Los primeros días de 1905, el año en que Alfonso XIII casi vuela por los aire en Madrid, apenas casado con la hija del Rey de Gran Bretaña, un suceso conmovedor sacudió a la adormilada sociedad santanderina de la época: varios personajes conocidos del mundo del juego y los garitos se enfrentaron a tiros en pleno centro de Santander, en un ajuste de cuentas sangriento, llevándose por delante las vidas de dos personas. El escenario de la tragedia fue el Club de Billares: un antro de tan mala fama que era conocido por los santanderinos como el Huerto del Francés, en referencia a unos criminales que el año anterior fueron descubiertos en Peñaflor, Sevilla, como los autores de un montón de asesinatos relacionados con el juego: las víctimas eran enterradas en un huerto en la propia casa de uno de los asesinos y de ahí devinieron los nombres de los crímenes del Huerto del Francés y el apodo con que este club fue reconocido en nuestra ciudad.
Una tirada de dados nunca,
aunque se lance en circunstancias eternas,
desde el fondo de un naufragio,
abolirá jamás el azar
Stéphane Mallarmé
Los mafiosos de Santander explotaban el juego ilegal, la trata de blancas y los robos
Los cuatro naufragios del Capitán, de Miguel de Cervera
Consíguelo en el 623191492, a bajo costo y firmado.
Lo peor de Santander y de toda España se juntaba en este tipo de garitos de mala muerte donde era posible encargar cualquier cosa: desde una timba ilegal a cualquier servicio inconfesable, inclusive un asesinato por encargo, como probablemente ocurrió en esta triste ocasión y con un protagonista muy especial en Teodosio Ruiz González. Un Capitán de la Marina Mercante de Santander, retirado por una enfermedad tan inconfesable que ni la sabemos, y reconvertido en tierra en una especie de represor y a medias de extorsionador del crimen organizado. Sus aventuras realies han sido contadas por el que os habla, Miguel de Cervera, en el libro Los cuatro naufragios del Capitán, que podéis conseguir a bajo precio y firmado en el 623191492.
Este tipo de bares de mala muerte y casinos eran, como hoy en día son las salas de juego, unos sitios pensados para que los enfermos que los frecuentan no tengan que interrumpir sus rachas de pérdidas en los tapetes: en estos sitios podías comer y beber y esto suponía un ingreso extra, sin olvidarnos de que la prostitución no estaba alejada de esta clase de antros. Pensemos que el protagonista de esta triste historia, Teodosio Ruiz González, en el día de su muerte venía de tomar cerveza en un club de señoritas próximo. Sería su última juerga, claro, pero este extraño justiciero popular y probable extorsionador de los propios mafiosos, valiéndose siempre de su temerario valor, no debía ser consciente de dónde se metía cuando insistió en entrevistarse con él un verdadero Al Capone hispanocubano: Diego Martín Veloz.
El león santanderino y el jaguar cubano, como describe el periodista Pick a Teodosio y a Martinillo
Tanto el león santanderino como el jaguar cubano, como describe el periodista Pick a Teodosio y a Martinillo, respectivamente, pretendían ser el número uno en la ciudad y que todos los garitos donde se jugaba y los prostíbulos les rindieran tributos por una especie de protección feudal. Una protección mafiosa que consistía, básicamente, en mantener a raya a otros grandes felinos como ellos y ser los únicos que pudieran cobrar dichos impuestos revolucionarios. Pero algunos de estos clubes ya tenían su propia guardia pretoriana que les libraba de las visitas de tales merodeadores indeseados. Tal era el caso del antiguo Casino del Sardinero, negocio boyante, administrado por un capitán de artillería de la reserva que no era el típico hombre blando, que se podría dejar impresionar por cualquier matón que apareciera por su establecimiento. De hecho, para mayor seguridad tenía a su servicio una pareja de andaluces ex convictos a los que llamaban los Cívicos. Y cuando Martinillo se presentó por el Casino de Santander, vestido con el uniforme rallado del Ejército y pidiendo crédito al crupier, saludando de forma chulesca, este bragado capitán se colocó en guardia enseguida.
Martinillo le puso en antecedentes: él era el temerario que había desalojado una sala de juego a tiro limpio, en pleno centro de Madrid.
¿Usted no me conoce?
¡Pues no tengo el gusto!
Pues soy el Martinillo, haga usted memoria. Los periódicos han hablado de mí estos días. El del Colonial de Madrid.
Evidentemente, el capitán de la reserva que dirigía el Casino de Santander recordaba perfectamente esos hechos. Un escándalo criminal que se había hecho especialmente famoso entre la gente que explotaba los casinos de toda España. Porque no era normal que apareciera por ninguno de estos sitios un paisano pegando tiros y mucho menos habitual era que pudiera presentarse, a continuación, en cualquier otro local para intimidar a sus propietarios con semejante presentación.
Pues usted dirá qué le puedo ayudar…
Martinillo no se anduvo por las ramas y enseguida explicó las económicas razones que le traían a su presencia, ante lo cual el dueño del selecto garito se hizo el sueco y pretendió no ser nadie en esa sociedad que administraba el Casino.
Voy a consultarlo con los que de verdad pueden tomar una decisión. Vuelva usted en unos días.
¿En cuántos días?
Hombre, no sé, en dos o tres días…
La protección a estos garitos de juego ilegal se denominaba cobrar el barato
En realidad, los planes del administrador del casino no pasaban por consultar con nadie más que no fueran sus Cívicos: ese par de matones andaluces que tenía a su servicio para espantar a esta clase de chantajistas profesionales, que amenazaban con causar escándalos violentos en un negocio que en realidad era ilegal y para cuya defensa no se podía llamar a la Policía. En realidad, la protección a estos garitos de juego ilegal se denominaba cobrar el barato, pues el baratero de turno se aseguraba de que nadie venía a molestar a los jugadores y entonces, simplemente, este sujeto dominante cobraba un margen de ganancia a los que iban ganando dinero.
El famoso “Martinillo” ha estado aquí y quería llevarse tela, explicó el gerente del casino a sus dos perros de presa andaluces.
¿El de Madrid?
Sí, el del Colonial. ¿Qué vamos a hacer con eso?
Déjenoslo a nosotros, jefe, que nos ocupamos de él si vuelve por aquí.
¿Seguro? ¿No hay más que hablar?
No hay más que hablar.
Sin embargo, este par de ex convictos andaluces no sabían con quién se las estaban viendo, ya que Martinillo volvió a los pocos días y no pudieron evitar su entrada en el Casino, sino que uno de ellos salió empujado hacia atrás por el cubano, debiendo ambos replegarse a la oficina de su jefe y explicarle la situación.
Verá usted, don José. Ese hombre viene dispuesto a todo. Si usted quiere, lo tumbamos, pero ya sabe que eso sería un escándalo muy grande y tal vez no convenga la empresa. Hablar con el tipo es lo único que nos queda y entenderse con él, que hablando todo se entiende.
La explicación era pura y simple. Martinillo estaba dispuesto a utilizar la máxima violencia para imponer su ley en un mundo ilícito en el que no había ley posible, ya que el juego de entonces se movía en la más absoluta ilegalidad y denunciar un chantaje o agresión en ese ambiente no era una opción. La única alternativa que le quedaba al Casino era valerse de ese par de matones andaluces para acabar de una con el cubano, pero esta alternativa resultaba inviable de cara a la ley y al propio público habitual del establecimiento, que no querían verse envueltos en ajustes de cuentas violentos que podían afectarles, tal y como pasó en los referidos casos del Colonial de Madrid o del Club de Billares en Santander, en los cuales el cubano Martinillo sacó la pistola sin dudar y se puso a pegar tiros a diestro y siniestro. Y en ninguno de los dos casos hubo consecuencias graves para él, más allá de un periodo breve de internamiento en prisión, en Santander, y alguna que otra estancia de días en la cárcel, de la que siempre salía triunfante, gracias sin duda a sus contactos en las altas esferas militares y hasta políticas.
