Pocas personas ha habido que resuman mejor la reciente historia de la República de Colombia como Jhon Jairo Velázquez Vázquez, alias Popeye, quién fuera lugarteniente y sicario del archifamoso narcotraficante Pablo Escobar Gaviria.
Cabe destacar muchísimas circunstancias en torno a una persona que representa muy bien el perfil de bandolero de toda la vida, aunque ha sido más preso que otra cosa si juzgamos el eterno plazo de más de 23 años de reclusión que ha tenido que pagar por sus crímenes.
Pablo Escobar Gaviria figura como uno de los más grandes asesinos de la historia
Pablo Escobar Gaviria figura como uno de los más grandes asesinos de la historia. Un narcotraficante que destacaba por su capacidad para ejercer una violencia extrema y muy efectiva contra sus rivales: ellos colocaron los primeros coches bomba en Sudamérica y crearon un entramado de sicarios capaces de matar a las más altas personalidades y en lugares muy lejos, incluso, de su patria colombiana.
Una de las personas que hizo posible esta gran empresa del crimen que fue el Cártel de Medellín ha sido, sin duda, Jhon Jairo Velázquez Vázquez, conocido en todo el mundo como Popeye, que mejor que nadie nos puede resumir la complejidad de la historia reciente de Colombia. Porque no todo ha sido la lucha de un Estado buenísimo contra unos narcos muy malos, por más que Netflix y otras plataformas del establishment nos lo quieran vender así.
Ser mafioso en Colombia es un honor
La realidad es mucho más compleja y creo que algunas frases de Popeye lo van a resumir muy bien. Cabe aclarar antes que nada que este señor pagó con una larga prisión por sus crímenes y qué murió, recientemente, después de haber aleccionado públicamente a la juventud y a los propios miembros de la mafia sobre los errores de seguir ciertos caminos. Una persona que podía ejemplificar mejor que nadie ese lema contra la delincuencia en Colombia que ha tenido por eslogan delinquir no vale la pena.
Sin embargo, Popeye nunca ocultó su desprecio hacia otra mafia organizada mucho peor que la del narcotráfico: la mafia de los políticos y del Estado.
Ser mafioso en Colombia es un honor, decía a menudo, refiriéndose a la corrupción política que infesta a la nación colombiana. Tenemos que cambiar nuestra forma de pensar para darnos cuenta de que la delincuencia común no debe distraernos de los grandes entramados de corrupción del Estado. Los políticos colombianos hablan muy bonito porque han estudiado en universidades estadounidenses, pero son unas ratas capaces de todo por el poder.
De hecho, la lucha de Pablo Escobar Gaviria fue sobre todo contra el Estado en sí mismo, pero ante todo la grave injerencia que supone la extradición a los Estados Unidos en el Derecho de la República de Colombia.
Todo mafioso sabe que, si exporta drogas a los Estados Unidos, al final, va a tener que afrontar las consecuencias de esto. Y ellos no van a querer tu dinero ni tus propiedades, sino ante todo tu cuerpecito en una cárcel estadounidense.

John Jairo Velásquez Vásquez, alias ‘Popeye’, quien fuese jefe de sicarios de Pablo Escobar, se ha convertido en un ‘youtuber’ de éxito después de que saliese de prisión en 2014, habiendo confesado haber llevado a cabo unos 300 asesinatos, además de secuestros de políticos, periodistas, entre ellos del expresidente Andrés Pastrana.
La no extradición de colombianos a los Estados Unidos
Nosotros éramos mafia, pero teníamos una bandera política: la no extradición de colombianos a los Estados Unidos. Y la negativa del Estado colombiano a prohibir dicha extradición provocó la guerra con nosotros, que al final conseguimos derrotar al Estado, pero a la larga perdimos y un montón de enemigos nuestros están ahora en cárceles estadounidenses. Todos esos narcotraficantes que nos declararon la guerra nosotros, al cártel de Medellín controlado por Pablo Escobar, terminaron dándole la razón a su peor enemigo.
Tanto fue así que el cártel de Cali, dirigido por los hermanos Rodríguez Orejuela, celebraron con una gran fiesta la muerte a tiros de Pablo Escobar, pero no tardaron ni una década en caer presos. Y, con el tiempo, su peor pesadilla se haría realidad al ser deportados a los Estados Unidos.
Yo tuve el privilegio de sobrevivir a Pablo Escobar y ver pasar por la cárcel a todos sus enemigos. Inclusive a los peores de ellos, los hermanos Rodríguez Orejuela, uno de los cuales me confesó que todas las noches le rezaba al alma de Pablo Escobar para pedirle perdón.
Vosotros teníais razón, le reconocía a Popeye este gran narcotraficante y empresario colombiano. Nos van a extraditar a los Estados Unidos.
