Ha sido el gran macrojuicio de nuestra historia y el primero en el que se utilizó profusamente la nueva tecnología, para que no hubiera papeles por todas partes, sino pantallas en las que se mostraban los documentos y los vídeos. También se contó con la presidencia estelar de un juez que prometía mucho en un principio, pero que a lo largo del juicio se reveló como un simple ejecutor del sumario birrioso que hizo el inoperante juez Del Olmo. Por detrás de todo este circo, al final, están las víctimas y un país que se ve impotente para hacer pagar a los mafiosos que lo dirigen y que son los verdaderos responsables de estos cobardes y genocidas hechos. Personas que no son fantasmas y que tienen nombres y apellidos. Algunos de ellos, incluso, nos dieron interesantes discursos cada Navidad, durante muchos años, contándonos cómo teníamos que vivir y que hay que ser buenos como son ellos.
BEDIA & MONTES ABOGADOS
ABOGADOS ESPECIALISTAS EN DERECHO PENAL
C/ Fernández de Isla nº 23, Entl. C, Santander—Cantabria 942 04 96 60
La legión de abogados que abarrotaba la sala, por su parte, no aportó gran cosa en general, sino que más bien parecían servir, a su vez, a esa consigna general de que no se aclarase nada y de seguir con mal gusto de sumario que instruyó el juez Del Olmo por indicación de las cloacas del Estado. Y eso que participaban como acusadores de malvados terroristas y defensores de víctimas y cabezas de turco, pero insisto en que la participación de los letrados durante este juicio fue en un alto porcentaje muy lamentable. Casi hubiera valido más que se quedasen en casa y no hicieran el ridículo de esa manera, mucho menos en un asunto tan serio.
Pero ninguna situación está en estéril que no de ejemplos de cómo sí se tienen que hacer las cosas. De los verdaderos valores y las cualidades que deberíamos admirar y de los ejemplos a imitar, como lo es sin duda este grandísimo abogado asturiano.
Entre toda la muchedumbre de abogados del juicio del 11M, el 95% de ellos sin ningún valor específico durante el juicio, destaca sin ningún género de dudas quien he apodado el León del juicio de la Casa de Campo. Gerardo Turiel Castro, maestro de abogados, vino a dar, en el final de su carrera, con un caso imposible de igualar en importancia. En el dramatismo de unas víctimas que no obtuvieron ninguna reparación de ningún tipo, salvo las empobrecidas indemnizaciones que reparte en nuestro birrioso Estado de Derecho. Pero también en el dramatismo de otras víctimas: hombres que fueron acusados en falso mientras que otros, los famosos suicidas de Leganés, pasaban sin pena ni gloria por el relato de hechos y los calificativos activos que les dedicaban, sin poder defenderse de nada, porque ya estaban muertos y bien enterrados.
Pero este señor va a ir cuarenta mil años a la cárcel por todo eso
El abogado de Trashorras invocó los violados derechos de su defendido, a quien le hicieron imposible cualquier posible intento de defensa por causa de un sumario que lo primero que hizo fue obviar lo que había estallado y quién había destruido todas las pruebas. Todo ello mientras un montón de cargos policiales se dedicaban a marear la perdiz con que si era confidente o no lo era y en medio de un chapucerío inconcebible como fue la investigación inexistente del 11M y la risible instrucción judicial.
Pero este señor va a ir cuarenta mil años a la cárcel por todo eso, lamentaba Turiel. Lo cual no está nada mal. Y eso no es un hecho teórico, ¿eh? Es un hecho que tiene mucha historia.
Un juicio que empezó con semejantes mimbres, con una investigación que fue de risa y una versión oficial creada por políticos y policías corruptos, tenía que haber empezado por ahí. Pero en vez de poner el dedo en la llaga en todo eso, que tenía que haber sido el principio de otro sumario mucho más realista y que hubiera dado explicación a tanta chapuza intencionada, insisto en que la mayoría de los letrados se dedicó a bailarle el agua a estos guionistas de la versión chapucera oficial. Preguntando auténticas imbecilidades sobre coches, drogas, fiestas, moritos que no importan a nadie y otras tonterías que nadie con un mínimo de lógica y que estuviera leyendo algo de lo que se estaba publicando en esos días podía haberse siquiera planteado.
