
La Bahía de Santander es un ecosistema único con un gran pasado humano y natural por descubrir y que es poco conocido, incluso por sus habitantes. Esperamos que este artículo pueda servir para contar algunas anécdotas curiosas de nuestra historia de todos los tiempos.
En la etapa prehistórica, la Bahía de Santander fue un entorno natural parecido a lo que es hoy en día la zona de los países bálticos, con amplias estepas boscosas de clima boreal en donde abundaban los bisontes, ciervos, uros, elefantes, rinocerontes y también sus depredadores: osos pardos y cavernarios, leones y hienas de las cavernas, etc. Nuestros antepasados vivieron en cuevas donde también reverenciaban a deidades que a menudo transitaban entre el hombre y los animales salvajes de los que tanto dependían.


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Santander siempre estuvo habitado, como el resto de la bahía. Los indígenas que se encontraron los romanos fueron los cántabros, con quienes sostuvieron una larga y complicada guerra a muerte por el control del territorio y para evitar las depredaciones de los locales contra las actuales provincias de Palencia y Burgos.


En el occidente estaba ya en paz casi toda Hispania, excepto la parte de la Citerior, pegada a los riscos del extremo del Pirineo, acariciados por el océano. Aquí se agitaban dos pueblos muy poderosos, los cántabros y los astures, no sometidos al Imperio.
Lucio Anneo Floro, historiador romano del siglo II.
Los romanos atacaron a los cántabros por el Sur, donde se encontraban sus más fuertes castros y su base económica principal, pero no tardaron en envolverlos y atacar sus espaldas con un desembarco muy audaz en la costa. Cogidos entre dos fuegos y con sus campos arrasados y sus castros arrasados, tras una complicada guerra que se reactivó en varios episodios de rebelión, los cántabros y los astures «quedaron sometidos con una cadena que les ha tardado en llegar». Como resultado, Santander pasó a llamarse Puerto de la Victoria de los juliobriguenses, para conmemorar la victoria final romana.


Los pueblos bárbaros que entraron en España en el siglo quinto, con la caída del Imperio Romano, se apoderaron de regiones completas por la fuerza, aprovechándose de la anarquía reinante.
En Santander, aunque situada lejos de los principales teatros de lucha contra los invasores, como Peña Amaya, también se vivieron espeluznantes episodios de violencia, como cuando una flota de bárbaros hérulos de lo que es hoy Holanda desembarcó por sorpresa en la bahía y saqueó la ciudad, llevándose a gran parte de la población en cautiverio.
Los cántabros también aprovecharon las circunstancias para recuperar su independencia y volver a saquear a los pueblos vecinos hasta que el rey godo Leovigildo se presentó por aquí y de nuevo hubo batalla en Peña Amaya. Como resultado de la derrota, los cántabros fueron sometidos y esta vez de forma más definitiva, ya que no volverán a rebelarse contra el poder central más que para enfrentarse a Al Ándalus, constituyéndose Cantabria en el corazón de una nueva nación: Castilla.
Santander siempre fue un puerto de pescadores y mercantes, protegido por diversas fortificaciones y con la actual catedral como principal bastión y el Banco de España como segunda gran fortaleza. Curiosamente, además de protegernos de todo tipo de ataques, el macizo amurallado de Somorrostro también nos cubrió a los santanderinos en 1893, cuando se produjo la potente explosión del Machichaco. Una explosión que a menudo se olvida que vino propiciada por un brote de cólera que fue la primera de las desgraciadas coincidencias que llevaron al desastre total. Y es que las plagas siempre fueron muy temidas y especialmente en los puertos tan activos como Santander.

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Una ría atravesaba lo que ahora es el eje central de las calles de Calvo Sotelo, la Alameda, etc. La Ría de Becedo dividía la ciudad, separando el islote rocoso fortificado de Somorrostro, donde hoy se alza la catedral, de lo que era entonces la tierra firme, al otro lado de la gran avenida de la que hablamos (Calvo Sotelo – Paseo Pereda – etc.)
La persistencia de agua de la ría y del mar, en las zonas que fueron ganadas al mar con el ensanche de Santander, producen problemas todavía hoy en los cimientos de nuestros edificios del centro.
La actual catedral fue primero un castillo, cuyo aspecto sigue manteniéndose, pero en primer lugar fue una importante abadía costera y fortificada. Las presuntas cabezas de los santos mártires del periodo romano en Calahorra, Emeterio y Celedonio, son guardadas desde antiguo en el interior de la catedral de Santander.