La única opción que le quedaba a este capitán de artillería retirado, ahora metido a administrador de un negocio tan peligroso como la guerra, era establecer una conversación amistosa con el mafioso forastero y llegar a acuerdo con él. Y así fue cómo el cubano salió del establecimiento tan campante, rumbo a los cafés del muelle donde se movía la más alta y más baja sociedad de Santander. A mirar el paisaje hermoso de la bahía mientras se imaginaba sus planes de grandeza en sus nuevos dominios santanderinos. Sin embargo, este aventurero tenía por delante una amenaza mucho más consistente que esos dos delincuentes andaluces a los que tenían de porteros en el Casino antiguo de Santander.
Chantaje criminal y político en El Descuaje y las visitas a los garitos de Santander
Según cuenta Pick, Teodosio Ruiz González, alias Piloto, esperó a que el cubano se pusiera en contacto con él y Martinillo salió a su encuentro mientras Piloto lo esperaba tranquilo en un bar, el Café Cántabro, rodeado por su corte de esbirros habituales. Sereno como corresponde a un león que defiende su territorio, de cara a su público, frente a cualquier recién llegado que le pueda suponer un desafío. Y el desafío fue más fuerte que nunca cuando este veterano de la guerra de Cuba, como seguramente lo era el propio Teodosio, se presentó también ante el matón número uno de Santander y le propuso explotar juntos los negocios turbios de la ciudad. Un plan de negocio que Teodosio ya llevaba a cabo, a pesar de las injerencias del Comisario Narciso Tomás, alias Colirón, al que despreciaba con el título de Colirona, seguramente por ser este funcionario un homosexual que mantenía una relación, tema tabú en esa época, con otro compañero del Cuerpo al que llamaban despectivamente Danieluca.
Éste era el aspecto de los inspectores y jefes de Policía de esta época, siempre con su bombín. En la simpática foto, el Jefe de Vigilancia de Guipúzcoa, Don Juan Gutiérrez, natural de Tafalla. Por aquel entonces, más que una labor fina de investigación y ciencia, lo que se exigía de los investigadores policiales era la suficiente autoridad en la calle, por los medios que fueran, para mantener a raya a una tropa de maleantes con los que a menudo, como pasaba en «el Monte Carlo en Santander», se aconchababan para repartirse las ganancias.
Narciso Tomás, comisario de Santander desde finales de julio de 1902 hasta primeros de mayo de 1904, cuando la prensa local se hizo eco de que este corrupto abandonaba por la puerta de atrás una plaza como Santander en la que había sido desenmascarado oficialmente por mi antepasado Teodosio Ruiz y sus amigos. Tales habían sido las presiones mediáticas y populares que, a pesar de que ganó el juicio por calumnias contra Teodosio Ruiz y sus compañeros de El Descuaje, Narciso Tomás tuvo que salir rápidamente de Santander rumbo a otro destino, creo recordar que en Barcelona.
En la imagen vemos al comisario ahorcado, colgado de un bastón como el que usaba para golpear a sus detenidos, en una mazmorra como la que también se representa aquí. A pesar de que testificaron contra él docenas de detenidos, en el juzgado de Santander, este corrupto conisiguió ganar un juicio contra todo pronóstico en el que «se demostraba» que las descripciones que se hacían de él en el medio de El Descuaje eran verdaderas injurias. Pero su salida precipitada de Santander, justo después de ese juicio, parece indicar lo contrario. Además de todo, regresó al poco tiempo a seguir con su dominio habitual del mundo del hampa en Santander, que sólo Teodosio Ruiz había logrado desafiar y que sólo la oportuna llegada en relevo de Martinillo pudo reanudar.
Pero Martinillo deseaba administrar el corral santanderino junto a Teodosio sin perturbaciones policiales, ya que según él había sitio para todos. Y en su afán de seguir su propio camino perdonaba los vicios carnales del Comisario:
Ya he leído sus campañas contra el Comisario de Santander en El Descuaje, pero ese señor es un infeliz.
¿Y lo de la «Colirona»?
¡Son cosas de hombres! Aquí podemos ganar todos si nos entendemos…
¡No sabes dónde estás! Santander es una letrina, ¿de acuerdo? Aquí no hay nada que hacer. En este villorrio sólo “plancha” Colirón, como aquí mismo: ¿ve usted ese dominó eléctrico? Lo que me pagan a mí por este tema es una miseria y el Comisario, como en todo, se lleva la mejor parte, que es lo que me duele a mí. Y si ha leído usted El Descuaje verá que todo es verdad: yo soy Teodosio Ruiz, el “Piloto”, y mientras yo viva aquí nadie va a explotar alegremente a las mujeres, a los borrachos y el juego, siempre sin dar la cara y pretendiendo ser personas decentes.
Usted siga con su periódico y diga lo que quiera, Teodosio, y déjeme a mí el negocio. Por experiencia le digo que es mejor que haya policías comiendo del mismo plato con nosotros que muertos de hambre en la puerta y buscándonos problemas.
La verdad es que esta relación homosexual entre dos notorios proxenetas, como sin duda eran el Comisario Narciso Tomás (el Colirón o la Colirona) y su amado subalterno, la Danieluca, a mí me encaja perfectamente con los testimonios de mi querido amigo Paco el de Molleda: él siempre me decía que los chuloputas que reinaban en la Calle San Pedro, en los tiempos dorados de la prostitución en Santander, también ofrecían sus propios servicios inconfesables (incluso en tiempos de Franco). Y, si lo piensas, es lógico que sea así, pues de este modo no se pueden dar otro tipo de relaciones más afectivas, entre el jefe y las empleadas, que puedan interferir en la relación laboral.
Casa de Cortines, con el Café Cántabro en sus bajos (los toldos) y Plaza del Peso. A la derecha, la Acera del Correo y, a la izquierda, Becedo. Esta foto se tomó desde el lado del Ayuntamiento.
En este tipo de cafés se daban las mayores broncas a sillazos entre guapos o valientes
Esta conversación se dio en el Cantábrico, en la Plaza de Becedo, que recibía su nombre de la ría que fue soterrada bajo el asfalto y el hormigón en el eje Calle Vargas – Calle Vargas – Calle Calvo Sotelo. La Plaza del Ayuntamiento de Santander ha experimentado una serie de cambios significativos desde entonces, a lo largo de los años, tanto en su entorno físico como en sus nombres. Su historia se remonta a finales del siglo XVIII, cuando los terrenos que ahora ocupa eran marismas por las que fluían las aguas del arroyo de la Mies del Valle: un arroyo que, como el Río de la Pila, conserva su nombre y recuerdo en una callecita que existe. Este arroyo era parte del Camino Real, promovido por el Marqués de la Ensenada en 1753, que conectaba los cereales castellanos con el Puerto de Santander. Originalmente conocida como Plaza de Becedo, la Plaza del Ayuntamiento de Santander pasó por varias denominaciones a lo largo del tiempo: Plaza de las Delicias, Plaza de Fernando VII y Plaza del Peso, comunicando con la Calle del Peso que existió hasta el incendio del 41. En el siglo XIX, con el relleno de las marismas y la urbanización de la zona, la plaza comenzó a transformarse en un centro urbano, con la construcción de edificaciones y talleres, pero también de garitos de borrachos, juego y prostitución.
En la imagen se señala un círculo en rojo una zona determinada, pero la plaza central de la que hablamos estaría justo encima, donde hoy se encuentra la Plaza del Ayuntamiento.
