pero, ¿qué podían hacer ellos? La Policía estaba pasando por verdaderos problemas para seguir manteniendo aparte esos dos mundos, el del hampa y el de la gente normal, separados por una muralla gótica que no podría contener mucho tiempo toda esa curiosidad.
Tengo al alcalde encima como una mochila, se quejaba el Comisario, que desahogaba su tensión con cualquiera que quisiera escucharle. ¡Me dice que los estudiantes se están yendo en masa, que están dejando sus pisos de alquiler y los vecinos se quejan de la inseguridad! Pero, ¿qué se ha creído éste? ¿Que soy capaz de resolver un crimen en dos tardes? ¡Las cosas llevan su tiempo, joder!
Canessa asintió. La psicosis colectiva se había notado más al principio, al parecer, entre los alumnos británicos, por ser de la misma nacionalidad que la víctima, pero toda la ciudad ya acusaba lo ocurrido como un ataque directo a su principal fuente de ingresos, de la que todos al fin dependían. Y no era justo que lo pagaran con ellos, pobres policías, y mucho menos los políticos, desde el alcalde al Ministro del Interior, que por su parte ejercía también cierta presión. Lo que estaba claro era que nadie les había dado un voto de confianza y una palmada en el hombro con buenas palabras, así como tampoco un cheque en blanco en forma de tiempo y libertad para resolverlo todo. Pero el sentir de la Comisaría era unánime a la hora de afrontar esta presión extra que nunca favorecía su trabajo:
Diga que sí, jefe. Si sus estudiantes no se pasaran con todo, todos los putos fines de semana, ninguno estaríamos en este problema.
¡Pues eso le digo a este cabrón! De ahora en adelante, me gustaría que todos esos señores que se me quejan estén aquí en esas noches de fiesta. Haciendo guardia con nosotros. ¡Qué bonito es cobrar la renta de esos chavales y sacar pecho cuando las cosas van bien y está todo tranquilo, aunque saben que nunca es así del todo, pero luego hay que ver cómo se ponen cuando algo sale realmente mal! ¡Y todos por la puta droga y el puto alcohol de los cojones!
Razón no le faltaba al veterano policía, pues, aunque era de esperar la conmoción por el grave hecho, a nadie se le podía ocurrir que tantas fuerzas diferentes iban a exigirles cuentas a la vez y poner el foco sobre ellos. Y el primero que dejó clara una consigna fue el Fiscal Manzini, recién llegado a Perugia con plenos poderes para liderar la investigación y poner las cosas en orden.
Lo único que tengo claro ahora mismo es que no podemos consentir de ninguna manera que esos sabuesos de todas partes metan sus narices por todo Perugia o nos joderán. Yo creo que estamos todos de acuerdo en que no es de recibo que se metan con las cámaras a grabar en los guetos, por ejemplo, y empiecen a esparcir de toda la mierda por todas partes.
No va a ser fácil impedírselo, afirmó una inspectora. Era una mujer en sus 50, nada brillante como policía y que no gastaba de tanta veteranía como el fiscal ni mucho menos, pero conocía bastante bien la persistencia de los periodistas y mucho más el submundo criminal de esa ciudad. Ya sabemos todos cómo funciona esto: cuanto más intentas tapar algo, más quieren ir por ahí.
En efecto. Son unos malditos curiosos y la gente que les lee y les sigue son peores que ellos, contestó el fiscal. Por lo tanto, creo que es necesario mantenerles lo más lejos que podamos del verdadero ambiente que sin duda ha provocado todo esto, de alguna manera, y que son los bajos fondos. Además, como se pueden imaginar, si ahí fuera se empieza a teorizar con que ese mundillo de delincuentes ha entrado en contacto de esta manera con los chavales de la universidad… La habremos cagado. ¿OK? Supongo que no hace falta que les recuerde que ahí arriba, como decía el Comisario, se está presionando mucho para que Italia entera no quede manchada como un país donde asesinan a preciosas estudiantas extranjeras. Eso sería una gran faena, ¿estamos? Por lo tanto, cualquier declaración que salga de aquí ha de pasar por mí necesariamente y habrá de centrarse es el entorno al que pertenece la víctima: el mundillo universitario debe ser el único escenario sobre el que trabajar, por el momento, de cara a la prensa, pues de lo contrario van a ir por donde no deben y al final nos van a perjudicar. Para empezar, aparte de lo ya comentado, si empiezan a meter sus narices en los bajos fondos no nos van a dejar investigar en condiciones y eso sí que no pienso consentirlo. Por lo tanto, es importante tener muy en cuenta que lo primero que les digamos será lo que más van a analizar y divulgar, así que debemos ser muy cuidadosos: si la cagamos, ya sabéis, la perspectiva que enfrentamos es mucho peor que hacer el ridículo.
No le faltaba razón. La teoría era simple y se cumplía a rajatabla en la práctica:
Déjame que fije una primera versión de los hechos en tu mente y habré ganado.
Una afirmación tan real como la vida misma que también podía explicarse de esta otra manera:
Prende tú el fuego y tendrás el control del incendio.
Y era un lema que el Fiscal se mostraba dispuesto a llevar hasta el final, poco dispuesto a que los medios le marcaran el paso.
Yo me ocuparé de ellos. Por eso no os preocupéis tanto. Y cuando hayamos cazado al bastardo que ha hecho esto, ahí sí lo contaremos todo, pero no antes de que el caso esté cerrado y bien cerrado.