Los propagandistas del Ayuntamiento de Santander ocultan el mérito social y patriótico de un gran hombre de Iglesia y de Estado como fue el Obispo Luarca, quien hizo muchísimas cosas por los humildes y en especial por las mujeres, sobre todo, empezando por las más desprotegidas.
Muy al contrario, los propagandistas de siempre utilizan esta situación para promocionar un mural que está bastante bien, pero que oculta en todo momento a los verdaderos benefactores de esas mujeres en situación vulnerable. Y, en concreto, hablaré aquí de cuatro personas de esta época de la que estamos hablando y de dos momentos diferentes de la Casa de Recogidas: una como centro de recogida y ayuda de mujeres desamparadas y otro como cárcel tercermundista, en el mismo edificio, hasta que fue demolido y trasladados a la nueva cárcel de la Calle Alta. Otro presidio infame, de dimensiones claustrofóbicas, que ya no existe.
Cuatro personas que se distinguieron en la lucha contra la explotación de la mujer en el siglo XIX en Santander
Los cuatro protagonistas de esta historia, que lucharon por los derechos de las mujeres desamparadas de Santander, son los siguientes:
- El Obispo Luarca: un eclesiástico y hombre de Estado asturiano cuyo largo obispado en Santander está marcado por obras públicas de mucho interés social. Él fue quien fundó la Casa de Recogidas de Santander.
- Tedosio Ruiz González: un Capitán de la Marina Mercante que tras ser dado de baja por una grave enfermedad se dedicó a luchar por los más desfavorecidos de Santander y contra el crimen organizado.
- La Marquesa de Mansilla: jefa de la Junta contra la Trata de Blancas, se atrevió a denunciar a las autoridades y en concreto al corrupto comisario de la Policía Local de Santander llamado Narciso Tomás.
- El periodista José del Río Sanz, alias Pick, que describió a sus contemporáneos la triste realidad de la cárcel que sustituyó la Casa de Recogidas de María Egipciaca de Santander.
Es hora de decir la verdad sobre la Casa de Recogidas de María Egipciaca
Es hora de decir la verdad sobre la Casa de Recogidas de María Egipciaca, un nombre que pertenece a una santa hace varios siglos que ejerció la prostitución y luego se convirtió y dejó atrás esa vida. Por lo tanto, la Casa de Recogidas de María Egipciaca es ya de por sí un invento cristiano por el nombre, pero es que además fue fundada por un obispo y atendida siempre por monjitas, por lo que es un ejercicio de muchísima cara dura municipal el negar o simplemente obviar todo esto cuando es tan evidente.
Pero hay más. Como cuento en el libro de Los cuatro naufragios del Capitán, en realidad, la participación de las autoridades locales en cuanto a dicha Casa de Recogidas fue nefasta. Y en cuanto falleció el citado obispo, que además de emprendedor fue un hombre de mucho carácter, enseguida empezaron a meter sus manos los políticos de siempre para acabar con la buena obra que él inició. Sacaron a toda prisa a las monjas de allí, seguramente aprovechándose del desastre absoluto que fueron las desamortizaciones de los bienes eclesiásticos.
Las autoridades municipales y del Gobierno convirtieron la Casa de Recogidas de Santander en una cárcel horrible
Y convirtieron una Casa de Recogidas para mujeres en situaciones desesperadas en justo lo contrario de lo que debería ser ese edificio: una cárcel horrible. Un presidio tercermundista que era todo lo contrario de lo que el obispo quería hacer con ese edificio de María Egipciaca, financiado con mucho sacrificio por el pueblo de Santander, al igual que el cercano Hospital de San Rafael, convertido hoy en sede de la ruinosa autonomía de Cantabria.
Y es que los políticos en seguida tomaron cartas en el asunto y cerraron dicha Casa de Recogidas sin dar más asilo a las mujeres desamparadas, transformándolo todo en una cárcel cruel donde no había redención posible. Un presidio saturado en el que los carteristas más jóvenes eran hacinados junto a los peores criminales profesionales. Donde las jovencitas que cometían cualquier travesura aprendían el oficio más antiguo del mundo de las más veteranas meretrices. Todo ello en unas condiciones paupérrimas como en las prisiones de pesadilla que podemos ver en el tercer mundo.
