Como autónomo y periodista me gustaría promover este artículo reivindicativo de las necesidades de los autónomos y de la experiencia que tenemos hasta ahora, proponiendo aquí unas preguntas para que contestéis las que queráis como queráis y poder reflejarlo. Con todo esto no quiero decir que no merezca la pena 100% y no quiero desanimar a todos aquellos que quieran darse de alta como autónomo para emprender un negocio, pero definitivamente es una situación que tiene sus pros y sus contras. No es el fin del mundo ni es una panacea, pero la mayoría de las personas que han emprendido no se arrepienten de haber tomado ese camino.
¿Consideras que es mejor trabajar por cuenta ajena que de autónomo o al revés?
¿Por qué crees que el pequeño empresario es tan maltratado en España?
¿Cuál ha sido tu mejor experiencia como autónomo en tu vida?
Si pudieras volver atrás, ¿evitarías ser autónomo?

Ser autónomo no es lo que muchos piensan. Soy autónoma. Estoy sola. Tengo un pequeño salón de peluquería que abrí después de la pandemia, cuando con 46 años me quedé en paro y nadie quiso contratarme. No tenía otra opción que inventarme mi propio futuro. Y aquí estoy, como muchos otros, intentando salir adelante cada día.
Me quejo, sí. Me quejo de tener que pagar absolutamente todo: alquiler, luz, gas, basuras, trimestrales, seguros, autónomos… Y encima, cada poco tiempo, nuevas normativas. ¿La solución? Pagar una gestoría porque, si no, no hay manera de enterarse de nada.
Me quejo de que nos comparen con grandes empresarios como Amancio Ortega. ¡Yo no soy una empresaria! Soy una trabajadora autónoma. Solamente eso. Me gano el pan con mis manos, con mi tiempo, con mi esfuerzo. Trabajo muchas veces enferma, sin vacaciones, sin bajas, sin red.
Helena.
Como decía Francisco, a veces toca retirarse y no por cobardía, sino por prudencia. Lo dijo Cervantes a través de Don Quijote: “No huye el que se retira… se guarda para tiempos mejores.” Y ésa es la realidad de muchos: resistimos, aunque estemos agotados. No huimos, pero sufrimos.
Juan lo expresó muy claro: he trabajado como empleado y como autónomo. Pero siempre pensando en que alguien más tenía que ganar con mi esfuerzo. Renuncié a mi mes de paternidad para que no se parase el negocio. Y ahora, como autónomo, sigo en lo mismo: dando más de lo que recibo.
Miguel también lo dijo bien: ser autónomo es tener libertad… relativa. No tener jefes, sí, pero también no tener red, ni guía, ni descanso. Lo mejor de ser autónomo es no tener horarios. Y lo peor también.
Y quizá ese sea el resumen perfecto: ser autónomo es estar siempre conectado, pero también es ver lo que uno es capaz de construir. A pesar de las dificultades, de los pagos asfixiantes, de la falta de apoyo y de las comparaciones injustas, seguimos. Porque lo que hacemos tiene valor, aunque no siempre se reconozca.
Nos maltratan porque no estamos unidos, porque nos falta fuerza colectiva. Pero eso puede cambiar. Ya es hora de que se nos escuche. Porque sin autónomos, sin pequeños negocios, sin los que tiramos del carro, este país no se sostiene.
Carmen
Hoy en día, darse de alta como autónomo puede un auténtico suplicio. Sí, tener tu propio negocio te da cierta libertad, pero lo que no tienes son derechos. ¿Te pones enfermo? A trabajar. ¿Tienes una urgencia familiar? A trabajar. No puedes permitirte parar ni un solo día. Y si te va mal, no hay red: te embargan tus cuentas sin contemplaciones.
¿Pides ayudas? Luego viene Hacienda y «Paco con las rebajas»… Es un sistema que no te apoya, sino que sólo te exprime. Un auténtico sacacuartos.
El modelo de pagos trimestrales es una carga insostenible. Debería desaparecer, o al menos reducirse el porcentaje que se paga. ¡Es vergonzoso! Tan vergonzoso como que haya más funcionarios públicos que autónomos. Y ojo, no se trata de enfrentar colectivos, pero sí de preguntarnos qué país puede sostenerse cuando quienes producen y arriesgan tienen menos protección que quienes tienen estabilidad garantizada.