No solamente conservamos el complejo fortificado formado por la Catedral y lo que fue el Banco de España, sino que la muralla que rodeaba a Santander todavía es visible en los cimientos que se han excavado en la plaza porticada. Estas murallas fueron necesarias para defendernos de ataques por la costa y también por tierra, pero perdieron su funcionalidad con el tiempo y el necesario ensanche de la ciudad hizo preciso deshacerse de esta mole de piedra cuyos basamentos todavía se pueden visitar.
Como puede suceder en otras ciudades, como Madrid, el perímetro de las murallas medievales de Santander era muy limitado en comparación con lo que es ahora el contorno urbano actual. Los que vivían dentro de esas murallas podían considerarse afortunados en un entorno de tanta inseguridad ciudadana y guerras, además de potenciales ataques de piratas. Sin embargo, tanta concentración de gente en el interior de un espacio tan reducido exponía a la población a peligros tremendos, sobre todo, en lo que se refiere a las plagas.


Varias pestes e incendios atacaron la ciudad desde antiguo, como era lógico en una población de madera que estaba tan expuesta a los problemas de salud que podían traer consigo los marinos. Santander llegó a quedar prácticamente desierta en más de una ocasión. ¡Qué contraste con la actual situación, en la que apenas cabemos todos!
La actual Plaza de las Atarazanas era una ensenada fortificada en la que las flotas que entraban y el propio puerto se veían asegurados por los bastiones cercanos de la Catedral y el Castillo de San Felipe (actual Banco de España).


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Los cazadores de ballenas del norte de España no solamente fueron vascos, sino también montañeses. Recientemente se ha descubierto en la Catedral de Santander un auténtico festín de carne de ballenas y las ballenas aparecen en muchos escudos de nuestra región precisamente por esta caza indiscriminada de ballenas que se produjo especial desde la Edad Media.


Tras su participación en la conquista de Sevilla con su flota, Santander fue premiada con el título de villa por el rey de Castilla y León. La armada del Norte, llamada Marina de Castilla, rompió con sus naves las cadenas que cruzaban el Guadalquivir, penetrando en Sevilla y permitiendo el desembarco y la retoma de la ciudad por los cristianos. Por esto la Torre del Oro y estas cadenas aparecen, junto a un barco, en el escudo de la ciudad.
El papel militar y comercial de Santander en la Edad Media y los periodos posteriores está atestiguado por cronistas propios y extranjeros y hasta merecimos la atención de un ilustrador holandés, Georg Braun, que nos hizo un curioso retrato con callejero incorporado a mediados del siglo XVII.


Los piratas que actuaban en nombre de naciones enemigas ambicionaban los puertos y las riquezas y barcos que se alojaban en ellos. Es por ello que una importante red de fortificaciones fue construida por todas las costas españolas y Santander no fue una excepción. Sin embargo, fuera de los puertos, las naves corrían el riesgo de ser atacadas por estos energúmenos, que inauguraron una nueva época de terrorismo naval y terrestre en la que todo valía, incluso por fuera de los tratados de paz entre los países.

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La época dorada de Santander desde todos los puntos de vista tuvo lugar hacia finales del Imperio, cuando el peso específico del puerto y la región entera ganó importancia con el comercio naval y a través de la Meseta y especialmente con América. El clímax de este periodo llegó entre finales del siglo XIX y principios del XX.
Las guerras civiles continuas, como fueron los enfrentamientos del Gobierno con los carlistas, o el desastre total de la guerra napoleónica, lastraron bastante este crecimiento imparable del Norte de España y en concreto de una gran capital de Santander, que sin embargo se vio mucho más afectada económicamente por la gran reconversión industrial de finales del siglo XX.


