La película protagonizada por Charlon Heston y Sofía Loren contiene muchos de los ingredientes básicos de una de las epopeyas más gloriosas y largas de la Humanidad: la Reconquista española.
Una película sobre el largo proceso de invasiones de España desde el norte de África
Empezando porque está basada en un periodo intermedio de este largo proceso de invasiones sucesivas desde el norte de África, precisamente con la invasión de los almorávides, con los cuales tuvo que lidiar el Cid como gran campeón de los cristianos peninsulares. Pero vamos a ver, paso por paso, las similitudes de esta película con la realidad de su tiempo.
El 95% del tiempo eran escaramuzas entre pequeñas partidas de guerreros que atacaban y defendían un territorio
Para empezar, esa forma de guerrear que se llevaba en la Reconquista y que consistió el 95% del tiempo en escaramuzas entre pequeñas partidas de guerreros que atacaban y defendían un territorio. Esto lo vemos al principio de la película, por ejemplo, cuando el Cid personificado por Charlton Heston captura a varios caudillos andalusíes, en una batalla inesperada, mientras iba a casarse con su novia Jimena.
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En un encuentro fortuito de este tipo murió, por ejemplo, uno de los grandes héroes olvidados de la reconquista española: el conde de Castilla, García Fernández, apodado como El de las manos blancas, que después de haberse enfrentado a Almanzor en multitud de ocasiones tuvo un último y fatal encuentro con los de Al Ándalus que acabó una agonía breve en Córdoba. Una lanzada que lo dejó maltrecho y en manos de los enemigos. Y hubo muchos encuentros de este tipo durante toda esta larga guerra de la Reconquista.
También hubo constantes asedios y batallas campales muy importantes a lo largo de toda esta larga época de ocho siglos de continua guerra y diplomacia. Y esto también está muy bien representado en diversas escenas en las que moros o cristianos salían victoriosos o derrotados. Y el arma terrible de reducir ciudades enteras por hambre, en asedios que podían durar meses o años, se representa muy bien en el sitio de Valencia.
El Cid le da a su rey Sancho la cruz de su propia espada para besarla antes de expirar
Las constantes referencias a Dios, tanto en un bando como en otro, se plasman en juramentos de amistad y lealtad, pero también al encomendarse al Altísimo antes de entrar en combate. Inclusive hay una escena muy bonita y muy real en la que el Cid le da a su rey Sancho la cruz de su propia espada para besarla antes de expirar.
Los follones que tenían en las distintas Cortes quedan también reflejados en las continuas discusiones entre el rey Alfonso VI y el Cid, pero también mucho antes, como cuando los sucesores de Fernando I empieza en la pelea fraterna sobre el cadáver aún caliente de su padre. Y luego está la discusión fundamental de la historia de amor entre el Cid y Jimena. Esa acusación de traición que pesa contra el Cid y de la cual deben defenderse tanto él como su gente del clan burgalés de Vivar.
Las alianzas entre moros y cristianos para atacar a moros o cristianos son también constantes y muy reales en la Historia de España. No es ninguna licencia de autor que el Cid se unió en vasallaje con el rey moro de Zaragoza y llegó a atacar a otros estados cristianos como a los condes de Barcelona, pero siempre respetando la lealtad que le debía a su propio rey natural. El soberano de Castilla y León. Y todo a pesar de que lo había desterrado. De ahí la famosa frase del Emir de Zaragoza, que valora a las cualidades guerreras y humanas del Cid: ¡ay, qué buen vasallo, si tuviera buen señor!
Siempre se puede arreglar el asunto mediante una justa o combate a muerte
Las herramientas para la diplomacia entre los distintos estados incluían también los llamados juicios de Dios o torneos medievales, en los cuales los campeones de cada corte ejercían de abogados de lujo que dirimían a punta de lanza cualquier diferencia entre los distintos reinos o condados. Y una de las escenas más espectaculares de toda la película llega cuando el rey de Aragón le exige a su homólogo castellano leonés que le ceda Calahorra antes de que vaya a buscarla por la fuerza, llegando ambos a la conclusión de que se puede arreglar el asunto mediante una justa o combate a muerte entre los campeones de cada reino.
