«¿La verdad? Puede que no la soportaras». ¿Hasta qué punto es importante, para nuestra felicidad, el aspecto físico que podemos mostrar a los demás o a nosotros mismos? Desde la perspectiva de lo que conocemos de la cirugía facial en Bilbao, como amigos de especialistas en esta importante rama médica, vamos a analizar cómo se desarrolla una trama en la que un hombre joven y triunfador queda terriblemente desfigurado para siempre.
⚠️ Advertencia: este artículo contiene spoilers relevantes de la trama. Por lo tanto, quien no haya visto la película todavía o no recuerde detalles importantes, pero le apetezca poder volver a visualizarla, es mejor que lea este artículo a posteriori. La verdad es que es una película que merece la pena muchísimo y, además, es de los raros casos en el cine español en que realmente hemos llegado a triunfar dentro y fuera de nuestras fronteras.
La cirugía plástica como solución ante un problema que es más profundo

Antes del accidente, la belleza es su carta de presentación y su fuente de seguridad.
Después del accidente, al perder ese «privilegio», se enfrenta al rechazo social, la pérdida de autoestima y la idea de no ser amado sin su rostro original.
Cuando se le ofrece la posibilidad de una cirugía reconstructiva experimental, y más tarde, un tratamiento aún más avanzado con la empresa «Life Extension», César se encuentra atrapado en una ilusión donde su rostro es restaurado, pero comienza a tener problemas para distinguir la realidad de los sueños inducidos.
La cirugía facial como un sueño imposible que se convierte en pesadilla
César es un joven apuesto y exitoso que parece tenerlo todo: belleza, dinero y una vida social envidiable. Sin embargo, tras conocer a la mujer de sus sueños, su existencia da un giro inesperado cuando sufre un grave accidente que lo desfigura por completo. A partir de ese momento, su percepción de la realidad comienza a desmoronarse, y ya no puede distinguir entre lo que es real y lo que no.
Mucho antes de que su primera película, Tesis (1996), conquistara crítica y público, Alejandro Amenábar ya tenía en mente el proyecto que sería su siguiente trabajo: Abre los ojos (1997). La inspiración le llegó durante un episodio gripal que sufrió durante el rodaje de Tesis. Según el propio director, el concepto inicial de la historia surgió como una «excusa argumental», a la que luego fue añadiendo diferentes capas y claves temáticas. Uno de los elementos que más le fascinó fue la criogenización, técnica que en la década de los 90 empezó a ganar notoriedad. «Me impactó descubrir que realmente existían empresas que ofrecían este servicio», confesaba.
Cirugía facial en Bilbao: excelencia y vanguardia
La cirugía facial en Bilbao ha experimentado un notable avance en los últimos años, combinando técnicas quirúrgicas innovadoras con un enfoque personalizado. Gracias a profesionales altamente cualificados y clínicas equipadas con tecnología de última generación, la ciudad se ha consolidado como un referente en tratamientos estéticos y reconstructivos del rostro. Cada rostro es único, por lo que se ofrecen soluciones personalizadas para responder a las necesidades y expectativas de cada persona. Desde rinoplastias y lifting facial, hasta blefaroplastias (cirugía de párpados) y tratamientos de rejuvenecimiento facial en Bilbao, los procedimientos se planifican cuidadosamente para lograr resultados naturales y armoniosos, respetando siempre la identidad facial del paciente.

La historia de un hombre que quiere vivir en el cielo y acaba atrapado en su propio infierno
Así nació una historia que explora los límites entre el sueño y la vigilia, entre el deseo y el castigo: “la historia de un hombre que quiere vivir en el cielo y acaba atrapado en su propio infierno”, como la describía el propio Amenábar. Aunque también reconocía que en esencia era «una película sobre los sueños, tanto los oníricos como aquellos que anhelamos en la vida».
El proyecto fue presentado a José Luis Cuerda, quien ya había producido Tesis y mantenía un acuerdo para respaldar otros dos films de Amenábar. Cuerda aceptó producir Abre los ojos a través de su empresa Las Producciones del Escorpión, en colaboración con Sogetel.
El proceso de escritura del guión no fue lineal, sino complejo. Amenábar comenzó a trabajar en el guion junto a su colaborador habitual, Mateo Gil. El proceso duró cerca de seis meses y dio lugar a tres versiones distintas. Mientras que Gil apostaba por una visión más experimental, cercana al mito de Frankenstein, Amenábar insistía en centrar la trama en la historia de amor y en las emociones humanas. Además, para documentarse con mayor rigor, el director visitó varios centros psiquiátricos con el fin de representar la enfermedad mental con la mayor honestidad posible.
Reflexiones filosóficas y éticas sobre la cirugía facial en el caso de César