Una cárcel en la que no paró mucho tiempo el revolucionario y poeta cubano José Martí
Una cárcel tan lóbrega y tercermundista que el líder revolucionario y poeta José Martí, al ser destinado a dicho presidio, seguramente ni lo pisó nunca. Porque la cárcel de verdad siempre ha sido para los pobres.
En pocas palabras, por impulso público de la Gobernación y el Ayuntamiento de Santander se cerró para siempre un proyecto innovador para la época y muy social y humanitario, pero sin dar una solución a esas mujeres que eran tiradas literalmente a la calle por su situación económica o sus propios entornos familiares o de pareja. Mujeres que acababan siendo explotadas sexualmente en la peor trata de blancas que podamos imaginar hoy en día y que ya no encontraba esa puerta amable y ese refugio humilde donde las monjitas se ocupaban de ellas. Nada de eso.
Los servicios municipales del siglo XIX incrementaban sus presupuestos a costa del incremento de la prostitución
Los políticos de la época decidieron que era mejor gestionar las cosas desde el lado más público posible, cómo no, tirando con pólvora del rey para ofrecer unos servicios que dejaban mucho que desear. ¿Para qué rehabilitar a las mujeres con su propio trabajo en la Casa de Recogidas conventual? Era mejor mantenerlas más o menos sanas y operativas en la calle. Haciendo la calle.
Para eso ya estaba el Ayuntamiento de Santander y su servicio de Prevención e Higiene, que a decir del capitán Teodosio Ruiz González se conformaba con mantener un poco los mínimos de salubridad en la profesión más antigua del mundo. Ignorando por otro lado la trata de blancos, la prostitución masculina y de menores de la época, cuyas condiciones higiénicas calificaba como inexistentes, ya que el tabú sobre la homosexualidad y el abuso de menores se imponía sobre todo lo demás. Ese escándalo es que ya ni existía. Y Teodosio Ruiz resumía toda esta situación con una frase que lo dice todo:
¡Cuánta miseria!
El comisario corrupto de Santander de la época se dedicaba a la Trata de Blancas
Y es que el propio Teodosio Ruiz González, que por cierto era hermano de mi tatarabuela, mantuvo una lucha a muerte contra esas autoridades y sus terminales en el crimen organizado de Santander. Denunciando la realidad de que la policía local de Santander del siglo XIX, combinada con la propia Gobernación y el Ayuntamiento, eran más que cómplices en la explotación del juego ilegal, la trata de blancas y hasta los robos en casas y negocios. Todo ello sin olvidarnos de las tremendas palizas que se daba a los detenidos, costumbre barbárica de la época, incluso con mazas y látigos. Y hasta el propio comisario de Santander de la época, Narciso Tomás, fue acusado por la directora de la Junta contra la Trata de Blancas de poner en la calle a las chicas que ellas mismas intentaban rehabilitar.
El objetivo de cerrar la Casa de Recogidas era que no faltaran mujeres en la calle
Es decir: lo mismo que habían hecho a mediados del siglo XIX cerrando la Casa de Recogidas, pero repitiendo la maniobra a finales del mismo siglo. Siempre con el objetivo de que hubiera mujeres implicadas en el negocio de la trata y que nadie las pudiera ayudar a salir de esa situación. Porque lo único que encontraban estas mujeres y otras personas vulnerables era una cárcel que no merecía ni ese nombre.
El propio José del Río Sanz, alias Pick, se quejaba de todo esto y con razón, pues a él le tocó vivir como periodista la época tremenda de esta primera cárcel más o menos moderna de Santander, levantada en el mismo edificio que empezó siendo la Casa de Recogidas. Luego vendría la cárcel de la calle Alta con sus propias miserias penitenciarias, en tiempo de paz y de guerra, pero eso ya es otra historia.
Por todo lo dicho, cuando paséis por este parque que está sobre el túnel del Pasaje de Peña y frente al Juzgado de la calle Alta, en pleno centro de la capital montañesa, echad una mirada a los cimientos que aún quedan de la antigua Casa de Recogidas y la Cárcel de Santander. Porque muchísimas personas vulnerables de una época muy larga derramaron aquí sus lágrimas más amargas. Mucha más gente implicada en esta historia que en el mito que malvende la web del ayuntamiento, siempre sin nombrar a los verdaderos héroes (como el Obispo Luarca entre otros) ya las heroínas silenciosas (las monjas o la Junta contra la Trata de Blancas):