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La toma de rehenes para cualquier negociación importante o chantaje era también muy efectiva en esa época igual que lo sigue siendo hoy. Esta circunstancia ya surge al principio de la película, cuando el Cid captura a esos caudillos moros y su padre le pregunta si va a pedir rescate por ellos. También ocurre algo parecido cuando el rey de Castilla y León, en un arrebato de locura y de envidia, por la rivalidad que ve en el caudillo castellano al que ha desterrado, toma de rehenes a su mujer y a sus hijas y las encierra en un calabozo en Burgos.
Resulta muy curioso que un actor checoslovaco quede tan realista en su pretendida apariencia magrebí
La presión política y militar que ejercían los mandamases del norte de África sobre sus homólogos de Al Ándalus, cada vez más en desventaja frente a los cristianos, muy bien representada en la figura de Ben Yusuf. Un temible caudillo norteafricano que quiere unir a las distintas taifas en las que se ha dividido el imperio de Al Ándalus para formar de nuevo un bloque poderoso con el que acabar de una vez por todas con los cristianos. Resulta muy curioso que este actor sea checoslovaco y quede tan realista su pretendida apariencia magrebí. Un aplauso desde aquí para los que hicieron posible ese cambio tan increíble.
Las diferencias de todo tipo entre la población de Al Ándalus, que al cabo eran españoles, y los estoicos guerreros norteafricanos de Ben Yusuf, es una muestra de una situación que se prolongó a lo largo de toda la Reconquista. Porque grandes contingentes del norte de África y de otros lugares acudieron a la península a reforzar los ejércitos de Al-Ándalus, derivándose en auténticas dictaduras militares al estilo de la de Almanzor. Y esto causaba constantes fricciones con la población hispanorromana y no siempre musulmana de Al Ándalus, se veían sometidos a esta casta extranjera y militarista.
Asesinatos por encargo y la gran variedad de traiciones que se vivieron en la Edad Media
Los asesinatos por encargo y la gran variedad de traiciones que se vivieron en la Edad Media española también se ven reflejados en el vil Bellido Dolfos, que ataca a traición al rey de Castilla y León y lo mata por encargo de sus hermanos. la venganza posterior del Cid queda reflejada en obligar a su consiguiente rey, Alfonso VI, a jurar que no había tenido nada que ver con semejante operación. También el Emir de Valencia se niega a cumplir su propia palabra de no volver a atacar al rey de Castilla y León y hace todo lo contrario en varias ocasiones hasta ser ajusticiado por su propio pueblo en una revuelta propiciada por el Cid.
La xenofobia que imperó durante toda la edad media en España se hace palpable en la escena en la que Alfonso VI trata con desprecio a los emires y aliados moros que vienen a ayudarle en su guerra contra Ben Yusuf. Y es que esa España de las Tres Culturas que tanto nos han vendido desde la izquierda progre no siempre era tan maravillosa y había una coexistencia tan estupenda y pacífica. Y si algo podría echarse de menos en esta película del Cid es tal vez alguna referencia a la tercera y más minoritaria cultura medieval española, la de los judíos, aunque su papel era bastante terciario en este choque entre dos grandes imperios y formas de entender la política y la sociedad en España.
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La tragedia que viven el Cid y Jimena a cuenta de los problemas entre sus respectivos padres
Los asuntos de honor y de venganzas se vivían también en el terreno del amor, como se representa en la tragedia que viven el Cid y Jimena a cuenta de los problemas entre sus respectivos padres y la mala relación del héroe con el que iba a hacer su suegro y al que acaba matando.
La victoria final de las tropas castellano-leonesas y sus aliados es una muestra de lo que sucedía al final de todo en la tendencia victoriosa cristiana dentro de esta larga guerra de la Reconquista. Al final de todo, como decíamos, gracias a grandes líderes como el Cid o Guzmán el Bueno o Fernando III el Santo, que fueron despejando el camino hacia la victoria final, las distintas oleadas de invasiones norteafricanas iban siendo detenidas y hasta masacradas en el campo de batalla.