Identidad y apariencia: ¿Qué parte de nosotros constituye nuestra «verdadera» identidad? ¿Somos nuestra apariencia?
Superficialidad y autoimagen: La película critica una sociedad que valora en exceso el aspecto físico, mostrando cómo César se desmorona al perder su belleza.
Ética de la cirugía estética y la tecnología: ¿Hasta qué punto es legítimo modificar la apariencia para mantener una imagen idealizada? ¿Qué pasa cuando las soluciones tecnológicas distorsionan la realidad?
En Abre los ojos, el dilema del aspecto exterior y la cirugía plástica sirve como una metáfora poderosa del conflicto entre lo superficial y lo esencial. La película sugiere que una vida basada únicamente en la imagen externa es frágil y que la búsqueda de perfección —ya sea física o emocional— puede llevar a la alienación y la pérdida del sentido de la realidad.
Se hace rico cuando pierde a sus padres y vive una existencia bastante banal
José Luis Cuerda participó activamente en todo el desarrollo del guion, según recordaba Amenábar: «Fue un proceso muy dialogado entre los tres». Y el elenco estuvo formado por rostros ya conocidos del cine español y por nuevas promesas. Amenábar volvió a contar con Eduardo Noriega y Fele Martínez, que fueron también protagonistas de Tesis. Noriega encarnó a César, personaje que reconoció como un gran reto: «Mi desafío es lograr que el público empatice con alguien con quien pocos se identificarán». Sin embargo, pienso que todo el mundo ha podido empatizar con alguien que lleva en el pecado la penitencia, ya que se hace rico porque pierde a sus padres en un accidente y vive una existencia bastante banal. Fele Martínez dio vida a Pelayo, su mejor amigo, con quien mantiene una relación de lo más complicada.
Penélope Cruz fue elegida para interpretar a Sofía, el gran amor de César. Curiosamente, Cruz estuvo a punto de participar en Tesis, pero en esta ocasión no dejó pasar la oportunidad: «Cuando leí el guion de Abre los ojos, supe que quería hacer esta película,» declaró.
Completaron el reparto Nawja Nimri como la enigmática y chalada de Nuria; Chete Lera como Antonio, el psiquiatra de César (personaje que en el primer borrador era un abogado); Gérard Barray como Duvernois, un empleado de la empresa de criogenización; y un joven Tristán Ulloa en un breve papel como camarero que borda a la perfección.
Cirugía facial en Bilbao: más que estética
La cirugía facial no se limita al aspecto estético. También puede tener un impacto positivo en la autoestima, la funcionalidad y la calidad de vida. Ya sea para corregir una malformación congénita, reparar una secuela de accidente, o simplemente mejorar la apariencia, la cirugía facial en Bilbao ofrece soluciones seguras y efectivas para sentirse mejor tanto por dentro como por fuera. Los cirujanos plásticos y maxilofaciales de Bilbao cuentan con una sólida formación y una amplia experiencia. La seguridad del paciente es prioritaria en todo momento, por lo que las intervenciones se realizan en centros acreditados, cumpliendo con los más altos estándares de calidad y cuidado médico. Además, el acompañamiento en el proceso pre y postoperatorio garantiza una recuperación controlada y sin sorpresas.

La famosa escena de la Gran Vía vacía y los típicos espontáneos que siempre aparecen
El rodaje se llevó a cabo entre el 12 de mayo y el 8 de julio de 1997, íntegramente en Madrid. Algunas de las localizaciones más destacadas fueron la Gran Vía, el Parque de Berlín, el psiquiátrico de Alcalá de Henares, la Torre Picasso y el Faro de Moncloa. El presupuesto ascendió a 370 millones de pesetas (unos 2,2 millones de euros), y se destinaron 110 millones adicionales a promoción.
Los actores comenzaron los ensayos dos meses antes del rodaje, practicando hasta dos veces por semana, lo que permitió un trabajo fluido en el set. La famosa escena de la Gran Vía vacía fue uno de los mayores desafíos logísticos. Se rodó en agosto de 1996, mucho antes de que el guion estuviera terminado, aprovechando el puente de la Virgen de la Paloma, cuando la ciudad estaba menos transitada. El Ayuntamiento concedió un permiso de apenas cuatro horas, lo que obligó al equipo a extender la sesión dos horas más. En el rodaje se colaron varios «extras» no deseados: un sacerdote camino a misa y una mujer esperando un autobús.
En esta escena, Amenábar dio la instrucción a Noriega de no girarse, por si finalmente se decidía cambiar al actor, pero Noriega, intuyendo esto, se volvió a la cámara en varias tomas para garantizar su permanencia en el papel. Y el maquillaje fue otro gran obstáculo. Las prótesis que transformaban el rostro de Noriega se deterioraban fácilmente, provocándole incluso heridas. «Hubo bastante tensión, tuvimos que parar y repetir varias tomas,» recordó Amenábar. El maquillador Colin Arthur tardaba más de cinco horas cada día en desfigurar a César. Un auténtico “careto”, como le dicen al protagonista durante la trama, que quedó destrozado para siempre en un accidente que fue mucho más que eso.
Como es habitual en su filmografía, Amenábar compuso la banda sonora de la película, esta vez en colaboración con Mariano Marín. Utilizó programas informáticos y dispositivos de música conectados a un reproductor de vídeo para probar distintas combinaciones sonoras. Marín luego traducía esas ideas en partituras completas.
El remake americano de Vanilla Sky (2001), protagonizado por Tom Cruise
Abre los ojos fue un gran éxito en taquilla, recaudando más de 6,4 millones de euros y atrayendo a casi 1,8 millones de espectadores en España. Además, se estrenó en EE.UU. en 1999, logrando una recaudación notable para una producción española.
La película recibió diez nominaciones a los Goya, incluyendo mejor película, mejor director, mejor actor protagonista y mejor guion original. Sin embargo, no consiguió llevarse ningún galardón, aunque con el tiempo ha adquirido el estatus de película de culto, especialmente tras el remake americano de Vanilla Sky (2001), protagonizado por Tom Cruise.
Abre los ojos es una obra fascinante que toca temas como la paranoia, el miedo a la muerte, la eterna búsqueda de la felicidad, la delgada frontera entre lo real y lo imaginario, la culpa y la redención. Todo eso centrado en un personaje joven, que vive la tortura continua de no adaptarse a su nueva situación tras el grave accidente que lo deja literalmente sin rostro.
Su propio castigo se hace fáctico en un rostro completamente destrozado

