Todos sabemos que los brasileños son un crisol de diferentes etnias y nacionalidades que se han desarrollado en el país tropical. Una mezcla que incluye personal de prácticamente todos los continentes y el especial de Europa, África y la propia América, con un contingente muy especial de japoneses que vinieron a dar aquí hace muchísimo tiempo. Pero lo que no podemos olvidar es que Brasil también tiene unos pueblos originarios que descienden de los primeros seres humanos que pisaron América y que aún hoy en día sigue viviendo de forma muy parecida a la manera en que vivieron sus ancestros. Fernando es un entrenador de defensa personal en Barcelona especializado en BJJ, uno de los estandartes de Brasil en estos momentos, país del que es originario, siendo además descendiente directo de esos curiosos indígenas. Hoy comentaremos el caso de los indios Paumari y su relación tan especial con unos enormes peces fluviales gigantescos: el pirarucú.

El propio Nando desciende de uno de estos pueblos originarios y está orgulloso de esas raíces indígenas amazónicas, con las que los españoles estamos tan vinculados gracias a los documentales del inolvidable Félix Rodríguez de la Fuente. Nando es un gran campeón del BJJ que recientemente ha vuelto a demostrar su técnica y forma física en el campeonato europeo celebrado en Barcelona, donde después de una serie de combates ganados tuvo un discutido segundo puesto en su categoría, por ambiguas ventajas, que es una especie de decisión arbitral en caso de empate.
🛶 Paumari: el pueblo del agua que pesca peces gigantes con arpones
Hace poco más de cinco años, los Paumari no consideraban gestionar los recursos naturales de sus tierras. Pero existen los testigos del cambio de esta historia hacia una mejor conservación de su entorno, del que tanto dependen. Imagina que estás en una canoa de no más de 3 metros de largo y 50 centímetros de ancho, casi al ras del agua, donde cualquier pequeño movimiento puede hacerla volcar. Ahora, ponte de pie en la proa con la ligereza de una garza, empuña un arpón de 4 metros de largo y fija la vista en la superficie espejada del lago, que refleja un calor abrasador. Durante los próximos 20 a 30 minutos, intenta seguir el sutil movimiento de un gran pez que habita esas aguas, el cual aparecerá por una fracción de segundo y desaparecerá de nuevo como por arte de magia.

En ese brevísimo instante, deberás descifrar la dirección que tomó y lanzar el arpón con precisión. Si lo logras, tendrás que subir un pirarucú que seguramente pesa al menos 80 kilos, meterlo tú solo en la frágil canoa y remar con calma, como si todo eso fuese lo más sencillo del mundo. Pues bien, los indígenas Paumari hacen esto como nadie. Tuve el privilegio de documentar su cultura y su tradición. Conocidos como el pueblo de las aguas, habitan, entre otras regiones, las tierras a orillas del río Tapauá, afluente del Purus, al sur del estado de Amazonas. Fue precisamente en esas tierras donde, el año pasado, iniciaron el manejo controlado del pirarucú, dentro de una iniciativa del proyecto Raízes do Purus, llevado a cabo por la ONG Operação Amazônia Nativa (OPAN) y con el patrocinio de Petrobras.

En la foto, una piraña, otro animal emblemático del ecosistema en el que habitan los paumaris.
Los Paumari y los recursos naturales como el pez gigante pirarucú
Aunque el manejo del pirarucú ya se practica en varias Reservas de Desarrollo Sostenible (RDS) de la Amazonía, esta fue la primera experiencia documentada dentro de tierras indígenas en la región del río Purus. Hasta hace poco más de cinco años, los Paumari no se preocupaban por los recursos naturales de sus tierras, y mucho menos de forma planificada. Arrendaban sus lagos a barcos pesqueros que realizaban una pesca intensiva y destructiva. Con la elaboración e implementación de un Plan de Gestión, los Paumari abandonaron estas prácticas. Bastaron algunos años de conservación y vigilancia —permitiendo solo la pesca de subsistencia— para que la población de pirarucús y quelonios aumentara notablemente. Este resultado está transformando la manera en que los Paumari perciben sus tierras y recursos. Están comprendiendo que conservarlos beneficia directamente a su propio pueblo.

En su segundo año consecutivo de manejo, lograron aumentar el stock de pirarucús en los lagos y además capturaron más de 80 ejemplares, que totalizaron casi 5.000 kilos. Esta pesca fue autorizada por el Ibama, con el visto bueno de la Funai, y se vendió a la Cooperativa Mista Agroextrativista Sardinha (COOPMAS). La cooperativa mantuvo un barco con cámara frigorífica junto a una base flotante, donde los propios Paumari limpiaban y procesaban el pescado. Se trató de un sistema cerrado de pesca, limpieza y congelación, altamente eficaz y que cumplió con rigurosos estándares de higiene y calidad. Según Gustavo Silveira, coordinador del Programa Amazonas de OPAN, el manejo del pirarucú ha sido clave para la gestión territorial de las tierras indígenas Paumari.
Para los Paumari, pescar un pirarucú es sinónimo de paciencia

