Todas las ciudades y pueblos tienen su alma oscura, aunque sea parte de la vida y de la diversión y la juerga. En este caso, además, hablaremos de uno de los puertos más importantes de la historia de España. Una ciudad de Santander que, como todos los puertos, alberga todavía hoy una gran actividad en el ocio turbio del juego, la prostitución y las sustancias de abuso y alcohol.
Soy Miguel de Cervera y puedo ser vuestro guía en Santander, para enseñaros la cara oculta de la mafia y la corrupción que por siglos ha sufrido esta ciudad y provincia.
Una investigación sobre la mafia y los misterios de Santander que he plasmado en una historia real de un antepasado mío, que luchó hasta la muerte contra esta lacra bien organizada que sufrimos en cada generación por todo el mundo: Los cuatro naufragios del capitán, un libro que podéis adquirir firmado si me escribís al 623191492 o al info@ponteaclick.com.
La historia de la prostitución, la corrupción y el hampa en Santander
Una realidad que viene de muy atrás en nuestra historia, sobre todo, por esta circunstancia que supone el trasiego constante de forasteros y marinos. Gente que pasa demasiado tiempo viajando y requiere una desconexión especial cuando llegan al puerto. Y en el caso de nuestra ciudad, por su especial conexión con América y toda Europa, la historia de la prostitución y el hampa de Santander ha sido demasiado larga y ha involucrado a demasiadas personas como para obviar esto. Después de todo, aquí vamos a hablar de personas de carne y hueso que tuvieron su momento de existencia. Y no pocos de ellos tuvieron también, por desgracia, que aguantar muchas miserias y problemas que incluso acabaron terminando con ellos.
Las corruptas autoridades del siglo XIX y la trata de blancas en Santander
Los problemas asociados con la prostitución son muchos y los sanitarios no son los menores de todos. Mucho más en épocas pasadas, cuando no existía apenas profilaxis. Hábitos de vida sexual sana que han sido difíciles de introducir en el personal, pero que han causado auténticos destrozos, en especial en esas épocas de nuestros antepasados vivían como se vive hoy en el tercer mundo.
Mi antepasado Teodosio Ruiz González ha sido una de las pocas personas que he conocido que realmente se tomó un cierto interés en este tema. Y digo conocido porque, aunque murió a principios del siglo XX, he tenido el privilegio de seguir sus andanzas en la prensa de la época. Y me he podido sorprender mucho al observar con qué celo se enfrentaba a las autoridades corruptas del Santander de finales del XIX, las cuales claramente favorecían y estimulaban los crueles negocios de trata.
La trata sexual de chicos: un comercio todavía más brutal que en el caso de las chicas
Inclusive aprendí un concepto nuevo que no conocía y que estoy compartiendo con todo el mundo, porque pienso que es bueno que se hable de estas cosas. La trata de blancos, en un principio, me pareció una expresión personal de mi antepasado y sus amigos, que publicaban en sus periódicos todo tipo de guasas mezcladas con las cosas más serías. Sin embargo, no tardé mucho en descubrir que era un concepto real que se refería a la explotación sexual de los chicos. La otra cara de la moneda del caso de la trata de blancas, pero más penoso aún. Y en este recorte de prensa del periódico El Descuaje, fundado por mi antepasado, podemos observar su preocupación por un comercio todavía más ilícito y brutal que en el caso de las chicas.
Estamos hablando de la falta total de protección y salubridad hacia unas personas abocadas a este tema de la trata por necesidad u obligación. Con una marginación incluso mayor que la que sufrían las pobres mujeres de la trata, las cuales al menos tenían derecho a una sección de higiene y prevención del Ayuntamiento de Santander. Pero no así los chicos, que se veían desamparados en todo, dejados a su mejor suerte para convertirse en víctimas potenciales de cualquier enfermedad infecciosa. Mi antepasado llega incluso a mencionar un reglamento de trabajo para estos chicos que no se cumplía casi nunca, acompañando esta afirmación de una ilustrativa sentencia:
¡Cuánta miseria! La trata de blancos en Santander
Y lo contaba en un contexto de salubridad, porque éste ha sido siempre el mayor riesgo de este tema. El sexo no es un juego y la promiscuidad sexual es una de las principales causas de transmisión de enfermedades muy graves. Las relaciones sexuales desprotegidas y sin afecto son muy problemáticas en este sentido, aparte de cualquier otra consideración de tipo moral.
El proxenetismo ha sido y es otra de las lacras más notorias en el asunto de la prostitución. El hecho de que terceras personas se lucren con una situación nos plantea la pregunta de hasta qué punto llega la protección a las chicas y la imposición, pues cabe preguntarse esto cuando al fin y al cabo es un negocio del que ellos también viven y viven bien.