Uno de los hitos importantes en la historia de esta plaza fue la instalación de una parada de postas de diligencias, que también servía como punto de distribución de correo: recordemos que hasta 1896 no hubo otra forma de ir a Bilbao, por ejemplo, ya que el tren que cubre esta necesaria ruta siempre ha tenido problemas. La calle adyacente, inicialmente llamada Calle del Correo y posteriormente Acera del Correo, recibió su nombre actual en 1907, en honor al escritor Amós de Escalante, cuya casa natal se encontraba en esa calle. Todos estos cambios reflejan la evolución de Santander como ciudad, desde su origen como un área de marismas hasta la consolidación de la Plaza del Ayuntamiento como un centro neurálgico de la vida urbana. Y en la época de Teodosio y Martinillo, cuando tuvieron ese primer encuentro frente a frente en el Cantábrico, ese Santander victoriano presenciaba en este tipo de cafés las mayores broncas a sillazos entre guapos o valientes. De hecho, como hemos dicho ya, por toda la ciudad se repartían los distintos locales de entretenimiento inmoral y hasta ilegal. Muy cerca del Cantábrico, por ejemplo, en un flanco del Ayuntamiento se encontraba el Club de Billares en el que Teodosio tendría una muy mala experiencia. Y distintos burdeles como el de la Calle del Peso, también próxima, funcionaban a pleno rendimiento para poder costear también la protección mafiosa de personajes del hampa y del propio Teodosio.
La Junta contra la Trata de Blancas, la Marquesa de Mansilla, acusaba al Comisario de Santander de proxeneta
Los robos en casas y negocios, con suculentos botines, constituían una tercera o cuarta fuente de ingresos ilegales (junto al juego, el alcohol y la prostitución) para este tipo de mafiosos de los siglos XIX y XX. En este sentido, había por Santander un famoso chorizo, Pepe Estévez, al que Teodosio Ruiz González también denunciaba públicamente, incluso relacionándolo con la trama de corrupción triple de la Policía de Santander: cobradores del juego ilegal y de la prostitución, sin embargo, estos corruptos no se mostraban tan eficaces para recuperar los botines robados en esos asaltos y Teodosio y sus amigos, los autollamados Caballeros del Santo Sepulcro, los señalaban como parte del problema. Tengamos en cuenta que la propia presidenta de la Junta contra la Trata de Blancas, la Marquesa de Mansilla, acusaba al Comisario Narciso Tomás de impedir la rehabilitación de las mujeres que caían en la explotación sexual en Santander y se las arrebataba para devolverlas a sus respectivas esquinas y burdeles. De hecho, un burdel muy activo se encontraba instalado en la extinta Calle del Peso, también muy cerca del Ayuntamiento y a escasos metros del lugar donde tuvo lugar el tiroteo del que vamos a hablar aquí: las quejas de los vecinos y de Teodosio y su gente, no obstante, no consiguieron cerrar esta casa de lenocinio.
El Club de Billares, fundado como sociedad recreativa en 1902, tuvo su inicio en un local ubicado en la calle San Francisco, aunque en 1904 se trasladó a un primer piso en la cercana y ya inexistente calle de la Puerta de la Sierra. En este nuevo espacio, el club contaba únicamente con un salón y una cocina. El salón estaba dividido por una mampara en dos partes distintas: en una de ellas se encontraban dos mesas de billar, mientras que en la otra se ubicaba una mesa grande destinada a juegos de azar, actividades ilegales que representaban la principal fuente de ingresos del negocio. Esta situación no era exclusiva del Club de Billares, ya que al menos otros seis establecimientos en la ciudad operaban de manera similar, disfrutando de una discreción policial y política que les permitía actuar justo al lado del Ayuntamiento, en lo que hoy es el principio de la Calle Francisco de Quevedo.
Los peligros de la ludopatía en Santander: el tiroteo del Huerto del Francés
El vil negocio estaba dirigido por un individuo apellidado Pellón y apodado Colindres. La clientela del club estaba compuesta mayormente por hombres pertenecientes a la clase media y pequeña burguesía de la época, que habían alcanzado cierto nivel económico gracias a la prosperidad de la ciudad portuaria, recuperada tras los estragos de la Guerra del 98. Entre los clientes se encontraban profesionales liberales, funcionarios, marinos mercantes, pequeños comerciantes, obreros cualificados, industriales en buen momento económico, estudiantes, artistas y transeúntes de los puertos, como marineros y viajantes. La atracción del juego de azar y la inquietud por el ocio más allá de los cánones de la moral supuestamente dominante eran motivaciones comunes entre los clientes del club.
Como decíamos antes, el establecimiento comenzó a ser conocido como «El huerto del francés» después de que se descubriera que, en Peñaflor, Sevilla, un tahúr de origen francés y su cómplice habían enterrado los cadáveres de varias personas a las que atraían hasta allí, bajo el pretexto de participar en una timba, para luego asesinarlos y robarles todo lo que tuvieran. El origen de este apodo puede interpretarse como un sarcasmo sobre los peligros de la ludopatía en Santander o, simplemente, como una referencia a la dudosa integridad de los juegos de azar practicados en el club, especialmente el monte o banca, que había sido llevado a América por los españoles y luego profesionalizado. El ambiente del Club de Billares representaba un espacio donde sus habituales podían demandar ser tratados con respeto y dignidad, a pesar de estar ubicado en un lugar tolerado en una calle céntrica. Aquí, el ocio se mezclaba con una actitud laxa, llena de insinuaciones y omisiones, creando una peculiaridad local que algunos historiadores han utilizado como emblema para destacar la moderación y estabilidad de la ciudad. En las décadas anteriores, la ciudad había superado una serie de desafíos, incluyendo el fracaso de la Primera República, disturbios carlistas, epidemias de cólera, explosiones con numerosas víctimas, galernas y protestas por la calidad del agua, así como el impacto económico de la pérdida de las colonias. El comienzo del siglo XX parecía traer consigo una era de prosperidad, paz y avances técnicos, junto con un resurgimiento del comercio y el establecimiento de las tradiciones veraniegas para diferentes estratos sociales.
Teodosio Ruiz estaba dispuesto a destapar los negocios sucios de Martinillo e incluso a amenazarlo
Lo que pasó en la madrugada del 18 al 19 de enero de 1906, en el Club de Billares de Santander, fue un episodio de matonismo escandaloso en una sociedad en general pacífica y en un año sin muchos sucesos destacables. Los hechos ocurrieron en el Club de Billares, donde Teodosio Ruiz, apodado el Piloto, un capitán retirado de la Marina Mercante y director de un semanario llamado El Descuaje, se presentó alrededor de las 10 de la noche en estado de embriaguez. A pesar de que se le había prohibido el acceso al club, logró entrar y solicitó encontrarse con Diego Martín Veloz, también conocido como Martinillo, quien ejercía como socio y responsable de seguridad en el lugar. Teodosio Ruiz había estado proclamando durante todo el día su intención de resolver algunas cuentas pendientes con Martín, el jefe de los mafiosetes locales. Una vez dentro del club, Diego Martín accedió a reunirse con él en la cocina. Según el testimonio de un testigo presente en la reunión, Ruiz exigió quinientas pesetas a Martín sin dar a nadie razones claras, pero sin duda había un contexto de chantaje de Ruiz hacia el delincuente: si no le pagaba las cuotas, podemos suponer, Teodosio Ruiz estaba dispuesto a destapar públicamente los negocios sucios de Martinillo e incluso a amenazarlo físicamente.
Allí se encontraban reunidos cuando en el salón de juego contiguo se escucharon disparos y Teodosio Ruiz, herido, irrumpió en el salón del club disparando indiscriminadamente contra Martín. Ambos utilizaron pistolas Browning y realizaron siete disparos cada uno, vaciando los cargadores. Diego Martín resultó ileso, pero Teodosio Ruiz falleció en el acto. Además, un empleado de obras públicas llamado Nicanor Arenal fue alcanzado por los disparos y murió poco después en la Casa de Socorro: su esposa, madre de los cinco hijos pequeños de Nicanor, lo esperaba en el portal hasta horas muy tardías, cuando el aviso de sus vecinos sobre lo que había pasado la llevó a desmayarse. En pocos días, los santanderinos reunieron una cantidad de donativos importante para socorrer a esta pobre viuda. Otro individuo, de origen asturiano y apellidado Liñera, resultó gravemente herido, pero sobrevivió.