La vida es así. Las lecciones de humildad vienen cuando uno menos espera y de donde menos lo espera. ¿Quién les iba a decir a estos potentados de los negocios y el crimen, jefes del temido cártel de Cali, que terminarían dándole la razón a su encarnizado enemigo Escobar?
Preferimos una tumba en Colombia antes que una celda en los Estados Unidos
El lema de Pablo Escobar y el cártel de Medellín resumía muy bien este terror que tienen todos los delincuentes del mundo: ser extraditados a los Estados Unidos.
Preferimos una tumba en Colombia antes que una celda en los Estados Unidos.
Los sueños locos de riqueza y poder que tuvieron los narcotraficantes colombianos, en el último cuarto del siglo XX, terminaron abruptamente cuando se abrió paso la posibilidad de ser extraditados a los Estados Unidos. Y tan grande fue su temor que muchos de estos narcotraficantes iniciaron una verdadera guerra contra el Estado colombiano, al que intentaron amedrentar natos electivos y terrorismo despiadado. Ése fue el estilo de Pablo Escobar y, durante un tiempo, le funcionó, pero a la larga a los Estados Unidos fueron más fuertes.
El cártel de Cali, por el contrario, optó por una estrategia de cooperación con el Estado y de comprar a todos los políticos que pudieran. Incluso a los propios presidentes de la República, lo que se acabó descubriendo a finales de los 90. Pero todo ese dinero gastado en políticos y todo el esfuerzo de guerra que emplearon contra Pablo Escobar, enemigo número uno de la República de Colombia y también de los yanquis, al final, no les sirvió para nada.
Es una de las mayores vueltas del destino que uno puede contemplar hoy en día. Qué hombres tan poderosos como estos narcotraficantes y otros, menos conocidos, como el apodado Rasguño, terminen en una cárcel de alta seguridad de Estados Unidos. Prácticamente enterrados en vida y sin derecho a ver a casi nadie, resulta paradójico, cuando ellos mismos privaron de la libertad y hasta de la vida a muchas de sus víctimas.
La cárcel es un reflejo del país en que se encuentra
Popeye recordaba muy bien ese contraste entre la opulencia del poder colombiano y la ruina y miseria que encontraban, algunos miembros de esa casta, cuando daban con sus huesos en la cárcel.
Yo he visto llegar a las peores cárceles de Colombia a auténticos millonarios llenos de poder. Los jefes del cártel de Cali, que eran nuestros enemigos, y que fueron despojados de todo signo de riqueza salvo de sus costosas gafas. O el también millonario ministro Medina, acusado de haber recibido dinero para su partido de esos mismos señores. Resultaba impresionante ver a un hombre tan rico, mecenas del arte en Colombia, aterrizar de pronto en una cárcel tan oscura y brava. Estaba convencido de que lo iban a violar el primer día, siendo además él mismo homosexual, por lo que decidí acercarme a él y hacerme su amigo. Él mismo sabía que esos peores enemigos eran los que le habían llevado a la cárcel para salvar al presidente y a otros ministros de su Gobierno.
Como bien decía Popeye, la cárcel es un reflejo del país en que se encuentra. Si hay guerra en la calle y hay muertos, también habrá guerra y muertos en la cárcel. Yo mismo sobreviví a una guerra terrible que hubo entre guerrilla y paramilitares dentro de la cárcel Modelo de Colombia. Se dispararon con todo tipo de armas, incluso con cohetes antitanque, de los que disponían los paramilitares de las Autodefensas.
Y una vez ganaron la batalla, la cárcel destruida tras el combate, no hicieron prisioneros entre los que consideraban sus peores enemigos y detractores. En el mismo patio de la cárcel los ejecutaron, siendo después troceados y filtrados por las alcantarillas de la prisión. En otros casos, parece mentira, sus cuerpos sirvieron para ser parte del rancho de la cárcel. Son historias tremendas, pero que han ocurrido en un país occidental como Colombia.
¿Cómo es posible que desaparezcan presos dentro de una cárcel?
Los familiares de las víctimas de estas matanzas nunca han recibido respuestas convincentes. Y es que el Estado sólo puede alegar que esos internos desaparecidos escaparon, pero la realidad es otra en la mayoría de los casos.
Muchos de estos presos jamás volvieron a ver la libertad por la sencilla razón de que fueron ejecutados dentro de la prisión. Y no fueron los únicos.
Los testimonios de Popeye en su libro, Sobreviviendo a Pablo Escobar, nunca serán revelados en series hollywoodienses como las de Netflix. Esos relatos de atentados disfrazados de infartos, asesinatos a sangre fría en las celdas y en el patio o los mismos desmembramientos.