El gobierno mafioso de Santander entre 1936 y 1937 tuvo una implosión de enfermedades venéreas, en gran parte debida a su negligente vigilancia de la salubridad pública y, más en concreto, de lo que se denominaba entonces «las chicas que hacían la vida».
La época dorada de la prostitución en la calle San Pedro de Santander
En la época dorada de la prostitución en la calle San Pedro, en Santander, estos proxenetas se dedicaban también a ejercer ellos la prostitución. Es decir, que estaban allí para lo que surgiera, incluso para dar el palo a los incautos que hubiera por allí de fiesta y lógicamente con dinero. Esto me lo contaba siempre mi amigo Paco, el de Molleda, que tenía un tío que regentaba un bar en este barrio y conocía muy bien el percal:
Los chulos iban de machotes, pero luego ellos mismos se dedicaban a lo mismo que estas mujeres. Y yo todavía recuerdo a un ganadero que vino con bastante dinero en el bolsillo de atrás del pantalón. Estaba tan borracho que se caía y yo la ayudé a levantarse varias veces, advirtiéndole de que varios chulos de éstos ya se habían fijado en él. Que estaba mostrando demasiado su dinero y esto le podía traer problemas, pero él no me hizo ni caso y lo último que vi fue cómo le rodeaban en un callejón.
Unas cuantas chicas que conocí murieron de SIDA
El problema de las enfermedades de transmisión sexual también se hizo muy presente, desde el principio, en la historia un poco sórdida de este barrio. Y también la lacra de la violencia más descarnada, siempre aparejada a este tipo de ambientes.
Las chicas que había allí eran muy guapas, me contaba Paco. Y varias de ellas eran muy amigas mías, ya que mi tío me dejaba al frente del bar para irse él a descansar. Y ganaban muchísimo dinero, claro, como para pagar la carrera de los hijos y vivir ellas muy bien. En ocasiones, se iban a los pueblos que estaban en fiestas y colocaban un colchón en cualquier parte, debajo de un árbol, haciendo cola todo el mundo para estar un rato con ellas. No es de extrañar que luego tuvieran que descansar varios días seguidos, después de tanto trajín. En una ocasión en concreto llegaron unos marinos, creo que de Alemania, y hubo un contagio muy grande de algo en la flota entera y se montó una buena. Por desgracia, unas cuantas chicas que conocí murieron de SIDA cuando llegó esa época de la droga y sus problemas añadidos. Pero en sus buenos tiempos ganaron tanto dinero que más de una le pagó la carrera a sus hijos sin problemas.
La complicidad criminal de las instituciones que en teoría protegen a las personas
Como siempre ocurre en Santander, no pocas de estas chicas tenían motes. Había una que era conocida como la Cubilete, porque tenía una pierna más larga que la otra y llevaba una plataforma que sonaba como un cubilete cuando caminaba. Otra era la Cateta.
Este tipo de historias no sólo acababan mal para las profesionales del sexo. Mi propio antepasado, Teodosio Ruiz González, un hombre muy mujeriego, llevó en el pecado la penitencia cuando adquirió una gravísima enfermedad que yo identifico con la sífilis, aunque no tenemos claro al 100% lo que pasó. Y así fue, quizás, cómo él mismo se dio cuenta del grave problema que sufrían muchísimas personas en torno a esta situación y se puso a denunciar la marginalidad que envuelve este mundo de la prostitución. Las denigrantes condiciones de trabajo, la explotación y la complicidad criminal de las propias instituciones, incluso las más dedicadas a la protección de estas personas.
La salubridad pública siempre fue una preocupación asociada al comercio del sexo. Veamos algunos recortes de principios del siglo XX sobre el tema. Este recorte de prensa, por ejemplo, publicado en El Ideal, se puede observar que «señoritas de honor perdido» molestan a los transeúntes, como se sigue diciendo en la siguiente imagen, mientras este periódico carga contra el responsable de la higiene pública (un tal Altarriba). Un responsable público al que se acusa de preocuparse sólo de recaudar. También en este recorte de prensa se ve la situación de delincuencia y explotación de la ludopatía que se podía encontrar en cualquier punto del país.
Como decíamos, en esta continuación del recorte, una chica andaluza debía estar enferma y que seguía ejerciendo la prostitución, en 1900, en Madrid, con grave riesgo de extenderse el contagio:
Aquí se ve una amenaza clarísima de revelar situaciones escandalosas relacionadas con la prostitución en Santander a comienzos del siglo XX:
¿Queréis ver el aspecto de un oficial de Policía en esta época de transición entre los siglos XIX y XX? Muchos de ellos venían de las Fuerzas Armadas de la época o, incluso, como ocurría con el corrupto y bestial comisario de Santander en esos años, el navarro Narciso Tomás, provenían directamente del ambiente carlista al que se intentaba seducir y asentar en el Estado de la época.