Los cuatro naufragios del Capitán, de Miguel de Cervera
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Ludópatas saltando por los balcones en el centro de Santander
El suceso debió ser acojonante: mujeres chillando, sillas volando, borrachos disparando, balas que silbaban y rebotaban y hasta una parte de los ludópatas, los que pudieron, saltando a toda prisa por las ventanas. Lo típico cuando te encuentras en medio de una refriega del Salvaje Oeste de principios del siglo XX en Santander.
Durante el tiroteo, una parte de la clientela del club logró escapar, algunos incluso saltando por los balcones. La policía municipal, dirigida por el cabo Camino, detuvo a una docena de personas en el lugar. En la escena del enfrentamiento se encontró un proyectil de un revólver Bulldog, pero este hallazgo y el descubrimiento de un arma similar en la casa del conserje del club, llamado Lombera, no tuvieron relevancia en el juicio. Además, se encontraron dos fundas de pistola, el mango roto de un bastón de caña, varios libros y una revista Policía Española con un artículo sobre el juego. También se investigó por un tiempo a un sujeto de Salamanca al que se relacionaba con un segundo arma de fuego, la cual bien pudo estar involucrada en el tiroteo: un revolver francés Bulldog. Este personaje trabajaba en el servicio a los pasajeros de los barcos que frecuentaban los puertos de la época.
Martinillo: de héroe de guerra en Cuba a mafioso y asesino en España
Diego Martín Veloz, también conocido como Martinillo, nació en Manzanillo, Cuba, en 1876, y tuvo una vida llena de aventuras y controversias. Se destacó como combatiente en la guerra de independencia de Cuba a una temprana edad, aunque hay versiones contradictorias sobre su participación en el conflicto. Se sabe que posteriormente sirvió en el ejército español y fue condecorado en varias ocasiones por su valor. Tras la independencia de Cuba, si no antes, este señor abandonó a su familia y se replegó a España junto al resto de las tropas y con el rango de sargento. Luego se estableció entre Madrid y Salamanca, donde se dedicó a actividades relacionadas con la extorsión y la protección de locales de juego, que era ilegal, aunque podemos suponer que la trata de blancas tampoco le era ajena. Esto lo podemos intuir por su necesaria complicidad, pues frecuentaban la misma corte de auténticos chorizos, en nuestra ciudad, con un proxeneta tan reconocido como el mismísimo Comisario de Santander, Narciso Tomás, quien fue toda la vida el peor enemigo del verdadero protagonista de esta historia: Teodosio Ruiz González.
Diego Martín Veloz tenía una reputación de intimidante y eficaz en este campo de la mafia del juego, siendo capaz de obtener el pago de los propietarios de garitos con sólo presentarse en el lugar: así ocurrió cuando se personó en el principal casino de Santander y recibió crédito instantáneo con simplemente decir su nombre. En Santander, Martín Veloz continuó con sus actividades relacionadas con el juego y la extorsión, ganándose el apodo de «Martinillo el del Colonial«. Su nada dudosa participación en el incidente del Club de Billares, donde resultó absuelto en un juicio con el respaldo de altos mandos militares, evidencia su influencia y sus conexiones en la alta sociedad. ¿Tendría esto que ver con su capacidad de reprimir cualquier subversión por la fuerza o más bien con su oferta de negocios sucios, lucrativos e ilícitos, con los cuales compraba esos favores? Posteriormente, Martín Veloz se trasladó de vuelta a Salamanca, donde incursionó en varios negocios legales, adquirió tierras y entró en política, siendo elegido para el Parlamento en varias ocasiones. Además, dirigió un casino local y fundó el periódico La Voz de Castilla, conocido por su apoyo a políticos conservadores.
Diego Martín Veloz estuvo involucrado en varios incidentes violentos
A lo largo de su vida, Diego Martín Veloz estuvo involucrado en varios incidentes violentos, incluyendo un tiroteo en el Casino de Salamanca y una pelea en el Congreso de Diputados en la que sacó una pistola. También colaboró en el intento de golpe de estado del General Sanjurjo en 1932 y mantuvo relaciones con figuras como Miguel Primo de Rivera y Queipo de Llano. El historiador Paul Preston dedica atención a la figura de Diego Martín Veloz en su obra, «El Holocausto Español», destacando su papel como cacique en la política y la sociedad española de la época.
Adquirió reputación de matón, primero, en Santander, donde fue juzgado por asesinato y absuelto después de que lo avalaran numerosas figuras veteranas del Ejército, y luego en Salamanca. Este personaje imponente, difícil de ignorar por su autoridad en los bajos mundos y entre la élite militar y política, era conocido por sus voraces apetitos, tanto gastronómicos como sexuales. Devino una figura clave en los burdeles, casinos y garitos de Salamanca, Valladolid, Zamora y Palencia. Invirtió sus ganancias en propiedades y amasó una fortuna que lo convirtió en uno de los hombres más ricos de Salamanca, y también de los más manirrotos. En su finca, Cañadilla, en Villaverde de Guareña, prodigaba toda clase de atenciones a sus amigos militares, a los que invitaba a las fiestas desenfrenadas que daba en sus fincas y cuyas deudas pagaba a menudo. (…) Siendo ya un cacique poderoso, obtuvo un escaño parlamentario en 1919 y estuvo involucrado en numerosos incidentes violentos en las Cortes (…), construyó una base política con la fundación del periódico La Voz de Castilla y de la Liga de Agricultores y Ganaderos, un partido agrario que cosechó un amplio apoyo en la provincia.
Durante la Segunda República, Martín Veloz fue uno de los fundadores del Bloque Agrario. Guardaba en su casa un arsenal considerable y, al estallar la guerra, dedicaría además un enorme empeño, igual que otros terratenientes de Salamanca, a reclutar a campesinos para las fuerzas nacionales. Una de las cuadrillas represoras más temidas era la capitaneada por Diego Martín Veloz, el beligerante terrateniente y antiguo oficial del Ejército, que tanto había alentado el golpe del 36. Poco después de que estallara la guerra, Martín Veloz telefoneó a José María Gil Robles, líder de la CEDA y diputado por Salamanca, que estaba en Portugal sirviendo de agente de los nacionales. “Martinillo” le preguntó a Gil Robles si podía proveer armas para hacer «una limpieza a fondo». Gil Robles le colgó el teléfono, asqueado; su indignante negativa sería una de las razones para que más adelante se lo considerara persona no grata en su Salamanca natal.
Teodosio Ruiz, conocido como Piloto: un héroe local en Santander
Teodosio Ruiz, conocido como El Piloto, fue un personaje enigmático y controvertido cuya vida estuvo marcada por una serie de experiencias variadas y tumultuosas. Nacido en 1870, regentaba una tertulia tabernaria donde era admirado por algunos, aunque su reputación también estaba teñida por enfrentamientos con las autoridades debido a su afición por la bebida y la vida nocturna. Aunque inicialmente estudió en el seminario de Corbán con la intención de convertirse en sacerdote, abandonó esos planes para seguir una carrera en la marina. Participó en la guerra de Cuba como suboficial en un carguero y eventualmente alcanzó el rango de capitán de barco. Sin embargo, tuvo que dejar la vida en el mar debido a problemas de salud atribuidos a su profesión, que su descendiente Miguel de Cervera ha identificado con la sífilis.
Teodosio Ruiz se reinventó como periodista y litigante, pero su vida estuvo plagada de dificultades y controversias. La descripción que se hace de él en El Descuaje lo presenta como un hombre con un sombrero bombín, bien vestido y con una actitud afable, pero firme. Se le atribuye una «mala vida» por parte de las crónicas, aunque también se le reconoce como una víctima en cierto sentido, situándolo en una especie de limbo entre la nobleza y la villanía. Sus escritos y declaraciones reflejan una mezcla de principios morales y luchas personales, lo que lo convierte en un personaje difícil de definir. A veces parece sinceramente comprometido con la integridad y la justicia, mientras que en otras ocasiones sus motivaciones pueden ser más cuestionables. En contraste con su antagonista, Diego Martín Veloz, la figura de Piloto está envuelta en sombras y ambigüedades, lo que le otorga una complejidad que destaca frente a la claridad más ruda del otro personaje.
