Hablamos de defensa personal en Bizkaia ante el aumento de la violencia callejera. El reciente aumento de agresiones con armas blancas en distintas ciudades del País Vasco ha reavivado un debate que trasciende la seguridad pública: ¿estamos preparados para protegernos a nosotros mismos en una situación de peligro real?
La defensa personal, más allá de la imagen que pueda asociarse al combate o la violencia, se ha convertido en una herramienta necesaria para la autoprotección, la gestión del miedo y la prevención de conflictos.

Aumento de los ataques con armas blancas en Bizkaia
Durante este mes de octubre ha ocurrido algo inédito en el País Vasco. Por primera vez, el Gobierno Vasco ha relacionado el aumento de los ataques con armas blancas en las calles con la presencia de personas extranjeras sin arraigo en la comunidad. En la misma línea, el alcalde de Bilbao hizo una polémica afirmación al señalar la existencia de “culturas donde el valor de la vida es diferente”, introduciendo un matiz cultural en el debate sobre la seguridad ciudadana.
A ello se suma un cambio significativo en la política informativa de la Ertzaintza, que ha decidido comenzar a comunicar el origen de las personas detenidas, rompiendo así con una práctica institucional que hasta ahora evitaba mencionar cualquier referencia al país de procedencia.
El detonante de este giro parece haber sido el asesinato de un joven magrebí en el barrio bilbaíno de Solokoetxe a finales de septiembre, un crimen por el que fueron arrestados tres jóvenes latinoamericanos. Desde entonces, la conversación pública ha cambiado de tono y de límites.
Es como si, de repente, el elefante en la habitación hubiera comenzado a rugir: una realidad incómoda, presente desde hace tiempo, pero que ahora ocupa el centro del debate político y mediático.
De la estadística al miedo cotidiano
Los datos sobre delitos con arma blanca se han incrementado de forma visible en los últimos meses, y el tema ha pasado de los informes policiales a las conversaciones en la calle. En Bilbao, el asesinato de un joven en Solokoetxe y otros episodios violentos recientes han llevado a muchos vecinos a sentirse más vulnerables al desplazarse por determinados barrios o a ciertas horas.
Aunque la percepción de inseguridad no siempre se corresponde con la realidad estadística, su impacto psicológico es profundo. La defensa personal aparece entonces no como una respuesta violenta, sino como una forma de recuperar el control y la confianza en uno mismo ante un entorno percibido como hostil.
La defensa personal no es pelear, es evitar
Una de las ideas más erróneas sobre la defensa personal es creer que se trata de aprender a “ganar una pelea”. En realidad, los instructores más experimentados insisten en que la primera regla de la defensa personal es no pelear.
Su objetivo no es la confrontación, sino la prevención y la evasión del peligro.
Aprender defensa personal implica desarrollar tres habilidades esenciales:
Conciencia situacional, es decir, estar atento al entorno y detectar señales de riesgo antes de que el conflicto estalle.
Gestión emocional, aprender a controlar la adrenalina y el miedo para pensar con claridad bajo presión.
Reacción eficaz, saber utilizar técnicas de escape, bloqueo o neutralización solo cuando no hay otra alternativa.
En otras palabras, el verdadero entrenamiento de defensa personal empieza mucho antes del contacto físico.

Mujeres, jóvenes y mayores: grupos más vulnerables
Las academias y clubes especializados en defensa personal en Bilbao han notado un aumento del interés entre mujeres, adolescentes y personas mayores, colectivos que suelen sentirse más expuestos ante situaciones de acoso o agresión.
En Bilbao, Donostia o Vitoria, proliferan los cursos de defensa personal femenina, donde se enseña no solo a responder ante una agresión, sino también a reconocer señales de peligro, utilizar la voz como herramienta disuasoria y emplear objetos cotidianos —como un bolso, una bufanda o las llaves— para crear distancia y ganar tiempo de escape.
La defensa personal, bien entendida, empodera sin fomentar la violencia. Transforma el miedo en seguridad interior, y promueve la autonomía y la serenidad frente a posibles amenazas.
El papel de las instituciones: educación y prevención
El repunte de incidentes violentos, unido al debate sobre la comunicación del origen de los detenidos, ha generado cierta tensión social. Sin embargo, la verdadera solución no está en señalar colectivos, sino en reforzar la educación y la prevención.
Las instituciones pueden desempeñar un papel fundamental promoviendo programas comunitarios de defensa personal, talleres en centros escolares y campañas que fomenten la convivencia y el respeto.
De poco sirve endurecer el discurso político si no se trabaja en el terreno social y educativo.
Iniciativas impulsadas por asociaciones vecinales y gimnasios locales ya comienzan a ofrecer cursos gratuitos o subvencionados de defensa personal urbana, que combinan técnicas de artes marciales con consejos prácticos sobre cómo moverse por la ciudad, evitar zonas de riesgo o reaccionar ante un intento de robo o agresión.
Autoprotección: un derecho y un deber
Practicar defensa personal no implica desconfiar de los demás, sino reconocer que la seguridad comienza por uno mismo. Nadie puede controlar el comportamiento ajeno, pero sí puede mejorar su capacidad de reacción y su actitud ante el peligro.
Saber cómo actuar, mantener la calma y utilizar la fuerza solo de forma proporcional y legítima es tanto un derecho como una responsabilidad ciudadana.
Por ello, la defensa personal debe entenderse como parte de una cultura más amplia de convivencia segura y respeto mutuo. Una sociedad más fuerte no es la que vive con miedo, sino la que se prepara para protegerse sin perder humanidad.
Defensa personal en Bizkaia: más conciencia, menos miedo
El debate sobre la violencia callejera, los discursos políticos y las tensiones sociales que lo rodean no deben hacernos olvidar lo esencial: la defensa personal no se trata de dividir, sino de fortalecer.
Aprender a cuidarse y a mantener la calma en situaciones extremas no solo salva vidas, también fomenta la responsabilidad individual y colectiva.
En un tiempo donde la inseguridad parece ocupar los titulares, apostar por la formación en defensa personal es, quizás, una de las formas más constructivas de responder al miedo con conocimiento, preparación y equilibrio.
 
			






















 
                                
 
							