La Policía de la época era muy corrupta, como lo eran las autoridades, y está clarísimo por la simple lectura de la prensa que hay una constante decepción popular en cuanto se refiere a la solución de los más tremendos negocios clandestinos, como la trata de personas. Una situación que no ha cambiado tanto si observamos estos otros titulares de los años 90:
Seguiremos ampliando estas noticias de todas las épocas con el objetivo de que la gente vea que las situaciones no cambian, a lo largo del tiempo, sino que simplemente cambia el estilo o el contexto, pero no tanto el hecho en sí de que siempre existe crimen organizado y en connivencia con las autoridades.
Muchísimos emigrantes españoles pasaban por nuestra ciudad y se convertían en víctimas del hampa y la trata
Santander era por entonces un emporio comercial, nudo de comunicaciones con América y con el mundo y hasta una base militar importantísima. Y muchísimos emigrantes acudían a nuestra ciudad desde todos los rincones de España, especialmente el Norte, para hacer su viaje al Nuevo Mundo de probar fortuna donde tantos se estaban enriqueciendo. Un viaje que en la época de los barcos de vapor, que fue el tiempo de mi antepasado Teodosio, resultaba mucho más seguro y rápido que antes. Sólo se tardaban 10 días en llegar a Cuba y esto hacía de Santander un puerto siempre activo, lleno de potenciales emigrantes en busca de fortuna, aunque muchas chicas y chicos se quedaban por el camino.
El mundo del hampa se fijó hace tiempo en Santander
Todo un caldo de cultivo para que la trata de blancas prosiguiera su curso en constante crecimiento. El mundo del hampa se fijó en Santander y buscó a su socio fundamental en las autoridades: Ayuntamiento, Gobernación y Policía Municipal se coaligaron con los matones locales para explotar el lucrativo negocio del juego, que era ilegal, pero también de la trata de blancas y blancos. Y hasta de los robos en domicilios y negocios, cuyos botines nunca aparecían.
Los cuatro naufragios del capitán: la historia del Al Capone salmantino y otros chorizos y proxenetas
Los peores enemigos de mi antepasado fueron los miembros de la policía municipal de santander con su forzudo comisario, Narciso Tomás, a la cabeza de esas tropas de corruptos. Y eran ellos los que, bajo la mirada cómplice del gobernador o el alcalde, daban cobertura a auténticos chorizos y proxenetas como algunos de los que nombro en mi libro: Los cuatro naufragios del capitán. Personajes tan turbios como el gran chorizo Pepe Estévez o el Al Capone salmantino, un cubano de origen con una apasionante historia. Toda una mesa del diablo en torno a la cual se gestionaban los negocios criminales de toda Santander y contra la cual se rebeló el Capitán Teodosio Ruiz, alias el Piloto, a quién apoyó una gran parte de la sociedad santanderina. Una historia que por desgracia terminó muy mal, como reflejo en el libro, pero es que el hampa y la corrupción y el vicio forman un cáncer muy difícil de curar. Y así es que se reproduce exactamente igual en cada generación, ante el pasotismo generalizado que consiente tanto abuso.
La mafia policial del joyero Venero, de Santander
Como decimos, se trata de un ambiente delictivo y de corrupción generalizada que ha pervivido aquí a lo largo de las generaciones. Y el mejor ejemplo es la más conocida mafia policial del joyero Venero, que era de Santander y ayudaba a una trama muy elaborada de importantes policías corruptos, los cuales a su vez controlaban perfectamente el mundo de los atracos a bancos y joyerías. Bandas de delincuentes que realizaban los asaltos con la impunidad que les permitía el tener protección policial, como no podía ser de otro modo cuando tenían que compartir con esos polizontes sus ganancias. Y era un trato que no duraba demasiado tiempo, pues dichos delincuentes eran abatidos por sus mismos controladores policiales en torno a su tercer atraco. Como si fuera una cacería.
La famosa desaparición del Nani
De hecho, esta mafia policial, conocida popularmente como del joyero Venero, fue la que estuvo detrás de la famosa desaparición del Nani, que no fue sino otro de tantos de estos efímeros colaboradores delincuenciales de la mafia policial. un entramado de despiadados polizontes que no podían tolerar que los delincuentes se la jugaran y mataron al Nani después de torturarlo, convencidos de que se había quedado con su botín. El lugar de su entierro es todavía hoy desconocido, pero siempre se vio relacionado con un joven aristócrata sin oficio ni beneficio, que al igual que el joyero Venero se prestaba a ayudar a sus poderosos amigos polizontes.