El Descuaje denunciaba la presencia de casas de prostitución ilegales en Santander
El Descuaje fue un periódico semanal de Santander, de tirada limitada y alcance local, que se destacaba por su enfoque virulento y su dedicación a denunciar la corrupción y los abusos en la sociedad de la época. Publicado en Santander, entre enero de 1904 y marzo de 1906, el periódico abordaba una amplia gama de temas, pero centraba su atención en los juegos de azar y otras actividades ilícitas que proliferaban en la ciudad. El nombre del periódico, «El Descuaje», hacía referencia a la necesidad de erradicar el caciquismo, una causa que el fundador del periódico, Antonio Maura, había promovido. El Descuaje adoptó una postura combativa contra la corrupción y la falta de moralidad en la sociedad santanderina de la época. El periódico revelaba la existencia de numerosas chirlatas clandestinas y negocios que actuaban como tapaderas para actividades delictivas, incluido el Club de Billares, donde Diego Martín Veloz, conocido como Martinillo, tenía intereses directos. También señalaba la complicidad de ciertos establecimientos sociales, como el Círculo Conservador y el Club de Regatas, en prácticas ilícitas. Además de los juegos de azar, El Descuaje denunciaba la presencia de casas de prostitución ilegales en Santander, algunas de las cuales explotaban a menores, así como la corrupción policial que facilitaba estas actividades. La campaña del periódico contra el Inspector de Vigilancia, Narciso Tomás, y su segundo, Daniel Pérez, resultó en el traslado temporal de ambos inspectores a otras provincias.
Aunque la difusión del periódico no era aprobada por el poder local, su impacto en la comunidad era evidente, ya que lograba llegar a los círculos sociales y tertulias de cafés, tascas y locales de juego, donde sus denuncias generaban discusiones y debates entre sus lectores y simpatizantes. El Descuaje se convirtió en una voz incisiva que desafiaba el statu quo y desenmascaraba la corrupción en la sociedad santanderina de la época. El relato de los acontecimientos en torno al Club de Billares y la figura de Teodosio Ruiz, así como el papel desempeñado por El Descuaje, plantean una serie de interrogantes sobre la sociedad santanderina de la época y las complejas dinámicas que la caracterizaban.
La proliferación de actividades ilícitas como el juego ilegal y la prostitución en Santander
La transformación del litoral de la Bahía y la creación de espacios de ocio como el Sardinero reflejan una tendencia más amplia de cambio en la percepción del tiempo libre y el entretenimiento. Sin embargo, esta apertura hacia el ocio también trajo consigo la proliferación de actividades ilícitas como el juego y la prostitución en Santander, que se mezclaban de forma sibilina con el prestigio y la sofisticación del ambiente burgués. El Descuaje emerge, pues, en este ambiente conservador hipócrita, como un actor clave en este panorama dudoso: Teodosio y sus amigos eran unos parias que gozaban del favor popular al denunciar la corrupción y los abusos en la sociedad santanderina. Sin embargo, sus métodos y motivaciones son motivo de especulación. ¿Actuaba el periódico como una forma de chantaje hacia los denunciados, miembros del crimen, que debían pagarles tributo? ¿Era este semanario una verdadera voz de la justicia social, comprometida con exponer la verdad a pesar de las consecuencias? Cuanto más indago en el contexto y los datos, que no son pocos, más me parece que la respuesta fluctúa entre las dos alternativas, pues Teodosio se encontraba además en la ruina después de una impagable multa que le había caído en el ejercicio de su actividad periodística de vanguardia. ¿Necesitaba dinero para continuar con su actividad de prensa y, a la vez, para subsistir después de haber quedado desplumado?
¿Fue su llegada a Santander un plan para eliminar a Teodosio Ruiz González y silenciar sus denuncias?
La figura de Diego Martín Veloz, con su trayectoria en el juego y la política, añade una capa adicional de intriga. ¿Fue su llegada a Santander parte de un plan para eliminar a Teodosio Ruiz y silenciar para siempre las denuncias de El Descuaje? ¿O fue simplemente el desenlace de un enfrentamiento fortuito entre dos hombres con intereses opuestos? Estas cuestiones, junto con la presencia de una bala de una tercera arma, en el tiroteo, sugieren la posibilidad de una conspiración más amplia en la que diversas fuerzas y actores estaban involucrados. La historia del Club de Billares y la tragedia de Teodosio Ruiz ofrecen un fascinante vistazo a una sociedad santanderina en plena transformación, donde el poder, el dinero y la moralidad se entrelazan de formas complejas y a menudo contradictorias.
Diego Martín Veloz: ¿el hombre más peligroso de España hasta la Guerra Civil?
Pocos personajes se habrán ganado tan a pulso el título al hombre más peligroso de un país y sin haber apenas pasado a la Historia o habiendo pasado casi de puntillas. La biografía de Diego Martín Veloz es una historia de verdadera violencia desde que se tiene noción de su existencia en el planeta. Un guardia civil cuyo nombre conocemos, por uno de los innumerables juicios de Martín Veloz, Fabián Vicente Pascual, manifestó en sede judicial que Martinillo era el hombre más peligroso que había conocido nunca en su vida militar. Y contaba que, en una ocasión, durante una comida, agredió a un capitán de infantería al que había invitado y a su propio suegro con una navaja.
Diego Martín Veloz, alias Martinillo, rodeado por las fotos de algunos de sus enemigos: a la izquierda, el diputado y luego ministro socialista bilbaíno, Indalecio Prieto. A la derecha, otro personaje muy diferente: el Capitán de Marina Teodosio Ruiz González, a quien Martinillo reconocía un valor temerario como el suyo propio.
La biografía de Diego Martín Veloz es una historia de verdadera violencia
Criado el calor de la terrible en guerra de Cuba, entre los separatistas locales y las fuerzas españolas, y vivió desde muy joven la violencia extrema que las constantes injerencias estadounidenses estimulaban contra nuestra nación y empezando por los pobres cubanos, que fueron las víctimas primeras de un conflicto absurdo cuyo único objetivo verdadero era el expansionismo imperial estadounidense según la doctrina de Monroe. De hecho, se quedaron con Puerto Rico por la cara bien y con la base de Guantánamo, que es un territorio que pertenece al pueblo cubano y a nadie más, pero estos bandidos se la han quedado también.
No todos los cubanos estaban de acuerdo con estas ideas locas independentistas que nunca se plasmaron en nada que no fuera un Estado títere de Estados Unidos y que luego, gracias al sospechoso fracaso de Fidel Castro, encima de todo, al final parece que tenemos que hasta darle las gracias a Estados Unidos por liberar a los pobres cubanos, que son víctimas perpetuas desde esa revolución independentista fallida de finales del siglo XIX.
Muchos cubanos nunca aceptaron esta situación y según parece nuestro protagonista estaba entre ellos. Diego Martín Veloz sería más tarde acusado de haber sido un independentista armado más contra España, en las fuerzas de Maceo y compañía, pero esto no parece probable y los datos que tenemos apuntan más bien a lo contrario. El joven Martinillo se alistó muy joven en las fuerzas españolas, tal vez después de haber constatado el fracaso de los independentistas en el campo de batalla, porque sin la ayuda yanqui no hubieran ganado jamás. El caso es que destacó por su valor y sus cualidades de guerrillero, que seguramente lo hubieran encumbrado a las más altas responsabilidades militares en el Ejército Español de la época, de no ser por la derrota del 98. Pero en esta institución armada, sin duda alguna, sus defectos hubieran sido valorados como auténticas virtudes. No era precisamente valor lo que le faltaba a un hombre despiadado que no conocía el miedo.
Diego Martín Veloz contra otro de sus mortales enemigos: el Rector de la Universidad de Salamanca, Unamuno, se oponía al establecimiento de dos regimientos permanentes en la ciudad y esto le valió la enemistad de por vida del gánster metido a terrateniente. También tuvo un enfrentamiento a tiro limpio con el hijo del director de El Adelanto, un periódico salmantino de la época.