El Santander de toda la vida era muy pequeño y lo siguió siendo hasta bien entrado el siglo XIX, cuando empezó a crecer de forma exponencial hasta alcanzar el perímetro actual, que sigue aumentando con nuevas urbanizaciones en la periferia y con la anexión de municipios como Peñacastillo o Cueto entre otros.
Había muy pocos edificios de importancia durante la Edad Media y uno de ellos era el convento de Santa Clara, donde hoy se encuentra el instituto con ese nombre.
La arquitectura victoriana hace de Santander una de las ciudades más «británicas» de toda España. La influencia del Imperio Británico y el hecho de que la corte de una reina inglesa, la esposa de Alfonso XIII, tuviera en Santander su lugar de recreo, se notan en tantas edificaciones de esta época tan romántica.


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Santander se constituyó como ciudad burguesa a lo largo del desarrollo del comercio con Castilla y otros países atlánticos, así como luego se llegó a un enorme grado de desarrollo económico con los intercambios con América y otros continentes. Esto produjo también una polarización de la sociedad entre los «señoritos» o «chupatintas» y los obreros y raqueros y otros miembros menos acomodados y con más baja formación cultural. Contrastes sociales que han sido retratados en obras de Pereda, como «Sotileza», pero también en otros relatos como «Ahora es preciso morir», entre otros.


El Desastre del Machichaco fue una de las mayores catástrofes civiles de España en el siglo XIX. Ocurrió el 3 de noviembre de 1893 en el puerto de Santander, cuando el vapor Cabo Machichaco, un barco de carga que transportaba mercancías peligrosas, explotó causando una gran devastación en la ciudad.
🔥 ¿Qué ocurrió en el Desastre del Machichaco? 🔥
El Cabo Machichaco, un barco de la naviera Ybarra, llegó al puerto de Santander con un cargamento que incluía 51 toneladas de dinamita sin la autorización necesaria. Debido a una epidemia de cólera en la región, el barco tuvo que permanecer en cuarentena y no pudo descargar su peligrosa carga inmediatamente.
El 3 de noviembre, un incendio se desató en la bodega del barco. Pese a los intentos de controlarlo, la situación se agravó y, a las 16:00 horas, la dinamita explotó, causando una onda expansiva que destruyó edificios, barcos y mató a cientos de personas.
Consecuencias de la explosión del Machichaco
La catedral de Santander y otros edificios históricos sufrieron graves daños.
Más de 500 muertos y más de 2.000 heridos.
La onda expansiva arrasó el puerto y parte del casco urbano de Santander, provocando un incendio terrible que se tardó mucho en ser sofocado.
Murieron muchas autoridades, incluyendo el gobernador civil y el alcalde, que estaban en el muelle supervisando la emergencia.


La llegada a Santander de la corte de Alfonso XIII fue el clímax de este desarrollo burgués, basado en el comercio y las industrias locales, y siempre con el mar como elemento fundamental de la economía y la vida social.
La Medicina moderna estaba todavía desarrollándose desde sus humildes comienzos, por lo que no era infrecuente ver anuncios en la prensa de los siglos XIX y XX llenos de anuncios de dentistas, especialistas en dermatología y también, sobre todo, de especialistas en enfermedades de transmisión sexual, entre las cuales destacaba la cruel sífilis.

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La mafia en Santander del siglo XIX se desarrolló durante esta época de esplendor hasta culminar a comienzos del XX, cuando todo un entramado corrupto y de auténticos criminales organizados se apoderó de los principales negocios sucios de la época: el juego (que estaba prohibido), la trata de blancas y blancos (chicos jóvenes), la simple «licencia» para que los cafés pudieran operar tranquilamente o los robos en casas y negocios.
Santander tiene el título de benéfica en su escudo de armas por haberse portado también su población cuando el regreso de las tropas españolas de la isla de Cuba, donde resultaron traicionadas por el Gobierno nacional de entonces, que ya había pactado con los gringos la derrota y la entrega de todo. Los santanderinos abrieron las puertas de sus casas para atender a una tropa que volvía en unas condiciones lamentables después de haber servido con honor a la patria.
Durante muchos años, Santander fue una de las principales militares para el envío de tropas a toda la Península Ibérica y también a los territorios de ultramar, donde ardía especialmente la guerra de Cuba. Fueron varias guerras en las que resultó vencedora España contra los independentistas pagados y armados por Estados Unidos hasta que se produjo el falso atentado del USS Maine.