El protagonista, César, es prisionero de sus propios miedos y traumas. A pesar de tener la capacidad de crear su mundo ideal, inconscientemente lo sabotea, incapaz de conciliar su realidad actual con lo que él esperaba de la vida. La figura tan oscura de Nuria, el amor obsesivo de Sofía, la traición realizada a su amigo Pelayo, o tal vez la culpa que siente por su vida superficial. Todos estos elementos resurgen en su subconsciente y reflejando su propio castigo, que se hace fáctico en un rostro completamente destrozado.
Narrada como un gran flashback desde el psiquiátrico, la estructura de la película juega constantemente con la percepción del espectador. Amenábar introduce transiciones sutiles entre la realidad y el sueño que pasan desapercibidas en el primer visionado, como el momento en que César despierta tras dormir en la calle y todo comienza a parecer «demasiado perfecto». De hecho, él mismo reconoce que su vida había cambiado como en las películas, en un plazo cortísimo, al notificarle los médicos que sí pueden rehacer su rostro y comprobar que Sofía sí le quiere.
Una transformación que gira todo el tiempo en torno a su bello rostro perdido
El montaje y el uso de imágenes oníricas, como la Gran Vía vacía, o la transformación de rostros en la discoteca, refuerzan esa atmósfera de incertidumbre un tanto extraña. En el fondo, Abre los ojos es una fábula moral: César paga el precio por su vida de egoísmo y banalidad y, al final, sólo al enfrentarse a sus demonios —saltando desde la Torre Picasso— puede aspirar a renacer en una completa transformación. Transformación que gira todo el tiempo en torno a su rostro bello perdido, convertido en una auténtica máscara grotesca que su mentalidad superficial no puede aceptar de ninguna manera.
La película se convirtió en una referencia del nuevo cine español que surgía en los años 90, junto a títulos como El día de la bestia, Tesis, Airbag o Los sin nombre. Amenábar demostró que el cine de género español podía ser exportable y competir en el mercado internacional. El final de la película, con César saltando al vacío para después escuchar una frase repetitiva («Abre los ojos»), es uno de los más icónicos del cine español.
Curiosidades de Abre los ojos
La voz femenina que se oye al final es la de la actriz Isabel Serrano.
El apartamento de César también aparece en Carne trémula (1997), de Pedro Almodóvar.
Amenábar y Mateo Gil aparecen brevemente en la discoteca.
La escena del cambio de rostros en la discoteca recuerda a Pactar con el diablo (1997), estrenada el mismo año.
La Torre Picasso, desde la que César salta, era entonces el edificio más alto de Madrid. Nada que ver con las actuales moles, que se levantaron 10 años después.
La canción Rising Son, de Massive Attack, suena durante la escena de la discoteca.
Amenábar ha confesado que es la película que menos le gusta de su filmografía: “Estaba escrita por adolescentes que no sabían nada de la vida,” dijo en una entrevista. Sin embargo, Abre los ojos no sólo consolidó a Amenábar como uno de los cineastas más talentosos de su generación, sino que también abrió nuevas puertas para el cine de género en España. Su reflexión sobre la identidad, los sueños y los miedos humanos sigue vigente más de dos décadas después de su estreno, confirmando que, a veces, la peor pesadilla no es la que vivimos dormidos, sino aquella de la que no podemos despertar.
El final de Abre los ojos es el colofón perfecto de tantas intrigas
La película también tiene otras ventajas para los que ya tenemos una edad y es que podremos reconocer muchas de las imágenes que tenemos en nuestra retina sobre un Madrid muy diferente. En mi caso personal, el hecho de ver el primer coche que le conocí a mis padres, el Alfa Romeo 33, me supuso una enorme sorpresa que no me esperaba. Y, además, protagoniza uno de los accidentes más horribles y dramáticos de todo el cine español, por lo que se puede decir que es un coche protagonista.
El final de Abre los ojos es el colofón perfecto de tantas intrigas. En una sucesión de rápidos envites para el que ve la película, en un constante combate a muerte entre la realidad y el sueño, no es fácil hacerse una idea de lo que está de verdad, pasando muy rápidamente de los planteamientos de realidad ficticia que propone el manager francés de esa empresa a la propia realidad ficticia que vive César como tal. La verdad es que es muy difícil tomar una decisión en medio del acalorado debate entre el psiquiatra que atiende a César y el manager francés de esa misteriosa empresa, que representa el escepticismo total frente a todo lo que le está sucediendo y le da a elegir entre dos alternativas que tampoco están tan mal.