La repatriación de las tropas desde Cuba en el puerto de Santander
Con semejantes dotes de guerrillero, bien entrenadas en la guerra sin cuartel en la manigua cubana y alternando los tiros con el machete o el sable, se vino a España con el repliegue de las tropas y aquí conoció una madre patria por la cual había derramado su sangre, pero que no conocía todavía. La repatriación de las tropas desde Cuba tuvo su más importante base de operaciones en el puerto de Santander, precisamente de salida para muchos de estos pobres soldados y oficiales que tuvieron que pasar por un calvario difícil de describir. Muchos de estos oficiales y soldaditos acudieron a Santander mutilados o muy enfermos desnutridos después de un largo y brutal conflicto en el que el Gobierno español, seguramente bajo el influjo de la masonería internacional, fue un auténtico agujero negro para los intereses de España que sacrificó en mano a nuestros soldados y marinos en batallas sin sentido y entregando una victoria que no debió haber sido tan fácil para los invasores gringos. Ni en el mar ni en tierra firme, donde se llevaron algunas de sus más humillantes derrotas de toda su historia.
Brillaron en ambos campos de batalla españoles de origen montañés como Torres Quevedo, que murió al frente de sus hombres en una batalla terrestre, o el mítico capitán de la marina mercante Fernando Gutiérrez Cueto, natural de Cabezón de la Sal. Un viejo lobo de mar que demostraría que España era capaz de derrotar al gigante yanqui utilizando también la guerra de guerrillas en el agua, contra los intereses enemigos, en el propio Estados Unidos y empezando por hostigar el tráfico de la Florida.
Muchos héroes olvidados hubo en esta cruel guerra en la que llegaron a participar hasta personajes tan importante es como el asesinado presidente Canalejas, que con sus cuarenta y pico años se fue a servir como soldadito de infantería en la guerra de Cuba, su uniforme rayadito y sus méritos en campaña. Pero la información fresca y la experiencia que trajo de vuelta a España sobre cómo había que ganar la guerra y plantear las cosas no fue escuchada por sus compañeros y superiores políticos, que debían saber mejor que nadie desde el sillón de su casa cómo evitar que el supergigante yanqui nos despojara de las Antillas. Estos cenutrios y corruptos siempre lo saben todo mejor que nadie. Pero hubo muchos héroes anónimos, sólo recordados por Dios, que dieron su salud o su vida por la Patria en una parte del mundo tan intrínsecamente española como es nuestra amada Cuba.
Uno de estos grandes héroes olvidados de la Guerra de Cuba fue Diego Martín Veloz
Y uno de estos grandes héroes olvidados de la Guerra de Cuba fue Diego Martín Veloz, casi sin duda, por los abundantes testimonios acreditados que, sin embargo, también pudieron haber sido comprados. Un guerrillero que se licenció como teniente y que toda su vida estuvo reclamando una medalla y un reconocimiento por su heroico comportamiento en la defensa de una posición donde al parecer se conservó la única bandera española que no cayó en poder del enemigo. Un soldado que volvió entero de esta guerra sin cuartel y que no se entretuvo mucho en la hospitalidad benefactora de Santander y de tantos españoles, también anónimos, que cogieron hasta en sus casas a los soldados para cuidar de ellos y hasta curarlos, pues venían apilados en los barcos en un estado lamentable. Diego Martín, alias Martinillo, tenía muchos planes para su futuro en la Madre Patria y enseguida se fue a la capital, a conocer de cerca el mundo que le esperaba en una metrópoli por la que tanto había luchado.
Tres circunstancias marcarían desde entonces su futuro inmediato en España: gran emprendedor como era, valeroso para cualquier empresa dura y muy decidido, no tardó en hacerse un hombre de negocios reconocido y dar el salto desde ahí a la política, donde eran muy valoradas también sus virtudes de matón que no conocía el miedo. Pero antes de acumular el capital que le permitiría correr estas aventuras tuvo que emplearse a fondo en un tercer negocio que lo haría realmente famoso por todo el país y en un tiempo cortísimo: la protección de los locales de juego y otros vicios inmorales, pero muy lucrativos, que exigían para su llevanza de un valor a toda prueba y una gran temeridad.
Un desconocido lo dispara en Madrid y luego, ya mayor, recibe más tiros en Salamanca
Apenas desembarcado en Madrid, ocurre uno de los primeros hechos violentísimos de los que tenemos constancia en la larga y azarosa vida de Diego Martín Veloz: un desconocido lo dispara en la oscuridad de la noche madrileña antes de salir huyendo, en torno al año 1900, sin que se pudiera nunca encontrar al culpable de estos hechos. No sabemos si esto tuvo que ver con su traslado posterior a Salamanca, donde empezó a establecerse de verdad y donde pasaría ya el resto de su vida como un salmantino más, aunque empezó su arraigo en la ciudad universitaria con nuevos hechos violentos cuya fama siempre se extendía por delante de él. Salvas de disparos y puñaladas efectuadas por él y recibidas y cárcel, para él y sus enemigos, serían constantes en su vida adulta de emprendedor y político, pero siempre sin dejar atrás su increíble habilidad para el matonismo.
En Salamanca, de hecho, le esperaba en sus tiempos maduros una de las grandes epopeyas de su vida posterior de terrateniente pendenciero, metido a político y promotor de periódicos: el famoso atentado del Casino de Salamanca, que fue otro episodio más de la inusitada violencia de este personaje, consistió en la defensa desesperada, o ajuste de cuentas, que realizó contra él el hijo de uno de sus rivales salmantinos al dispararle a bocajarro en pleno club: se trataba del hijo del director del periódico El Adelanto de Salamanca, Francisco Núñez Alegría. Todo ello después de que Martín Veloz se pelease allí, como de costumbre, y amenazase a varios señores del club social elitista de esta provincia. Y justo después de que llegase a apuntar con su pistola al padre de quien luego le disparó, a corta distancia y sin llegar a matarlo.
La figura de un auténtico héroe popular santanderino como fue Teodosio Ruiz González, alias Piloto
Una de sus más extraordinarias y controvertidas aventuras lo esperaba, sin embargo, en ese puerto en el que seguramente pisó por primera vez la Madre Patria. Santander era por aquel entonces el Montecarlo del Norte, por el auge que estaban adquiriendo los sitios de apuestas y otros negocios relacionados con la vida marina y los inmigrantes e inmigrantes que iban y volvían de América. Garitos de mala muerte competían con los más selectos clubs sociales a los que todo el mundo iba a beber y apostar, pero también a incursionar en otros vicios más carnales, pues la peor versión de una prostitución callejera y de burdel estaba en todas partes en la ciudad de moda por aquel tiempo. Grandes eminencias como Menéndez Pelayo, José María de Pereda o Galdós se codeaban con la corte de Alfonso XIII y científicos como Leonardo Torres Quevedo entre otras grandes personalidades. Pero por debajo de estos notorios personajes se movían otros, muy diferentes en la apariencia, dentro de lo que era la masa social de sufridos obreros y pescadores norteños entre los que se movía también un submundo de crimen organizado y rateros entre otros miembros del hampa.
El nutrido cosmos de garitos donde se juntaba el juego con el alcoholismo y la prostitución abarcaba toda la ciudad y rodeaba literalmente al Ayuntamiento y la Gobernación, cuyos dirigentes y subalternos fingían no enterarse de nada mientras un gran drama de ludopatía, coacciones y trata de blancas se desarrollaba a su alrededor con toda normalidad y a la vista de todo el mundo. Parecía que nadie les fuera a detener nunca cuando surge la figura de un auténtico héroe popular santanderino como fue Teodosio Ruiz González, alias Piloto, por su fama como excelente oficial de la Marina Mercante. Un oficio que desempeñó de forma muy solvente durante dieciocho largos años de marino montañés muy activo, casi siempre cubriendo la larga ruta entre los puertos del norte de España y las Antillas y Veracruz. Sin embargo, hay dos versiones sobre por qu dejó los barcos para siempre cuando era tan experto y se ganaba la vida tan bien a bordo de los mismos.