No es, por tanto, de extrañar que el joyero Venero se asustase un buen día y fuera a denunciar a esta gente a la Policía en Santander. Pero él no era más que un auxiliar, que chivaba a esta red nacional de polizontes los movimientos en el mundo de la joyería por todo el país. La fuente de información necesaria para que los delincuentes contratados por la mafia policial pudieran llevar a cabo sus asaltos, claro está, antes de morir ellos mismos en espectaculares y «espontáneas» operaciones policiales.
Los colaboradores necesarios de los policías corruptos de Santander
Y al parecer no era el único colaborador necesario para estos policías corruptos en Santander. El proxeneta gitano Pin Pin, que campaba por sus respetos en el proxenetismo de la calle San Pedro de Santander, también dio ciertas muestras de una protección especial desde las alturas. Y es que estaba enamorado de una chica portuguesa que trabajaba en el barrio y que no le hacía caso o que se atrevió a continuar con su actividad fuera del patrocinio del ya anciano rufián: en todo caso, sería una circunstancia que él considero como una falta de respeto, por lo que en un ataque de locura tomó una navaja y se dirigió hacia el bar donde se encontraba ella.
En un intento de evitar el feminicidio, otra chica de apellido Veci salió en su defensa y resultó herida de muerte. Pero el agresor no pudo ser detenido porque escapó bien. Demasiado bien. Alguien puso alas a su huida. Y mi amigo Paco, el de Molleda, que seguía con mucha atención estas historias truculentas, achacaba esta impunidad a la protección de la mafia policial del joyero Venero. Favores de protección policial que no serían gratis, claro, dura criminal se basa en las mordidas que se pagan a los policías corruptos, los cuales a su vez reciben otro tipo de favores. Y esto se vio muy claro en este caso de la mafia policial del joyero Venero en los 80, ya que esos polizontes no pagaron realmente por sus docenas de asesinatos y atracos a mano armada. Sus condenas fueron de risa y eso nos lleva a otro escalón más alto en esta historia. Y, por cierto, ¿saben qué conocido y turbio abogado defendía a estos psicópatas policías? Lo indico al final del artículo, para que el lector pueda adivinar tranquilamente.
El expediente Royuela y la mafia política, jurídica y policial de todos los tiempos
Tal vez todo esto nos recuerde al famoso expediente Royuela y la mafia política, jurídica y policial que siempre ha existido. Porque no hay nada nuevo bajo el sol.
Hoy en día, la calle San Pedro de Santander es un erial tercermundista donde todavía se practica la prostitución, pero ahora en un ambiente excesivamente descuidado. Unos viejos caserones que amenazan ruina y en los cuales todavía se pueden ver algunos letreros de nombres significativos, como en el caso del club Sube y baja. De hecho, se han producido derrumbes de edificios próximos en los que ha habido muertos, y es que toda esta zona del centro de Santander es terreno potencial para la especulación urbanística. En mi opinión, no van a respetar ni los restos de la muralla carlista que defendió Santander ni tampoco ningún triste recuerdo de la fábrica tabacalera original, recuerdos que deberíamos conservar de un pasado muy reciente y bucólico (el tiempo me ha dado la razón en todo esto, por desgracia)
Todo cambia y nada cambia
Hoy en día, al revés de lo que sucedía hasta tiempos muy recientes, la emigración y sus problemas asociados, como la trata de blancas, tienen lugar en la dirección opuesta a la que fue. Es decir: hasta hace no tanto, los europeos pobres en general emigraban hacia de lo que ahora llamamos países en desarrollo. Y no sólo en el continente americano: los españoles emigraban también en masa a Filipinas y al Magreb, donde por cierto sufrían muchos problemas de seguridad e incluso violaciones. Pero ahora son los inmigrantes de esos mismos países los que vienen a los más ricos países de Occidente, como los europeos, para ganarse la vida a costa de sufrimientos parecidos a los de nuestros antepasados.
Una gran variedad de drogas han sustituido el monopolio que suponía antes la lacra del alcohol y el juego. Y los salones de juego ilegales, que durante mucho tiempo fueron perseguidos para engordar las ganancias de policías y políticos corruptos, hoy han sido sustituidos por salones de juego legales donde tantos jóvenes se inician en la ludopatía.
Como dice esa canción de Los Suaves, cambian los tiempos, cambian las modas, pero el hombre no cambiará jamás.
* Julio Rodríguez Menéndez.