También Gerardo Turiel tuvo unas palabras para esta participación en la investigación y en el juicio de la prensa, atribuyéndoles un papel distinto al de los técnicos en derecho, no por ello era un papel menos importante.
Ellos tienen una función y nosotros tenemos otra. Un papel que nos ha dado la sociedad para ocuparnos de estos asuntos sin que yo me tenga que meter en su trabajo ni ellos tanto en el mío.
Dos acusadores infiltrados por los servicios de Inteligencia, Zouhier y Toro, volcaron muchísimas mentiras oficiales en las que el propio Trashorras (abajo) se autoinculpó por razones no tan difíciles de intuir: ¿sobornos? ¿Amenazas recibidas? ¿Consecuencias de su locura?
La verdad es que no sé quién podía tener interés alguno en meterse con un abogado que está haciendo su trabajo perfectamente si no es porque tiene interés en torpedear la verdad y la acción de la justicia. Pero las críticas fundamentales de este abogado fueron hacia el juez instructor, a quien acusó de haber hecho una malísima instrucción, incluso con momentos divertidos, como cuando le recordó a la fiscal Olga Sánchez cómo se había saltado a la torera la norma inquisitorial de no poder compartir con su defendido los detalles que ambos les interesaban para organizar su defensa en el juicio. Incluso se les habían dado unos cds, a los abogados, con unas marcas que eran imposibles de borrar, para saber enseguida qué letrado se había ido de la lengua. Pero es que no se les permitía ni siquiera hablar de estas cosas con sus defendidos.
Eso fue grave. Por supuesto, me faltó tiempo para ir donde Suárez Trashorras y decirle: mira, nos acusan de esto, esto y esto. Y luego, en los interrogatorios, Trashorras le decía a la fiscal que había visto cualquier cosa en el sumario y ella se sorprendía: «pero, ¿has podido leer el sumario?» ¿Se acuerda usted, señora Fiscal?
Por supuesto, la asamblea de abogados presentes se rió a gusto ante esta realidad surrealista que no se ha dado en ningún juicio, nunca, en un Estado supuestamente de Derecho como es España. La Inquisición en toda regla. La más pura indefensión de no poder organizar correctamente la defensa de un acusado que ni siquiera tiene derecho a saber de qué se le acusa.
También hubo otros momentos de humor bastante notorios, como cuando Gerardo Turiel recordó a la sala como les habían intentado colar opiniones de policías, que no son expertos en nada, como si como si fueran puras periciales.
Y no es lo mismo. Porque el valor probatorio de una pericial es uno y el de un informe policial es otro. No me cuele usted de rondón la opinión de un policía, que no es experto en nada, y me diga que eso es una prueba pericial. Y hubo mucho de eso aquí. Pero las únicas dos periciales que podíamos tener al final fueron la pericial médica de Trashorras y la pericial de explosivos. Y resulta sorprendente que tuviéramos que pedir ambas nuevas desde esta parte.
Incluso hubo un policía que pretendía ser especialista en tarjetas de peajes y el propio abogado de Trashorras le preguntó que qué sabía él era tarjetas de peajes.
Pues hombre, soy licenciado universitario, dijo él, cargado de razones.
Las risas de sus compañeros acompañaban estas descripciones de tanto peón ridículo, entre acusados y testigos, llevados casi todos en volandas a un juicio en el que tenían una misión de cara a una sentencia dictada de antemano. También resulta curiosa la obsesión de la Sala con las malditas llamadas de teléfono entre los presuntos terroristas. Como si eso fuera una prueba incuestionable de algo, empezando porque con dinero nada más de cuarenta mil años a un tipo por vender una tarjeta de teléfono en una tienda de telefonía. Tipo que sigue en la cárcel, por supuesto: Jamal Zougam.