La primera versión, de sus propios amigos y colaboradores en su faceta periodística, que para mí es la más creíble, apunta a una enfermedad muy grave como motivo de que dejase los barcos y tuviera que reinventarse en tierra, seguramente pensionado y sin problemas económicos graves, pero igualmente hambriento de obtener ganancias extra en el mundo periodístico y hasta en el bajo mundo de lo ilegal.
La segunda versión, por parte de su admirador, Pick, el poeta y periodista marino, atribuye este abandono de la navegación a una falta de entendimiento con el íntegro y heroico capitán Fernando Gutiérrez Cueto, con quien servía como primer oficial a bordo de un gran buque en la línea entre Santander o Bilbao y Londres. Esto también es probable, ya que sabemos que alcanzó ese último puesto conocido a bordo de un buque y con don Fernando como jefe, al tiempo que resultan evidentes las diferencias de carácter entre uno y otro capitán de la marina mercante.
Teodosio Ruiz aterrizó con fuerza en el submundo de los tapetes y los prostíbulos
En cualquier caso, Teodosio Ruiz aterrizó en el submundo de los tapetes y los prostíbulos, donde ya hemos dicho que se requería una gran temeridad y valor para hacerse un hueco en las ganancias dentro de un mundo al que pasaba de lo alegal a lo ilegal según el caso. Un ambiente que no le era ajeno después de años y años de frecuentar estos garitos por todos los puertos por donde había pasado a lo largo de su larguísima carrera como marino experto. Hay que entender que en esta época se vivía una clara hipocresía en medio de la moralidad cristiana y conservadora que imperaba por todas partes y en todos los países a los que vamos a aludir aquí, pero que a la hora de la verdad no se practicaba tanto en un día a día marcado por la falta de entretenimiento sano, por la ignorancia y por el deseo de enriquecerse sin esfuerzo en una época en la que había grandes oportunidades. Pero era más fácil aterrizar por una sala de juego y tratar de ganar en unas horas el salario de un año entero de sudor. Y ahí entraban los personajes como Diego Martín Veloz y el propio Teodosio, quien pensaba que ese tipo de matones de tapete no tenían más derechos ni más valor que él mismo a la hora de imponerse en ese submundo y ganarse la vida a base de comisiones.
Hay que tener en cuenta que el mundo del juego ilegal de entonces era como el de la droga actual, ya que al ser un negocio ilícito no existía la manera de involucrar a las autoridades o a la justicia en la protección clientes y emprendedores del mundo del juego. Y entonces, por fuerza tenían que entrar otro tipo de protectores que asegurasen, como auténticos padrinos de la mafia, que ningún delincuente merodeador que no fueran ellos mismos pudieran exigir a unos y otros una parte de las ganancias. A esta práctica se la denominaba cobrar el barato, mientras que esos protectores clandestinos eran conocidos como barateros. Hombres sin escrúpulos que podían desenvolverse con la frialdad y la falta de restricciones que exigían estos ambientes llenos de trileros, adictos y gente violenta que a menudo no aceptaban haber perdido por una mala mano de cartas. También había muchos tramposos y de ahí viene la expresión de dar el pego, pues había auténticos magos de las trampas en las cartas como uno que se hizo bien famoso en Santander y que conseguía sacar siempre el naipe que le hacía falta para su jugada.
Un auténtico tinglado de crimen organizado en Santander
Sabemos que a la llegada del cubano Diego Martín Veloz a la ciudad había un auténtico tinglado de crimen organizado en Santander en el que no sólo se explotaba el juego ilegal, fuente de fenomenales ganancias en una economía de subsistencia como aquélla: también había muchísima prostitución que, en gran medida, era alimentada con la trata de blancas más brutal y con verdaderas mujeres blancas, ya que entonces se nutría con chicas europeas y de ahí el nombre de trata de blancas. También existía una prostitución masculina en Santander mucho más clandestina y tabú, lo mismo que la había en otras localidades importantes, pero estos asuntos tan feos no eran tratados por la purista y conservadora prensa de la época, que prefería pasar de puntillas por semejantes asuntos y dejar que todo siguiera igual.
La trama de crimen organizado con políticos corruptos en Santander involucrados tenía, en los policías locales de la ciudad, a su infantería mejor cualificada para efectuar de proxenetas y controladores del barato en cada garito donde se realizaban estas actividades. Y los resignados administradores de estos negocios turbios pagaban sus cuentas con resignación, porque la alternativa era encontrarse con una verdadera persecución policial, pero había otro problema añadido en los mafiosos callejeros que aparecían por los sitios para exigir su parte del botín. Este tipo de elementos podían presentarse en los garitos y montar cualquier escándalo para ahuyentar a los clientes y atraer la atención de las autoridades, lo que no interesaba nunca a los promotores de estos clubes de mala muerte o a veces también selectos. Porque en todos los clubes se jugaba y se apostaba, mientras que los servicios de prostitución también eran requeridos por una gran masa de hombres que vivían en la ciudad o pasaban por el puerto por algún motivo. La prostitución era por entonces tan alegal como lo puede ser hoy, tolerada por las autoridades y el sistema judicial, por lo que también en esos ambientes se requiere siempre la aparición de los famosos proxenetas.
Teodosio Ruiz González cobraba el barato en Santander
Sabemos que Teodosio Ruiz González cobraba el barato en Santander de todas estas situaciones, no solamente por su intimidatoria fuerza física y su temeridad a la hora de agredir y defenderse, sino que además encontró una forma excelente de consolidarse como el principal baratero de la ciudad sin tener que mancharse las manos. Simplemente cobrando una especie de impuesto revolucionario, a los que vivían de todos estos negocios turbios, a cambio de no sacarles en su periódico satírico y exponer públicamente lo que ya todo el mundo sabía. Que en el piso tal o en el local cuál se estaba jugando a los prohibidos o se estaba ejerciendo la prostitución. Y esa presión periodística y popular funcionaba de maravilla cuando su semanario era tan extraordinariamente vendido cada semana, aunque tenían que traerlo de una imprenta de Santoña, ya que en Santander no había quien se atreviera a sacar esas tiradas que el comisario y los políticos locales odiaban, pues se veían reflejados en su corrupción.
Las actividades mafiosas contaban con el apoyo de las autoridades corruptas de Santander
Todos los intentos del comisario Narciso Tomás, uno de los más corruptos que ha podido haber nunca en España, por anular los esfuerzos periodísticos de Teodosio Ruiz y sus amigos, terminaron bastante mal. El comisario y sus esbirros se volvieron tan comprometidos por las acusaciones y las pruebas que incluso acudieron a un juicio, para defenderse, en el que testificaron docenas de ciudadanos anónimos de toda la provincia, los cuales apoyaron en su mayoría las gravísimas declaraciones que hacían Teodosio Ruiz y sus amigos en la prensa. En un periódico llamado El Descuaje y luego en otro, el Don Preciso, relataban con todo lujo de detalles las actividades mafiosas de los chorizos y barateros locales con el apoyo de las autoridades corruptas de Santander. Sin embargo, el poder nunca va a permitir que los héroes locales y el pueblo puedan demostrar este tipo de cosas y salirse con la suya. Y a pesar de la abundancia de pruebas que existían en contra del comisario y a favor de Teodosio Ruiz, en esta lucha en solitario contra el crimen organizado y la corrupción, la justicia terminó dando la razón a la trama mafiosa parapolicial. Y todo a pesar de que el propio comisario fue trasladado oportunamente y extraído de su papel director el crimen organizado de Santander por algún tiempo.