Yo sobreviví en la cárcel porque tenía toda la experiencia de la guerra con Pablo Escobar contra todos sus enemigos. Y es que nosotros luchábamos contra el Estado y contra el cártel de Cali; contra los paramilitares que antes eran nuestros amigos; contra facciones del cártel de Medellín que luego se volvieron contra nosotros. Pero sorprende escuchar, sobre todo, que lucharán contra servicios secretos británicos, estadounidenses o incluso contra el Mossad israelí.
El final de mis aventuras con Pablo Escobar
También logré sobrevivir por mi disciplina, que me mantuvo alerta en la cárcel y antes de eso en la guerra. Por eso es que pocos mafiosos en Colombia estarán tan preparados para la paz o para la guerra como estoy yo.
El Cártel de Medellín fue responsable de multitud de magnicidios, secuestros, atentados con bombas y tráfico de estupefacientes. Todo un legado de terror por el cual tuvieron que pagar todos sus miembros más tarde, cuando todos los enemigos del cártel se unieron para acabar con ellos.
Popeye recordaba así ese tramo final de mis aventuras con Pablo Escobar:
Te vuelves duro en las emociones porque a ti también te matan gente. A mí me han matado amigos y familiares, algunos de ellos después de torturarlos. Y muchas veces aparecían los cuerpos, pero no sus cabezas, que eran quemadas aparte. La verdad es que vivimos una guerra durísima y sin piedad nos enfrentó a todos. Incluso nuestros mejores amigos se convirtieron en nuestros peores enemigos, puesto que conocían todas nuestras rutinas y propiedades. Sabían dónde golpearnos y lo hicieron: no pararon su venganza hasta acabar con Pablo Escobar y todavía después se planteó, después, la posibilidad de que asesinaran a la familia del capo muerto.
Un convencimiento que llegó a tatuarse con las palabras general de la mafia, lo que hacía dudar a muchos sobre su verdadero arrepentimiento, pero Popeye tenía respuestas para todo.
Yo me arrepiento de todas y cada una de las muertes que he causado, pero ya no soy el hombre que era. He cambiado gracias a la regeneración que ha sufrido la cárcel en Colombia, la cual ha evolucionado desde la época en que ingresé en prisión. Y por esto quiero decirles a los jóvenes que delinquir no vale la pena. Que los mafiosos tenemos tres lugares en que siempre nos acabamos encontrando, por muy enemigos que seamos: el hospital, la cárcel o el cementerio. Y yo ahora sé que soy el hombre más rico de Colombia porque puedo apagar o encender luz cuando quiera, cosa que no era así cuando estaba en prisión y apagaban las luces a una hora determinada. Y así he estado 23 años.
Ahora sé que la riqueza de un hombre es tener la llave de su casa
Ahora sé que la riqueza de un hombre es tener la llave de su casa y decidir cuándo entra y cuando sale. Tomarse un helado bien fresco, o un zumo, resulta ser un privilegio que sólo conocemos los que hemos vivido la falta de estos lujos cotidianos en prisión. Porque allí no tienes derecho a nada y hasta la propia supervivencia es un desafío.
También tiene palabras de consejo, o mejor dicho tuvo, para sus antiguos compañeros de la mafia. Para todos los mafiosos de todos los países.
Yo no voy a decirles eso señores que dejen de traficar con la droga, porque sé que eso no lo van a hacer. Y sé que la única solución a ese problema es que se legalice de una vez. Pero sí puedo decirles que dejen de una vez la violencia, porque eso les perjudica muchísimo y hace que la sociedad les tenga más miedo y presione a sus gobiernos para que sean más duros con ellos. Y de nada sirve ser el más rico del cementerio de la cárcel. Inclusive había un rico propietario de ganado en Colombia que estaba en la cárcel y que tenía que comer la pequeña porción de carne que le servían de rancho. Y los demás presos se reían de él por eso: con toda la carne que tienes y mira lo poco que tienes para comer.
La verdad es que Popeye es un personaje que no deja indiferente a nadie. Desde mi punto de vista ha sido un bandolero que se enfrentó a un Estado tan corrupto o más que la propia mafia, como se ha venido demostrando desde los tiempos de Escobar y antes. Una persona que fue honesta consigo misma y con los demás al reconocer sus errores, que trató de subsanar al salir de prisión con su ejemplo de vida y lo que sabía.
Para mí, es un superviviente de incontables guerras que nos ha podido dejar un legado de verdadero arrepentimiento, honestidad en sus testimonios y consejos para sobrevivir en un mundo que puede ser cruel. Porque él mismo fue una persona que sobrevivió a las guerras de la mafia, a las ejecuciones de una policía embrutecida y a una cárcel en la que la vida no vale nada. Descanse en paz este guerrero, a quien el cáncer finalmente se llevó hace tres años.