La Fiscalía en general, que es una Institución, dijo una cosa tremenda: “mire, me da igual si era Goma 2 Eco o no, la que sea. Me da igual”. Sí, pero a Suárez Trashorras no le da igual. Eso sí que es importante: la dinamita. ¿La que mato a unos señores es la de Trashorras? ¡Claro que no nos da igual a nosotros! Y mientras no se diga cuál es, no se puede acusar a este señor, nada menos, que de 192 asesinatos. Esa dinamita es clave para calificar el delito. Y al no dejarme intervenir no se ha vulnerado el Principio de Participación y de Contradicción. No. Se ha vulnerado otra cosa. Se ha vulnerado nada menos que la posibilidad de que Emilio pudiera probar en el Juicio qué dinamita era: la indefensión absoluta.
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¡Por Dios, esto no es Guantánamo, pero por ese camino vamos!
Quiero dejar claro que ha sido una constante de este asunto una invocación teórica, yo diría, que de las ideas. ¿Usted rezaba? ¿Usted cantaba salmos árabes? ¿Usted a qué mezquita iba? ¿Usted con quién se reunía? Bueno, yo decía: menos mal que Suárez Trashorras no reza ni sabe árabe. ¡Por Dios, esto no es Guantánamo, pero por ese camino vamos! Porque a medida que iba viendo desarrollarse este Juicio yo decía: ¡Madre de Dios, en qué Sociedad vivimos, espero no hacer un mal gesto porque de esto se entera hasta la Policía de Arbolote! Porque aquí estamos controlados para todo. ¡Es una Sociedad tremenda ésta, del Enemigo! Porque están buscando enemigos y, ¡por Dios! ¡Hay que destruirles!
Y en este Juicio donde parece ser que llamar por teléfono es un delito… No sé de qué artículo, pero estará seguramente en algún artículo del Código Penal… “Mowgli” (el Chino) tiene muchas llamadas a Emilio Suárez Trashorras. Pero qué casualidad, Señoría, en más de un 60% cada vez que hay una llamada de “Mowgli” (el Chino) a Emilio o de Emilio al “Chino”, hay otra de Emilio a Manolón. Por mucho que este Inspector ahora diga que “no, no me informaba… Yo no sabía nada… A mí no me dijo…”
Una plaga amnésica de los controladores policiales de los acusados, sus confidentes más que habituales, de quienes luego renegaron por razones obvias.
Hay una relación absoluta, de colaboración policial, entre Emilio y su controlador
Pero es que Emilio es trasladado, en la llamada “detención”, tras el Atentado, y va con los policías a ver dónde está la finca de Morata de Tajuña. Y llama nuevamente a Manolon y llama a su mujer. Y esa llamada, sorprendentemente, tiene receptor, pero no emisor. ¡Sabemos que la hicieron porque lo reconocieron aquí! ¿Y saben por qué no tiene emisor? Porque el emisor es la Policía. Y habla Emilio desde el teléfono de la Policía. Del coche de la Policía. ¡Habla desde el teléfono del inspector Parrilla! Y por eso, como el teléfono de Parrilla no está controlado, la llamada no tiene emisor. De tal manera que hay una relación absoluta, de colaboración policial, entre Emilio y su controlador. Con ocasión de la Operación Pípol”, el Fiscal General de Asturias, instado por el Jefe de la Policía de Gijón, llega a un acuerdo con Emilio Trashorras y le dice: “oiga, introdúzcase usted ahí, que nos va a informar”. ¡Qué terrible esto, Señoría, los pactos con la Policía! Si usted interviene en esto, su cuñado Antonio es puesto en libertad. Y ese pacto se hizo a finales de noviembre de 2001. ¡Bueno, y qué importa que sea…! Sí que importa, Señoría. Porque uno de los argumentos probatorios que el Ministerio Fiscal tiene, contra Emilio Suárez Trashorras, es que ya en su día, en julio de 2001, alguien le denunció por tráfico de explosivos. No de droga. De explosivos: la famosa cinta de Fran Lavandera, el portero del club… Recuerdo la primera vez o la segunda que yo le fui a visitar a Emilio a Alcalá Meco y me dijo: “pero oiga, que llame a Manolón, que es amigo mío, que él diga la verdad”. Manolón. Quien durante cuatro años fue el hombre que controlaba a Emilio. Todo el mundo que vino aquí lo dijo: “¿Emilio? Manolón es muy amigo suyo. Y él es amigo de Manolón: nos informó de muchas cosas”.