Para mí, la clave de esta película está en la respuesta que le da ese francés al protagonista cuando éste le pregunta si ha pagado para que Nuria reviviera convertida en Sofía o para seguir teniendo la cara de monstruo que le quedó tras el accidente.
¿La verdad? Tal vez no la soportaras
¿Pagué para vivir esta pesadilla?
Ante este dilema, este manager francés que descubre el telón final le plantea que la respuesta está en él mismo y que no puede seguir culpando a todo el mundo.
Pagaste para vivir lo que te dio la gana. Nosotros sólo pusimos el escenario y los personajes. ¡Tu infierno te lo has inventado tú! Intenté advertirte en aquel bar. Te dije que todo dependía de tu mente.
Una sentencia final que explica las duras palabras que, en efecto, tuvo este señor con César en un bar cuando le dijo:
¿La verdad? Tal vez no la soportaras.
La verdad es que con esta película nunca llegamos a la verdad absoluta. El final es tan abierto que caben incluso más de dos posibilidades y vamos a contarlas aquí. Pero el gran denominador en común es que César no quiere aceptar su realidad, sea cual sea, y se rebela hasta el último momento frente a ella.
¿Qué significa el final de Abre los ojos?
La primera posibilidad es que César se despierta, efectivamente, varias décadas por delante de las que le hubieran tocado vivir. Un tiempo mucho más avanzado en el que es posible realizar la operación que le devolvería a su rostro la apariencia original o al menos una apariencia agradable y normal. Pero eso no explicaría que estuviera escuchando la voz de Sofía, quien tendría que haber muerto muchas décadas antes, ya que ella no le siguió en su extraño viaje al congelador atemporal.
Por otro lado, esta segunda posibilidad de que todos fuera un sueño parece de las más probables. Que todo hubiera sido, en efecto, una horrible pesadilla. Y todos sabemos que se pierde bastante la percepción del tiempo y de las situaciones en las pesadillas y en los sueños en general.
Hay otra posibilidad y es que César hubiera muerto definitivamente y lo que escuchamos al final de todo, lo de abre los ojos, sería como cerrar un ciclo y volver al principio de la película en una especie de círculo perfecto. Esto también dejaría a la interpretación del que está viendo la película un gran abanico de posibilidades, como la perspectiva de que todo fuera un sueño o una película o todo a la vez.
Cabe la posibilidad de que César se hubiera quedado en coma
Incluso cabe la posibilidad de que César se hubiera quedado en coma después del gravísimo accidente y todo lo que estuviera viviendo en la película fuera un sueño interminable. Esta posibilidad de que hubiera quedado gravemente herido, más allá de la desfiguración de su rostro, se ve potenciada por el hecho de que prácticamente todo el tiempo después del accidente suicida es consciente de que está viviendo un sueño o situación surrealista que sabe que no le gusta y del que quiere despertar, pero no puede. Y entre las brumas de su estado de inconsciencia casi total escucharía a Sofía decirle que abriera los ojos y que estuviera tranquilo, pero siempre es incapacidad de volver en sí mismo.

Todo esto también me recuerda un poco a la canción de Ella, de Alejandro Sanz, en la cual se canta a un amor imposible que no se consigue olvidar nunca ni en el que se puede conocer a otras personas en la vida, pero siempre se acaba volviendo a esa otra persona especial. Y me refiero en concreto a las constantes confusiones que se dan durante la película entre la desequilibrada drogadicta de Nuria y la idílica Sofía.