🐟 Pescar un pirarucú es un arte de paciencia y lectura del entorno.
Para los Paumari, pescar un pirarucú es sinónimo de paciencia, precisión y sabiduría ancestral. Todo comienza observando la superficie del agua, esperando que un pirarucú suba brevemente a respirar. A partir de ahí, se inicia una larga y silenciosa espera hasta que el pez vuelva a aparecer, momento en que el pescador debe arponear con destreza. Esta técnica, perfeccionada por generaciones, ahora se complementa con el uso de grandes redes que delimitan zonas del lago, optimizando el proceso durante el período de pesca autorizado.
Las técnicas modernas de manejo —como el conteo sistemático de peces y el posterior procesamiento— fueron transmitidas a los Paumari por técnicos del Instituto Piagaçu y del Instituto de Desarrollo Sostenible Mamirauá, con amplia experiencia en reservas como Piagaçu-Purus y Mamirauá. Según Felipe Rossoni, coordinador del Programa de Conservación y Manejo de Recursos Pesqueros del Instituto Piagaçu:
“Nuestro trabajo con los Paumari incluye el acompañamiento en la recuperación de los stocks, el análisis de las evaluaciones anuales y el apoyo en la organización comunitaria para fortalecer su autonomía en el manejo”.
📸 Una experiencia que deja huella
Para un fotógrafo que estuvo estudiando a estos nativos en su hábitat esta experiencia fue profundamente transformadora.
«Durante años había trabajado entre la ciencia pura —acompañando a investigadores en los rincones más remotos de la Amazonía— y la convivencia con comunidades ribeirinhas e indígenas. He aprendido con ellos a leer los signos sutiles de la selva, he vivido una sabiduría ancestral infinita y he sentido una simplicidad que toca el alma».
Homenaje a un gran profesor y árbitro de BJJ
Volvemos a nuestro homenaje a Nando, profesor de defensa personal en Barcelona, quien decidió hace mucho tiempo dedicar su vida a la práctica y la enseñanza del BJJ: otra de las grandes señas de identidad del gigantesco país brasileño. La enseñanza de un verdadero maestro de Jiu-Jitsu trasciende la simple transmisión de técnicas. Su forma de enseñar no consiste únicamente en mostrar llaves o posiciones, sino en cultivar una comprensión profunda del arte, del cuerpo y de la mente. Cada clase es una experiencia cuidadosamente estructurada: comienza con principios fundamentales, continúa con detalles que marcan la diferencia entre lo funcional y lo excelente, y culmina en la aplicación práctica, donde cada alumno descubre cómo hacer suyo lo aprendido.
El enfoque del maestro no es imponer un estilo, sino ayudar a cada estudiante a encontrar el suyo. Observa con atención silenciosa, corrige sin humillar, y celebra cada pequeño avance como si fuera una gran victoria. Un buen maestro tiene una capacidad excepcional para ver errores que otros no detectan, y para ofrecer correcciones simples pero transformadoras. Enseña a pensar en términos de conexión, equilibrio, presión y timing más que de fuerza bruta o velocidad. Hace preguntas en lugar de dar siempre respuestas, porque sabe que el aprendizaje real ocurre cuando el alumno descubre por sí mismo lo que hay que hacer en cada llave o movimiento.

Más allá del tatami, Nando e Isabela transmiten los valores esenciales del BJJ: respeto, paciencia, humildad y disciplina. En este tipo de entrenamientos no se buscan seguidores, sino practicantes comprometidos con su propio camino de mejora. El BJJ nos enseña que la derrota es una maestra valiosa y que el ego no tiene cabida en un arte marcial que premia la constancia y la honestidad por encima del éxito o las efímeras victorias. Cada gesto de un buen maestro, cada palabra que dirige a sus alumnos, lleva la carga acumulada de décadas de práctica, de combates ganados y perdidos, de caídas y lecciones que te aportan los entrenamientos y todo lo que conlleva competir y enseñar.

El ambiente en sus clases desafiante, pero acogedor, técnico, pero humano. Los cinturones blancos se sienten respetados y los avanzados se ven exigidos en su justa medida. No hay lugar para el estancamiento. Siempre hay algo nuevo por explorar, un detalle por perfeccionar, un concepto por redescubrir. Nando nos enseña que el Jiu-Jitsu no es un destino, sino un camino que se recorre todos los días, incluso cuando uno no está en el tatami.
Como dice una alumna de Nando: Aprender con alguien así es una suerte, pero también una responsabilidad de honrar ese conocimiento con práctica sincera y con la voluntad de enseñar a otros como él enseñó. Porque lo que diferencia a un gran maestro no es cuánto sabe, sino cuánto transforma a quienes lo rodean y sin hacer ningún alarde ni creerse superior a nadie.
Una faceta un poco diferente a las clases: los cinturones negros son a menudo requeridos como árbitros en las competiciones. En la foto, Nando juega con su hija junto al tatami. El lóbulo de la oreja «de coliflor» lo identifica inmediatamente como un luchador muy experimentado.