Pero el tal Manolón se hace el loco: “no, si él me llamaba y yo creo que era para tenerme controlado… Desde finales de 2002 era una relación en plan coloquial, de vecindad. No llegaba a la amistad”. ¡Pero, bueno! ¿Puede ser que un confidente controle a su controlador? Una cosa es que Emilio tenga una enfermedad mental y otra es que él piense que los enfermos mentales somos los demás. ¡Acabemos con el estatuto del confidente, por Dios! Para no tener que estar así siempre, intentando demostrar que unos señores trabajan o no para la Policía… Sea el que sea el Derecho que apliquemos, lo que tenemos que hacer es analizar la participación de cada acusado en el hecho que se le imputa. En eso consiste el Derecho. Y tengo que decir que yo vi muy poco de eso aquí: mire, yo a usted le acuso de esto por esta prueba concreta. No. Aquí es: ¿pruebas? Hay un saco. Sí, vale, pero dígame cuál y en qué consiste. Por qué acusa usted al señor éste. Pues le acuso, mire usted, porque ha cometido un delito. Porque es un depravado, dijo alguien. Está claro que es un depravado. No, no. Vamos a ver qué es esto: qué participación tiene. Y cada letrado tiene su labor: ¿qué parte tiene aquí Emilio Suárez Trashorras?
¡Métele clavos, hombre, a ver si estallan de una vez!
Era difícil responder a eso, en verdad, cuando ni siquiera demostraron que la dinamita estallada en los trenes procedía de su famosa mina. De hecho, se demostró lo contrario, gracias a esa pericia judicial de explosivos que el Tribunal, después de ordenarla, ignoró completamente. Y luego, se aportan al Proceso una serie de informes que muchas veces son atestados policiales, pero que luego se pretenden convertir en periciales. Y aquí tuvimos noventa y tantas periciales, pero periciales, al final, tenemos dos. Y no es baladí. No es «qué más da». Porque el atestado tiene un valor jurídico y el informe pericial tiene otro. Y entonces, no me cuele usted de rondón la opinión de un Policía… Que no es experto de nada y que no ha hecho ninguna pericia… Y a esa opinión policial la llamé usted pericial. No puede ser. Y aquí ha habido muchas.
En su desesperación por conseguir pruebas de qué había estallado, en los trenes destruidos por el Estado, muchas víctimas plantearon en vano la exhumación de cadáveres, como se había hecho tras el «accidente» del avión de Turquía, en 2003, y «sólo» para identificar a los fallecidos. Pero es que el explosivo del 11-M era y sigue siendo tema tabú.
En ese cúmulo de barbaridades, estos “chicos de Emilio”… Y esto “demuestra la maldad de Emilio”… Llegan a afirmar lo siguiente. Que en la mina buscaron clavos, para la metralla, y el propio Emilio llegó a decir: “y no te olvides de las puntas y los clavos”. ¡Métele clavos, hombre, a ver si estallan de una vez! Pues bien: ésa es la teoría de la cooperación necesaria que le quieren adjudicar a Emilio. Pero los pocos clavos que se encontraron de ese asunto, en los trenes, no tienen nada que ver con los TRES que se encontraron en la mina…
Gerardo Turiel se enfrentó al Comisario General de Información de la Policía Nacional
Una de las anécdotas más significativas del juicio ocurrió cuando Gerardo Turiel se enfrentó al Comisario General de Información de la Policía Nacional y al propio tribunal, personificado en el juez Bermúdez. Para mí, fue el momento cumbre, dentro de los muy interesantes interrogatorios a este elevado cargo policial, que si algo han demostrado es que la policía no es ajena cada trama de ocultación de pruebas y captura de falsos acusados. Pero también a la propia realidad de lo que hay que ocultar y que son los verdaderos responsables de todo lo que pasó. Unas personas a las que están tapando a toda costa de caer, incluso, en el mayor de los ridículos en cada momento.