Si te decía que te daba un millón de dólares por un operativo, un millón te daba
Pablo Escobar sigue siendo un personaje complejo porque tuvo tratos con todos. Con la extrema izquierda y la ultraderecha colombianas. Con el Gobierno de los Castro y con la CIA. Con todos los cárteles que operaban entre Colombia y Estados Unidos. Pero era un millonario venido de abajo que sabía compartir el rancho con sus mejores hombres. Con los sicarios que eran la base de su imperio criminal.
Nosotros estábamos con él en todas las ocasiones. Con su familia. Inclusive en las orgías que organizábamos de vez en cuando y en las cuales él estaba con nosotros. Y si teníamos problemas con otro narcotraficante, en contra de la costumbre, Pablo Escobar cerraba filas con sus sicarios. Nos defendía y hacía lo que fuera por nosotros. Por eso no lo traicionamos nunca.
Y era un nombre que daba mucho valor a la palabra. Si te decía que te daba un millón de dólares por un operativo, un millón te daba. No te hacía matar para no pagarte, como pasa mucho en la mafia.
Cuando eres un gran capo no puedes administrar una organización como si fuera una empresa legal. Y Pablo Escobar no caía en ese error, desde luego, sino que ponía sobre la mesa el botín conseguido y lo repartía con sus mejores hombres.
He sido todo lo que he querido ser en la vida: un bandido
Yo a Pablo Escobar le he conocido cocaína, armas, mujeres, de todo, pero jamás le vi cargar con un mueble. Él botaba todas esas huevonadas. Y si había caviar, eso comíamos. Y si había una gaseosa y un poco de salami, eso comíamos. Y nos tiramos allí en el suelo y dormíamos donde fuera, en nuestras escapadas por el campo y la selva.
Yo quería a Pablo Escobar porque jamás vi en su mirada el miedo. Cuando estábamos en medio de operativos muy bravos de la Policía y el Ejército, que ya nos iban a matar, pasábamos entre ellos disfrazados o simplemente caminando como si nada. Y era humilde y compartía con nosotros todo. Todo nos lo perdonaba a sus sicarios, salvo la deslealtad.
Y hay dos frases que resumen muy bien lo que fue:
Cambio mi vida, juego mi vida: al fin y al cabo, la tengo perdida.
Y la otra:
He sido todo lo que he querido ser en la vida: un bandido.
El abogado de Pablo Escobar y otros narcotraficantes
Como decía hace poco el abogado de Pablo Escobar y otros narcotraficantes, al final, del conocimiento de estas personas también se sacan cosas positivas, las cuales no suelen ser tenidas en cuenta en las series y películas de narcos. Esas superproducciones llenas de antivalores.
Los narcotraficantes son también personas de familia, que quieren mucho a sus entornos más cercanos. Son, también, personas muy organizadas y disciplinadas, pues ese dinero fácil que se nos vende desde los medios no es tan fácil. Y de esas cualidades que estas personas tienen obtenemos la clave de su éxito: su capacidad de organización y su carisma.
De hecho, Popeye constantemente alude a estas cualidades que debería tener un buen mafioso.
Yo no recomiendo a nadie que sea mafioso, porque es una vida muy dura y al final no vale la pena. Las cárceles colombianas estadounidenses están llenas de multimillonarios que darían todo su dinero por poder un dormir una noche con su mujer y su hija bebé. Y eso creo que es la conclusión de esta historia. Sin embargo, si hay algo que se puede recalcar en favor de estas personas es su sentido de la lealtad, de la palabra, algo que se ha perdido en estas nuevas generaciones de mafiosos.
Yo estoy acostumbrado a la vida dura. Cuando me va bien, me asusto
Todos los rasgos del bandolero español de toda la vida se dan en la figura de Popeye. Un hombre al que no le dio miedo acompañar al bandido más buscado del mundo, enfrentarse a bala con ejército y policía y organizar operativos criminales y magnicidas al más alto nivel. Esa capacidad de pasar de una orgía en una hacienda, llena de lujo, a la manigua o selva colombiana en la cual se tenían que esconder. Siempre alerta y disciplinado en el cumplimiento de cualquier tipo de misión. Y él mismo reconocía sentirse un poco desubicado al salir de esas guerras pasadas, y tuvo que continuar también en más de 23 años de presidio en Colombia.
Yo estoy acostumbrado a la vida dura. Cuando me va bien, me asusto. Y no le tengo miedo a la muerte porque yo ya estoy muerto. Aquí somos todos muertos vivientes hablando entre nosotros, porque un día vamos a morir. Y tenemos puesta la fecha de caducidad de nuestra espalda, como los yogures.