La construcción del tren entre Santander y Bilbao tuvo muchos problemas que siguen vivos en la actualidad, de forma inexplicable. Hasta 1896, fecha bastante tardía, este trayecto se realizaba en diligencias. Un problema de comunicaciones con Bilbao que hoy en día seguimos arrastrando.
Santander siempre fue una importante base naval y militar hasta su declive a lo largo de la segunda mitad del siglo XX, aunque sigue siendo un puerto de gran importancia, tanto económica como para desde el enfoque de la defensa.


Los funerales a menudo precisaban de un carruaje que se anunciaba junto a la esquela del difunto. Había varios cementerios que fueron definitivamente trasladados, en especial, al de Ciriego, pues el crecimiento de la ciudad impedía que se pudieran construir más cerca. La Cuesta de las Ánimas, de hecho, entre la Calle Burgos y la Calle Alta, era subida por los cortejos fúnebres en dirección al camposanto que se encontraba por allí arriba.
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El proceso de aburguesamiento de Santander fue acompañado de ostentosas casas señoriales, aumento de coches y otras muestras de lujo y privilegio social.
La ciudad estaba rodeada de explotaciones agrarias y ganaderas que han ido desapareciendo con el tiempo. El propio casco urbano actual fue hasta hace poco zona de granjas y huertas, con prados donde las vacas pastaban. La ganadería ha sido una de las principales señas de identidad de la región hasta hoy, cuando se encuentra en serio peligro de desaparecer.


Los pescadores se jugaban y se siguen jugando el tipo para salir a faenar y poder traer a sus casas el jornal. No es raro que las tormentas del Cantábrico se cobren las vidas de estos valientes. El libro de Sotileza describe una gran masacre de pescadores vascos y montañeses en el Viernes Santo de 1878.
¡A veces, la pesca puede ponerse de verdad complicada! Pero el problema principal que han afrontado siempre los pescadores santanderinos han sido las tormentas, a veces tan feroces como imprevistas. Las campanas de la catedral avisaban a los pescadores del peligro que se aproximaba en cuanto se tenía noticia.


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El desarrollo económico de Santander se manifestó a lo largo de los últimos siglos en forma de espacios públicos amplios y con una arquitectura civil y privada que en parte se conserva, a pesar de los graves incendios que hemos sufrido.


La Guerra Civil en Santander y en toda la región fue muy cruenta no solamente porque el Norte entero era un inmenso campo de batalla sangriento, sino porque también hubo muchísimos miles de asesinatos desde el primer momento. El Ejército Popular del Norte fracasó desde el primer momento porque fue imposible poner de acuerdo a los separatistas del PNV con los comunistas de los batallones santanderinos y asturianos. A esto se unía que la antigua provincia de Santander siempre fue muy conservadora y no apoyaba masivamente al gobierno comunista ni mucho menos, lo que facilitó la victoria de los nacionales en una campaña relámpago que puso fin a los 13 meses de gobierno comunista en la provincia.
Con la conquista de todo el Norte, la España nacional asestó un golpe de muerte al Gobierno del Frente Popular. De hecho, la Batalla de Santander es probablemente la más trascendental de toda la guerra civil española, que motivó incluso la gran ofensiva de Brunete para intentar detener el avance nacional. Pero la batalla de Santander se refiere a la provincia de Santander y no a la ciudad de Santander, donde no hubo combates, sino solamente bombardeos y muchísimos asesinatos. La batalla de Santander se libró básicamente en los frentes montañosos del norte de Burgos y Palencia, así como en el sur de lo que hoy es Cantabria.


Un alcalde de Santander que amaba a los animales, Juan de Hormaechea, dio lugar al que fue uno de los zoos urbanos más importantes del Norte de España en plena península de la Magdalena. Fue luego el gran fundador e impulsor del Parque de la Naturaleza de Cabárceno, que tanta oposición tuvo al principio y que ahora todo el mundo reconoce como una gran idea. Ya sabéis: las derrotas son huérfanas y las victorias tienen mil padres.
Hoy en día. Santander es una pequeña ciudad provinciana de servicios donde el turismo está jugando un papel cada vez más destacado ante el declive de las tradicionales industrias regionales.


El Norte de España es uno de los santuarios de seres de las profundidades como el calamar gigante que inspiró la leyenda del Kraken. Varias ballenas, delfines y focas han aparecido varadas en playas de la región.
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