Cada día vemos negocios cerrando, gente abandonando sus sueños porque el sistema no solo no les ayuda, sino que los ahoga. Pero si no existiéramos los autónomos, otro gallo cantaría. Somos quienes movemos la economía real, los que trabajamos sin horarios, sin bajas, sin vacaciones y muchas veces sin saber si podremos llegar a fin de mes.
Ya es hora de que se reconozca el valor del autónomo y no sólo en los discursos, sino en las leyes.
Patri.
Todo en la vida tiene ventajas e inconvenientes. Llevo cincuenta años trabajando, de los cuales solo dos fueron por cuenta ajena. Y si volviera a nacer, volvería a ser autónoma sin dudarlo.
Marijose.
Ahora bien, eso no significa que ignore la realidad: los autónomos somos, en general, un colectivo maltratado, atrapado en una situación de desigualdad estructural. No tenemos derecho a paro, y si por cualquier motivo no podemos trabajar, nuestras familias quedan desprotegidas. A esto se suma la obligación de pagar seguros privados para nuestros trabajadores, pensando en su jubilación, por si el Estado no puede asumirla. Todo esto después de pagar cuotas elevadísimas por cada contrato, más retenciones e impuestos.
Y mientras tanto, nosotros no disfrutamos de esos mismos derechos. Al llegar la edad de jubilación, debemos recurrir a abogados para que se nos reconozca lo que hemos estado pagando durante toda la vida. Es una contradicción: el Estado te obliga a pagar, pero no se obliga a devolverte nada. Te exigen facturas por todo, controlan hasta el último céntimo, pero a ti y a tu familia no os protegen en nada.
Es frustrante ver cómo nos intentan convencer de que todos tenemos las mismas oportunidades. No es cierto. Nuestros hijos no parten desde la misma línea que los de quienes ya están enchufados, protegidos por el sistema y cobrando de los impuestos que pagan trabajadores como nosotros. Todo esto no es nuevo: lleva gestándose siglos. La única diferencia es que ahora ni siquiera se esfuerzan en ocultarlo.
Como bien decía un compañero: no hay vacaciones, no hay desconexión. Para soportar la carga que se impone al autónomo necesitas una gran cartera de clientes desde el principio, y eso no es realista. Estás predestinado al cierre y a la deuda. Y si decides dar un paso adelante y contratar a alguien, te conviertes de repente en un «enemigo público». Las cargas se duplican, y la persecución de la Seguridad Social y Hacienda es constante.
Por último, como periodista que ya no ejerce, me permito una reflexión profesional. He visto cómo la profesión ha degenerado en muchos casos por culpa de intereses editoriales e ideologías disfrazadas de información. Las preguntas capciosas en algunos artículos —que quizá pretenden ser de opinión—, no deberían tener cabida ni en el periodismo ni en un foro serio. Y lo digo sin intención de ofender, solo con la decepción de quien ha creído en una profesión que hoy, muchas veces, ha perdido su rumbo.
Luisja.
La situación es muy injusta: como autónomo no tienes derecho al paro, y si te ocurre algo que te impida trabajar, tu familia queda completamente desprotegida. Encima, te obligan a contratar seguros privados adicionales para tus trabajadores, pensando en su jubilación, por si el Estado no puede asumirla en el futuro. Todo esto después de pagar 830 euros mensuales por contrato, más las correspondientes retenciones.
Mientras tanto, tú, como autónomo, no tienes acceso a esos beneficios. Y cuando llega el momento de jubilarte, tienes que gastar dinero en abogados para poder reclamar lo que es tuyo, tras haber estado pagando durante toda tu vida obligaciones impuestas por el propio Estado. Obligaciones que, paradójicamente, no garantizan el derecho a una pensión digna.
Además, te exigen justificar hasta el último céntimo mediante facturas, y no les importa en absoluto ni tú ni tu familia. Luego quieren hacernos creer que todos tenemos las mismas oportunidades. Es mentira. Pretenden convencernos de que nuestros hijos tienen las mismas posibilidades que los suyos, cuando ellos ya tienen enchufes, estabilidad y cobran gracias al esfuerzo de autónomos como nosotros.
Como bien dijo otro compañero: no tienes vacaciones ni puedes desconectar nunca. Para sobrevivir como autónomo y hacer frente a todas estas cargas, necesitas una gran cartera de clientes. Y eso, al principio, no lo tiene nadie. Estás condenado al cierre y a endeudarte. Ni hablar de contratar a alguien: en cuanto lo haces, pasas de ser un pringado a ser visto como un enemigo público. Las cargas se duplican y la persecución de la Seguridad Social y Hacienda es implacable.
Juan.