Siempre protegido por gente importante del Ejército, se convirtió en el nuevo Al Capone de Santander
Pero los de Teodosio no obtuvieron mucho tiempo para celebrar su victoria, ya que en una clara maniobra de relevos se presentó de pronto el cubano Martinillo para hacerle la competencia a este héroe y a la vez baratero local. Teodosio Ruiz, en un principio, no debió apercibirse del peligro que encerraba este forastero tan exótico como atrevido. Parece ser que lo subestimó, a pesar de un historial delictivo tan notorio por parte del cubano, que llegó a presumir abiertamente de salir en los periódicos por eventos tan increíbles como el escándalo que formó en el club social conocido como el Colonial de Madrid, donde desalojó la sala de juego a tiro limpio. Esta anécdota tan significativa y su propia actitud de perdonavidas, siempre protegido por gente importante del Ejército, le allanaron mucho el camino a la hora de consolidarse como el nuevo Al Capone de Santander.
En 2022 se rodó un spot en Santander sobre el libro Los cuatro naufragios del capitán con el actor Aarón Deache
En el rodaje ha destacado especialmente, como actor profesional de Santander, Aaron Deache, quien interpreta da precisamente al protagonista del libro y el spot: Teodosio Ruiz González. Y el propio autor y colaborador desde periódico, Miguel de Cervera, nos cuenta cómo fue la incorporación de este joven actor al rodaje.
La verdad es que Andrey Shamray tiene muchísima más experiencia que yo en el rodaje de cortometrajes y spots, por lo que me puse rápidamente en sus manos y confié en su criterio para todo. Y sin duda fue una de sus mayores aportaciones la idea de traer al proyecto a Aaron Deache, puesto que yo buscaba a esa persona especial que pudiera interpretar alguien tan especial como fue Teodosio. Y una vez vi sus referencias me convenció, pero fue después de conocerle que ya no lo pensé más. Tenía al candidato perfecto. Una elección que se demostró buenísima cuando empezamos a trabajar.
Guns for hire: actores profesionales en Santander para cualquier spot o corto
Una de las ventajas que tiene contar con actores profesionales para grabar algo es precisamente que ahorras tiempo, en el rodaje, con lo que se abarata bastante la producción. Y eso teniendo en cuenta que ese tiempo va a estar muy bien invertido, porque la calidad que vamos a conseguir con un actor es muy superior a lo que cualquier aficionado en esto podamos hacer. Si quieres un proyecto grande, que no necesariamente tiene que ser caro, hay que contar con gente profesional como él.
Me ha gustado mucho encarnar a un personaje como el capitán Teodosio Ruiz, dice Aarón. Está muy bien que demos a conocer aspectos inéditos de la historia de la región, pues siempre estamos hablando de los mismos personajes, pero ya se nos está olvidando hasta algo tan mítico como la explosión del Machichaco. Un suceso que es único en la Historia del mundo y, sin embargo, su recuerdo se está perdiendo, incluso en Santander, que fue donde sucedió todo.
130 años de la masacre del Machichaco en Santander
Se trata de uno de los eventos más importantes, pero más desconocidos, de la Historia reciente de España. El cabo Machichaco era un barco mercante de la compañía vascoandaluza Ibarra que estalló, repleto de mercancías peligrosas, en el puerto más céntrico de la ciudad. Todo ello después de un cúmulo de circunstancias que implicaron, al fin, la mayor explosión jamás registrada hasta entonces, con cientos de víctimas mortales, heridos y desaparecidos. En el libro y el spot queremos hacer un pequeño homenaje a este gran evento dramático, como nos dice el autor, Miguel de Cervera (el que escribe):
La ciudad quedó herida de muerte, no sólo por los cientos de muertos y heridos, sino porque de inmediato se iniciaron varios fuegos a la vez. Por todas partes. El hospital de la ciudad, bastante moderno para la época, quedó colapsado, mientras que cada uno ayudaba como podía. Inclusive el cable del telégrafo quedó caído y la ciudad incomunicada. Fue un evento terrible del que se van a cumplir 130 años en 2023, pero ya se está perdiendo el recuerdo que pasaba de abuelos a nietos en Santander.
Andrey Shamray como técnico en vídeograbación en Santander
Ningún proyecto serio de videograbación puede quedar bien si no contamos con las personas adecuadas. Los técnicos que nos pueden ayudar. Y una de las situaciones más delicadas es siempre el sonido y la imagen, que deben ser de la más alta calidad siempre. Ahí sí que no podemos dar como resultado una cosa mediocre, aunque en realidad todos los detalles son importantes.
¿Es caro realizar un corto profesional?
Yo pienso que no lo es, nos dice Andrey. Inclusive si contamos con actores profesionales puede ser una cosa bastante fácil y económica de hacer, es importante es que quede bien para su uso económico o de difusión social. Porque una chapuza siempre va a ser muy cara, dado que no vamos a poder utilizarlo para casi nada.
Equipo de grabación de cortos profesionales en Santander
Somos un grupo de amigos que se ofrecen para realizar más cortos de este tipo y poder promocionar bien libros, proyectos económicos o situaciones de carácter histórico o institucional.
Si quieres que un proyecto de este tipo quede profesional, dice Aarón Deache, lo más importante es que un equipo de atrás que se ocupe de que todo esté perfecto. Y eso no necesariamente es caro, puesto que la gente que sabemos de esto vamos al grano y no hacemos perder el tiempo a nadie ni lo perdemos nosotros. Probablemente, ése sea uno de los secretos de hacer las cosas bien: un ahorro en tiempo y energía que va a suponer, por encima de todo, una calidad perfecta en el resultado final.
Aaron Deache: un joven y preparado actor profesional en Santander
El rodaje de Los cuatros naufragios del capitán, que es mi propio libro, me ha descubierto la figura de los actores profesionales para pequeños proyectos o grandes.
En realidad, aunque no lo parezca, al revés de como dijo Paco Umbral, no he venido a hablar de mi libro. Esto que vamos a comentar es una circunstancia añadida al rodaje de un spot sobre este libro en Santander, que es el escenario en sobre el cual se desarrolla el drama principal de los hechos reales que se narran.
Rodaje de spots sobre libros en Santander
Desde el principio ha sido un libro muy santanderino y esto se ha mantenido en la grabación del spot, porque todos los actores y participantes en el proyecto somos de aquí. Aunque a priori no lo parezca. Y es que en el rodaje veremos personas que son de orígenes muy diversos, desde dos participantes de Camerún a otros dos con orígenes eslavos. Y luego éramos dos santanderinos y uno de Santoña, aunque a él también le dejamos ser de Santander. Si se porta bien, claro (risas).
La historia real de un aventurero santanderino de la época de los vapores
Para la figura del protagonista, la verdad, estaba obligado a escoger una persona muy especial. No sólo por sus dotes de actuación, sino ante todo por el aspecto físico, pues estamos hablando de un señor cuya fuerza y agilidad física eran legendarias en su tiempo. De hecho, el poeta Pick hablaba de Teodosio Ruiz como el hombre más fuerte y valiente de la historia de Santander. Y esto limitaba muchísimo el rango de personas que podían ser elegidas para encarnar semejante personaje.
El videógrafo que se iba a encargar del proyecto desde el principio, Andrey Shamray, me sugirió muy pronto la participación de Aarón Deache. Y enseguida me pareció una buena idea, aunque después de conocerle me confirme en su idoneidad como el mejor candidato posible. Porque lo tenía todo para el puesto: desde un físico atlético y fuerte a la edad concreta, el ser un tipo atractivo y, por supuesto, su capacidad de teatralizar cualquier situación. Y es una persona que además no duda en llevar a cabo cualquier acción que se le diga, incluso, mejorando lo que uno tiene en mente.
Aarón Deache: un actor de acción, capaz de cualquier actuación
Si eres bueno para actuar en escenas de acción, al final, eres bueno para casi todo. Porque no es fácil rodar en momentos que pueden ser de peleas, saltos y carreras, o simplemente aguantar las vicisitudes de un rodaje largo. Esto fue, al fin y al cabo, el trabajo de una mañana de rodaje, pero mi experiencia en rodajes más largos es de pasar el día entero, muchas veces, y se hace un poco fatigoso si no estás acostumbrado a estas cosas. Al desgaste físico que suponen ciertas situaciones. En el caso de Aarón, al ser luchador de K1 desde hace muchos años, y ahora profesor de este deporte, el tema físico lo tiene ya de por sí al mejor nivel.