Transcribimos aquí el diálogo completo para que podáis ser conscientes de los detalles de este increíble capítulo del juicio de la casa de campo.
La moraleja de todo esto es que tenían que detener a uno de sus propios confidentes a toda costa. Como el propio Trashorras dijo, porque no tenían nada más ni a nadie más.
No tiene desperdicio el interrogatorio al controlador y amigo personal de otros tiempos de Trashorras, el policía asturiano Manolon, quien tampoco se aclaró durante el juicio sobre la relación exacta que mantenía con este acusado.
¿Colaboraba José Emilio Suárez Trashorras con la policía o no colaboraba?
Ésta fue la pregunta que más se repitió durante todo el interrogatorio a los policías implicados en el control cotidiano del informador Trashorras y en su detención inexistente, aunque sin demasiado éxito por parte de los que tenían que contestarla.
Al final de todo, decía Gerardo Turiel, te vienen a decir que sí, que colaboraba, pero que le detienen porque era un depravado. ¡Menudo nivel el de esta politizada policía nuestra, más preocupada por cubrir el expediente ante sus superiores políticos y tapar sus vergüenzas que por hacer cumplir la ley!
La verdad es que las lecciones de Derecho que nos ha dado Gerardo Turiel durante este importante juicio son esenciales para entender de qué va esto de nuevo orden mundial y lo que está en juego. Están juegos nuestra dignidad como seres humanos con derechos y libertades, que este Estado totalitario quiere pisotear a toda costa.
Comentamos con Alberto Bedia, abogado especialista en temas penales en Santander, sobre este informe final y en general sobre el desempeño de Gerardo Turiel en el juicio del 11M.
Lo que este señor ha hecho es una defensa muy completa y profunda del Estado de derecho, que a menudo no valoramos lo suficiente. Imagínate que cualquiera pudiera ser acusado con unas pruebas insuficientes o que no son ni siquiera pruebas, como le ocurrió a este señor Trashorras. Y con esto no quiero decir que sea inocente, aunque para mí sí lo es, sino que hace falta demostrar lo contrario para condenarle y, además, a esa salvajada de años. No tiene ningún sentido salvo que se quiera dar que apretar parte de instancias superiores. Pero esto también me sirve para recordar que en casos normales podemos hacer muchísimo para demostrar nuestros puntos de vista ante un juez. Es importantísimo recopilar bien las pruebas y y ponerlas a buen recaudo y acudir cuanto antes a nuestro abogado para recibir el asesoramiento debido. No podemos esperar que un abogado, por bueno que sea, va a ser capaz de suplir la falta de pruebas que hacen falta para demostrar una inocencia o una culpabilidad. Y esto es válido para cualquier litigio en un juzgado. No podemos ser tan optimistas de pensar que el abogado lo va a hacer todo y que nosotros no tenemos que llevarle nada hecho. Por eso es fundamental acudir cuanto antes al despacho de nuestro abogado, más vale prevenir que curar, y asesorarnos en el menor tiempo posible para hacer las cosas bien.
¿Cuáles crees que son los errores más típicos de los clientes cuando acuden a un despacho de abogados?
En un caso normal que no es el de Trashorras, por supuesto, suele pasar que retrasamos muchísimo esa primera consulta que a veces es fundamental. Porque si no empecemos a consultar cuanto antes nuestros problemas podemos ponerlos peor o impedir que podamos demostrar nada a posteriori en un juzgado. También pasa mucho que nos pensamos que el abogado es una especie de fontanero al que encargamos un trabajo y lo hace todo sin problemas, con sus propias herramientas y llegando a sus propias soluciones, pero no es así. Los abogados necesitamos también el apoyo de unas pruebas y una actitud de colaboración por parte del cliente.